Por “techo de cristal” se define a las limitaciones veladas que impiden que las mujeres asciendan en sus carreras profesionales. La alusión al cristal no proviene de la fragilidad de ese material sino de lo invisible: si bien en los papeles no hay nada que les impida avanzar, a pesar de que no hay limitantes en las leyes, reglamentos ni en la letra de llamados y concursos, lo cierto es que las mujeres llegan en menor proporción a los lugares jerárquicos y de toma de decisiones. El fenómeno también se da en la Universidad de la República y con ese motivo, en el mes de la mujer, la Unidad de Extensión organizó una mesa de diálogo llamada “Techo de cristal, academia e igualdad”, en el marco de las primeras actividades preparatorias de las Jornadas Nacionales de Extensión 2018.

Coordinando la mesa, que tuvo lugar el viernes 2 en la sala Maggiolo de la Facultad de Derecho, estaban la prorrectora de Investigación, Cecilia Fernández, y el prorrector de Extensión y Relaciones con el Medio, Mario Barité. Las que compartieron sus puntos de vista y experiencias fueron las decanas María Torre (Facultad de Química), Mercedes Pérez (Enfermería), María Ceretta (Información y Comunicación) y María José Bagnato (Psicología). Las cuatro decanas lamentaron que, por motivos de agenda, la decana de Ingeniería, María Simón, no pudiera estar presente, ya que en contraste con las facultades de las asistentes, que tienen más matrícula femenina, su punto de vista desde la conducción de una carrera en la que hay más varones hubiera sido interesante.

Barité introdujo el tema y dejó claro en dónde estamos parados: si bien dos de cada tres personas que ingresan a la Universidad son mujeres, y si bien dos de cada tres que egresan también lo son, cuando se mira quiénes tienen el máximo grado docente (el grado 5) la realidad cambia: dos de cada tres grados 5 son hombres. Evidentemente algo invisible y no explicitado está impidiendo el avance de las mujeres a lo largo de la carrera académica. A medida que las decanas tomaban la palabra, la incógnita inicial de si existe el techo de cristal en la Universidad de la República quedaba contundentemente respondida. Pérez señaló que “en la Universidad somos cinco decanas pero solamente dos tienen voto”, y aludió a que el techo de cristal no sólo existe, sino que además “es como el horizonte: cuanto más caminamos, más se aleja”. Ceretta dijo que “hace 15 años en el Consejo Directivo Central de la Universidad no había ninguna mujer y hoy hay cinco”, al tiempo que se preguntó “cómo un tema que viene del ámbito empresarial, como es el fenómeno del techo de cristal, se instala en el ámbito de la Udelar”. Bagnato compartió que en la Facultad de Psicología hay 268 docentes, de los cuales en los grados 1, 2 y 3, 71% son mujeres. Sin embargo, en el grado 4 la cifra baja a 57% y en el 5 a 55%. Mientras que 23% de los varones docentes llega a los dos grados más altos, sólo 12% de las docentes mujeres lo logra, lo que para ella explica “por qué hay más posibilidades de ser decano que decana”, ya que este cargo sólo puede ser ocupado por personas que tengan el grado 5. Y las desigualdades continúan: 69% de los cargos docentes de Psicología son efectivos (186 de 268), pero mientras 76,6% de los hombres tienen cargos efectivos docentes, sólo 66,5% de mujeres lo tienen. Torre remató con los datos de la Facultad de Química: 65% de los docentes son mujeres como también lo son 68,9% de los estudiantes, pero sólo 50% de los grado 5 lo son. Todas coincidieron en que el techo de cristal comienza a notarse luego del grado 3 y lo relacionaron con la edad en la que muchas mujeres deciden tener hijos.

El tema preocupa a la Universidad y hay varias acciones que se vienen implementando y otras más que se están analizando. En Psicología, por ejemplo, se logró instalar una sala de alimentación y un espacio de cuidado y recreación para los niños durante las vacaciones escolares, así como se implementó la prórroga por maternidad para las estudiantes de posgrado. Sobre cómo romper el techo de cristal, Pérez señaló que “en general las mujeres no rompemos cosas para llegar a algún lado,sino que usamos otras estrategias”, algo en lo que sus colegas coincidieron. Todas manifestaron sus reparos con las políticas positivas de discriminación y con los cupos para mujeres y destacaron que quieren ganarse sus puestos porque se los merecen, apuntando a las deficiencias de una Universidad basada en méritos más que en potencialidades y en la que se da el “efecto Mateo”: se le da más al que tiene más, en una meritocracia que se retroalimenta. La decana de Enfermería incluso señaló que “la normativa y la Ley Orgánica de la Universidad no están adaptadas a los cambios que ha habido en la sociedad, hay un discurso políticamente correcto pero situaciones que no se pueden resolver”. Reconocer y diagnosticar los errores es el principio para el cambio. Si es así, se va por buen camino, porque como dijo María Simon, en un mensaje que leyó Cecilia Fernández, “el país y el mundo no están como para desperdiciar talentos”.