Los jóvenes y su mundo son el objeto de estudio de muchas investigaciones y una de las mayores preocupaciones es cómo integrar sus intereses particulares a la educación curricular. Con eso en la mira, en el marco del programa Horizonte 2020, la Comisión Europea financió la investigación “Alfabetización transmediática: exploración de habilidades transmediáticas y estrategias de aprendizaje informales para mejorar la educación formal”. El estudio se llevó a cabo en ocho países de América Latina y Europa con el objetivo de generar insumos para la educación secundaria que estén basados en las competencias y habilidades de adolescentes entre 12 y 18 años en los ámbitos informales. la diaria conversó con Rosalía Winocur, coordinadora del proyecto en Uruguay, y Soledad Morales, una de las investigadoras, sobre las conclusiones a las que llegaron después de analizar a grupos de jóvenes de cuatro liceos de la capital.

El estudio compara experiencias de Australia, Colombia, España, Finlandia, Italia, Portugal, Reino Unido y Uruguay. La coordinación de todos los grupos de investigación estuvo a cargo de Carlos Scolari, profesor de la Universidad Pompeu Fabra de España, quien estará en Montevideo para presentar los resultados comparativos a nivel mundial el 13 de marzo en la Facultad de Información y Comunicación (FIC) de la Universidad de la República (Udelar). Ese día, Winocur y Morales presentarán los resultados nacionales y también está prevista una instancia para trabajar con los docentes en el kit de herramientas que crearon.

Uno de los principales objetivos era, precisamente, la creación del kit metodológico. Winocur detalló que estará compuesto de varias partes y todas estarán disponibles en una plataforma web. “Uno de los distintos recursos son las fichas didácticas; utilizando parte de las habilidades que se registraron, se propone una actividad para ilustrar cómo se puede aprovechar estas habilidades y estrategias de los adolescentes. También hay videos, hechos en otros países, en los que los chicos opinan sobre ese material, dan indicaciones y lo evalúan. Además, estarán disponibles los resultados del estudio, entrevistas y otros materiales”. En concreto, la investigación “se enfoca en prácticas de juego, sociabilidad y producción creativa, centradas en los adolescentes, que sean significativas para ellos”, detallaron en un documento de presentación. Se buscaba entender cómo los jóvenes adquieren habilidades fuera del liceo que, una vez identificadas, pudieran traducirse en una serie de actividades y propuestas para utilizar en el aula.

En términos generales se constató que los adolescentes del mundo comparten “una cultura muy globalizada en las redes, que sus referentes son muy parecidos y hay rasgos que se comparten, por ejemplo, la cultura de videojuego, la de los youtubers o la preocupación estética de las imágenes que se comparten en las redes sociales”, señaló la coordinadora. La diferencia entre países –y dentro de estos, entre los diferentes niveles socioeconómicos– aparece en la producción de sentido que los adolescentes atribuyen a sus actividades. Las investigadoras ilustraron esta situación con uno de los elementos más utilizados por los jóvenes uruguayos: los memes. “Hay algunos que circulan en todas partes del mundo, pero lo que lo vuelve atractivo para un adolescente uruguayo es que se use cosas de su propio contexto, como los baños inclusivos del liceo o el ómnibus del [barrio] Marconi. Todos los recursos que utilizan para crear ese meme son globales, pero el contenido y el sentido que le dan dependen de sus propios sentidos y códigos compartidos”, profundizó.

Únicos pero iguales

El trabajo de campo en Uruguay se hizo en cuatro liceos de la capital, dos de ciclo básico y dos de bachillerato, para asegurar una representación de todas las edades. A su vez, las investigadoras decidieron que dos de las instituciones estuvieran en el barrio Cerro y que dos fueran más céntricas, para que participen estudiantes de diversos lugares de la capital. Mediante cuestionarios y encuestas, observación participante, entrevistas en profundidad, actividades participativas en modalidades de talleres y estrategias de etnografía en línea, el grupo de trabajo uruguayo llegó a conclusiones particulares para el país.

Una de las conclusiones más interesantes a las que arribaron las investigadoras es que, a diferencia de su hipótesis, los jóvenes consumen culturalmente mucho más que lo que producen. “En cuanto a la producción de contenidos, se constató que, si bien los adolescentes acceden a una diversidad de herramientas y aplicaciones para estos fines, sus prácticas se focalizan fundamentalmente en compartir contenidos sin haberlos modificado mediante las redes sociales”, establecieron en la presentación. En el caso de que produzcan algo nuevo, el estudio arrojó que las intervenciones se limitan a la edición de fotografías y, en un grado mucho menor, en la elaboración de contenidos propios originales.

Después del trabajo de campo, también se llegó a la conclusión de que una de las habilidades transmedia es al mismo tiempo una de las mayores estrategias de aprendizaje: las redes colaborativas en las que se socializa el saber, y también se destaca la cooperación como una de las estrategias de aprendizaje más utilizadas en el ámbito informal. Asimismo, resaltan la negociación como una de las habilidades que más desarrollan los adolescentes: “Por ejemplo, vimos en la página de los memes una continua negociación, a veces no con resultados de resolución de problemas sino simplemente en términos de discutir sobre temas como lo apropiado o no de un contenido, entre distintas personas con puntos de vista diferentes, expresando sus opiniones”, remarcó Morales.

Entre las estrategias de aprendizaje informal que recogió el estudio se cuentan “aprender haciendo”, el “ensayo y error” y la “imitación”. Morales comentó: “Primero ven y después se meten. Si sale mal o bien a los jóvenes no les importa, porque están en el marco de lo informal, a diferencia del marco formal, donde si algo no sale es señal de que va a obtener malos resultados”. Dentro del “ensayo y error” pudieron distinguir dos modalidades de aprendizaje: por un lado, “una de carácter más sistemática, que requiere una mínima planificación y organización de las pruebas; por otro lado, una modalidad más espontánea y desestructurada, en la que el sujeto prueba de manera instintiva e irreflexiva”, marcaron en la presentación.

Motivar a los adolescentes en busca de algo que los entusiasme y en lo que deban trabajar de forma colaborativa para llegar a un resultado es la base del aprendizaje basado en proyectos, que defiende, entre varias instituciones, la Red Global de Aprendizajes. Para Morales, “se podría ir por el lado del aprendizaje basado en proyectos, pero también hay mucho que trabajar en relación con asumir otras lógicas de funcionamiento para llevar esos comportamientos espontáneos al ámbito formal”.

El “ensayo y error” depende “de una motivación o interés particular: en ese momento el joven necesita salvar un nivel de un videojuego y prueba hasta que lo consigue; el adolescente necesita editar una foto y no encuentra la aplicación que le da determinado filtro, lo busca en Google, lo prueba y ve si le sale”, explicó Morales. En cambio, la lógica de proyecto “requiere la búsqueda de un interés en común, que es difícil de por sí, y hacerlo en conjunto también requiere un tiempo que el adolescente muchas veces no está dispuesto a ofrecer”, agregó.