“Solo en mi casa no me gusta leer, pero cuando vengo a los talleres me gusta, y me gusta ir a leer a los jardines”, dijo un estudiante de la UTU de Trinidad en Flores. Una joven del liceo 2 de Young, en Río Negro, explicó que “al tener que practicar la lectura te dan ganas de empezar un libro, y otro, y otro”. Esos son sólo una muestra de los testimonios que se presentaron ayer en el II Encuentro Nacional de Joven Lector, una iniciativa que les propone a los alumnos de enseñanza media ir a distintos centros de educación inicial para leerles libros de cuentos a los más pequeños y, de esta forma, estimular la lectura desde edades tempranas, al mismo tiempo que desarrollan sus habilidades de lectoescritura. Joven Lector es organizado por el Programa de Lectura y Escritura (Prolee), de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), y en el marco del Encuentro Nacional se presentó la edición 2018.

El programa está pensado para un período de tres meses, por lo que se puede repetir dos veces al año. Durante 2017 participaron 1.700 estudiantes de enseñanza media en sus distintas modalidades, que llegaron a 130 centros de educación inicial, según resaltó en diálogo con la diaria María Guidali, coordinadora académica de Prolee. Para las ediciones de este año se incorporarán 40 centros en el primer semestre y, a partir de agosto, el programa abarcará 80 instituciones nuevas. “El impacto del proyecto fue más allá de lo que habíamos establecido como objetivo. No sólo los jóvenes que participaron se vieron involucrados, sino que llegó a toda la comunidad educativa e incluso tuvo que ver con el desarrollo local de la zona”, destacó la coordinadora.

A pesar de que se superaron las expectativas, Guidali remarcó que lo más importante fue el desarrollo de los adolescentes: “Convocamos a jóvenes que no son muy buenos lectores, que están un poco alejados de la lectura o no gustan de leer; ellos, de todas formas, se involucraron, se comprometieron, y los resultados principales hablan de la mejora en la fluidez con que leen y en el aumento del gusto por la lectura, que se ve en la demanda de nuevos libros para ellos”.

Joven Lector llega a cada centro de la mano de un referente: en Secundaria está a cargo de los profesores orientadores bibliográficos, en UTU, de los bibliotecólogos, en educación media rural, de los maestros o profesores de lengua, y en la Dirección Sectorial de Jóvenes y Adultos, de profesores de Idioma Español. La dinámica consiste en que estos referentes participen en cuatro talleres con los integrantes de Prolee, que luego deberán replicar con los jóvenes interesados en participar en el programa. En estos encuentros se presentan los títulos del acervo de Prolee (ver recuadro) y se enseñan algunos aspectos importantes para la lectura a los más pequeños, como, por ejemplo, la entonación, que permita distinguir cada personaje de la historia, o la costumbre de señalar la ilustración de cada página que se lee.

Del exterior

En el II Encuentro Nacional de Joven Lector se destacaron dos ponencias de expertas extranjeras. La magíster Ana Siro llegó desde la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, de Buenos Aires, Argentina, para dar la conferencia titulada “Lectura, arte y vida: los jóvenes como mediadores culturales”. Siro es especialista en enseñanza de literatura en contextos escolares y no escolares. También participó como expositora la doctora Ana María Margallo, de la Universidad Autónoma de Barcelona, España, cuyo discurso se tituló “Incorporar la dimensión social de la lectura literaria a las aulas de manera audaz y sostenida”.

La idea, según comentó la coordinadora, es que los adolescentes se conviertan en mediadores de lectura, lo que implica “un cambio en la formación de ese sujeto como persona y ciudadano; empieza a comprender que tiene un rol activo y decisivo en la sociedad, que su función no es sólo asistir al centro de estudio, sino que también tiene un compromiso con la formación de los que empiezan a ser lectores, y esto redunda, a su vez, en su propia formación como lector, ya que al sentirse más seguro en ese terreno también está tentado a acercarse a otro tipo de literatura”, afirmó Guidali.

A su entender, los adultos “han abusado de etiquetas” que encasillan a los jóvenes como malos lectores o personas desinteresadas en los libros; sin embargo, este programa ha demostrado que “cuando el material está presente y los actores toman contacto con el libro se generan prácticas gratificantes relacionadas con la lectura”.

El programa Joven Lector hace énfasis en la lectura y su práctica, pero no desconoce que el adolescente se enfrenta a la cultura escrita en este proceso. Con eso en la mira, sus responsables decidieron que el proceso de lectura, en todas sus etapas, esté acompañado por el “Cuaderno del Joven Lector”, donde deben registrar por escrito todas las vivencias. El colorido cuaderno invita a los estudiantes a asentar la fecha en que visitan la escuela, el título del cuento leído y los datos del autor, junto con comentarios sobre la lectura: desde sensaciones que les causó, discusiones que se generaron luego de terminado el cuento o problemas a los que se enfrentaron en el rato que pasaron con los niños.

Otras voces

En el Aula Magna de la Facultad de Información y Comunicación (FIC) de la Universidad de la República (Udelar) ayer se llevó a cabo la presentación de la edición 2018 del programa, junto con autoridades de la educación y docentes referentes de la propuesta del año pasado. Aldo Rodríguez, coordinador de Políticas Lingüísticas de la ANEP, felicitó a los docentes y a los integrantes del Prolee, y destacó que los resultados positivos de Joven Lector dan orgullo porque muestran a los adolescentes uruguayos “haciendo cosas que son muy importantes, trabajando con y para la comunidad”. Agregó que la lectura “abre puertas, no solamente como un cliché, el que lee sabe más, tiene un mayor lenguaje y tiene mayor capacidad para decidir”.

La biblioteca

Prolee ha pensado cuidadosamente en el acervo de libros que conforman su biblioteca, de la que los adolescentes pueden elegir los títulos para los niños de educación inicial. En palabras de la coordinadora del programa, se busca recuperar a ciertos autores y generar referencias culturales compartidas entre quienes leen la colección que ofrecen. Ente los cuentos que están disponibles se destacan clásicos nacionales como Perico, de Juan José Morosoli, y Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga. También hay títulos más recientes, como Diógenes no quiere ser ratón, de Sergio López Suárez, y El miedo a la luz mala, de Verónica Leite. En la colección de libros recomendados también hay espacio para autores extranjeros, como la española Marta Altés y el argentino Rodrigo Folgueira.

Robert Silva, integrante del Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP, comentó que al recorrer el país se pueden ver los resultado de este proyecto, que está “muy prendido en las comunidades” y “ha logrado cosas muy importantes, como el aprendizaje entre pares, generar desarrollos de unos y de otros, ayudando en sus dificultades y fortalezas”. Por su parte, Laura Motta, también consejera del Codicen, señaló que “el trabajo por la inclusión que hace este programa trasciende lo esperado, le permite al joven ser parte porque está volcando algo de sí hacia otros en una comunicación intergeneracional”. Motta destacó: “Muchas veces pensamos la inclusión como el estar dentro de un centro educativo; eso es importante, pero no alcanza con que entren. Incluirlos significa también que sean parte, y este programa se los permite”.