El Aula Magna de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República estaba repleta cuando la profesora sueca Ingrid Engdahl realizó su conferencia “El juego en educación inicial”, el jueves 26 de abril. La investigadora de la Universidad de Estocolmo disertó por una hora sobre “la actividad fundamental de los niños pequeños”; al haber participado en el grupo que elaboró los comentarios sobre la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que resalta la importancia del juego, pudo comentar al auditorio la interna del proceso. Además, presentó resultados de investigaciones que muestran “una tendencia en el mundo a una limitación en el espacio físico de los niños dedicado al juego” y, que “a pesar de que jugar y aprender son el mismo proceso, se los separa en la educación inicial”.
“Está más que comprobado que cuando los niños están jugando están felices y es muy fácil aprender en este estado. Hay un interés de los docentes de capturar ese momento intenso del juego para dirigirlos a otras actividades como la lectura, la escritura y la matemática, y por supuesto que esto está presente en el juego, pero lo importante es que sea algo que los niños elijan y no que la maestra los dirija hacia eso”, señaló la docente, que trabaja en el Departamento de Estudios de Niñez y Adolescencia en su universidad.
La especialista es integrante de la Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP) y en ese marco participó en investigaciones que buscaron profundizar en el juego como actividad educativa. En uno de los trabajos en que colaboró se señalan las diferencias entre el juego en espacios cerrados o estructurados y el juego a la intemperie. “El juego en entornos con materiales desestructurados permite un ambiente positivo, invita a que los niños participen con sus pares y creen juegos más complejos, que les exigen más y duran más en el tiempo”, detalló. Por otra parte, los juegos “funcionales, previamente armados, tienden a tener reglas, favorecen la competencia en vez de la cooperación y, como los niños la mayoría de las veces deben hacer fila para participar, se aburren y van a otra actividad, permaneciendo menos tiempo en cada una”.
En ese sentido señaló que “el juego dramático y conflictivo varía según los escenarios donde se juega. Lo dramático florece en un entorno natural y sobre todo si existen objetos móviles y componentes desestructurados al alcance. Además, va de la mano con la resolución de problemas y la creatividad”.
Durante su charla también comentó una clasificación del juego hecha por OMEP y compartida por investigaciones británicas. Según los resultados, hay tres maneras de juego: el autodirigido, en el que el niño decide cuál es el propósito del juego y el rol del adulto es ofrecerle un entorno seguro y diferentes herramientas para hacerlo; por ejemplo, el juego imaginativo iniciado por los niños. La segunda categoría es el juego exploratorio: en este caso el propósito y los materiales son definidos por adultos, pero los niños deciden a qué van a jugar. La tercera es el juego estructurado: los adultos deciden la finalidad y los medios para jugar e indican las reglas a seguir.
Gran parte de la exposición estuvo dedicada a comentar la Convención Internacional de los Derechos del Niño, haciendo énfasis en los artículos relacionados al juego. La docente se detuvo particularmente en el artículo 3, que establece: “En todas las medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones, una consideración primordial que se atenderá será el interés superior del niño”. Para Engdahl, esta es una señal política hacia los estados que no debería ser ignorada. A su vez, remarcó el artículo 12, que indica: “Se dará en particular al niño la oportunidad de ser escuchado”; para ella, “este artículo muy importante, porque garantiza que los niños podrán dar su opinión y serán escuchados”.