Con más de 20 mesas, foros y conferencias se llevó a cabo en Uruguay el III Congreso Latinoamericano de Medición y Evaluación Educacional (Colmee). Profesionales relacionados a la educación de distintas partes del mundo llegaron a Montevideo para debatir por tres días sobre los logros y las proyecciones a futuro. Las conferencias principales estuvieron a cargo de dos expertos con los que la diaria pudo conversar. Por un lado, Wolfram Schultz, que presentó los resultados comparativos a nivel mundial de dos estudios: uno sobre las competencias ciudadanas y otro sobre las tecnologías de la información y la comunicación, en el que Uruguay participa. Por otra parte, Patrick Griffin, quien adelantó la injerencia de la inteligencia artificial en la actividad docente y comentó el cambio que lleva adelante Arabia Saudita trabajando con medio millón de futuros docentes.

Schultz participa en el Estudio Internacional de Alfabetización Informática e Información (ICILS, por sus siglas en inglés) que se llevó a cabo por primera vez en 2013 en varios países y que en 2018 desarrolla la segunda edición, en la que participa Uruguay. Los resultados comparados serán publicados a fines de 2019. El objetivo es analizar cómo los jóvenes desarrollan capacidades para usar computadoras y manejan información en el mundo digital. En diálogo con la diaria, el especialista alemán explicó que “en el último estudio se encontró mucha diferencia en las habilidades con las tecnologías de la información y la comunicación [TIC] entre los diferentes países, pero también dentro de un mismo país”.

El otro gran resultado del ICILS 2013 es que incluso los centros educativos que contaban con los recursos informáticos muchas veces no tenían la política de usarlos. Según Schultz, eso se debe a múltiples causas, entre las que resaltó la formación docente: “Las necesidades o los beneficios del uso de las TIC varía entre materias, lo que implica que algunos docentes las usen más que otros. Sin embargo, las encuestas también demuestran que los docentes mayores son más resistentes al cambio y la generación más joven aún no está lo suficientemente extendida para tener una práctica consistente”.

En sus palabras, es necesario que los docentes “tengan un plan para enseñarles a los niños cómo usar la tecnología, y sobre eso hay mucho por hacer todavía”. Un estudio comparado a nivel mundial, como el ICILS, puede ayudar a visualizar un camino a recorrer. Los jóvenes del siglo XXI ya usan las TIC en su educación, sin necesidad de que lo pida el docente. El peligro, según el investigador alemán, es que “en internet hay todo tipo de información, que puede llevar, por un lado, al error, con información incorrecta, o al abuso cuando el estudiante cae en la simple copia”.

Jóvenes democráticos

Por otra parte, Schultz hizo referencia a otra de sus investigaciones: el Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadanía (ICCS, por sus siglas en inglés), de la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro Educativo. En este caso, se observan las formas en que los jóvenes asumen su rol de ciudadanos en países democráticos. “Vivimos una crisis de la democracia; hay un desencanto de gran parte de la población, especialmente en los jóvenes, con relación a la política. Nuestro estudio demuestra que el espacio del colegio es el lugar en que los jóvenes por primera vez tienen la posibilidad de ejercer una actividad cívica, y eso es fundamental para su desarrollo ciudadano”, detalló.

Para generar una evaluación estandarizada de la participación ciudadana, los expertos tomaron algunos criterios que entienden pertinentes para todos los países: “Cómo participar en la sociedad, cuáles son los principios que se toman en cuenta, la prevalencia de la ley. Hay varios componentes que forman un conocimiento básico y más profundo que podemos evaluar”, destacó.

Otra de las conclusiones de la investigación fue que entre los jóvenes hay distintas formas de valorar las características de la democracia. En América Latina, donde el índice de corrupción de algunos países es muy elevado, los jóvenes con mayor formación ciudadana tienden a desconfiar y criticar las decisiones gubernamentales, mientras que en los países nórdicos, donde la corrupción tiene un muy bajo índice, son los jóvenes menos formados los que desconfían del sistema. Para Schultz, en estos casos se destaca la importancia de la formación cívica.

Peligro estándar

Ambas investigaciones son comparadas a nivel internacional, al igual que las pruebas PISA, que evalúan los conocimientos de los estudiantes de educación secundaria en matemática, ciencias y lectura. El investigador alemán integró el equipo PISA desde 2001 hasta 2007; ahora, que mira el proceso a la distancia, recomienda tomar sus resultados con precaución. “PISA ha tenido efectos positivos: brinda mucha información, tiene una gran aceptación de los resultados por parte de una amplia mayoría de la población, y cuenta con apoyo político”, comentó Schultz. Sin embargo, señaló aspectos contraproducentes: “A veces, los políticos caen en el puntaje de PISA y lo ven como más importante que otros aspectos. El puntaje debería ser un reflejo de la calidad de la educación, pero entendiendo que no lo es todo: son tres materias y es cierta edad”. También planteó como un riesgo el hecho de que la prueba es elaborada en Europa, y al aplicarla en un país de otro continente correspondería hacer ajustes, pero no es lo que sucede.

Consultado sobre si estos riesgos podrían afectar las investigaciones en las que participa actualmente, el especialista comentó que aún no han tenido “un eco como el que tiene PISA, aunque se espera que así sea”. El equipo internacional, mencionó, espera que los resultados no se vean limitados a rankings, sino que se utilicen como herramientas para “ampliar el escenario, dar otros puntos de vista y plantear desafíos globales con respecto a la ciudadanía y al uso de las TIC”.

Altas capacidades y el aprendizaje en desarrollo

La conferencia abierta del segundo día estuvo a cargo de Griffin, un especialista australiano que desarrolla su trabajo en varios frentes relacionados. Una primera línea de investigación es “el modo en que los docentes pueden agregar valor a sus estudiantes de alta capacidad, porque en general se enfocan en aquellos a los que les va mal y no pasan mucho tiempo trabajando con quienes tienen altas habilidades”. Según detalló Griffin, “los estudiantes con bajas habilidades se benefician de la instrucción explícita y directa, pero los estudiantes de altas habilidades necesitan una forma de enseñanza diferente, con proyectos, investigación, resolución de problemas y trabajo en equipo, y minimizan la instrucción directa”. La educación está lejos del ideal de una enseñanza personalizada; sin embargo, aseguró que hay que tender a una “enseñanza apuntada y se espera que cada docente sea capaz de lidiar con cada estudiante. Por eso hay cuatro niveles de enseñanza para trabajar con todo el grupo”.

Su experiencia australiana demostró que la clave está en trabajar en base al desarrollo de progresiones, en el que se pase de lo más fácil a lo más difícil, en una escala de ocho o nueve niveles de competencia. “Primero tenemos que saber en qué nivel está cada estudiante y les damos a los docentes sugerencias de cómo y qué enseñar en cada nivel. Se trata de que la enseñanza apunte a lo que cada estudiante está preparado para aprender, y ayudarlo a moverse al siguiente nivel”, argumentó.

Dado vuelta

Este cambio se desarrolla al pasar de un currículum basado en el contenido a uno basado en competencias. Según Griffin, “se deja de evaluar lo que el estudiante recuerda y se pasa a estudiar lo que el estudiante es capaz de hacer”. Además, se transforma el rol docente, que “se transforma en un experto en ayudar al joven a aprender”. Según el australiano, “hay que dar vuelta el salón de clase: los estudiantes hacen su trabajo fuera del aula, en casa, y van a la escuela a conseguir ayuda de los docentes; en el viejo método ellos iban a la escuela para escuchar lo que el docente tenía que decir, y luego iban a la casa practicarlo; se debe invertir eso”.

Griffin pregona una enseñanza por competencias porque asegura que vio los logros de esa metodología en la Universidad de Melbourne, donde hace nueve años comenzó un cambio en la formación docente. Según su experiencia, para que los docentes puedan enseñar en competencias necesitan primero haber aprendido de esa forma. Relató que durante los primeros dos años hubo una resistencia muy fuerte al cambio, tanto por los estudiantes de formación docente como por los profesores que tutoreaban las prácticas; sin embargo, aseguró que ahora hay escuelas que sólo emplean graduados que hayan pasado por esa formación.

La clave para frenar esa resistencia al cambio fue muy simple: “Se hizo obvio el éxito de enseñar de esta forma. Los docentes que empiezan a trabajar con esa estrategia ya no podían volver a trabajar de otra forma; es una manera muy simple de analizar el progreso del estudiante en cada nivel y de identificar la zona de desarrollo próximo en la que se encuentra cada uno. Es tan claro y simple que no tiene sentido enseñar a todo el mundo del mismo modo”, sostuvo.

Inteligencia artificial

El investigador también está trabajando con el gobierno de Arabia Saudita en un cambio que –asegura– revolucionará la educación de ese país: son medio millón de profesores en 40.000 escuelas, con siete millones de estudiantes, y se espera terminar la transformación para 2030.

El principal cambio que se suma a la enseñanza por competencias, que ya aplican varios países, es la transformación en la evaluación, que incorpora la tecnología como aspecto clave. “La inteligencia artificial vinculada a la recolección de datos automática permite crear algoritmos que identifican el desarrollo académico y social de los estudiantes. El rol docente está en la interpretación de esos datos para trabajar las progresiones de desarrollo”, puntualizó. La plataforma que se está construyendo en Arabia Saudita recogerá rutinariamente información sobre el desempeño de los estudiantes, que se convertirá automáticamente en sugerencias para el docente sobre cómo intervenir con determinado estudiante.

Limitar el rol docente al seguimiento de instrucciones diseñadas por inteligencia artificial no parece ser un problema para Griffin; a su entender “está bien que así sea, porque lo que la computadora devuelve se basa en la información que el docente ingresa, sobre lo que él está enseñando y observando”. Explicó que esto concibe tres plataformas de aprendizaje: “El docente, que aprende cómo hacer intervenciones basadas en competencias; los estudiantes, que aprenden basados en las competencias y no en la repitencia; y la computadora, que también está aprendiendo los patrones de comportamiento que presentan los estudiantes. Todo eso empieza a avanzar, es un ciclo de mejora”.

Con estos cambios tecnológicos en el umbral se podría pensar que el primer paso está en la formación docente, para incorporarlos desde el principio. Sin embargo, Griffin asegura que antes que nada hay que cambiar a los docentes que son formadores: “Usualmente somos viejos. Los profesores de nivel terciario siempre están como trancados en su forma de hacer las cosas: sólo cuando los confronta una evidencia de éxito pueden cambiar un poco”.