Verónica Salomone es profesora de Historia y, cuando le tocó dar el Renacimiento en segundo año 1 del liceo 32 del Centro de Montevideo, no quiso hacerlo del modo tradicional. Según explicó a la diaria, abordó el tema como “un movimiento intelectual, filosófico y artístico” que surgió en Europa y dio inicio a la época moderna, en el siglo XV. Para abordar la faceta artística del movimiento, entre otras cosas, seleccionó algunas obras de arte de la época, como La Gioconda y El David. Ya que una réplica de este último se encuentra en la explanada de la Intendencia de Montevideo (IM), que queda cerca del liceo, a la profesora se le ocurrió hacer una salida. De esa forma, considera que pudo contextualizar de mejor forma el tema, en el entendido de que el aprendizaje no sólo se produce dentro de la institución educativa. Salomone buscó partir de un monumento que fuera parte de la cotidianidad de la ciudad para desnaturalizar su presencia. En sus palabras, “todos los días vemos a El David, pero a veces no sabemos desde cuándo está allí y cuál fue su significado”. De esa forma, se propuso que sus estudiantes investigaran sobre la obra original y también sobre la réplica que se instaló en Montevideo.
Los estudiantes de 2°1 del liceo 32 recibieron a la diaria en su salón de clase para hablar sobre el proceso y los resultados de su trabajo en el marco de la asignatura Historia –aunque también involucró el trabajo con otras materias–. En primer lugar, contaron que la obra original es autoría de Miguel Ángel Buonarroti, que la construyó en Italia con mármol de Carrara, localidad del norte de ese país. Narraron que en esa época estaba en auge el antropocentrismo, por lo que la figura humana era resaltada en varios niveles, entre ellos el artístico. De esa forma, con El David Miguel Ángel “buscó mostrar la belleza del hombre en todo sentido”, indicaron los adolescentes.
En el caso de la réplica que se encuentra en Uruguay, los jóvenes rastrearon que está hecha de bronce y que se instaló en el país en 1931, pero no se ubicó originalmente en la IM. Al principio estuvo en la intersección entre Rivera y Jackson, y su instalación fue promovida por la Fundación Marinelli. Según continuaron, no fue hasta 1958 que se trasladó hasta la explanada de la sede del gobierno departamental, cuando se hizo un homenaje a los palacios municipales, que también surgieron en Italia.
Con toda esa información, en la clase de Historia comenzaron a preparar el formulario de una encuesta, con el objetivo de aplicarlo aleatoriamente a personas que estuvieran o pasaran por la explanada, a los pies de El David. Definieron preguntas para consultarles a los transeúntes si conocían el nombre de la escultura, su autor y su país de origen. Acerca de la réplica en Uruguay, los interrogaron sobre su año de inauguración, el lugar en el que había estado antes y el motivo y año del traslado. La salida de campo fue el 24 de abril y luego procesaron los resultados de la encuesta con la profesora de Matemática. Además, actualmente están elaborando artículos de divulgación con la docente de Idioma Español.
En total encuestaron a 48 personas y se encontraron con que la mayoría de la gente no sabía mucho sobre El David, o, en sus palabras, “tiraban fruta”. Según contaron, si bien la mayoría de los encuestados sabía el nombre de la obra, sólo una minoría respondió adecuadamente el resto de las preguntas. Según evaluaron, ello puede deberse a que “a veces no tenemos mucha información sobre los monumentos”, por lo que se podría colocar una placa informativa próxima a la obra, según proponen. Si bien encontraron que dentro de la IM se pueden encontrar datos sobre El David, entendieron que “hay gente que no tiene tiempo; hay veces que no sentís curiosidad porque sabés que está ahí, no te tomás un tiempo para averiguar”. Salomone comentó que fue una buena forma de hablar acerca de que no solemos cuestionarnos el sentido ni el significado de las obras de arte. “La idea era darle vida para poder darle sentido”, agregó. Los estudiantes valoraron positivamente la experiencia y una de ellas lo resume así: “Estuvo bueno, aprendimos bastante divirtiéndonos, no es [lo mismo que] estar acá sentados”. Además, destacaron que al trabajar así la información es aprehendida de otra forma respecto de modos más tradicionales de dar los temas en clase. En el salón hay un estudiante extra: Luciano. Es practicante de Historia del Instituto de Profesores Artigas y para él también se trató de una experiencia “muy formativa”. “A los chiquilines los vi muy entusiasmados, es un aprendizaje que me llevo para mi práctica y para los años en que sea profesor”, concluye.