“Después de 30 años de la Convención de los Derechos del Niño, no nos hemos dado cuenta de la gran deuda que tenemos con la adolescencia en nuestro continente”, afirmó Camila Ponce, directora de Educación en Solidaridad de Concausa, un proyecto de la fundación América Solidaria, que junto con pares e instituciones aliadas se propone empezar a saldar la deuda en Latinoamérica y el Caribe. Ponce señaló que si bien hay iniciativas para “fortalecer el acompañamiento de los diez a los 18 años”, como el Pacto Iberoamericano de Juventud de la Organización Iberoamericana de Juventud o la Agenda de la Infancia y la Adolescencia que lanzó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en alianza con UNICEF, se requiere de más esfuerzos.

“Muchas veces pensamos que [en esa edad] ya son grandes y pueden tomar decisiones, pero no son adultos”, señaló. A contrario de lo que ocurre entre los cero y los seis años, tramo etario del que los países de la región generan registros que permiten tener “una radiografía exacta”, Ponce indicó que en la medida en que las edades van avanzando “no sabemos cuántos trabajan, cuántos estudian o por qué desertan”. “Los datos que vamos obteniendo de la adolescencia son igual de alarmantes que los de desnutrición infantil que vemos en muchos países de América Latina y el Caribe”, agregó.

Como ejemplo, mencionó la desvinculación de los estudios, estadística en la que Uruguay “es pionero”, ya que “da cátedras de exclusión” y “de cómo los estudiantes no se sienten en un espacio educativo en el cual quieran permanecer”, opinó. Al respecto, fundamentó que, independientemente del nivel socioeconómico al que pertenezcan, el porcentaje de jóvenes que culmina la educación media no se acerca a 100%, ya que se ubica en 15% para los del quintil de menores ingresos y en 75% para el de mayor ingreso. En suma, advirtió que en la región “no se está dando ni siquiera el espacio formativo ni del acompañamiento para que se inserten en el mundo laboral”. “Quizás el mundo adulto tiene prejuicios, da los titulares de que los jóvenes no vamos a la escuela o que lideramos procesos de violencia. Al menos en Chile se ve mucho la imagen de la juventud o el adolescente asociada a muchas cosas que no nos agradan, pero eso es lo que nos cuentan o lo que vemos, no es lo que pasa. Hay otra juventud que está muy comprometida con ser parte de la solución. Entre ellos, cuando se reconocen como muchos, el asombro les da más potencia”, concluyó.

Desarrolle

En relación a las distintas iniciativas que están poniendo en el centro la agenda de los jóvenes, desde América Solidaria incorporaron la Agenda 2030 de la ONU: “Los jóvenes somos 22% de la población mundial, pero somos 100% del futuro y los últimos en la cadena de las decisiones”. En ese sentido, plantean a los gobiernos que involucren a los jóvenes en las decisiones y desde el proyecto Concausa se implementan iniciativas que apuntan a ello. En concreto, se busca movilizar “una red de jóvenes cuyos liderazgos está marcado por la acción”, que es seleccionada a partir de proyectos que dan solución a alguna problemática del entorno de cada grupo.

En varios países se generan dispositivos locales autónomos para nuclearlos, pero los más destacados viajan a un encuentro regional organizado por América Solidaria con apoyo de CEPAL y UNICEF para Latinoamérica y el Caribe todos los años. En esa instancia, los equipos de cada país se juntan y durante una semana se ofrece una formación en la que “se potencia el liderazgo que tiene la vocación solidaria” y, al mismo tiempo, se alinea la agenda 2030 de ONU, ya que “hay un tema de conciencia sobre el desarrollo sostenible que está impregnado en esa formación”, informó Ponce. En ese encuentro también participan diversas autoridades de organismos internacionales y gobiernos de la región, que escuchan a los jóvenes, que les plantean “sus percepciones, ideas, sueños y dolores”, detalló la coordinadora de Concausa.

Desde la organización apuestan al trabajo conjunto con organismos públicos, empresas y colectivos que tengan el mismo objetivo. Por ejemplo, en países como Perú, México, Argentina, Uruguay y Chile, América Solidaria trabaja con los institutos gubernamentales dedicados a atender a las juventudes o con otras fundaciones que trabajan con adolescencias. Ponce señaló que muchas veces trabajar con menores de edad implica formalidades que las instituciones prefieren evitar, y por ello prefieren trabajar con mayores de 18 años. No obstante, señaló que existen países, como Ecuador o Guatemala, en los que existen políticas públicas previas hacia la adolescencia que “están muy bien articuladas”. Sobre el caso ecuatoriano, Ponce destacó que “si bien no tenemos oficina como fundación, tenemos uno de los indicadores más grandes de postulaciones, porque hay una política de fortalecimiento de la niñez, con parlamentos juveniles, de niños y niñas”, lo que hace que la comunicación de la convocatoria circule con mayor fluidez entre los proyectos que ya están en marcha.

En suma, la coordinadora detalló la complejidad de trabajar en una región en la que se hablan cuatro idiomas: español, portugués, inglés y creol. Según agregó, la alianza que generaron con UNICEF le permitió a la organización llegar a más países.

El caso uruguayo

Javier Pereira es el director ejecutivo de la oficina de América Solidaria en Uruguay, y en diálogo con la diaria contó que la fundación está en el país desde hace cuatro años. En relación con la convocatoria de Concausa, señaló que el primer llamado a proyectos se realizó en 2016, cuando invitaron a jóvenes que ya tuvieran algún proyecto en marcha que estuviera alineado con los objetivos de desarrollo sostenible. Al siguiente año, la organización dio un paso más y los tres jóvenes de cada uno de los nueve grupos que postularon participaron en el Primer Encuentro Nacional Concausa, junto con un adulto referente que acompañara el proceso educativo. El encuentro se realizó en un espacio de cowork de la Intendencia de Montevideo y allí compartieron sobre los proyectos que desarrollaban y encontraron puntos en contacto, más allá de las diferentes temáticas. “Varios trabajaban sobre medioambiente, otros sobre recuperación de espacios públicos, otros en temas de bullying, pero visualizaron que podía haber mucha coordinación”, detalló Pereira. Además, los jóvenes plantearon que para el año siguiente podía organizarse un campamento para compartir más días.

Según narró, “en 2018 la experiencia creció muchísimo”, ya que “aumentó exponencialmente la cantidad de proyectos”. Ello en parte se explica porque en cinco lugares del interior –Fray Bentos, Nuevo Berlín, San Gregorio de Polanco, Blanquillo y La Paloma–, en conjunto con la Fundación UPM, la organización brindó un curso que dio “herramientas a aquellos jóvenes que no estuvieran desarrollando iniciativas para que las pudieran hacer”. Entre otros contenidos, se abordaron herramientas de diagnóstico, así como mecanismos para proponer iniciativas de innovación social y la construcción de alianzas para llevar adelante los proyectos. Como a partir de esas instancias se generaron varios proyectos, se comenzó a trabajar en la organización del campamento, que había sido propuesto el año anterior y que fue coorganizado con jóvenes participantes de las anteriores convocatorias. En total se postularon 45 proyectos, y en base a los recursos disponibles se seleccionaron 13 grupos de varios departamentos del país, que convivieron durante tres días en Las Brujas, Canelones.

El campamento educativo finalizó con el Festival Concausa, donde los jóvenes presentaron sus iniciativas ante diversas autoridades nacionales, a quienes también transmitieron “su mirada sobre la juventud y sus desafíos, además de sus ganas de comprometerse con esa realidad”, contó Pereira. “Pasando en limpio, Concausa 2018 nos dejó 45 proyectos, algunos que ya se venían trabajando y fueron fortalecidos, otros que se generaron a partir de esta experiencia; el curso de formación en liderazgo solidario para el desarrollo sostenible, el campamento y el festival Concausa”, resumió.

Lo que queda

Desde América Solidaria proyectan la formación de una red de líderes Concausa en Uruguay, que permita consolidar el crecimiento experimentado en los últimos años. Según Pereira, eso también se ve expresado en las alianzas que Concausa generó: “Al principio era una iniciativa de América Solidaria en alianza con CEPAL y UNICEF; postulamos el proyecto a un fondo concursable de la Embajada de Estados Unidos, que nos dio un apoyo importante para llevar adelante el campamento; Fundación UPM no sólo financió los cursos sino también la participación de esos proyectos en el campamento; también acompañó República AFAP; el Instituto Nacional de la Juventud (Inju) fue un aliado impresionante que nos permitió financiar los gastos del traslado de los gurises de distintos lugares a Montevideo”, contó.

Además, el director destacó que quedaron “varios proyectos en marcha en sus comunidades” cuyos adultos referentes casi siempre son docentes o adscriptos de una institución educativa. Por ejemplo, uno de ellos, liderado por estudiantes del Colegio y Liceo Clara Jackson de Heber, busca “fomentar la continuidad educativa y el derecho a la educación para romper con la brecha de desigualdad”. Para ello llevan a cabo talleres en escuelas montevideanas, de forma de dar a conocer las posibilidades de estudio luego del egreso de primaria. En otra de las iniciativas, estudiantes del liceo departamental de Paysandú apuntan a “empoderar, conectar y movilizar” a jóvenes de la ciudad mediante actividades “que contribuyan al desarrollo sostenible, sensibilizando y promoviendo la generación de aprendizajes alternativos al sistema formal de la educación secundaria”.

En suma, un grupo de voluntarios de la ciudad de Artigas busca “sensibilizar a la comunidad sobre las problemáticas del cambio climático” y así “transformar el poco cuidado que se tiene sobre el medio ambiente” y promover “un estilo de vida sustentable”. Además, el proyecto Free Time, de estudiantes del Liceo 3 de Fray Bentos, tiene como objetivo que las personas del entorno del centro educativo aprovechen mejor su tiempo libre, para lo que relevaron las actividades que ofrecen las organizaciones de la localidad con miras a difundirlas. Los jóvenes también diseñaron propuestas recreativas en el liceo a partir de encuestas a sus compañeros y a vecinos del barrio.

Cada proyecto debe elaborar un video de tres minutos en el que se cuenta en qué consiste la iniciativa, de qué manera contribuye a la agenda 2030, por qué es un proyecto sostenible y qué es lo que están haciendo por su comunidad. “Se espera que manejen algunos elementos de comunicación, que no sea una iniciativa que no sólo conecte desde lo local sino también con una mirada más amplia de desarrollo: sentir que lo que hacen está hermanado con un movimiento a una escala más amplia que busca avanzar a nivel planetario”, dijo Pereira.

Representantes

El proyecto que representó a Uruguay en el encuentro internacional de Concausa en Chile del año pasado fue elaborado por estudiantes del liceo 2 de Melo, en alianza con otras organizaciones de la zona. Los jóvenes pretenden “promover la inclusión, generar conciencia ciudadana”, además de “sumar a la equidad y a la participación”. En el video en el que cuentan la iniciativa, Guillermina Figueredo, una de sus integrantes, señala que la idea es que los jóvenes sean los protagonistas de la inclusión de “personas con discapacidad, pacientes oncológicos, afrodescendientes y la comunidad LGBTIQ”, con quienes realizan diferentes talleres. Según resume, “el proyecto busca mostrar que todos somos diferentes pero iguales”. Los talleres apuntan a “fomentar la convivencia y la empatía” entre sus participantes, además de “involucrarse con las personas que asisten y sus diversidades”, cuenta Agustín Coronel en el audiovisual. Además, los liceales participan en actividades de las instituciones aliadas, como la Asociación de Jubilados y Pensionistas de Cerro Largo o la Unión de Impedidos, que trabaja con personas con discapacidad. Los jóvenes explican que la iniciativa se vincula con los objetivos 10 –que plantea unificar los factores sociales, reduciendo las desigualdades socioeconómicas, físicas e intelectuales de las personas–, 5 –que apunta a la igualdad de género– y 16 –que plantea la necesidad de paz, justicia e instituciones fuertes– de la agenda de desarrollo sostenible de la ONU.

Según contó Pereira, el proyecto surgió a partir del programa Impulsa del Inju, que también apuesta al desarrollo de iniciativas de jóvenes y que fue una fuente importante de proyectos para la última convocatoria.

La fundación

América Solidaria tiene 16 años de existencia y dos líneas principales de trabajo. Además del impulso de Concausa, genera alianzas con organizaciones que trabajan para la superación de la pobreza infantil, con las que se busca desarrollar capacidades con el aporte de profesionales voluntarios que en el caso uruguayo suelen venir del exterior y vivir durante un año en la comunidad en la que trabajan. Pereira detalló que en Uruguay la fundación tiene un proyecto, junto con la organización Fe y Alegría, para generar un programa de mejoras de aprendizajes en lectoescritura en un centro juvenil. Además, se están cerrando dos proyectos conjuntos con el centro educativo Providencia, uno sobre el vínculo de los padres en el proceso educativo de sus hijos y otro sobre el desarrollo de condiciones para la empleabilidad de los jóvenes. En suma, con el programa Claves se está diseñando una metodología de prevención del abuso y el maltrato infantil en el barrio Flor de Maroñas y también se lleva a cabo un proyecto de mejora de la calidad educativa en todos los proyectos que gestiona la organización de la sociedad civil La Huella: un CAIF, un club de niños, un hogar y un Servicio de Orientación, Consulta y Articulación Territorial.