Para algunos enseñar felicidad puede ser parte natural de las tareas docentes, sin embargo para otros tantos esto no está tan claro. El español Ricardo Arguís, licenciado en Psicología y doctor en Pedagogía de la Universidad de Zaragoza, es uno de los fundadores del programa Aulas Felices, que propone una serie de principios y actividades para aplicar la educación positiva, que es, a su vez, una rama de la psicología positiva. De esta forma, proponen comenzar a trabajar sistemáticamente el bienestar y el desarrollo personal en las clases.
El académico estuvo en Montevideo invitado por las Facultades de Psicología y Humanidades y Ciencia de la Educación de la Universidad de la República junto con el centro educativo Imaginate para brindar una charla sobre su proyecto y asesorar a los grupos que ya lo están aplicando. Además, conversó con la diaria sobre la implementación de Aulas Felices y los primeros estudios de impacto, que han demostrado la eficacia del programa pero también señalan aspectos a mejorar.
La psicología positiva surgió en Estados Unidos a principios de siglo y trabaja sobre los aspectos psicológicos positivos del ser humano, un área que hasta entonces fue muy desatendida por la academia internacional. Se comenzaron a desarrollar investigaciones que analizan aspectos como la resiliencia, la satisfacción, el positivismo y el agradecimiento, siempre sobre la premisa de que las emociones negativas son relativamente independientes de las positivas, y por lo tanto trabajar para reducir unas no hace que aumentan las otras, sino que ambas deben trabajarse.
La psicología positiva derivó en la educación positiva, que se propone llevar los principios básicos de la psicología positiva al aula, para así mejorar el bienestar y la salud psíquica de los estudiantes, los docentes y las familias. Hay dos componentes principales en la educación positiva: la atención plena o mindfulness, que es una práctica que intenta entrenar la conciencia para poder dirigir y controlar las emociones, evitando desbordes, y la educación de las 24 fortalezas personales, que según Chris Peterson y Martin Seligman –fundadores de la corriente– se pueden dividir en seis categorías: sabiduría y conocimiento, coraje, humanidad, justicia, contención y trascendencia.
Originalmente Aulas felices es un libro que coordinó Arguís. Su primera edición es de 2010, y en 2012 se lanzó la segunda con información complementaria. Es de distribución libre y gratuita y se puede descargar desde la web aulasfelices.org, y allí se proponen varias prácticas para llevar adelante esta metodología de trabajo. Este año se publicó una de las primeras investigaciones de impacto de este programa; se realizó un estudio con 524 estudiantes y los resultados arrojaron que “el programa Aulas Felices puede promover el bienestar psicológico y un clima positivo en el aula y reducir la agresión escolar en los estudiantes al aumentar los niveles de atención plena”. Por otra parte, en las conclusiones de esa investigación resaltan que los resultados varían según si los niños habían tenido una experiencia previa en la meditación o no, que el tiempo que utilizan los docentes para este programa es muy variable, y que la mayoría de los estudiantes no aceptaba el programa.
¿Cómo se aplican los conceptos de la psicología positiva al trabajo de aula?
Lo que conocemos como educación positiva es la psicología positiva aplicada a la educación, y pretende trabajar de una forma rigurosa y científica para que los alumnos, el profesorado y las familias puedan ser más felices y tener más bienestar. Es sencillo de hacer porque los educadores siempre estamos buscando nuevas fórmulas y alternativas para poder trabajar de una forma más eficaz. Nos interesa que nuestros alumnos aprendan, pero que a la vez sean felices, entonces se trata simplemente de seguir trabajando los contenidos académicos tradicionales, pero a la vez incorporando aspectos que tienen que ver con el desarrollo personal y el bienestar. Todo esto se puede realizar tanto dentro de las asignaturas tradicionales como con otras actividades complementarias.
¿Estos aspectos no se están trabajando ya en las aulas?
Sí, lo que pasa es que en la mayoría de los países y los sistemas educativos que conocemos no se han trabajado de una manera sistemática y rigurosa, como sí se ha hecho con las enseñanzas tradicionales. Tenemos muchos datos que nos avalan: sabemos que la depresión es uno de los principales problemas en los adolescentes, una de las más grandes lacras que vamos a seguir arrastrando en los próximos años. Sabemos que el suicido es la tercera causa de mortalidad en jóvenes y adolescentes, y es un tema tabú.
¿Creés que estos problemas son consecuencias de la falta de educación emocional?
No necesariamente. Son problemas que han existido siempre, pero ahora están más acentuados por los cambios en los sistemas de valores de la sociedad, y la educación emocional nos puede ayudar muchísimo a prevenir todos estos trastornos.
“La educación positiva puede servir para trabajar aspectos que tienen que ver con las mejoras de las habilidades sociales y emocionales, la autoestima, la promoción del bienestar y la disminución de sintomatología depresiva, entre otros muchos aspectos”.
La educación positiva ya lleva varios años en las aulas, ¿qué resultados han visto hasta ahora?
Tenemos por una parte la realidad del día a día, de lo que nos cuentan los profesores, las familias y los propios alumnos, e incluso nuestro propio trabajo, porque los cuatro creadores de Aulas Felices trabajamos como docentes en las aulas: sabemos que funciona y que es un programa bien acogido. Pero además estamos haciendo investigaciones. De hecho, hace poco hemos publicado la primera investigación para validar la efectividad del programa y hemos visto que, si se aplica bien, puede servir para trabajar un montón de aspectos que tienen que ver con las mejoras de las habilidades sociales y emocionales, la autoestima, la promoción del bienestar y la disminución de sintomatología depresiva, entre otros muchos aspectos. En estos momentos estamos realizando una serie de investigaciones y confiamos en que en el futuro próximas investigaciones ratifiquen estos resultados.
¿Esa investigación de los resultados comprobó un aumento en el bienestar de las aulas?
Eso es, aunque, como siempre, hay que ser muy cautos a la hora de analizar las investigaciones. Se necesitan muchos procesos de estudio más, pero de momento los resultados preliminares de nuestros primeros estudios van en esa línea; mejoramos el bienestar y disminuimos aspectos negativos.
De todas maneras mucha gente sigue siendo escéptica sobre los resultados que trae una iniciativa basada en lo positivo.
En general hay muchas críticas al campo de la felicidad, y en educación y psicología positiva no hemos estado exentos de críticas, porque es un campo que no se conoce bien. Se identifica con el pensamiento positivo u otras corrientes de autoayuda que no tienen una fundamentación científica. Lo importante de la psicología y la educación positiva es que detrás tienen una fundamentación, investigaciones muy rigurosas que avalan todos estos resultados y nos demuestran que esto funciona siempre que se sepa muy bien lo que se hace.
¿Ha habido resultados negativos o aspectos que ustedes no habían considerado antes?
Hay muchas investigaciones en este campo y la mayoría de los resultados son positivos. Algunos resultados negativos nos indican que debemos reflexionar sobre determinadas prácticas y actividades que a lo mejor no son efectivas si no se realizan en sus dosis oportunas. Por ejemplo, si trabajamos la gratitud continuamente durante dos semanas seguidas puede llegar a aburrir a los alumnos, pero el mismo ejercicio realizado con la dosis oportuna puede ser altamente positivo. Estamos viendo en qué condiciones funciona cada actividad.
¿Cómo se da la relación entre bienestar y rendimiento?
Tenemos muchas investigaciones a nivel internacional que demuestran que trabajar el bienestar también mejora el rendimiento académico. Esto es un gran soporte para el profesor, porque cuando nos sentimos a gusto los alumnos se implican más, su memoria se queda más con los conceptos y de esta manera matamos dos pájaros de un tiro: no sólo mejoramos el bienestar, sino que de rebote y sin perseguirlo también mejoramos el rendimiento académico.
Puesta en práctica
¿Cuáles serían los primeros pasos que tiene que tomar un docente para hacer de su clase un aula feliz?
El primer requisito es un cambio de mentalidad, no ver solamente los aspectos negativos de nuestros alumnos; descubrir los elementos positivos de cada uno, reforzarlos y ayudarles a conocer aspectos nuevos. Los dos pilares del programa Aulas Felices trabajan aspectos que tratan de consolidar la dimensión interior del ser humano: por un lado la atención plena o mindfulness y por otro el desarrollo de fortalezas personales. La atención plena permite a nuestros alumnos conseguir seguridad en sí mismos, calma y tranquilidad para afrontar la vida, mientras que las fortalezas personales son un conjunto de 24 valores tales como la perseverancia, la gratitud, el amor, la amabilidad, el optimismo, entre otros.
¿Cómo se puede empezar a trabajar el mindfulness en clase?
En nuestro libro hay infinidad de actividades, una de ellas, muy sencilla, puede ser dedicarnos durante tres minutos a la meditación: un primer minuto en el que nuestros alumnos se concentran observando lo que pasa a su alrededor, un segundo minuto en el que se enfocan en su respiración y un tercer minuto en el que disfrutan sintiéndose en calma y en paz. Son ejercicios que podemos hacer al comienzo de una clase, al finalizar la jornada escolar o en momentos de transición entre una actividad y otra; esto les permite no sólo tener mayor concentración, sino también incorporar esas estrategias a su vida diaria para que puedan utilizar esto en cualquier momento que lo necesiten.
¿Y qué práctica recomendarías para trabajar esos 24 aspectos?
Podríamos elegir, por ejemplo, la perseverancia, que es uno de los rasgos de personalidad que más influyen en el rendimiento académico, incluso mucho más que el coeficiente intelectual. Para fortalecer la perseverancia podríamos proponer analizar nuestra vida, ver qué situaciones podemos mejorar y, durante una o dos semanas, registrar en nuestro cuaderno qué cosas podemos hacer en la rutina diaria para mejorar.
“No es lo mismo enseñar matemática o literatura que enseñar felicidad; apuntar al bienestar es muy gratificante”.
A la hora de ponerlo en práctica las familias también juegan un rol importante.
Es fundamental, tiene que haber una comunicación fluida entre familias y escuelas, en cualquier campo, pero trabajando esto tanto más. Queremos establecer una complicidad con las familias para asegurarnos de que lo que trabajamos en las escuelas tenga su continuidad en las familias, intentamos demostrar a padres y madres que esto funciona, que contribuye a mejorar la educación de sus hijos. Ellos mismos lo ven cuando llegan a casa. Es verdad que el libro está dirigido especialmente a docentes, pero también puede ser de mucha utilidad para las familias, que pueden empezar por prácticas muy sencillas, como el mindfulness antes de dormir o para calmar alguna rabieta.
¿Han encontrado trabas a la hora de implementar esto?
Lo normal es que no haya trabas, puesto que todo viene a mejorar el trabajo que hacemos y además es muy gratificante. No es lo mismo enseñar matemática o literatura que enseñar felicidad; apuntar al bienestar es muy gratificante tanto para el profesorado como para los alumnos y las familias; además en nuestro programa no es necesario realizar un esfuerzo extra, porque ahí están todas las actividades. Por supuesto, hay muchos profesores con mucha creatividad que van más allá del programa y elaboran sus propios contenidos y actividades, y eso enriquece mucho.
“No hace falta estar muchas horas trabajando la educación positiva; intervenciones muy breves, si se realizan bien, pueden generar grandes resultados”.
¿Cómo conviven estas ideas con lo curricular? Es difícil para un docente que tiene 45 minutos abarcar todo el programa y sumarle algo nuevo.
Se puede hacer de dos maneras y son perfectamente complementarias. Podemos hacer lo que se llama clases de bienestar: aprovechar momentos específicos en los que durante 45 minutos trabajamos estos temas o bien integrarlos dentro de las áreas cotidianas. Por ejemplo, mientras estemos trabajando lengua o literatura, podemos trabajar en la rima y métrica de un poema de amor, y en ese momento trabajar también sobre el sentimiento de amor y amabilidad. Hace un tiempo encontramos un profesor de matemática que trabajaba la apreciación de la belleza partiendo de fórmulas matemáticas y ecuaciones; simplemente escribiendo una fórmula de cualquier manera en la pizarra, a continuación un alumno la escribía bien y entonces observaban cómo la belleza puede encontrarse no sólo en el arte o la música, sino también en una fórmula que está bien hecha, que se lee de una forma agradable y nos ayuda a comprender el mundo. En todas las asignaturas se puede realizar, es cuestión de creatividad y de saber buscar el enfoque oportuno. No hace falta estar muchas horas trabajando la educación positiva; intervenciones muy breves, si se realizan bien, pueden generar grandes resultados.