La primera infancia es el tramo de la vida entre los cero y los seis años, y hasta hace poco tiempo Uruguay no tenía maestros formados específicamente para atender las necesidades propias de esa edad. En el segundo semestre de 2013 comenzó la carrera de Auxiliar Técnico en Primera Infancia (ATPI) con la promesa de convertirse luego en una carrera de grado, algo que pasó en 2017 con el inicio de la carrera de Maestro en Primera Infancia (MPI), ambas en la órbita del Consejo de Formación en Educación (CFE). Ahora comienzan a surgir las primeras investigaciones sobre el truculento proceso de consolidación de esta carrera; una de ellas es la que presentaron ayer las investigadoras Analí Baráibar, de la Universidad Católica del Uruguay, y Martha Fernández, del CFE. Ambas docentes hicieron un estudio de caso sobre la implementación del plan y analizaron los recorridos académicos de los estudiantes y la gestión de prácticas educativas de los profesores.

Las maestras hicieron este trabajo en el marco de la iniciativa CFE Investiga, que cuenta con apoyo de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación. En diálogo con la diaria comentaron algunas de las principales conclusiones a las que arribaron luego de analizar documentación y hacer encuestas y entrevistas a docentes, estudiantes, egresados y autoridades.

La construcción de la carrera sufrió varios reveses: se inició la ATPI en cinco centros del país y al momento de iniciar la carrera de maestro en 2016 el plan no estaba aprobado; ese año, las estudiantes que deberían haber comenzado el tercer año de la carrera de MPI debieron hacer algunas optativas que se ofrecieron. En 2017, el CFE aprobó el plan de estudios de la carrera de MPI y a partir de ese momento se dejó de ofrecer la de ATPI, que se transformó en un título intermedio que se obtiene al completar los dos primeros años.

Resultados

Algunas estudiantes vieron el año puente como “una dificultad y una pérdida”, pero “también hay que escuchar la otra campana de las autoridades, que entendieron la complicación y ofrecieron optativas para que las estudiantes permanecieran en el sistema. Ellos continuaron trabajando porque era muy difícil pasar de una tecnicatura a un Maestro en Primera Infancia sin un acuerdo general. No se puede hacer un plan así nomás, hubo discusiones, conversaciones, lineamientos que se tuvieron en cuenta”, resaltó Baráibar. La docente comentó que “lo interesante es resaltar cómo los estudiantes y docentes hicieron fuerza para que esa promesa de tener la carrera de maestro se cumpliera a pesar de las dificultades”. Fernández agregó: “la movilización y la organización pusieron el tema sobre la mesa porque se había puesto en pausa”.

Otro de los resultados de la investigación es la dificultad que tienen las egresadas para incorporarse al campo profesional desde su rol académico. Las egresadas de ATPI se enfrentaron a una gran incertidumbre, no sólo por la cantidad de cargos disponibles, sino porque se sabía poco sobre su papel en el aula. “El maestro seguía esperando el auxiliar tradicional, de apoyo, sin rol pedagógico, mientras que los docentes del CFE les decían que iban a ser un par”, afirmó Baráibar, y subrayó: “Eso sigue hasta hoy, al maestro de aula le cuesta mucho entender que es un compañero y no un subordinado”.

Nudos

En 2016 la carrera estaba a medio camino. “Todo lo demás se hizo en base a salas docentes, a encuentros nacionales, a discusiones entre todos los actores, se trabajó de forma muy participativa”, dijo Fernández, y agregó: “Los nudos se resolvieron en la medida en que se participaba, pero de todas formas, cuando hicimos las entrevistas había voces para las que esa participación fue una carga”. En este sentido, Baráibar puntualizó que “lo que se ve como nudo es que los espacios de participación no estaban sistematizados ni organizados, entonces sólo participaba el que quería y podía”.

Otra dificultad fue lo administrativo: “Este programa trajo aspectos nuevos y el sistema no estaba pronto administrativamente para hacerlos. Había materias como Metodología que se hacían con magisterio y tenían problemas para creditizarlo, otras veces había materias obligatorias y no se había hecho llamado a los docentes, o a mediado de año el cargo estaba vacante. Había y todavía hay que seguir trabajando sobre la navegabilidad que propone el plan”, explicó Baráibar. Además, señalaron las investigadoras, es necesario trabajar en la adaptación al nivel de primera infancia de algunas materias que están en el tronco común. La primera infancia requiere formadores especializados en el tema y profesionales de varias áreas, algo que todavía no se ha logrado del todo en la carrera de MPI, comentaron ambas.

De todas formas, según la investigación, la carrera comienza a consolidarse, el cuerpo docente es estable y la malla curricular dejó de sufrir adaptaciones constantes, lo que atrae a nuevos estudiantes y de hecho comienza a bajar el promedio de edad de estos. Además, a pesar de todas las complicaciones que tuvieron durante la carrera, las estudiantes entrevistadas y encuestadas señalaron “un muy alto nivel de satisfacción con la carrera” y todas remarcaron la importancia de tener formación pública y de calidad en primera infancia.