El propósito de Enlace 360, el evento organizado por la Red Global de Aprendizajes, fue encontrarse con nuevas pedagogías. En dos bloques, los propios protagonistas, docentes y estudiantes, contaron frente a las 5.000 personas reunidas en el Antel Arena el miércoles 8 algunas de sus experiencias. La red, que promueve el Plan Ceibal, une centros educativos de ocho países en el mundo que desarrollan nuevas pedagogías por medio del aprendizaje profundo. El foco está en impulsar seis competencias: comunicación, colaboración, ciudadanía, pensamiento crítico, creatividad y carácter. Trabajar con enfoque en estas competencias proporciona una metodología de análisis y evaluación de las propias prácticas educativas que colocan al estudiante como protagonista de su propia formación.

Comunicación

Entender a una persona que habla japonés nativo ya no es un desafío: el lenguaje audiovisual es universal y no depende de los distintos idiomas. Eso es lo que explicó Joaquín García, estudiante de sexto año de ingeniería del liceo de Atlántida que presentó su cortometraje Un cambio redondo, en el que imagina lo que podría pasar si las personas no dejan de tirar papeles en la calle. El corto fue elaborado en el marco de la materia Educación Visual y Plástica. “Esto tiene que ser curricular, no tiene que ser un caso aislado. Hay que darnos herramientas para poder hacer este tipo de cosas, tenemos que desarrollar la creatividad, tiene que haber equipo, tiene que estar la posibilidad”, enfatizó durante su exposición. Para Joaquín “el audiovisual es un lenguaje súper poderoso, podemos transmitir una idea en pocos segundos, es lo que vemos todos los días en el celular y la tele. Si queremos conectarnos tenemos que hablar el mismo idioma, y este es el lenguaje que se habla hoy por excelencia; y hay que tener cuidado, porque si no lo conocemos, puede llegar a ser un poco peligroso”.

Atlántida

Colaboración

Verónica Rodríguez es maestra en la escuela 191 de La Paz, en Canelones. Recordó para el público sus experiencias de trabajos en equipo cuando ella era alumna en la escuela: había un tema y una exposición oral, se repartían las partes entre los integrantes del equipo y las estudiaban, y luego la evaluación era individual. “¿Llegamos a demostrar un sentido de empatía genuino que me permitiría aprender de mis compañeros? No, sobresalen las individualidades sobre el equipo. Eso no constituye un trabajo colaborativo”, reflexionó. Para pensar en la colaboración, la docente sugiere imaginarse una orquesta donde cada instrumento se luce acompañando al otro, y en este sentido recalcó la idea de interdependencia en el trabajo colaborativo escolar: “aprender a depender de los demás, compartir con los otros para conseguir los objetivos; sólo así se va a poder potenciar las fortalezas de cada uno, y además este tipo de trabajo les permite desarrollar nuevas habilidades”.

El trabajo colaborativo no es una novedad para los educadores; sin embargo, Verónica se preguntó si los alumnos uruguayos realmente trabajan de esta forma y si los docentes están enseñando en esta modalidad. Según la maestra, evaluar la colaboración y las relaciones en el grupo, así como trabajar en equipo a nivel del plantel docente, son tareas fundamentales para el desarrollo de esta competencia.

El liceo de La Barra, en Maldonado, “tiene una forma distinta de aprender” aseguró Elkyn Maciel, uno de sus estudiantes. “Tiene bastantes rasgos diferentes, es de tiempo completo y tiene varios talleres, como surf, ping pong o fútbol, todos muy buenos; además, tiene desayuno, almuerzo y merienda”, comentó. Destacó que en los talleres se trabaja participando en varios proyectos, como el de plantar 180 árboles nativos, las ferias de cocina y la limpieza de las playas para salvar a la corvina negra: “Es un liceo muy recomendable”, concluyó, mientras todos en el público lo aplaudían.

En la escuela 1 de Maldonado la colaboración llegó en forma de obra de teatro. Los alumnos de quinto año, junto a su maestro y otros docentes de la escuela, incluyendo la maestra de inglés, montaron una versión propia del clásico Hamlet. “Nadie se quedó de brazos cruzados”, explicó el maestro. Todos participaron en las actividades: editaron el guion, lo interpretaron, hicieron la escenografía y el vestuario, para terminar con una gran función para los padres y la comunidad de la escuela.

Maldonado

Ciudadanía

Cuando hablan de la competencia ciudadanía, en la Red Global apuntan a que los estudiantes tomen como propios los problemas globales y desarrollen un genuino interés en resolver problemas de la vida real que afectan la sostenibilidad humana y ambiental. Los estudiantes de Gastronomía de la Escuela Técnica de Paso de la Arena tenían dos problemas: no sabían qué hacer con los residuos que producía el taller de cocina y necesitaban contar con plantas aromáticas para hacer su proyecto final. Los docentes de la UTU decidieron unir estas dos preocupaciones con la línea de medioambiente que se habían propuesto trabajar durante todo el año, y sumarle la competencia de ciudadanía que propone la red. Según contó la docente Alejandra Reyes, el resultado fue excelente. Los estudiantes aprendieron a separar los residuos: con los orgánicos crearon compost y con los inorgánicos macetas, donde crecieron todas las plantas que necesitaban. Además, pudieron conocer más de la realidad de su barrio y del mundo: “Gracias a esto se extendió su concepto de ciudadanía y pasaron de ser ciudadanos locales a ciudadanos globales”. A los niños de la escuela 72 de Rocha también les preocupaba el medioambiente. Cuando regresaron de las vacaciones de verano comentaron que era sorprendente la cantidad de árboles que se estaba talando en el monte ribereño del arroyo Rocha. Decidieron que esta situación debía parar y se propusieron concientizar a los vecinos sobre la importancia que tiene cada especie. Para eso trabajaron junto a la maestra de apoyo Ceibal y la maestra de inglés y crearon códigos QR para colocar junto a los árboles; al escanearlos se muestra información sobre la especie y su importancia para el ambiente.

Rocha

Desde Belén, un pueblo de Salto, llegó Héctor Pereira, un estudiante de la Escuela Técnica, a contar su experiencia creando robots: “En vez de sentarnos durante cinco horas de clase, cinco días a la semana, nos dieron la posibilidad de elegir qué queríamos hacer. Los profesores nos plantearon un problema y el desafío de elegir cómo resolverlo, y nosotros lo hicimos a través de la robótica”, explicó, y destacó: “Después de tantos años de estudiar, tuve una sensación de pertenencia al proyecto porque no lo hice obligado: hacer esto o no fue mi elección”.

Pensamiento crítico

Elisa Cristi es maestra de educación inicial y maestra dinamizadora en las escuelas 338 y 339, de Punta de Rieles y Flor de Maroñas, respectivamente. Como trabaja con niños bien pequeños, se preguntó si se podía desarrollar el pensamiento crítico, en las aulas, con niños de todas las edades. Habló sobre uno de sus proyectos con niños de cinco años del jardín de infantes 345, de Punta de Rieles, que comenzó con un sobre por fuera sólo tenía una “R”, y una carta dentro que daba algunas pistas sobre quién la había enviado. Era un personaje misterioso que andaba por el jardín, y a partir de las pistas los niños empezaron a debatir sobre las opciones y organizaron el trabajo a partir de una tabla en la que se registraba, en el salón, todos los datos que surgían. Los niños “hablaban entre ellos, exponiendo sus razonamientos e intentando descifrar quién era con los datos que tenían”, contó Cristi, que dijo que más allá de la anécdota de cómo se expresaban los niños, en sus debates sobre quién era el personaje “estaba implícito el trabajo en pensamiento crítico. Teníamos alumnos analizando la información, exponiendo y evaluando sus razonamientos”.

Contó otra experiencia con niños de sexto año que crearon un biodigestor para generar energía a partir de residuos, y destacó que para trabajar en pensamiento crítico se debe “partir de un problema, algo que a ellos se les ocurra, que los pueda motivar y los desafíe, que permita utilizar el conocimiento que tienen y convertirlo en conocimiento significativo”.

Luego mostró, con un audiovisual, cómo los niños de quinto año de la escuela 339 diseñaron un sistema para recoger el agua de la lluvia y dirigirla a la huerta orgánica; hizo especial énfasis en cómo fue el proceso de discusión, la participación de las maestras, la investigación que hicieron los escolares y la planificación de la solución.

Montevideo

Cristi aseguró que es importante trabajar en pensamiento crítico en todas las edades. “Debemos hacerlo. Estamos en épocas de fake news, de informaciones falsas, duplicadas, en épocas donde los algoritmos que funcionan detrás de las redes van recopilando información y nos devuelven sugerencias en base a nuestros gustos, por lo que nos están mostrando una parte de la realidad. En ese caso la visión del mundo es parcializada, y tenemos que poder verlo todo”. A lo largo de su charla invitó a los docentes a reflexionar sobre sus prácticas educativas: “¿Presentamos propuestas donde los alumnos sean protagonistas, donde puedan tomar decisiones, experimentar, diseñar, prototipar, actuar en el mundo real, equivocarse? ¿O quizás estamos generando propuestas en donde se trata de transferir conocimientos?”.

Creatividad

Julieta Correa llegó desde Artigas para contar su experiencia en la escuela 79, donde con el maestro Pablo Garabotto trabajaron con El Principito e hicieron una versión del libro en base a hologramas. Para mirar los hologramas hay que descargar una aplicación en el celular y buscar las flores que aparecen en el libro, y allí se proyectan en tres dimensiones las distintas imágenes.

Desde la escuela 94 de Paysandú llegó Tiago Zabala, que contó sobre su proyecto de videojuegos y contaminación. Explicó que en la escuela se instaló un taller de programación y que él fue junto con unos amigos, y empezaron a trabajar sobre la pregunta “¿cómo diseñar videojuegos relacionados con el medioambiente?” Aprendieron a programar juegos online, estudiaron los distintos tipos de contaminación, y finalmente pensaron juegos relacionados con la temática y los presentaron en jardines de infantes en la ciudad de Paysandú. “Yo no sabía programar, era algo nuevo para mí, y me gustaría seguir aprendiendo”, concluyó.

También se exhibió la experiencia de la Escuela Técnica de Guichón, donde un grupo de estudiantes de bachillerato agrario elaboró un plan para conocer el comportamiento y las rutinas de la tararira tornasol, una especie icónica del arroyo Queguay y en el área protegida que lo rodea. El proyecto es innovador porque nunca se había investigado sobre peces en el bachillerato agrario. El objetivo era conocer la especie y pensar en elementos que permitan desarrollar un proyecto de pesca deportiva, para “manejar los recursos de forma sustentable”, según comentó el guardaparques del área protegida de Montes del Queguay, que participó en el proyecto.

Guichón

Carácter

Por último, Santiago Lain, de la Escuela Técnica Superior de Las Piedras, entró al escenario manejando un dron que volaba sobre él. Contó que lo hicieron en el Espacio de Ciencias, donde estudiantes de distintos cursos y edades se juntan para trabajar en proyectos. Contó que además del dron, que les llevó dos años elaborar, hicieron una casa domótica, un brazo robótico y alarmas de temperatura, con placas arduino. “Este tipo de proyectos no los haríamos en una clase común, en ninguna asignatura”, dijo, pero valoró que de todas formas aplican conocimientos de distintas asignaturas: “Mucha física, mucha matemática, geometría”. Destacó además la voluntad que exigen los proyectos. “Llegamos y nos tenemos que plantear qué proyecto querés hacer. Nadie viene y te dice ‘tenés que hacer este proyecto’”, y expresó el orgullo que significa darlo por concluido: “Es muy satisfactorio terminar un proyecto y ver qué puede funcionar”.