Maricruz, Adriana, Andrés, Brenda y Daniela llegaron a Uruguay hace dos semanas desde México. Son estudiantes que cursan el tercer año de magisterio en el país centroamericano y gracias al Proyecto Paulo Freire de movilidad estudiantil pueden hacer parte de sus prácticas docentes en Uruguay, así como estudiantes uruguayos viajaron a México el año pasado. Pasarán un mes y medio estudiando en el Instituto de Formación Docente de Canelones, donde además de cursar las materias curriculares de magisterio hacen prácticas con niños de primaria, también visitarán una escuela especial, una de arte, otra rural, y tendrán clases con docentes de profesorado y educación social. El intercambio estudiantil es impulsado por el Consejo de Formación en Educación y la Organización de Estados Iberoamericanos e incluye a siete países de la región. Como parte de su cargada agenda de actividades, los estudiantes conversaron con la diaria sobre cómo perciben la formación docente a tantos kilómetros de su hogar.

“Hay una gran diferencia en comparación con las escuelas de México. Al llegar nos encontramos con que en Uruguay los practicantes van tres días a la semana a la escuela y trabajan con los niños en actividades concretas de media hora. Nosotros en México vamos cuatro semanas al año a la escuela y trabajamos toda la jornada completa con los niños, de 12.00 a 16.00 planificamos actividades para desarrollarlas en una semana entera de clases. Entonces el ritmo es muy diferente, pero lo que se hace es muy similar”, detalló Andrés.

Los estudiantes llegan de diferentes partes de México; algunos son de Monterrey, otros de Yucatán y otros de Colima. Cada estado tiene sus políticas educativas, pero en general los jóvenes concuerdan con que la mayor diferencia en la formación es la cantidad de tiempo que pasan en la escuela. Daniela considera que la gran ventaja que tienen los estudiantes de magisterio uruguayos es la relación con la maestra adscriptora: “Hay un coaching constante del maestro del grupo que está apoyando. Vemos esa asesoría en el formulario de orientación en el que se basan los estudiantes para planificar: hay una autoevaluación y una devolución. Ese proceso en México no existe, por lo menos en mi estado yo practico y hasta ahí nada más”. Por su parte, Andrés aseguró: “La práctica en México tiene muchas horas seguidas de trabajo frente al grupo, y eso permite adquirir muchas experiencias que se dan en el avanzar de las clases, aunque no tenemos ese coaching del maestro que tienen acá, tenemos esas prácticas”.

Ambos jóvenes creen que en su país es un problema que no les paguen a los maestros por recibir practicantes. “En México hay una actitud de rechazo a los practicantes: te ven como una carga. En cambio, en Uruguay eso no pasa, y nos comentaron que en parte es porque los docentes reciben una bonificación en su sueldo. Al volver me gustaría poder comentar esto con mis compañeros y que sea un proyecto a futuro en nuestro país”, explicó Daniela.

Exploradores

El principal motivo que tuvieron los cinco para anotarse en el proyecto de cooperación internacional es descubrir nuevas formas de educación. “Estar en otros contextos es todo. Me gusta mucho la materia de investigación educativa, y esta experiencia es fundamental para eso, porque no es tanto teórica como vivencial. Los maestros, los practicantes, los alumnos y la directora, todos trabajan juntos. La verdad que eso está muy bueno”, dijo Adriana.

Brenda, por su parte, comentó: “Yo quería ver la forma de trabajo en otro país, ver qué cosas de aquí podía adaptar a mi práctica, en el ámbito laboral en México”. Aún no han ido a muchas clases en la escuela, pero ella ya encontró algunas prácticas que le gustaría aplicar a su vuelta: “Las clases aquí se dan como una charla entre el docente y los estudiantes, y no tanto con el docente exponiendo sobre un tema. En México los niños van más a escuchar que a preguntar. A mí me pareció sensacional el hecho de que haya un buen intercambio entre el niño que pregunta y el maestro que responde, es algo que me gustaría intentar allá”.

Andrés también quería conocer otros modelos educativos para desarrollar la investigación. Al llegar a Uruguay se dio cuenta de que estaban un poco adelantados, porque a esta altura del año ellos están terminando el curso, mientras que acá lo están empezando: “Hay contenidos que estamos repitiendo, pero lo hacemos desde diferentes perspectivas y eso es genial”, afirmó.

Tecnológicos

La recorrida de los mexicanos incluyó una visita a las instalaciones de Plan Ceibal, donde los pusieron al día sobre el proceso uruguayo. Todos concuerdan en la importancia de este tipo de iniciativas en la educación y desean que en algún momento se pueda replicar en su país. Andrés, que desarrolló parte de sus proyectos de investigación educativa sobre tecnología, detalló la situación mexicana: “Existieron algunas campañas para llevar computadoras y tablets a los niños, pero no se tuvo la precaución de tener wifi en las escuelas o de tener programas diseñados, entonces se brindó la tecnología, pero terminó ahí, no hubo continuidad. Estoy sorprendido de cómo funciona todo aquí, me llevo mucho conocimiento para mi proceso de investigación; queda probado que si se sabe usar, la tecnología es un beneficio”.

Adriana hace su práctica en una escuela rural de México, en un aula multigrado. Contó que en su comunidad los niños no tienen acceso a una computadora porque son productos muy caros; sin embargo, cuentan con internet en la escuela y en la plaza, y los chicos se conectan en sus celulares. A pesar de que no pueda replicar lo que aprendió con las ceibalitas uruguayas, aseguró que tomará varias de las herramientas que se ofrecen y tratará de adaptarlas.

Proyecto Paulo Freire en números

7 países: Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, España, México y Uruguay

27 estudiantes del CFE viajaron a distintos países de Iberoamérica

29 estudiantes extranjeros llegaron a Uruguay