“De todo lo que usted ha aprendido en sus años de estudiante, ¿qué comprendió?”. Esa es la pregunta con la que David Perkins inició sus investigaciones en 1967 en la escuela de graduados de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, y es la base de la teoría de la enseñanza para la comprensión de la que es uno de sus referentes y sigue vigente hasta hoy. 52 años después, esta corriente se concentra en el Proyecto Cero, que impulsa la universidad estadounidense y llegó a Uruguay por medio del colegio Hans Christian Andersen de Montevideo. Esa institución, al igual que muchos otros colegios, comenzó trabajando hace unos años con el método Singapur sobre enseñanza matemática, pero dio un paso más cuando descubrió entre sus referentes al docente de Harvard y esta teoría, explicó en diálogo con la diaria Cecilia Pasini, directora del colegio. Este es el primer año que ponen estas ideas en práctica y hasta ahora “los resultados son más que buenos, hay una gran motivación de las maestras y de los niños”.

El marco de la enseñanza para la comprensión se basa en cuatro tópicos fundamentales que se formulan como preguntas: ¿Qué contenidos vale la pena enseñar? ¿Qué aspectos de esos contenidos deben ser comprendidos? ¿Cómo podemos promover la comprensión? ¿Cómo podemos evaluar lo que comprenden los alumnos? A su vez, esta marco de referencia se relaciona con la cultura de pensamiento que también promovió Perkins: la idea es visibilizar la construcción del pensamiento que hacen los estudiantes a medida que van aprendiendo.

Según comentó Pasini, el equipo de dirección del colegio se formó con sus colegas argentinos de la fundación Gilli, que es socia del Proyecto Cero. Luego hicieron varias capacitaciones más con todo el cuerpo docente, para llegar a aplicarlo este año en todas las clases del colegio. “Trabajamos con los docentes tal como se trabaja con los estudiantes, haciendo lo mismo que luego hacemos con ellos: desde la presentación del mobiliario en mesas de a seis, hasta cómo generar las rutinas de pensamiento, que son estrategias que se desarrollan en el aula para que el pensamiento de los chicos se haga visible”, resumió.

Las investigaciones del Proyecto Cero demostraron que la mayoría de las personas no logra desarrollar las habilidades y las alertas del pensamiento, ya que se muestran pasivas a circunstancias que provocan la reflexión. Según Ron Ritchhart, colega de Parkins, para que los alumnos logren el aprendizaje debe desarrollarse en el aula una cultura del pensamiento que se alcanza por medio de la curiosidad, la indagación y análisis de temas que presenten cierta complejidad. Según los autores, existen ocho fuerzas que ayudan a desarrollar una cultura del pensamiento en el aula (ver recuadro) y la idea de los docentes del colegio es aplicarlas en sus rutinas diarias. “La implementación te desafía a generar una cultura de pensamiento para que realmente haya comprensión; sabemos que nos va a llevar años instalar la cultura, pero comenzamos el proceso. Todo lo que los docentes sabemos no tenemos que desaprenderlo, pero sí tenemos que transformar mucho de lo que aprendimos”, enfatizó la directora.

El colegio comenzó a aplicar este método en marzo, por lo que aún no tienen una evaluación cerrada, pero Pasini es muy entusiasta respecto del avance. “Hay un gran compromiso por parte de todos: ya antes de empezar las clases querían acomodar el mobiliario para empezar a trabajar en este nuevo método, por ejemplo”, detalló la directora, y en cuanto a los estudiantes, comentó: “Los primeros días pasábamos por las clases de primaria para monitorear cómo iban en este nuevo método y están fascinados, tenemos estudiantes contentos de estar acá, comenzamos el año armando las rúbricas con ellos y organizando las dinámicas de comprensión de todo el año y se puede ver el entusiasmo”.

Ocho claves para desarrollar la cultura del pensamiento

  1. Tiempo: crear tiempo en la clase dedicado a la reflexión de temas profundos.
  2. Oportunidades: proponer actividades específicas que requieran el compromiso de los estudiantes.
  3. Rutinas: ordenar el tiempo del estudiante promueve su autonomía.
  4. Lenguaje: usar lenguaje que les permita a los estudiantes ampliar el suyo y reflejar el pensamiento de manera más fácil.
  5. Creación de modelos: intercambiar ideas para desarrollar distintos modelos de pensamiento.
  6. Interacciones: generar un ambiente de confianza donde se pueda expresar la opinión propia e interactuar con la opinión del otro.
  7. Ambiente: así como hay que generar el ambiente emocional, la disposición del espacio debe invitar a la reflexión.
  8. Expectativas: establecer claramente los objetivos para valorar cuando se cumplen las metas y no generar falsas expectativas.