Haciendo murales, cocinando y rapeando con Los Buenos Modales, los niños y jóvenes que participan en el programa Pelota al Medio a la Esperanza festejaron los nueve años de trabajo continuo. La iniciativa del Ministerio del Interior se desarrolla en escuelas y centros de educación media de los barrios donde también actúa el Programa de Alta Dedicación Operativa (PADO), porque la Policía “podía generar espacios de seguridad, pero había que hacer un cambio cultural en la sociedad; se empieza construyendo desde las escuelas y los centros educativos, mostrándoles otros caminos y otras opciones a los jóvenes”, comentó a la diaria Agustín Iparraguirre, coordinador del programa.
El trabajo comenzó en 2010 en algunos liceos de Cerro Norte, Casavalle, Tres Ombúes, Bella Italia, Mendoza y Malvín Norte; hoy están en 20 centros de educación media y nuclean a 1.600 estudiantes. Además, desde 2016 unieron esfuerzos con el Consejo de Educación Inicial y Primaria, lo que permitió que actualmente lleguen a 40 escuelas con 4.500 niños.
El eje principal del programa es mejorar la convivencia. Para eso se centran en los valores del deporte: “No es ganar o perder, es compartir con el compañero, con el amigo, introducir los espacios del ‘tercer tiempo’, charlar y remarla en equipo; esos son los ejercicios que se hacen con el deporte, pero además buscamos que ellos mismos, junto a los profesores y las maestras, generen sus proyectos de convivencia para mejorar la relación entre ellos y con el barrio”.
Dos veces por semana los educadores del programa visitan las escuelas para trabajar en deportes de equipo como fútbol, básquetbol o rugby. Además, realizan talleres de convivencia, de cocina o de cultura en general, que pueden incluir jornadas de muralismo o de música: “La actividad está curricularizada: todas las semanas los chiquilines pasan por nuestros talleres, no son encuentros cada tanto, es parte de la rutina”. En el caso de los adolescentes la apuesta está en la sana competencia, se organizan campeonatos de fútbol femenino y masculino, y también de rugby, en los que se enfatiza la idea de que para formar parte de la dinámica hay que generar un proyecto social en la institución que permita mejorar el trato entre los compañeros. Esto provoca que, además de hacer deporte, los jóvenes reflexionen sobre la forma en que tratan a los demás y propongan formas de mejorarla, que surgen de ellos mismos y no se toman como algo impuesto.
Iparraguirre asegura que los cambios que provocaron estos nueve años de trabajo se pueden ver en los jóvenes: “Muchos siguen estudiando hasta el nivel terciario, consiguen trabajo, avanzan sin dejar de lado la educación. Sobre todo el trabajo se ve en lo que nos dicen las maestras y profesoras, ven cambios en el comportamiento diario, cuando por ejemplo logran resolver de manera pacífica los problemas que tienen entre ellos; hemos visto aceptación y progreso en la convivencia”. El apoyo del Ministerio del Interior es fundamental, en tanto logró que el programa fuera institucionalizado para proyectarlo en el tiempo: “Ahora buscamos consolidar lo que tenemos para poder seguir creciendo. estamos generando experiencias muy buenas para el programa, y la idea es seguir avanzando”.
En verano
Hace tres años que durante los meses de vacaciones el programa continúa con una propuesta para escolares. Sigue centrado en el trabajo relacionado a la convivencia, pero tiene una arista más recreativa, con excursiones a la playa, jornadas de juego que reúnen a varios centros educativos, salidas culturales al cine y al teatro, jornadas de robótica y talleres de género, todo pensando en un enfoque para niños. La idea es que “durante el corte de las clases ellos puedan seguir involucrados con nosotros”, comentó el coordinador, quien aseguró que esta iniciativa de verano también sigue creciendo: este año más de 400 niños siguieron en contacto, a pesar de no ir a la escuela.