En España lo presentan como un “visionario”, un académico que pudo ver en el siglo pasado las posibilidades que traían las nuevas tecnologías. Antonio Rodríguez de las Heras es docente de la Universidad Carlos III de Madrid y actualmente dirige el Instituto de Cultura y Tecnología de esa casa de estudios. Su línea de investigación gira en torno a las tecnologías de la información y la comunicación vinculadas con las ciencias sociales, se propone reflexionar sobre el efecto de la tecnología en la sociedad y los cambios culturales que llegan como consecuencia; en particular, se centra en las nuevas formas de escritura que surgen a partir del soporte digital, ahora que la lectura pasó del papel a la pantalla. Sobre estos temas también conversó con la diaria durante su paso por el ciclo de encuentros “La lectura como experiencia: más allá del papel y la pantalla”, que organizaron a principio de setiembre Plan Ceibal y la Administración Nacional de Educación Pública, dentro de las líneas del trabajo conjunto con el Programa de Lectura y Escritura.

La cultura oral, luego la cultura escrita, después la audiovisual, y ahora llegó la cultura digital. Según De las Heras, hay una sensación de que una era “viene después de la otra, pero no es así; lo fascinante de la evolución, a todos los niveles, es que se amasan las cosas. La evolución no tira nada, se unen las etapas y eso es lo que nos está pasando ahora, cosas que creíamos superadas están volviendo reinterpretadas y tenemos que aprender a trabajar con eso”, señaló.

“Hasta hace muy poco vivíamos en un entorno de información muy reducido y de repente, sin una transición suave, hemos pasado de la carencia al exceso”.

La principal característica de la cultura digital, que se mezcla con las anteriores, es la abundancia. “Hasta hace muy poco vivíamos en un entorno de información muy reducido y de repente, sin una transición suave, hemos pasado de la carencia al exceso”, sostuvo. Esta situación “cambia sobre todo nuestra capacidad de prestar atención, que es a su vez lo que genera aprendizaje; si no atendemos al mundo porque es tan excesivo, perdemos capacidad de percepción”, agregó.

Según De las Heras, el sobreestímulo afecta en particular a las prácticas de lectura y escritura, debido a que “los humanos estamos inapetentes, estamos tan saturados de estímulos de lectura que ya no nos interesa nada”, a su entender son necesarias “nuevas formas narrativas” para que una persona siga prestando atención. En cuanto a los jóvenes, De las Heras propone: “Hay que dejar que se aburran”. El académico considera necesario que los estudiantes “tengan un hueco en el cerebro para que surja el impulso de satisfacerlo, igual que con el hambre. Desde que es pequeño, los padres y los maestros no dejan que el niño se aburra, lo sobreestimulan, y así va creciendo la desapetencia”. La clave es saber diferenciar “ser motivador de ser abrumador: el motivador intenta generar cierta necesidad de algo, crea esa pendiente de la necesidad y juega más con el asombro”.

Los cambios en la educación

La docencia también debe adaptarse a estos tiempos de cambio, aseguró el español. Según su experiencia, “un docente que no sea un buen comunicador no tiene nada que hacer, sólo puede decir si el estudiante aprueba o no”. Estos nuevos formatos afectan la práctica cotidiana del trabajo docente, porque “así tiene que ser”, enfatizó De las Heras, y agregó que es necesario que se cambien las prácticas, “porque aún, desgraciadamente, es tal el reto que tiene la educación, que no ha estado a la altura de las exigencias de la sociedad, no ha dado del todo con las respuestas, esta educación debe plantearse radicalmente muchos cambios”.

En su opinión, es fundamental empezar a experimentar con el espacio arquitectónico del aula, con los tiempos en los que se divide la jornada, con la forma en que están compartimentados los conocimientos en asignaturas, así como con el tiempo que necesita cada estudiante para llevar a cabo sus procesos de aprendizaje. “Todo eso algunas veces da vértigo, pero si no se altera volveremos una y otra vez a cometer los mismos errores o deficiencias”, puntualizó.

“Es imposible pensar que un cambio en la política educativa va a ser radical y rápido”.

De las Heras sostuvo que es muy difícil cambiar la “inercia” del sistema educativo. “La educación está por atrás del avance de la sociedad. ¿Podemos decir cuánto? ¿Un paso, dos? Eso varía según cada país, pero lo que es común es la sensación de que el mundo está cambiando, provocando nuevas exigencias a las que aún no pudimos atender”, comentó. Para el especialista, este “desfase” entre la educación y la sociedad “siempre ha existido, porque es un sistema muy bien montado y, como tal, sus cambios carecen de rapidez, pero en este siglo se encendieron las luces rojas de que hay un desajuste fuerte. Recién estamos entrando en esta etapa, por eso tenemos tiempo para dar respuesta; de hecho, creo que antes de que termine el siglo el sistema habrá cambiado, porque ya lo está haciendo”.

Los cambios no pueden ser abruptos, sino que tienen que llegar a través de “modelos ejemplares”: “Cuando la gente ve que algo funciona bien, empieza a producirse un efecto en cadena; es imposible pensar que un cambio en la política educativa va a ser radical y rápido”. Estos modelos surgen siempre y cuando haya recursos para sostenerlos y “espacios de confianza” en los que los docentes puedan sentirse en libertad de experimentar.