Había una vez en el centro de la ciudad un espacio amplio, siempre lleno de personas de todas las edades y con una enorme colección de libros. Las bibliotecas supieron ser parte de la vida cotidiana hace no tanto tiempo, sin embargo en Uruguay y en la región la falta de incentivo por parte de los Estados para usar esos espacios, sumado a la enorme biblioteca móvil que es internet, hizo que los espacios físicos se deterioraran o directamente cerraran.
Esta no es la realidad en muchos países europeos; de hecho, en los estados nórdicos la biblioteca pública sigue siendo el centro de encuentro de muchos jóvenes y esto se debe, en gran medida, al impulso que les dieron los gobiernos de la cultura europeos: “Así como van al supermercado a comprar un kilo de manzanas, van a la biblioteca a buscar el libro para el fin de semana y tomarse un café”, explicó en diálogo con la diaria Constanza Mekis. La especialista chilena es bibliotecaria de la Universidad de Chile, magíster en Lectura, Libros y Literatura Infantil y Juvenil en la Universidad de Zaragoza, en España y fundadora de la Coordinación Nacional de Bibliotecas Escolares chilenas, de la que estuvo a cargo durante 22 años.
Mekis fue parte ciclo de encuentros La lectura como experiencia: más allá del papel y la pantalla, que organizó en noviembre el Programa de Lectura y Escritura (Prolee), Plan Ceibal y Administración Nacional de Educación Pública, y suele ser invitada a varios eventos relacionados con las bibliotecas en Uruguay. La chilena aboga por una biblioteca que pase al siglo XXI, que vuelva a ser parte de la rutina.
Para lograrlo, explicó, son fundamentales ciertos aspectos: que exista el espacio físico de la biblioteca como lugar de encuentro y que esté anclada en un ámbito educativo como las escuelas, pero abierto a la comunidad. Con amplias colecciones en cuanto a títulos y soportes, con horarios flexibles para que un niño pueda llegar antes a la escuela y pasar por ahí “aunque sea a leer el horóscopo o los deportes en un diario”, que cierren luego, para que pueda hacer los deberes, y que estén abiertas los fines de semana, para pasar en familia.
Comunidad de lectores
Para llegar a renovar la biblioteca hay que desarrollar comunidades de lectura. “Me refiero a una comunidad donde participan los alumnos, los profesores, el equipo directivo y padres de una escuela, por ejemplo. Para que realmente se arraigue en la comunidad hay que levantar proyectos participativos, que involucren la motivación, el gusto por la lectura y por el saber, que creo que es la misión de la biblioteca del siglo XXI. Se necesitan espacios amables que estén provistos de una colección muy diversa, de material impreso, audiovisual, digital, pero por sobre todo que sean espacios que generen experiencia de conocimiento, aprendizaje y gusto por el saber”.
A la hora de formar comunidades de lectores es importante el trabajo en dos frentes: desde los centros educativos y desde el núcleo familiar. Por un lado, al referirse a los docentes Mekis señala una primera dificultad: “Cuando en el siglo XXI los profesores tienen sus prácticas pedagógicas arraigadas en el siglo pasado es muy difícil generar una comunidad que despierte y se interese por el mundo de la lectura. Los docentes requieren una actualización en cuanto a su didáctica y al bagaje de conocimiento de la nueva literatura, de las posibilidades de conectar con conocimientos múltiples, que les interesen a los jóvenes, eso un gran desafío”.
Por otra parte, “las comunidades requieren de una familia que aporte y sea una red de colaboración que esté en sintonía con lo que está en juego, que es la formación de lectores amplios. Queremos humanizarlos, sensibilizarlos con los otros y el mundo que los rodea y para ello es necesario hacer un esfuerzo y exigir desde la comunidad para entenderse, para escucharse, para quererse”, señaló Mekis.
En esta línea la especialista agregó: “Hay que tender puentes con los padres, que entiendan lo crucial que es tener hijos lectores. Hay que generar caminos para que la lectura se haga realidad en una tarde en su casa, que en el hogar se lea, se comprenda y analice, se interprete de una manera a lo mejor más intuitiva, pero que la conversación y el diálogo prime; si logramos eso en la familia, vamos a estar generando personas que tengan un mayor entendimiento del mundo”. Además, Mekis puntualizó que “es importante que el profesor vea y conozca la situación de las familias y por cierto aporte para que en ese hogar haya un ambiente propicio al mundo de la lectura”.
La biblioteca del siglo XXI
“La biblioteca de este siglo se forma en la gran complementariedad que tiene el mundo impreso y el digital, esa es una forma de tener interés por parte de los alumnos, porque ellos pueden leer en ambos soportes”, explicó Mekis. A la hora de rediseñar la biblioteca el punto clave es el contenido, porque hay tanto a disposición que la selección se hace fundamental. Para Mekis, de la diversidad de formatos y de la calidad de lo que se pueda encontrar en la biblioteca va a depender el interés del estudiante en estar ahí y lo importante sería abrirle al alumno un campo de conocimiento más amplio: “Debemos lograr que deje el prejuicio afuera para que disfrute por sobre todo la calidad del contenido. Yo puedo escuchar a Thomas Mann en Muerte en Venecia y también lo puedo ver en pantalla o lo puedo tomar en un libro, lo importante es lo que estoy incorporando”, puntualizó.
La diversidad de soportes es ineludible, sin embargo, la investigadora comentó que en los últimos años se demostró que el libro impreso es el que genera mayor comprensión. A través de estudios longitudinales de diversas universidades, se constató que la actividad neuronal es mayor con el soporte papel y aún más si es leído en voz alta. “De manera coloquial podemos decir que si te leen el mundo del conocimiento y además hay algún arrullo, como cuando lo lee un familiar, las neuronas brillarán al máximo. Hay que pensar en caminos que propicien la mejor comprensión, en el sentido de poder entender y abarcar”, destacó.
Al momento de elegir qué contenidos serán parte de la biblioteca, un buen camino es seguir el campo curricular y los contenidos que el niño debe incorporar; si a la enseñanza en clase se le suma el factor de lectura, habrá más logros de aprendizaje. Aunque para Mekis no dejan de ser fundamental “las apetencias y gustos personales, y que esa constelación esté en esta biblioteca, que se responda a los gustos del estudiante”.
Esa particularidad se puede convertir en un desafío cuando en una escuela hay más de 400 niños con constelaciones diferentes, pero Makis aseguró que “el tema es cómo guiar y acompañar a esos lectores en el camino de la biblioteca. Capaz que alguien comienza leyendo cómics, pero de ahí lo podemos acompañar al mundo de las sagas de aventuras y luego presentarle el mundo del arte. Por eso es tan importante que el mediador tenga una biblioteca interna que lo respalde con autores, temáticas, vínculos y anclajes diferentes para poder ir construyendo el camino de cada lector”. Y, según cuestionó la autora, ahí hay otro punto débil: “¿El docente tiene un bagaje que lo respalde? El mundo ha ido ampliando sus registros, el lenguaje es vivo y hay muchos nuevos géneros, el docente deberá leer cómics, libros silentes, podcast, es un horizonte muy amplio que debe explorar”.