“Aprender a aprender” y “autogestión del aprendizaje” son dos de los conceptos más repetidos por el académico español Juan Ignacio Pozo. Es doctor en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, y allí da clases en la carrera de grado de Psicología y en el máster de Psicología de la Educación.

En diálogo con la diaria, Pozo comentó los últimos avances de la psicología del aprendizaje, los cambios que visualiza en el futuro en el sistema educativo –que incluyen a los videojuegos– y cómo debería transformarse la formación docente y la relación entre profesores y estudiantes. La clave, sostiene, es que los propios jóvenes sean quienes dirijan su aprendizaje, y para eso es fundamental que los docentes pierdan poder en la clase, para que lo tomen sus alumnos.

Pozo promueve el aprendizaje basado en proyectos y cree que es necesario personalizar la educación, pero de una forma muy diferente a cómo Google personaliza las búsquedas de información. Desliza algunas de las conclusiones de sus experimentos, pero advierte que el entorno cuidado de un laboratorio nunca se compara a la realidad de un salón de clases.

¿Qué cambios produjo la psicología del aprendizaje en las aulas en los últimos tiempos?

En educación, con frecuencia, los nuevos modelos, teorías y enfoques tardan mucho en llegar a las aulas, a veces incluso ni siquiera llegan. ¿Por qué? No es solamente cuestión de que los experimentos cuidadosamente realizados en laboratorios y en espacios muy controlados consigan o no demostrar determinados efectos, sino de que eso llegue a la mentalidad de los docentes y luego a sus prácticas, de que ellos lleguen a implementar esos mismos experimentos pero en grupos de alumnos grandes, en condiciones no tan controladas. Yo diría que el cambio que se ha producido en la psicología del aprendizaje, en las últimas décadas, es que cada vez se generan más oportunidades orientadas a fomentar la gestión metacognitiva del aprendizaje de los alumnos, es decir que los propios alumnos gestionen su aprendizaje, que no solamente aprendan contenidos, sino también a regular cómo aprenden, a decidir qué actividades realizan para aprender, a valorar sus propios aprendizajes, a fijarse sus propias metas. En definitiva, se ha logrado avanzar en un aprendizaje mucho más autorregulado por los propios alumnos.

Decías que estos procesos demoran en llegar a las aulas, pero ya se empieza a ver este aprendizaje autorregulado.

El cambio es muy lento porque los docentes, en su forma de enseñar, en su formación profesional, incluso por su formación como estudiantes tienen el impulso de controlar lo que pasa en el aula, que sean ellos los que regulan el aprendizaje de los alumnos, no dejar que el alumno sea. Esto hace que resulte muy difícil que los propios alumnos gestionen el aprendizaje, y además hay metas externamente fijadas en formas de evaluaciones, tareas o programas que hacen que sigamos en la misma lógica.

¿Qué cambios se pueden ver en el aula cuando el alumno empieza a tener control de sus aprendizajes?

Es que es muy sencillo: todo el control que tiene el alumno es el que perdió el docente. En el escenario de hoy el docente llega al aula y anuncia que la tarea del día será trabajar sobre la evolución de las especies, les dice a los estudiantes qué libro tomar y qué capítulo leer. El profesor se siente mucho más seguro, el currículo fija los contenidos y lo cierra, en lugar de abrirlos. Pero si pensamos en la realidad de hoy vemos otro lado de esta historia: en la vida diaria, los alumnos están expuestos a espacios muy abiertos, donde ellos deben tomar –aparentemente– decisiones sobre qué quieren ver y hacer. Se da una contradicción entre la vida y el aula.

Si se logra eso cada estudiante podría seguir su propio camino.

Podemos decir que la educación, hoy en día, para ser más eficaz, debería ser mucho más personalizada, mucho más adaptada al alumno, que lo empodere, pero hay que tener en cuenta que la personalización que tiene que hacerse en el aula es muy distinta a la que se hace en la gestión de la información digital. Con eso me refiero a que todos sabemos que si dos personas buscan la misma información en Google obtendrán resultados diferentes, porque el servidor tiene en cuenta las historias de búsquedas, los gustos y las preferencias; en definitiva, hace una búsqueda muy adaptada al cliente, y esto no sería productivo en la enseñanza.

¿Cómo un docente podría personalizar su curso cuando tiene por lo menos 20 personalidades diferentes?

En primer lugar, esto se puede lograr porque la personalización no significa que cada alumno sea distinto a otro; por supuesto que tienen diferencias, pero sobre todo tienen intereses comunes. Si se entra a un aula y se consulta qué intereses tiene el grupo, lo más probable es que haya muchos temas en común y no 30 intereses diferentes. Me refiero a encontrar diversidad al mismo tiempo que se maneja cierta agrupación de los intereses. Si queremos un sistema que parta de la diversidad social la calidad no debe estar reñida con la equidad, y esto implica incluir y diversificar. No hay una única manera de trabajar con alumnos distintos, pero sí se puede trabajar desde su entorno y realidad para ayudarles a construir conocimiento. Entonces, ¿cómo se trabaja con la diversidad del aula? Planteando tareas más abiertas que cerradas; si todos tienen que hacer la misma tarea se hace un embudo, pero si se dan tareas abiertas, distintos alumnos pueden trabajar en diferentes niveles, con intereses y metas distintas. Pero claro, para que eso pase se debe formar al docente.

Y en tu opinión los docentes aún no están formados para eso.

No lo sé en Uruguay. Hasta donde lo conozco, me parece que están en una situación muy parecida a la que hay en España. Seguimos formando profesores para una escuela que cada vez tiene menos perspectiva de futuro, profesores cuya función es dar a los alumnos un conocimiento determinado, pero en una sociedad que hace que el conocimiento fluya de formas diferentes.

“Las políticas educativas influyen en lo que pasa en las aulas, pero no son suficientes para el cambio”.

Entonces el cambio debería estar en la formación docente.

Creo que la única manera de enseñar a un docente a usar un determinado enfoque o metodología es que aprenda con él. Que aprenda la literatura no para explicarla, sino para ayudar a convertir la literatura en un elemento de transformación de la mente de sus alumnos, que aprenda ciencias para resolver ese problema en especial que se va a vincular a su marco curricular. La forma de enseñar actual hace que el profesor no tenga los recursos para trabajar en otras áreas, porque sólo se forma en su especialidad. Es lógico que le den temor otras formas de enseñanza, pero es necesario que sea él quien las explore, porque todos sabemos que las políticas educativas influyen en lo que pasa en las aulas, pero no son suficientes para el cambio: hay que cambiar a los agentes educativos, que son los que están ahí a diario.

Mencionaste lo importante que es aprender a aprender. ¿Cómo trabaja el docente con ese concepto?

Hablamos de que aprender a aprender es básicamente ayudar a los alumnos a gestionar su propio aprendizaje, es enfrentarlos a una tarea para que se fijen una meta, que puedan entender qué es lo que quieren aprender con eso, qué preguntas quieren responder, y luego las busquen. Siempre con la guía del docente, pero sin que sea él quien les diga lo que tienen que hacer. No puede ser que un alumno del siglo XXI nos pregunte: “¿Esto debo leerlo?”. Estamos en una sociedad en la que se tienen que tomar muchas decisiones sobre qué hay que leer y qué no, por eso los docentes deben ayudar a los estudiantes a gestionarse para que puedan decidir.

¿Qué lugar ocupan los contenidos en esta visión?

Los contenidos siguen siendo importantes, pero habría que entender que no son el fin de la educación, sino el medio para generar capacidades en los alumnos. La cuestión a decidir debería ser qué contenidos me ayudan a que los estudiantes tomen decisiones sobre la vida como ciudadanos; a lo mejor los contenidos que ayudan a algunos no ayudan a otros, y eso también hay que tenerlo en cuenta. Hoy importa que el docente enseñe cómo distinguir la información relevante, saber analizarla críticamente cuando aparecen ideas contradictorias.

“Las políticas educativas influyen en lo que pasa en las aulas, pero no son suficientes para el cambio”.

¿Hacia dónde apunta el cambio educativo?

En todas las sociedades los sistemas educativos lo que intentan es hacer que los ciudadanos se apropien de la tecnología del conocimiento dominante en esa sociedad, ha sido así siempre. La escuela que tenemos es en buena medida un resultado de la ilustración y del conocimiento enciclopédico. El sistema educativo se apoya en una tecnología que ya no es la dominante en la sociedad; ahora predomina lo digital, y las pantallas siguen estando bastante lejos del aula. Creo que el cambio educativo ya no viene por incorporar las pantallas en sí mismas, sino las dinámicas que están detrás de ellas, como el aprendizaje colaborativo. Ellos ya tienen el acceso a la información, pero hay que trabajar en el uso crítico. Los adolescentes probablemente sean mucho más versados en acceder a la información que sus profesores, pero no en usarla críticamente. Ellos encuentran el resultado más rápido, pero no saben si es lo que tendrían que haber encontrado. Si no les enseñamos a usar las tecnologías de una manera distinta en las aulas, ¿quién lo va a hacer?

El videojuego en el aula

Pozo lidera uno de los grupos de investigación sobre educación en su universidad, y dentro de las líneas de trabajo están los diversos sistemas de representación culturales y cómo podrían ayudar a los alumnos a apropiarse del conocimiento. “Investigamos el uso de los videojuegos como herramientas educativas porque son la industria cultural más potente, más que el cine o la televisión, y sin embargo normalmente están fuera del aula y se consideran una pérdida de tiempo. Hay estudios que muestran que utilizándolos de determinada forma, los videojuegos pueden conectar muy bien con los alumnos para generar conocimiento y para ayudarlos a ponerse en el lugar de otro; realmente pueden transformar mentes. Pero si se lo dejamos todo a la industria, sólo se va a seguir trabajando para que vendan más”.

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