La relación entre las herramientas tecnológicas y la educación ya era tema de debate desde hacía tiempo, pero la coyuntura mundial puso el tema sobre la mesa. En Uruguay docentes y estudiantes de la educación pública y privada tuvieron que sumergirse de lleno en el tema, porque es la única solución posible en tiempos de aislamiento social, y lo mismo hicieron otros países. Para tener una mirada comparada de Uruguay con la región, la diaria conversó con Dante Castillo, un investigador chileno, director de Políticas y Prácticas Innovadoras del Laboratorio de Investigación e Innovación en Educación para América Latina y el Caribe (SUMMA).

Castillo es líder del proyecto Plataforma de Prácticas Educativas Efectivas en SUMMA, sociólogo de la Universidad de Chile y magíster en Cultura y Sociedad por la Escuela de Londres de Economía y Ciencia Política. Se ha especializado en temas de tecnología educativa y asegura que el potencial no está en el dispositivo sino en cómo se usa. Advirtió que “tradicionalmente estuvo la idea de que el solo acceso a la tecnología iba a mejorar los aprendizajes, pero eso no fue tan lineal. Se empieza a avanzar hacia la comprensión de que hay que trabajar en cómo se incorpora la tecnología al proceso pedagógico, ahí es donde se le puede sacar mejor provecho”. Castillo habló, además, sobre los primeros puntos a tener en cuenta al abrir un aula virtual, los beneficios de incorporar tecnología y los desafíos que eso trae consigo.

Se podría decir que esta emergencia agarró a Uruguay bien parado en cuanto a educación virtual, por el trabajo hecho por Plan Ceibal. Sin embargo, esa no es la situación de muchos otros países de la región.

Me parece súper importante hacer esa primera distinción. El caso de Uruguay es bien particular, no es lo que pasa en el resto de América Latina, porque ustedes tienen el Plan Ceibal y una buena cobertura de acceso a internet, eso no pasa en toda la región. A veces tendemos a olvidar ese dato, si lo miramos en perspectiva comparada hay que tenerlo en cuenta. Pensando en términos comparativos, hay países que están más avanzados en algunas dimensiones que otros; en términos de tecnología, si uno mira el panorama digital, cerca de 45% de los hogares de la región tienen acceso a internet, según el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. Esto es relevante desde la perspectiva de la equidad. Hay países donde no todos los estudiantes y sus familias tienen acceso a internet, el uso de las tecnologías de la información y la comunicación se ve limitado y deja gente afuera, y probablemente esos estudiantes son los que están en condiciones socioeconómicas más vulnerables. Es interesante ver que la tecnología ayuda y contribuye en momentos como este, en que los estudiantes deben desarrollar su proceso educativo a distancia, pero también excluye a otros que no tienen acceso. Países como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay tienen 70% de hogares con conexión, pero en Centroamérica hay países con menos de 20%. Incluso en los países con mayor porcentaje de conexión, hay una parte de la población que no tiene posibilidad de acceder a los recursos pedagógicos que se están ofreciendo, y es ese grupo el que tenemos que mirar con mayor precisión para que no queden afuera del proceso educativo.

Más allá de la brecha en el acceso, ¿cuáles son los desafíos para incorporar la tecnología en la educación?

Hay dos desafíos: uno tiene que ver con los profesores y otro con los estudiantes. Creo que en el caso de los profesores se requiere una comprensión del rol que juegan en estos contextos. El docente comienza a pensarse como un articulador entre el conocimiento de todo el mundo digital y su aula, empieza a jugar un rol de curador, si se quiere, de contenidos digitales. Lo podemos pensar en relación al coronavirus: si hacemos una lectura pedagógica, hay muchas cuestiones que un docente podría usar, por ejemplo, las curvas de crecimiento exponencial, para trabajar conceptos matemáticos, o los mapas de visualización, para trabajar geografía. Eso significa que los docentes deben evaluar eso que está ocurriendo en el entorno, qué es relevante para los estudiantes y qué puede ser puesto en formato pedagógico. Esto es una competencia que muchos docentes ya tienen, pero otros deben comenzar a desarrollarla. Los docentes deben ir trabajando cada vez de mejor manera con los recursos educativos abiertos, y no sólo es saber usarlos, sino saber hacerlos. Empieza a aparecer un conjunto de competencias relacionadas al mundo tecnológico que se deben incorporar a la profesión docente.

“Se suele pensar que es el docente el que tiene que desarrollar competencias, pero también son los estudiantes los que deben desarrollar un conjunto de competencias para poder sacarles provecho a las tecnologías”.

¿Y cuáles son los desafíos para los estudiantes?

Hay un desafío que está menos investigado y tiene que ver con la idea del nativo digital, falta conocer mejor cómo los estudiantes están haciendo uso de las tecnologías. Se suele decir que las nuevas generaciones naturalmente saben manejar las tecnologías. Probablemente lo saben hacer, sobre todo las redes sociales. Pero la pregunta es ¿han desarrollado esas capacidades en el contexto del proceso pedagógico? Es decir, ¿pueden seguir una clase online, participar en un foro, hacer retroalimentación con otros? No tengo una respuesta. Se suele pensar que es el docente el que tiene que desarrollar competencias, pero también son los estudiantes los que deben desarrollar un conjunto de competencias para poder sacarles provecho a las tecnologías.

Los estudiantes más pequeños que no tienen la capacidad de participar en foros y debates, ¿cómo sacan provecho de la tecnología educativa?

Cada vez se trabaja más en tablets con juegos asociados a su edad, problemas básicos que deben solucionar en forma de juego. Hay mucho desarrollo de aplicaciones con funciones básicas como sumas, restas, identificación de colores, de formas, que están en los primeros años del proceso educativo. Una de las ventajas de las tecnologías es que permiten jugar y construir sistemas, interfaces, y contenidos que son mucho más customizables al grupo al que se quiere llegar, hay una potencialidad gigantesca.

¿Cuáles son los siguientes pasos que deben dar los países para incorporar la tecnología de la mejor forma posible?

Es importante que en este tipo de conversaciones estén involucrados los docentes; muchas veces ellos tienen la percepción de que en el ministerio de educación se decide y desde ahí se imponen nuevas formas de trabajo, eso no debería ser así. Deberíamos avanzar en programas de formación docente, definir agendas nacionales con ellos para incorporar las herramientas y las competencias a los currículums. Por otro lado, se podría repensar la evaluación punitiva a los estudiantes, que ellos avancen en el desarrollo de esa competencia y que su trabajo no esté asociado a un castigo por hacerlo mal; creo que si eso cambia en algunos países se descomprimiría la conversación en torno a las tecnologías educativas.

¿Y cuáles serían los primeros pasos que debe dar un docente para incorporar la tecnología en su propia práctica?

Lo primero es la colaboración, evitar hacer las cosas solos, entender que lo colaborativo puede tomar un poco más de tiempo pero sus resultados van a ser mucho más efectivos, porque grupos de colegas pueden evaluar mucho mejor los recursos disponibles, pueden compartir experiencias, y eso hace a un proceso más rico. En segundo lugar, los docentes deberían incorporar una evaluación del procedimiento, como una investigación-acción, evaluar si la práctica está generando los resultados esperados. Es distinta a la evaluación que hacen de los estudiantes, se trata de cuestionar los resultados de las herramientas que está usando para poder ajustarlos si es necesario. Lo otro es saber usar las herramientas: mucha gente pensó que digitalizar el libro de texto es una manera adecuada de acercar el libro al ámbito digital, y eso es porque no se está entendiendo el contexto virtual. Interactuar con las tecnologías en plataformas virtuales requiere una dinámica y formatos específicos, no es colgar el libro en PDF.