Así como la educación curricular tuvo que pasar a la virtualidad, los centros de apoyo para niños y adolescentes también tuvieron que cambiar sus formas de trabajo para integrarse a una nueva modalidad de terapia en la que el vínculo se fortalece por medio de videollamadas. En el Centro Prado trabajan con niños, niñas y adolescentes con trastornos del aprendizaje y alteraciones del desarrollo, y esto implica un trabajo multidisciplinario de áreas como la psicología, la psicopedagogía y la psicomotricidad, entre otras.

Rosario Gutiérrez, una de las coordinadoras del Centro Prado, dijo a la diaria que la población con la que trabajan es muy diferente a la de otras instituciones educativas. “Lo que se hace en estos centros son terapias del aprendizaje, del lenguaje, psicomotrices, psicológicas; y en cualquier terapia lo vincular es lo central”, explicó. “Con la distancia se produjo un gran desconcierto de parte de todos, porque pensar en hacer teletrabajo con una actividad terapéutica era algo bastante difícil de imaginarse. Pero con el tiempo logramos adaptarnos y tener muy buenas respuestas”, agregó.

La clave, aseguró Mercedes Bordoli, otra de las técnicas del centro, está en la buena disposición de las familias a continuar con las terapias y en la adaptación de los objetivos que hicieron los técnicos. En el área de la psicomotricidad en particular el choque fue muy grande porque suelen trabajar con el cuerpo. En esa área, contó Bordoli, el proceso de “replanificar los objetivos que se habían puesto con cada niño y comenzar a evaluar estrategias sin el cuerpo fue fundamental y permitió que surgieran cosas interesantes”.

Los nuevos descubrimientos atraviesan a todo el centro. Sobre todo destacan un nuevo lazo con las familias al entrar a los hogares en cada sesión. “Estamos en lo cotidiano de cada uno, se pueden percibir cosas que desde la sala de psicomotricidad no aparecían, por ejemplo. Eso permitió también intervenir en lo vincular, pensar la organización del tiempo y hacer sugerencias adaptadas al espacio de cada niño; y a la vez permitió a la familia acercarse más a los procesos de cada niño, y eso es un beneficio”, subrayó Bordoli.

“La clave está en la buena disposición de las familias a continuar con las terapias y en la adaptación de los objetivos que hicieron los técnicos”.

Asimismo, el trabajo virtual permitió que niños que iban en distintos horarios pudieran hacer proyectos juntos. Por ejemplo, Inés Avdalov, otra de las técnicas del centro, comentó que distintos niños participan en la creación de una revista, en la que cada uno escribe sobre lo que más le gusta. Hay recetas, dibujos, chistes y otros contenidos. El objetivo es unirlo y compartirlo entre todos cuando vuelvan a encontrarse.

Mano a mano con la escuela

El trabajo de estos técnicos es fundamental para las maestras. Según explicó Gutiérrez, el diálogo entre técnicos y docentes “cobró una importancia primordial en este contexto de emergencia”. Relató que “al principio de la emergencia los niños estaban abarrotados de trabajo” y “eso realmente perturbó a muchos niños con dificultades del aprendizaje, porque las tareas que mandaban al comienzo fueron mucho más que los deberes; algunos lloraban porque no tenían capacidad de seguir con ese ritmo”.

“Lo que normalmente se hace son adecuaciones curriculares: los técnicos hablan con la maestra y muestran el diagnóstico y las posibilidades del niño para que la currícula se adecue a las dificultades que tiene cada uno”, explicó Gutiérrez, y agregó que al cortarse las clases en una fecha tan próxima al inicio, muchos maestros no tenían ese diagnóstico y desconocían la situación que vivía cada niño.

Por eso, “lo primero que hicieron las psicopedagogas fue comunicarse con la maestra y trabajar en conjunto”. Así se logró que las actividades que se mandaran se elaboraran en forma específica para el diagnóstico particular de cada niño y le permitieran continuar su proceso de aprendizaje.