El campo de investigación vinculado a la tecnología y la educación en la primera infancia venía instalándose y en crecimiento en los últimos años, y en 2019 se desarrolló el primer seminario Tecnologías en Primera Infancia en Uruguay. 2020 y su pandemia vino a ejercer mucha presión en esta área, e hizo desandar algunos caminos y generó nuevos puntos de vista. Sobre estos temas se reflexionó en el segundo seminario Tecnologías en Primera Infancia, organizado por el Plan Ceibal y el Consejo de Formación en Educación (CFE), que fue enteramente virtual, y en el que equipos docentes de distintos jardines de infantes y escuelas mostraron sus experiencias.
La mesa de cierre del seminario debatió sobre los desafíos y las oportunidades en el vínculo entre educación y tecnología a raíz de la emergencia sanitaria. Gabriela Etchebehere, psicóloga y docente agregada del Instituto de Psicología, Educación y Desarrollo Humano de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar), comentó que la pandemia provocó que se tuviera que “desandar” camino respecto de algunos datos y visiones “sobre los efectos más negativos que tiene para la primera infancia la sobreexposición a las pantallas”, y que se tuviera que “pensar desde otro punto de vista lo que podía ofrecernos la tecnología en este contexto, para poder aproximarnos desde las instituciones educativas a través de las pantallas”.
En ese sentido, señaló que en los primeros meses de emergencia sanitaria la tecnología respondió a “la necesidad de dar cierta continuidad existencial a eso que se rompió de forma tan abrupta”, que es el concurrir diariamente a un centro educativo e interactuar con pares y maestras, y se logró transmitir a los más pequeños “que las maestras seguían estando, que los compañeros seguían estando”.
Por su parte, Ariel Cuadro, director del Departamento de Neurocognición de la Universidad Católica, aseguró que, si bien se mantienen presentes los cuidados y los riesgos respecto del impacto de las pantallas en los niños más chicos, en particular por “lo que no deja hacer esa exposición”, la pandemia permitió pasar “de ver la tecnología como un instrumento de acceso al conocimiento a entenderla como un posible recurso de enseñanza, y eso fue un cambio importante”. Pero fue más allá y consideró que la tecnología “pasa a ser un modo de aprender en el que los docentes tienen que mediar”. “Ese es el gran salto al que nos está obligando esto, y también una gran oportunidad: cómo tomar la tecnología como una forma de aprender”, agregó.
Uno de los temas presentes en el debate fue el vínculo con las familias y cómo intervino la tecnología en la relación. Rosalía Winocur, docente titular de la Facultad de Información y Comunicación de la Udelar, que ha estudiado los procesos de apropiación simbólica de los medios electrónicos en la vida cotidiana en niños y sus familias, aseguró que durante los meses de confinamiento fueron las familias “las que estuvieron en la primera línea de batalla, no el Estado ni las organizaciones sociales”, y que hubo un “desplazamiento”: el vínculo dejó de ser mayoritariamente entre maestra y estudiantes, y pasó a ser entre la maestra –en muchos casos, con su familia en su casa– con las familias de los estudiantes. “Eso es muy sano, porque donde se construyen las relaciones con las tecnologías es en el ámbito doméstico, y esto abre una veta muy interesante”, opinó.
En ese sentido, Martín Rebour, gerente de Formación de Plan Ceibal y moderador de la charla, acotó que en particular en primera infancia (de cero a seis años) el trabajo “se sigue pensando desde la intervención del adulto: siempre implica un grado de intervención y acompañamiento”.
Según Cuadro, en relación al vínculo con las familias la tecnología supone una gran oportunidad para “entrar a las casas y tener un espacio, volvernos miembros para favorecer los espacios de aprendizaje”. Señaló que el contexto familiar es un componente central del desarrollo en la primera infancia, en particular para el desarrollo del lenguaje, y el sistema educativo “no ha logrado suplir, en buena medida, lo que se suponía que debía venir desde las casas”. Recordó que muchas maestras en este tiempo han comentado que lograron un contacto constante con las familias vía Whatsapp, y sugirió que si eso “lo sabemos aprovechar” puede ser una buena oportunidad.
También entiende que es una oportunidad en sí mismo ver a la tecnología como una forma de aprender, “porque se puede generar otros espacios y modos de aprendizaje”, aunque advirtió que la creatividad debe estar conjugada “con una mirada desde el que aprende y no desde el que enseña, porque el riesgo de ponernos muy creativos es después no observar si realmente aprenden”. Si bien todavía “no hay demasiadas respuestas y hay que ir armándolas”, Cuadro invitó a los educadores a reflexionar sobre “cómo usar la tecnología para que aprenda el niño, según lo que creo que tiene que aprenderse; no en cómo transfiero lo que hacía a la tecnología”.
En la misma línea que Cuadro, Winocur aseguró que después de la etapa de mayor confinamiento no cree que “a nadie le queden dudas de que las tecnologías no son sólo un recurso de apoyo, sino una forma de aprender”, y manifestó que este momento genera una oportunidad para “refundar el pacto entre los maestros y las familias: si algo quedó claro es que necesitaban a las familias para poder continuar, entonces ese pacto hay que refundarlo y hacerlo explícito”, sugirió.