Uno de los motivos por los que Evelyn Marchicio optó por dedicarse al magisterio es que la escuela la hizo feliz. Ahí pudo sentirse como cualquier otro niño. Oriunda de Los Cerrillos, en Canelones, fue al colegio Santa Isabel porque tenía un turno de cuatro horas. Al contrario que otras familias, la suya descartó la escuela pública porque tenía tiempo extendido, ya que cuando era chica tuvo muchos tratamientos de fisioterapia, hidroterapia y psicomotricista, y debía dejar una parte del día libre para ellos.

Según recuerda, su infancia no tuvo mayores diferencias respecto de la de otros niños, salvo por los tratamientos y las cirugías. Eso también fue posible gracias a sus padres, que no se detuvieron en las limitaciones sino que todo el tiempo buscaron que desarrollara sus potencialidades. “Creo que ese trato me ha ayudado a sortear diferentes dificultades que a lo largo de los años, y más cuando comencé a estudiar magisterio, se plantearon”, reflexiona.

Cuando egresó de primaria pasó a ir al liceo público de Los Cerrillos y tampoco recuerda ninguna variación significativa. Cambió un poco su círculo de amistades y, más allá de algunas excepciones, fue muy bien aceptada. Debido a su discapacidad motriz hubo que hacer algunas adaptaciones en materias como Dibujo y Educación Física, pero, por lo demás, cursó el liceo en las mismas condiciones que sus compañeros.

En cambio, la situación cambió cuando entró a estudiar magisterio en el Instituto de Formación Docente (IFD) de Canelones, donde aparecieron algunos obstáculos.

En carrera

Siempre habló de su discapacidad de forma muy natural y la entrevista con la diaria no fue la excepción. Cuando su madre estaba embarazada le habían recomendado que el parto fuera por cesárea, pero cuando llegó el momento, un médico definió que no era necesario y que podría afrontar un parto natural sin complicaciones. El inesperado cambio de planes hizo que Evelyn demorara más tiempo en nacer que el previsto, y eso le provocó falta de oxígeno en el cerebro, lo que en la jerga médica se conoce como hipoxia. “Afecta diferentes áreas del cerebro; a mí me afectó la motriz, principalmente la pierna y el brazo izquierdos, por eso camino con un apoyo que es el bastón”, resume.

Una de sus mayores inquietudes es que las personas con discapacidad no sean vistas como discapacitadas, es decir, que no se definan en función de esa condición. Al mismo tiempo, cuestiona que durante muchos años hayan sido vistas como incapaces o como enfermas, lo que en algunos casos todavía sigue pasando.

En su tránsito por el sistema educativo, en primer año de magisterio fue la primera vez que sintió algún trato diferencial, cuando algunos docentes le plantearon dudas sobre si podría enfrentarse a un salón de clases y trabajar a cargo de un grupo de niños. “En el transcurso de ese año y con las primeras prácticas esos fantasmas no pasaron a mayores, vieron que me podía desenvolver bien frente a un grupo”, cuenta. Según agrega, las únicas adaptaciones que tuvo que hacer fueron algunas planificaciones de forma diferente que sus compañeros, por ejemplo, llevando algún recurso preparado previamente o apoyándose un poco más en la tecnología, pero no más que eso.

Evelyn recuerda el primer año de la carrera “como un filtro”. “Lo tomo como la falta de información que a veces los profesionales de la educación tienen y tenemos”, afirma, y sostiene que a lo largo de la carrera recién en cuarto año tuvo un taller para formarse en “dificultades de aprendizaje”. “Son 40 horas y depende del docente que te toque el lado para el que lo lleve. Quizás a veces se lleva para el lado de las dificultades con la escritura, como la dislexia o diferentes trastornos, pero de repente a otro le interesa otro aspecto. No te enseñan a trabajar con la discapacidad o con alguna otra dificultad que los alumnos tengan. Esa falta de conocimiento te hace dudar de lo que el otro puede llegar a hacer”, concluye.

Información y formación

La maestra considera que el principal motivo por el que quienes tienen alguna discapacidad se ven limitados en el sistema educativo es “la falta de formación e información”, que lleva a veces a “no saber cómo enfrentarte a una situación que nos sobrepasa a todos los docentes”. Al respecto, agrega que el hecho de que ella tenga una discapacidad tampoco la vuelve infalible: “Quizás a veces también cometo el error de pensar que el niño no va a poder; no quiere decir que por haber pasado por eso me ponga en el lugar de todo el mundo”. Si bien está de acuerdo con que los centros educativos públicos no puedan rechazar a ningún niño o adolescente por tener una discapacidad, advierte que “no alcanza con querer incluir o que asistan a las clases”, sino que es necesario que ese niño “sea atendido como corresponde”.

A lo largo de la carrera de magisterio, Evelyn ha reflexionado sobre el abordaje de la discapacidad en el sistema educativo y llegó a la conclusión de que las barreras son un tema de adultos. Tanto cuando era practicante como ahora, que ya se recibió, le llamó la atención que los niños naturalizan muy rápido la discapacidad. “Cuando llegás a la escuela, los primeros dos o tres días te preguntan qué te pasó, por qué caminás utilizando un bastón. Pero después, durante el año no preguntan más sobre el tema. Y yo no pongo ningún tipo de barrera, lo hablo, pero simplemente ellos después se olvidan. Algunos quizás plantean que conocen a alguien que tiene otro tipo de discapacidad o dificultad, algún familiar o amigo, y el tema queda por ahí”, cuenta.

En cambio, se encontró con que, mientras estudiaba, sus profesores y compañeros compartían un año entero con ella y no le hacían preguntas ni abordaban el tema, “quizás porque piensan que no te gusta hablarlo o que te ponés incómodo”. “Hay como una barrera, es la diferencia que veo entre adultos y niños”, concluye.

Etapa cumplida

El 10 de marzo se recibió de maestra a través de la plataforma Zoom, ya que las últimas actividades de la carrera quedaron para después de la suspensión de las actividades presenciales. Este año, luego de haber comenzado a trabajar en la escuela 3 de Aguas Corrientes, ha vivenciado la experiencia de estar “del otro lado del mostrador”, porque durante varios meses tuvo que dar clases y preparar actividades a través de plataformas virtuales.

Según le han dicho, es la primera estudiante de magisterio con discapacidad motriz que se recibe en el país. Seguro lo es en el IFD de Canelones, y una prueba de ello es que cuando comenzó a estudiar el instituto no estaba acondicionado de acuerdo con las normas básicas de accesibilidad. No sólo no había rampas ni baños accesibles, sino que el edificio contaba con dos pisos a los que se accedía por escalera. Según recuerda, esas cosas no se habían pensado antes y se pusieron en agenda en el IFD en el momento en que ella ingresó. Con menos dificultades edilicias de base, en la escuela de Aguas Corrientes le pasó algo similar, y los padres del cuarto año que tiene a cargo trajeron una rampa para los escalones de la entrada y otra para los del salón.

De todas formas, hay barreras de pensamiento que van más allá del acceso físico. Si bien señala que ambos aspectos son importantes, antes de que haya una rampa o un baño accesible Evelyn prefiere que las personas que son parte de un determinado grupo social se preocupen por que esté integrada. Según fundamenta, cuando hay una barrera de acceso físico siempre se puede pedir ayuda o hay alguien que la ofrece, pero es más complicado cuando las personas no visualizan que quien tiene una discapacidad también quiere desarrollar una vida social y profesional.

La rutina

Si bien Aguas Corrientes queda sólo a nueve kilómetros de Los Cerrillos, únicamente hay una línea de ómnibus que las conecta. Por eso, aunque entra a la escuela a las 13.00, se tiene que ir de su casa a las 11.00 y esperar en el centro educativo a que llegue su turno. Lo mismo hace a la salida. Termina de dar clases a las 17.00, pero recién tiene ómnibus de vuelta a su casa a las 18.30. “Igual la escuela está abierta y en ese tiempo aprovecho a planificar, a hablar con algún padre, a compartir tiempo con mis compañeras para planificar actividades juntas. La escuela es de tiempo extendido y hay mucho intercambio. Además de maestras, los alumnos tienen profesores”, relata.

En su grupo de 19 estudiantes ahora está enseñando la representación y suma de fracciones, y en geometría trabajan la representación de paralelepípedos, circunferencias y triángulos. También están abordando las magnitudes y medidas de longitud y volumen, en la línea de la priorización de los contenidos de matemática y lengua definida por las autoridades de Primaria. Según se ha analizado, son las áreas más importantes y las que se han visto más afectadas a raíz de la interrupción del trabajo presencial durante varios meses.

Además de seguir formándose, en lo inmediato proyecta concursar por un cargo de efectividad, proceso que comienza en febrero y que se plantea ir preparando con tiempo. Con toda la energía de quien está empezando a trabajar en lo suyo, considera a la educación como “la” herramienta de transformación social. Afirma que es clave para el posterior acceso a otros bienes sociales y culturales: “Cuanto más formación tengas, no importa en qué área sea, vas a conseguir un mejor empleo o a formarte como persona. No tiene por qué estar relacionado directamente con el trabajo, pero sí con la forma de pertenecer a una sociedad; se aprenden valores, formas de relacionamiento, infinidades de cosas que vivimos en la comunidad”.

Tiempos de pandemia

Al igual que el año pasado, 2021 fue un año desafiante para los docentes y más para quienes recién comienzan a ejercer la carrera. En particular, Evelyn constató de primera mano el trabajo extra que implica la virtualidad. Según cuenta, la forma de planificar cambia respecto de la presencialidad y también debe realizarse un esfuerzo importante para la comunicación con las familias de los niños. En ese sentido, hay que contemplar los horarios de la familia, y que no todos los niños tienen acceso a internet, en algunos casos porque sus padres tienen que teletrabajar y no hay dispositivos suficientes. “Por suerte volvió la presencialidad, que también se nota en cuanto a las rutinas de escuela, a las que los niños no están tan acostumbrados porque les faltó cerca de un año, yendo y viniendo”, señaló.