Según Agustín Cano, docente del Programa Integral Metropolitano (PIM) de la Universidad de la República (Udelar), en los últimos meses se han incrementado las situaciones en los centros educativos que dan cuenta del hambre en adolescentes que concurren a liceos del Municipio F.

El docente e investigador sostuvo en diálogo con el periodístico Más temprano que tarde de El Espectador que se trata de un escenario “realmente muy difícil que en los últimos dos años se ha recrudecido” en esta zona de Montevideo “que presenta indicadores sociales y socioeconómicos en general por debajo del promedio y muy por debajo de los municipios más favorecidos de la ciudad”. No es una situación nueva, pero sí registraron casos que comenzaron “a aparecer con más claridad”.

Cano, que trabaja en el territorio, sostuvo que puede “dar testimonio” de las cosas que ve, pero también de las cosas que cuentan los y las docentes, que en realidad “ellos pueden tomar nota de estas situaciones en casos muy agudos, un desmayo o una descompensación” o a veces en situaciones que pueden percibir a partir de tener “ciertas intuiciones”, y es recién en un ámbito de más “intimidad” donde los estudiantes reconocen “que no han comido desde la mañana”.

A raíz de esto, explicó, “es muy común que los docentes compren de su bolsillo un alfajor o una medialuna para los alumnos”, ya que el acceso a viandas escolares por parte de los liceos es “un mecanismo que se ha burocratizado”; asimismo, “muchas veces los estudiantes no quieren ir a la escuela o a donde hay que buscar el lugar donde dar esa vianda porque no es una situación fácil de expresar abiertamente” puesto que el hambre “tiene una carga que es muy dramática”, no solo “lo que implica fisiológicamente, sino en todas las dimensiones”.

Mientras las clases estuvieron suspendidas, desde el PIM se elaboró un equipo de trabajo que coordinó estrechamente “con algunos centros de enseñanza media” y una de las cosas que observaron, sostuvo, “fue que en determinado momento ante cierto repliegue institucional los colectivos docentes desde los liceos organizaron canastas, distribución de alimentos en redes comunitarias y territoriales, con donaciones de la zona”. Esto, sostuvo, “no se pudo sostener con el retorno de las clases para atender esa situación, como ha pasado con las ollas”.

Según Cano, “la problemática se ha agudizado”, y no es un tema “del que se esté hablando con la altura que corresponde a la gravedad del problema”. Así las cosas, en este fenómeno convergen “dos situaciones”, una “que es particularmente grave en los adolescentes, porque en las escuelas hay un sistema de comedores, y cuando se pasa de sexto [de escuela] a primero [de liceo] ese sistema se pierde”, ya que “no existe una política de alimentación en los liceos”, y lo otro se apoya en los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística en relación a la pobreza, donde “detectan que el rango de edad donde creció más es entre 13 y 17 años, un rango de edad que no tiene cobertura en las instituciones”.

“Observé en redes de profesores [de un liceo] que habían detectado 34 adolescentes con déficit alimentario y tratando de ver un criterio para tachar algunos nombres de 20 o 24, que era el número con el que podían obtener las viandas”, relató.

En ese sentido, Cano sostuvo que observaron “cierta debilidad de la capacidad de respuesta institucional ya existente por varios motivos a esta problemática”, lo que provoca que sean los docentes quienes queden “expuestos”.