Ludmila es estudiante de otra escuela y es de Leo, el signo zodiacal. Fue lo primero que dijo: que es de Leo y que uno de los profesores del equipo también lo es. Para Ludmila las personas de Leo son “buenas y malas”; en algún momento buenas, en otro momento malas, pero siempre ambas. En la escuela, sin embargo, dijo que pocas veces es mala porque está “tranquila”.
Aunque “tranquila” no es justamente el término que mejor se adapta a la atmósfera del centro educativo al que asiste ahora, la escuela 179 de Punta de Rieles, ni de ninguna de las que integran el programa Escuelas de Verano. El silencio que intenta ser parte de las aulas de primaria a lo largo del año es cosa lejana en las de verano, donde se goza más del aire libre del patio que del encierro, y del movimiento más que de permanecer sentado con la vista al frente.
Eduardo es uno de los niños que asisten a la escuela por “inclusión”, como le dicen al ingreso en las escuelas inclusivas. Estaba un poco molesto porque esa mañana lo hicieron levantarse a las cinco para poder llegar a tiempo, entonces reposaba erguido y serio. Pero de todas las molestias que pueden tener los niños a la hora de ir a la escuela, parecería que sólo estaba presente una y en pocos de ellos: levantarse temprano.
Kiara, de la misma clase, dijo que tenía mucho sueño, que se despertó a las seis, pero que igualmente le gusta ir. Y se le notaba. Habló de lejos, en voz alta, con una sonrisa de punta a punta y con el cuerpo pronto para levantarse de la silla y correr cuando se lo indicaran.
En la escuela 179 de Punta de Rieles la lista de niños inscriptos asciende a 157, pero el promedio de asistencia es de 90, según contó a la diaria la directora, Natalia Luongo. La mayor cantidad de niños suelen ser de inicial, primero y segundo año. Al mismo tiempo, hay una lista de espera, y si algún niño pasa más de un día ausente, la directora se comunica con la familia para chequear si va a continuar asistiendo. De lo contrario, el cupo es cubierto por integrantes de la lista de espera.
En la zona es la única escuela que funciona en esta modalidad. La más cercana está en Villa García. Luongo explicó que por eso los niños que asisten no son sólo alumnos de la escuela durante el año lectivo, sino también de centros de los alrededores y del jardín contiguo. Además, es la primera vez que forman parte de Verano Educativo, programa que comenzó el 9 de enero y finaliza el 10 de febrero, a excepción de Maldonado, donde comenzó el 2 de enero.
Mantener y revisar
En Punta de Rieles, el equipo que lleva adelante el programa está compuesto por dos maestras, un maestro, un profesor de educación física y otro de teatro –además de la directora–. Luongo contó que la propuesta que presentaron para que la escuela sea aceptada fue el proyecto Junto con los Vínculos, que apunta a enseñar principalmente matemática y lengua mediante lo lúdico.
Los niños entran de mañana, desayunan y antes de que llegue la hora del almuerzo son distribuidos en grupos multigrado, que van desde inicial a sexto año. Cada 45 minutos, los grupos rotan entre los docentes y desarrollan distintas actividades que tienen un hilo conductor común. En la escuela 179, asimismo, los lunes y los jueves tienen clases de inglés. Aunque el juego esté por encima de todo, también tienen, a mitad de la jornada, 30 minutos de recreo.
Graciela Fabeyro, directora general de Educación Inicial y Primaria, señaló a la diaria que las Escuelas de Verano son una “estrategia de larga data en el sistema educativo”. Se remitió a la época en que se hacían “campamentos de verano en las escuelas, al aire libre”, que apuntaban a contextos que, en ese entonces, se denominaban de “pobreza” y no “escuelas vulnerables”, como actualmente.
Para Fabeyro, la experiencia es “importante por motivos pedagógicos, porque ayuda a reforzar aprendizajes con algunas estrategias diferentes de enseñanza. Al ser grupos más pequeños, multigrado y de varias escuelas, habilitan a que el equipo tenga estrategias diversas, motivadoras, atravesadas por lo lúdico, recreativo, físico y artístico”, afirmó.
Según narró, para que determinadas escuelas hayan sido habilitadas a llevar adelante el programa tuvieron que presentar una propuesta que fue evaluada por un tribunal integrado por tres inspectores de la localidad. Algunos de los proyectos estuvieron dirigidos a institutos específicos y otros fueron sin ubicación.
Fabeyro explicó que en estos últimos casos sirvió de complemento para una de las estrategias que aplicaron este año: “A priori, definimos algunas escuelas y jardines de infantes que podían llevar la Escuela de Verano, porque tienen altas vulnerabilidades, porque el edificio invita a trabajar en verano, tienen buenos espacios techados, sombra, aulas grandes, salones multiuso, buenos comedores”. Asimismo, se incorporó a algunos docentes anotados en una bolsa, a los que les interesaba trabajar pero no tenían una propuesta específica.
Los alumnos que se inscribieron este año fueron más de 13.000, pero, como ejemplificó Fabeyro, este miércoles la asistencia llegó a 10.000 y, aunque la pandemia haya finalizado, la asistencia continúa siendo intermitente. Para la directora, en ello incide la distancia que deben recorrer algunos niños para llegar a la escuela, así como el clima y las actividades que se hacen por el hecho de que es verano. “Aun cuando la asistencia no es la ideal, la estrategia mantiene solidez: es necesaria, hay que mantenerla”, sostuvo. Afirmó además que “hay que revisar algunas cosas” y que para ello harán una “evaluación más rigurosa” del transcurso de este verano, a los efectos de identificar las debilidades y fortalezas de cada proyecto.
Una de las diferencias con el desarrollo del programa durante la pandemia es que ahora podrán retomar actividades acuáticas y salidas, como idas a piscinas municipales, clubes deportivos, plaza de deportes o el armado de piscinas en la propia escuela, además de recorridas. “La flexibilización del trabajo en equipo y la motivación constante son uno de los elementos más destacables. Uno ve que los niños están alegres, felices, distendidos, con un clima de confianza, lúdico, de mucho vínculo, de afecto”, resumió la directora de Primaria.
Pedagogía lúdica
Trabajar los valores, lo comunitario, la integración, los vínculos y la contención fueron algunas de las palabras que el equipo docente de la escuela 179 eligió para definir la particularidad de la Escuela de Verano. Algunos ese día no la llevaron, pero otros sí: las maestras y los profesores se pueden identificar porque tienen remeras iguales, con una imagen del mural de la escuela y el nombre de cada uno de ellos.
De forma unánime dijeron que prefieren esta modalidad a la tradicional. “A mí me encanta. Es más parecido a lo comunitario, más sostener a los niños, porque los padres también lo usan como una contención, ya que muchos trabajan, o por el tema de la alimentación”, dijo a la diaria Valeria Sosa, una de las maestras, que también es maestra comunitaria.
Mauro Silva, otro de los maestros, se detuvo en la motivación para elaborar el proyecto presentado, y señaló que se intentó “vincular el juego como una herramienta y, a su vez, como un disparador de aprendizajes un poco más profundos y significativos”. Sobre lo significativo de las instancias también habló la maestra Gimena Castro: “Es significativo por todo lo que pasa por el cuerpo, lo que implica jugar. Tiene otro significado para ellos, entonces, a partir de eso, se logra incorporar contenidos en lengua y matemática”. Por otro lado, hizo énfasis en el trabajo de la escucha, que consideró una “carencia que es difícil superar”.
Ambos maestros pensaron que a los niños les iba a costar más adaptarse a esta modalidad. Sin embargo, aseguraron que viene “fluyendo bastante bien”. De hecho, Silva destacó que entre las distintas edades y niveles se “apoyan” entre sí. “Es más cooperativo, porque se ayudan entre ellos”, complementó Castro.
El profesor de teatro y el de educación física están más acostumbrados a la dinámica: suelen hacer actividades en el patio y enfocarlas desde una perspectiva lúdica. Daniel Pereira, el profesor de teatro, explicó que trabaja “desde lo emocional y el cuerpo” y que, por lo tanto, “es muy fácil cumplir con todos los contenidos, porque es integrativo, trabaja la emoción, la creatividad, la capacidad narrativa”.
Además de resaltar la importancia de jugar, el profesor de educación física, Valentín Queiro, destacó “la experiencia y la vivencia de la escuela en otro entorno, en otro ámbito y en otro plan, porque no hay una exigencia de transmitir determinados contenidos. Si bien se enfoca en lengua y matemática, también se apuesta mucho al disfrute”, manifestó.
El disfrute
La maestra comunitaria explicó que las planificaciones diarias y semanales las hacen en conjunto y el hilo conductor es el proyecto presentado tiempo atrás. La temática de la primera semana de clase eran juegos cooperativos, en la segunda juegos tradicionales, en la cuarta de competencia y, por último, interactivos, por medio de las TIC.
Esta semana los niños estuvieron en contacto con el bingo, el balero, el cartero, el Martín Pescador y las cartas españolas. En algunos casos, armaron historias a partir de imágenes y las contaron en voz alta. Con las cartas jugaron a la conga, pero también escribieron las instrucciones e hicieron cuentas con los puntajes.
Vanesa, una de las niñas, prefirió mantenerse lejos de las cartas. Extrañaba la escuela a la que asistía durante el año. Se sentía incómoda, pero no sabía por qué, aunque tuviera amigas de la escuela de la que venía. Dijo que le gusta estar sentada, pero que ahí se corre, se juega, los niños se mueven. Sin embargo, el recreo lo disfruta y hace que otros compañeros también lo hagan: abre su espejo miniatura, saca un labial rosado y no sólo se pinta a ella sino también a quien le pida. También lo disfruta porque come la merienda que lleva y, para no perder la costumbre, lo que puede lo comparte.
A la legua, en el recreo y en el transcurso de las clases, se puede percibir el disfrute ingenuo y a la vez genuino de la niñez. Luongo manifestó que el equipo está contento de ser sede de una Escuela de Verano y que, ahora que ya arrancaron a serlo y que van “bien” y “el equipo de trabajo es muy lindo”, es probable que continúen con la experiencia en los siguientes años.
Mientras tanto, antes de que finalice enero tienen pensado hacer una muestra para los padres y otra de cierre, el 8 de febrero. Aunque aún no está totalmente planificado, planean hacer una piyamada y que al despertar, durante el desayuno, entre alguna que otra actividad, les muestren a las familias las fotos y videos de lo hecho a lo largo del mes.