Como ocurre en todo el mundo cuando se presentan los resultados de las Pruebas PISA, de inmediato se disparan análisis y se ensayan explicaciones, con especial foco en los desempeños educativos de los adolescentes a los que alcanza la prueba de conocimientos y competencias que pone el foco en tres áreas: matemática, lectura y ciencia. En el caso de Uruguay, los resultados marcaron una leve caída de puntaje en matemática, el mantenimiento en lectura y una leve mejora en ciencia en relación con la última medición, realizada en 2018.

Una parte del análisis refiere, justamente, a la evolución de los desempeños en esos cuatro años, que estuvieron atravesados ni más ni menos que por la pandemia de covid-19, que implicó una fuerte disrupción. A partir de esa situación, las autoridades de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, valoraron los resultados como una muy buena noticia. Da Silveira, de hecho, dio un paso más y planteó que una posible causa de la tendencia a la estabilidad de los resultados en Uruguay es la gestión de la pandemia que hizo el gobierno de la educación y, en concreto, la cantidad de días que los centros educativos estuvieron cerrados.

En diálogo con la diaria el profesor y exconsejero de Secundaria Martín Pasturino cuestionó la causalidad establecida por el ministro. Si bien dijo que existe “una asociación” entre los desempeños y el cierre de los locales escolares, “no es posible de ninguna manera decir que hay una causalidad”, algo que menciona el propio informe de PISA Uruguay. Como ejemplo, mencionó los casos de Suecia y Finlandia, que mantuvieron sus centros educativos durante toda la pandemia y, sin embargo, “tuvieron una caída grande” en puntaje en relación con anteriores mediciones. En suma, dijo que en Uruguay las escuelas estuvieron cerradas 99 días, pero en Chile y Argentina, donde también hubo estabilidad en los resultados, los centros educativos se cerraron “casi 200 días”.

Minutos después de conocerse los resultados, en la presentación realizada en la ANEP el oficial de Educación de Unicef Uruguay, Alejandro Retamoso, compartió sus reflexiones en un panel junto al presidente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), Javier Lasida, y Juan Gabito, integrante del Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP. Según planteó Retamoso, es “contrafactual” y, por lo tanto, no puede responderse “qué hubiera pasado sin covid-19”, a lo que se suma que no se conoce una tendencia entre la última medición, de 2018, y 2020. “Sí sabemos que el covid tiene que haber impactado en los aprendizajes”, dijo, y valoró que el sistema educativo uruguayo “logró amortiguar los impactos” de la pandemia, para lo que los dos factores principales fueron el desarrollo de Ceibal y el acotado cierre de escuelas.

En una línea similar, Lasida habló de la “resiliencia” del sistema educativo uruguayo frente a la covid-19 y coincidió en que “es una excelente noticia” que los resultados en las pruebas PISA hayan sido estables, en un contexto en el que, en promedio, los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico cayeron 15 puntos en matemáticas, diez en lectura y cuatro en ciencias.

Estancamiento

De todas formas, el presidente del Ineed planteó que, al mirar desde una perspectiva un poco más larga, es necesario hablar de “estancamiento” de los aprendizajes, que no registraron movimientos significativos en los últimos años. En el mismo sentido, Retamoso sostuvo que Uruguay “no ha registrado durante los últimos 15 años progresos muy significativos en términos de aprendizaje”. Al respecto, habló de una constante de la que dijo estar preocupado: cerca de la mitad de los estudiantes no logra las competencias mínimas de nivel 2 o más en las tres áreas de competencias y, en el otro extremo, los que alcanzan competencias de nivel 4 y 5 están entre 4% y 10%, dependiendo del área.

Por su parte, Pasturino señaló que al analizar el estancamiento de aprendizajes debe considerarse que desde que se realiza la medición en Uruguay la cobertura del sistema educativo ha ido en aumento. Según detalló, mientras que en 2002 75% de los jóvenes de 15 años estaban en el sistema, en 2018 llegó a 91% y en 2022 cayó levemente a 90,9%. Partiendo de la base de que quienes se han ido incorporando pertenecen en su mayoría a sectores más vulnerables de la sociedad, el exjerarca planteó que hubiera sido esperable una caída en los últimos años, lo que no ha ocurrido.

No obstante, uno de los puntos más negativos es que se mantienen las brechas de aprendizajes entre quienes están en los sectores socioeconómicos más altos –que muestran mejores resultados– y los de los sectores más bajos. Lasida calificó esa brecha de “enorme” y planteó que no es coherente con los indicadores de desigualdad que muestra Uruguay, en comparación con otros países que presentan mejores resultados. A modo de ejemplo, mencionó que somos el país que durante mucho tiempo presenta el mejor índice de Gini de los que participan en la medición internacional.

En tanto, Retamoso planteó que la desigualdad de aprendizajes “es el principal predictor de la desigualdad económica en el mediano y largo plazo” y dijo que es algo que “nos tiene que preocupar como sociedad”. Además, introdujo otros elementos que muestran tanto las pruebas PISA como otras mediciones del Ineed y que podrían explicar en parte los resultados. Según dijo, en 2018 Uruguay ocupaba el séptimo lugar entre los países cuyos estudiantes más faltaban a clase y el segundo entre los que más llegaban tarde. En suma, tenía el primer lugar en la percepción de los directores sobre las faltas de los docentes.

El especialista relacionó ese dato con el último informe del Ineed, que mostró que al iniciar el año lectivo la mitad de los centros educativos tenía al menos un grupo al que le faltaba un docente –dato que alcanzaba el 60% en UTU–, pero era apenas 12% en el sector privado. Por su parte, al finalizar el año, a una tercera parte de los centros le faltaba al menos un docente. “Sin ir a clase no se puede aprender”, sostuvo, y agregó que de por sí Uruguay ya tiene un promedio de días de clase bajo en comparación con otros países.

Motivación

Selva Pérez, exinspectora técnica de Primaria, compartió la preocupación sobre la brecha de aprendizajes y la relacionó con otro aspecto relevado por PISA, que mide la motivación de los adolescentes para asistir al centro educativo. En concreto, el porcentaje de estudiantes que consideró “una pérdida de tiempo” ir al liceo o a la UTU subió de 13% a 23% en los últimos cuatro años. Al respecto, entendió que se trata de “una señal muy fuerte para todos los adultos” que están en el sistema, que no están pudiendo dar respuesta a los jóvenes. Según valoró, en la sociedad actual se vive un incremento de la sensación de hostilidad, lo que también vinculó al trato que reciben los docentes y técnicos que trabajan en territorio por parte de las autoridades.

No obstante, reconoció que las autoridades de la ANEP parecen haber reconocido el esfuerzo realizado por los docentes durante la pandemia. En concreto, se refirió a declaraciones de la presidenta del Codicen, Virginia Cáceres, y la directora de Políticas Educativas del organismo, Adriana Aristimuño, quienes plantearon que con estos resultados “pareciera que no hubo pandemia”. Al respecto, Pérez analizó que detrás de quienes realizaron las pruebas el año pasado hubo un “esfuerzo mancomunado” de todo el sistema, ya que esos adolescentes también pasaron años atrás por primaria. En ese sentido, reivindicó que se trató de un proceso que trascendió a distintas administraciones, y si “no se notó la pandemia” quiere decir que la base que venía de antes fue valiosa, y allí se debe destacar el trabajo de los docentes y distintos técnicos del sistema.

No dan los números

Más allá de la tendencia a la estabilidad, con las distintas mediciones los puntajes uruguayos en matemática vienen en caída. Al respecto, Pasturino señaló que es un dato que debe preocupar, en particular porque la actual reforma curricular de la ANEP reduce la carga horaria de esa asignatura, tanto en el ciclo básico como en bachillerato. Según agregó, esto ocurre en un contexto en el que “la mayoría de los países están incrementando la carga de matemática”.

Por su parte, Pérez analizó que si bien en los últimos años se han hecho esfuerzos por mejorar la enseñanza y el aprendizaje de esa asignatura, estos siguen sin ser suficientes. En ese sentido, dijo que debe analizarse la formación de los docentes, la relación que se establece entre cómo forman a los estudiantes en primaria y la educación media, y también el vínculo que se establece con esa disciplina. La docente volvió a plantear la motivación como un aspecto importante para el aprendizaje y, según estableció, esta se logra haciendo que los estudiantes se hagan preguntas y, de esa manera, relacionen conceptos con ideas previas. Para eso, sostuvo, es clave contar con colectivos docentes que sean “escuchados, respetados” y que accedan a una buena formación.