En tiempos marcados por el conflicto de distintos colectivos de la educación contra acciones que está desarrollando el gobierno en distintas áreas del sistema educativo, la Vertiente Artiguista se propuso comenzar a pensar en prospectiva, en caso de que el Frente Amplio (FA) vuelva al gobierno nacional en el próximo período. Para ello, organizó una actividad en la que expusieron la docente y exdirectora Nacional de Educación Rosita Angelo, el exrector de la Universidad de la República Rodrigo Arocena, y el docente y exdirector ejecutivo del Instituto Nacional de Evaluación Educativa Pedro Ravela.

En diálogo con la diaria, Sebastián Valdez, coordinador del grupo de Educación de la Vertiente, explicó que con la asunción de la nueva dirección del sector “se reconfiguró” un grupo que a nivel nacional comenzó a reflexionar sobre educación. Mencionó que en el último congreso del sector se planteó que esa área debe ser prioritaria en un eventual próximo gobierno del FA. A modo de diagnóstico, desde la Vertiente Artiguista concluyeron que en los tres gobiernos del partido de izquierda se dio “una serie de transformaciones que necesarias”, principalmente a nivel de infraestructura, de “la valorización del rol docente” y de sostener las trayectorias educativas de los estudiantes. No obstante, analizaron que existió “una gran dificultad para tener un proyecto acordado en común” a partir del que luego negociar con los actores que son parte del sistema educativo para su concreción.

En suma, Valdez planteó que algunos actores del sector, como el senador Enrique Rubio, han planteado la necesidad de pensar la educación del país en vínculo con el modelo de desarrollo que se quiere promover, lo que es compartido por los demás militantes.

Precisamente, esa fue una de las principales líneas de Arocena durante la actividad “Desafíos y dificultades en educación para un eventual gobierno del FA en el próximo período”. El exrector, que fue referente programático en educación de la campaña de Daniel Martínez en las últimas elecciones, respondió directamente a la consigna de la actividad, y dijo que los desafíos serán principalmente dos. En primer lugar, Arocena habló de la necesidad de que el actual partido de oposición tenga “un proyecto orientador de transformación educativa en profundidad” y, en segundo término, “tener una vocación de reforma permanente”.

En ese sentido, dijo que una mayor calificación de los ciudadanos será clave para producir cuidando el medioambiente, para enfrentar la desigualdad o la desocupación. “No sé qué va a pasar con la inteligencia artificial, ya no es de mi época, pero estoy seguro de que la gente que no pueda seguir aprendiendo siempre va a quedar al costado del camino”, reflexionó. Al respecto, planteó que la “guerra fría” en la actualidad pasa por “dos grandes potencias capitalistas” que “tratan de aprovechar el conocimiento avanzado”, en alusión a Estados Unidos y China. El exrector se preguntó si “la perspectiva del mundo periférico será seguir dedicándose a explotar las ventajas comparativas estáticas”, es decir, “la riqueza de recursos naturales y los bajos salarios”. “¿Esa es nuestra inserción?”, se preguntó.

Según apuntó, “la idea de generalizar el acceso a la educación avanzada a lo largo de toda la vida en conexión con el trabajo es una cuestión de izquierda”. Arocena cuestionó la separación de la educación media entre secundaria y UTU y dijo que “la diferenciación entre trabajo manual y trabajo intelectual es una de las más desagradables disputas anacrónicas y malditas formas de establecer desigualdades entre los seres humanos”.

Al respecto, recordó que los liceos fueron pensados como “formación para las élites” y las escuelas técnicas como “la formación para que los que vayan a trabajar enfrenten en el desempleo y la ciudadanía la hagan votando y poca cosa más”. “¿No podemos salir de esa?”, cuestionó, y agregó que dicha lógica termina “reproduciendo la divisoria social en clases”.

Arocena consideró que cuando la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) estuvo más cerca de apuntar a borrar esa separación fue en los dos años en que José Seoane estuvo al frente del organismo. Sin embargo, recordó que en 2012 “lo sacaron y las instituciones de educación media que José se rompió el alma por impulsar quedaron colgadas del pincel”. El exrector insistió en que “si uno realmente quiere apuntar a la generalización de la enseñanza terciaria, entonces tiene que repensar la educación para que combine formación para el trabajo y formación para seguir estudiando”.

Para el exjerarca, “fue una vergüenza que se dijera que la educación pública estaba en crisis y retrocediendo” y, para ilustrarlo, acudió al indicador al que muchos apelan para plantear esa afirmación: la culminación de la educación media. Si bien señaló que dicho número sigue sin ser suficiente, dijo que durante los gobiernos del FA ese indicador fue en aumento. No obstante, consideró que el gobierno de José Mujica “no tenía proyecto y se puso tan nervioso que aceptó la idea de que la educación estaba en crisis”. Según dijo, por ello entendió que “había que hacer un acuerdo político para sacarlo de la crisis, con lo cual [Pedro] Bordaberry y [Jorge] Larrañaga se abrazaron en las primeras páginas de todos los diarios y la reacción comprensible del mundo gremial de la educación fue de enorme bronca”.

Formas de cambiar

Respecto a cómo generar cambios, Arocena señaló que su generación estaba convencida de que se lograban “de manera abrupta y estableciendo la planificación centralizada”. No obstante, dijo que ha aprendido que “eso no marcha”, pero en ese aprendizaje muchas veces se ha dejado de lado “la vocación de que en cada pelea hay que estar tratando de cambiar”: “Desde cómo se organiza el reparto del café hasta el armado del presupuesto”, reclamó.

Por su parte, remitió a la vieja discusión entre revolución y reforma, y dijo que en la primera “se hacía todo de un saque”, mientras que en la segunda “era seguro que se avanzaba, pero despacio”. “Bueno, ninguna de las dos cosas, pero lo que sí es viable es lo que llamaría la reforma permanente. Si uno tiene un proyecto, va intentando cambios, los cambios exitosos generan otros problemas, hay que hacer otros cambios, pero el asunto es tener la vocación de que vamos a pelear en todos los terrenos la reforma permanente”, propuso el exrector, y cuestionó que el Consejo Directivo Central de la ANEP haya descartado explícitamente hacer una reforma en el primer gobierno del FA, según consta en su memoria de la época.

Por su parte, Arocena cuestionó “con mucho respeto a otros compañeros que preconizan tener un plan”, ya que “eso no sirve”. “No hay planes, la sociedad va y viene, por suerte, hay diferentes lugares donde se pueden impulsar cambios, hay reacciones y esto es lo más importante: se abren vías inesperadas. Si uno viene con el plan en la cabeza en vez de un proyecto mucho más flexible, no se da cuenta de que se le abrió una vía enorme y suele pasar por delante de uno”, señaló.

En suma, Arocena consideró que si bien el consenso es necesario para la implementación de cambios duraderos, no es posible lograrlo desde el inicio, porque ello equivale a “empezar haciendo una casa poniendo el techo en el piso”. “Para que haya consenso tiene que haber propuestas fuertes, distintas. Columnas diferentes, y después, claro que hay que articular”, sostuvo.

Respecto a su participación en el comando de la última campaña presidencial, recordó que si bien notaba “una cortés indiferencia” entre los militantes cada vez que hablaba de combinar el liceo con la UTU, sí notaba que había acuerdo con la necesidad de “generalizar la educación terciaria”. Por su parte, con miras a las próximas elecciones, Arocena sostuvo que el actual gobierno “está favoreciendo y a la vez complicando al FA”. “Está haciendo menos difícil de lo que parecía el derrotarlo electoralmente y ha puesto una gran complicación, porque no nos damos cuenta de que el país que vamos a tener que manejar va a ser un país enormemente más complicado de lo que era en 2005. Hay tiempo, pero hay que tener un proyecto propio y hay que tener la vocación de reformar todo el tiempo; para eso hay que dar espacio a nuevas generaciones de militantes”, retomó.

De la escalera al laberinto

Por su parte, Ravela expuso una clasificación en cuatro tipos de estudiantes que transitan por el sistema educativo uruguayo. En uno de los grupos colocó a “un sector reducido de estudiantes que funcionan bien en este sistema, que llegan a la universidad con más o menos problemas y funcionan con el currículum anterior” o con el que propone la reforma curricular, con un enfoque de competencias.

En un segundo lugar, habló de los estudiantes “que sobreviven”, pese a que “no entienden mucho lo que pasa”. “Se las arreglan para zafar en los escritos, al final logran terminar y probablemente van a tener dificultades cuando entren a la universidad”, resumió.

En el tercer grupo dijo que están quienes “se quedan por el camino”, porque “no logran entender la dinámica”. “Van perdiendo y repitiendo a lo largo de la escolaridad y por eso hay más de un 50% que por ahora llega a la educación terciaria”, dijo.

Por su parte, en el último grupo colocó a los jóvenes “que están por fuera del problema” y “más o menos van al sistema educativo, pero están vinculados al mundo de la droga, de la delincuencia, gurises que están en otra y que los docentes no saben qué hacer con ellos”.

“A uno de los grupos le va a ir bien de cualquier manera y hay un grupo con el cual no sabemos qué hacer y probablemente el sistema educativo solo no pueda hacer mucho, porque necesita de otras políticas”, esbozó, y dijo que hay un mayor margen de incidencia sobre los dos grupos del medio.

Al respecto, Ravela consideró que “el problema central es cómo hacemos de la educación media una propuesta que conecte con los adolescentes” y que los motive, más allá de “sacar notas de suficiencia para zafar”. Para ello, dijo que es clave pensar una política que fortalezca el trabajo docente, algo de lo que no se ocupa la reforma que actualmente impulsa la ANEP. Según el docente, dicha reforma “no resuelve los problemas” y, por el contrario, “genera más dificultades para el docente”, aunque dijo que hay que “ver qué pasa con el correr del tiempo”.

“Necesitamos romper el esquema de que el trabajo docente es el que se organiza básicamente a partir de elegir horas e ir a dar puchitos de enseñanza en períodos de 40 minutos, recorriendo distintas aulas o distintas instituciones”, reclamó. En ese sentido, sostuvo que es necesario “remunerar lo que también ocurre fuera del aula”, por ejemplo, para planificar, corregir y generar instancias de acompañamiento con los estudiantes.

Según agregó, más allá de las necesarias figuras de educadores y otros profesionales, se hace imprescindible promover también otro tipo de vínculo entre los profesores y los alumnos. En suma, consideró que “hay muy poco espacio de intercambio profesional” y “de trabajo común”, ya que prima una lógica por la que “cada docente se las arregla como puede”.

En ese sentido, Ravela habló de “pensar en otros formatos educativos”. “Muchas veces damos por sentado que la política educativa implica sostener el esquema actual de ir a escuchar 40 minutos a un profesor, tomar nota, después rendir una prueba, lograr una calificación e ir pasando de un grado a otro como una escalera”, dijo, y, siguiendo a Antonio Grompone, propuso “pensar el sistema educativo más como un laberinto”.

A universalizar

A su turno, Angelo planteó que en un eventual gobierno del FA será clave “recuperar los procesos de universalización”, tanto en primera infancia como en la educación media, ya que “hoy están fragilizados”. Según dijo, uno de los mayores desafíos será retomar el abordaje del fenómeno educativo en un plano de “intersectorialidad”, es decir, no únicamente como responsabilidad de la ANEP sino también de otros organismos y políticas públicas. “Si yo toco el programa Uruguay Crece Contigo y toco el Sistema de Cuidados, en realidad fragilizo la posibilidad de acceso a la educación para primera infancia de una cantidad de actores”, ilustró.

La exjerarca planteó la necesidad de construir consensos en la importancia de que los centros de educación media cuenten con “equipos de mediación y de resolución de conflictos”. En suma, dijo que será clave pensar en una política articulada de acreditación de saberes, no sólo para la culminación de ciclos sino también para el ingreso a las instituciones terciarias. Angelo dijo que, además, es necesario repensar la educación policial y militar para que, entre otras cosas, tengan un mayor vínculo con los derechos humanos.

Por su parte, habló de que será importante “pensar en figuras que permitan la articulación de la educación terciaria superior universitaria y no universitaria”, lo que, por ejemplo, permitirá “destrabar la formación universitaria en educación”. Además, Angelo planteó que los espacios de educación no formal “tienen que volver a ser puestos sobre la mesa”. Según contó, incluyen la educación en arte, la formación en oficios, espacios públicos, privados y de organizaciones de la sociedad civil y, por lo tanto, hay que “volver a pensar cómo desde el Estado miramos y articulamos la educación no formal y reconocemos esos trayectos dentro de la educación pública”.