Hace tiempo que escuchamos hablar sobre las competencias en la educación. Cada vez que vuelve el tema, se fijan posiciones y se cavan trincheras. La conversación es desordenada, falta diálogo y entendimiento compartido para decidir qué pasos daremos en este sentido, porque el sentido de las competencias puede ser discutido, pero la incompetencia no es un objetivo.
En un clima de enfrentamiento, se habla de las competencias utilizando eufemismos que resultan imprecisos y distraen la atención de expectativas legítimas, concretas e inmediatas que tenemos sobre la educación. Fundamentalmente, nos distrae del interés por los resultados.
Educar y aprender lleva un considerable esfuerzo. ¿Qué resulta de ello, más allá de recibir y contener información?, ¿qué esperamos que suceda? Esperamos lograr una satisfacción interna, comprender cosas que no comprendemos, entender el mundo y desde esta seguridad salir al exterior, desenvolvernos en distintos planos de la vida, proveernos el sustento y desarrollar nuestra existencia social. En esto esperamos ser competentes e involucrar los conocimientos que resultan de tantos esfuerzos. Pero volvamos a la pregunta inicial: ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de competencias? En simple español, la competencia es “incumbencia”; es definir algo que nos incumbe y de lo que podemos hacernos cargo; es -dirá la Real Academia-: “Pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado”.
Si queremos pensar el concepto en términos educativos, como algo a incluir entre las cosas que pretendemos enseñar y que esperamos que se aprendan, necesitaremos complejizarlo, al menos definir sus partes e interacciones. Diremos, entonces, que ser competente en algo es articular conocimientos, aptitudes y actitudes, para cumplir una función productiva identificada (producir algo específico, necesario), atendiendo a requisitos de calidad y eficiencia (Lamas y Pérez, 2023).
Con frecuencia, en una discusión polarizada, se argumenta que el enfoque en las competencias pretende desplazar el interés en los contenidos y en el saber. Pero la competencia requiere el saber, tanto específico como general, al que agrega la aptitud y la actitud para vincular este saber a experiencias concretas que se nos presentan y sobre las que queremos intervenir
Siempre que realizamos algo, en nuestra vida cotidiana, explícita o implícitamente atendemos a criterios de calidad; no todo resultado nos da igual, y el uso de los recursos (particularmente el tiempo que nos lleva hacer lo que queremos o necesitamos) cuenta entre nuestras valoraciones. Las realizaciones en el ámbito educativo, no escapan a esta regla.
Tampoco los contenidos escapan de las competencias. Con frecuencia, en una discusión polarizada, se argumenta que el enfoque en las competencias pretende desplazar el interés en los contenidos y en el saber. Pero la competencia requiere el saber, tanto específico como general, al que agrega la aptitud y la actitud para vincular este saber a experiencias concretas que se nos presentan y sobre las que queremos intervenir. Saberes, aptitudes y actitudes no son elementos volátiles e inconexos, por el contrario, conforman un conjunto de contenidos que hacen a nuestra experiencia.
Incluso el desarrollo de una disciplina, una asignatura o unidad curricular, aparte del dominio de temas específicos, supone que finalmente las personas puedan comunicarse con claridad respecto de estos temas, organizarse para abordarlos en equipo, afrontar individualmente sus desafíos e identificar prejuicios que son parte del estado del arte de cada materia.
Desde nuestro punto de vista, el desafío para la educación es definir a qué competencias prestar atención, cuándo y para quiénes, y definirlas con un sentido estratégico, que procure extender su relevancia en espacio y tiempo. No limitarse a competencias propias de una disciplina o ámbito profesional que, probablemente, cambiarán en el transcurso de la vida de las personas, sino, justamente, desarrollar competencias que sean puentes para atravesar estos cambios.
En nuestra experiencia, tras varios años de apoyar el desarrollo de competencias técnico profesionales en distintas carreras universitarias, movimos el foco de atención a las competencias transversales, aquellas que esperamos que los estudiantes, independientemente de su orientación, desarrollen en cualquier campo por igual. Competencias necesarias tanto para la vida profesional como social, que trascienden una disciplina o ámbito profesional.
Desde 2020, discutimos y reflexionamos con un número importante de docentes sobre ellas, indagamos cómo las entendían y reconocían en sus estudiantes, y logramos acuerdos conceptuales para iniciar un proceso de experimentación. Encontramos cuatro competencias fundamentales en las que enfocarnos: Comunicación, Trabajo en Equipo, Autorregulación del Aprendizaje y Pensamiento Crítico.
El desafío fue organizar ideas fundamentales sobre cada una, acordar un punto de partida claro para experimentarlas. El interés de los docentes en esta conversación fue clave. Acordar definiciones implicó un proceso largo de discusión, pero necesario. Hoy, nociones simples, claras y asequibles, dan buenos resultados.
La Comunicación, pensada hoy como competencia, supone discriminar las cualidades de cada medio de comunicación, considerando la variedad de posibilidades que agregan las tecnologías digitales, y el público al que nos dirigimos en cada momento, y gestionar el pasaje entre unos y otros. El trabajo en equipo (con frecuencia limitado a la mera agrupación de personas y distribución de tareas para trabajar menos) comienza, en cambio, por la comprensión compartida sobre una determinada situación o problema, sobre la necesidad de intervenir y la forma en que debe hacerse, el reconocimiento del potencial del equipo y el acuerdo en la distribución de tareas.
Como competencia la autorregulación del aprendizaje no es simplemente gestionar tiempos, es reconocer sentimientos, pensamientos y acciones que intervienen en el proceso de aprender. Dar espacio a la metacognición, identificar las dificultades de nuestro entendimiento. Reconocer y manejar estados de motivación y frustración que naturalmente se alternan en un proceso de aprendizaje. Ser protagonistas de este proceso. Definir acciones y conductas que nos permiten avanzar frente a situaciones concretas: fijar metas, valorar logros parciales y fijar nuevas metas.
Pensar en forma crítica, finalmente, no es un ejercicio de reflexión filosófica alejada de las circunstancias y necesidades inmediatas, una crítica o conflicto con lo exterior, sino, en primer lugar, es ir hacia nosotros mismos; preguntarnos por qué creemos lo que creemos. Asumir nuestras creencias y prejuicios, y reconocer las cosas que hemos creado en base a estas ideas, replantearnos su acierto y desde ahí, tomar nuevas decisiones, fundadas.
Estas ideas, son una base para pensar las competencias transversales; desde aquí, distintos actores y contextos agregan elementos particulares que enriquecen su enfoque.
Estas cuatro competencias van más allá de permitir una trayectoria educativa y profesional. Son claves para el desenvolvimiento a lo largo de la vida. Son puente entre experiencias sociales que se suceden, incluido el tránsito por distintos niveles de la educación, donde las circunstancias de aprendizaje cambian, las disciplinas y la forma en que se desarrollan, incluso los docentes cambian, pero el desafío de comunicarse y trabajar con otros, regular el propio aprendizaje y desarrollar el pensamiento crítico, permanece.
Y serán puente, luego, en la experiencia profesional, donde los contenidos disciplinares y técnicos de las profesiones evolucionarán, y con ellos las condiciones de trabajo, pero las competencias básicas que hemos señalado, para vincularnos con otras personas, en otros contextos y con nuevos objetos de estudio, seguirán vigentes.
Finalmente, son competencias fundamentales para desarrollar la convivencia y la tolerancia, al tiempo que afrontamos nuevas épocas con nuevos retos. Esto es algo en lo que también podríamos pensar, cuando hablamos de competencias.
Martín Pérez y Claudia Lamas trabajan en la Universidad Tecnológica (UTEC) en temáticas de diseño curricular, evaluación de competencias e investigación.
Referencias bibliográficas
Lamas, C. y Pérez M. (2023), Competencias Transversales en la enseñanza. Pautas para desarrollar la comunicación, el trabajo en equipo, la autorregulación del aprendizaje y el pensamiento crítico en la enseñanza media y universitaria, Santillana, Uruguay.