“En Uruguay el rol del psicopedagogo surgió muy asociado a la atención de las dificultades de aprendizaje, no en la escuela sino en contextos clínicos, de hospitales, pero progresivamente ha ido abarcando nuevas áreas y hoy los licenciados están preparados para trabajar en contextos educativos”, aseguró a la diaria Alejandra Balbi, presidenta de la Asociación Uruguaya de Psicopedagogía.
A pesar de la preparación, Balbi manifestó que la inserción en los centros educativos públicos, tanto en primaria como en secundaria, pero particularmente en primaria, es escasa, por no decir nula.
En los inicios, su rol se vinculaba con la atención del “problema” una vez que ya estaba “instaurado y cuando, en general, es más grave y tiene otras consecuencias”. De acuerdo con Balbi, con la extensión de la formación y el abordaje de los espacios educativos, se agregó a la preparación el trabajo de “prevención” para los contextos de “enseñanza y aprendizaje”, de tal forma que el psicopedagogo pueda trabajar junto al docente para “que se den las mejores condiciones para que no se produzca ese problema de aprendizaje”.
Aunque haya habido avances a nivel formativo, la enseñanza de la psicopedagogía es exclusiva del sector privado desde finales de la década del 90. Desde ese mismo momento, según Balbi, existen “la demanda y la necesidad” de que también haya formación a nivel público tanto a través de la Universidad de la República como del Consejo de Formación en Educación.
“Cuando queremos cuestionar por qué no hay demanda [en la enseñanza pública], decimos que si lo demandaran no daríamos abasto. Si todos estamos ocupados, primero hay que tener la formación, es súper importante y un pendiente para desarrollar”, manifestó Balbi.
De acuerdo a la psicopedagoga, los egresados reconocidos por el Ministerio de Educación y Cultura son alrededor de 350, que se formaron desde que se inició la carrera en 1996 en el Instituto Universitario Cediiap y luego con la incorporación, en 2006, en la Universidad Católica del Uruguay, donde Balbi actualmente también es docente. Balbi fue una de las primeras egresadas y “enseguida”, en el año 2000, creó junto a otros colegas la Asociación Uruguaya de Psicopedagogía, que cuenta con alrededor de 200 asociados.
Contó que se encargan, más que nada, de la “formación profesional luego de que egresan”, por lo que hacen “supervisiones profesionales gratuitas, jornadas de formación profesional, seminarios, jornadas puntuales”. De acuerdo con Balbi, se centran en la formación porque desde antes de recibir el título tienen mucha demanda, entonces “empiezan a trabajar pero tienen pocas oportunidades de seguir profesionalizándose”.
Dijo que desde la creación de la asociación no han tenido instancias de diálogo con las autoridades de turno para reclamar la creación de una formación pública. Aun así, recordó que la expresidenta Gabriela Garibaldi fue la coordinadora del Departamento Integral del Estudiante del Consejo de Educación Secundaria y desde allí “hubo mucho impulso a la psicopedagogía”.
Las diferencias
En secundaria, justamente, han tenido algunas “iniciativas aisladas”. Balbi contó que han tenido presencia en los programas de “Aulas Comunitarias, que son para apoyar adolescentes que por alguna razón no han podido continuar el ciclo educativo y lógicamente tienen alguna dificultad de aprendizaje”.
A nivel de primaria, afirmó, si bien rompieron “el vacío total” y ha habido algunos llamados a equipos multidisciplinarios en los que el psicopedagogo es uno de los integrantes, su presencia “es muy escasa”. En el ámbito educativo privado, en cambio, señaló que “no es raro encontrar en el equipo” a un psicopedagogo y, en comparación con el público, “es mucho mayor”.
Consultada por las razones que le adjudica a la falta de oportunidades para trabajar en los centros educativos públicos, en particular en primaria, señaló que las maestras han tenido “más formación en dificultades de aprendizaje” o tienen la “predisposición” para abordar esas situaciones durante las clases “como parte de su trabajo”. En secundaria, sin embargo, consideró que “el docente tiene más predisposición a enseñar su asignatura y si le decís que algún estudiante tiene alguna dificultad lo siente más ajeno, entonces, está más abierto o reclama más un psicopedagogo”.
Balbi explicó las diferencias entre la formación de los psicopedagogos y la de los maestros. “La formación del psicopedagogo tiene un lugar distinto porque plantea un enfoque más integral y sistémico, tiene herramientas para entender procesos más ligados al desarrollo neuropsicológico y psicoafectivo”, dijo. En consecuencia, afianzó que el psicopedagogo “puede mirar el problema de aprendizaje desde un contexto más sistémico y tiene herramientas para orientar a la familia, trabajar junto al docente –esto es muy importante porque está acostumbrado a actuar en solitario–, entonces, construye una alianza de cooperación para enfrentar el problema juntos y atender la diversidad, aceptarla”.
Por último, remarcó que uno de los roles fundamentales del psicopedagogo, que, además, se diferencia del de maestro, es el de trabajar en la prevención e incluso en “la detección temprana”. “Cómo anticiparnos desde la enseñanza a lo que ya sabemos que son problemas comunes para que [el niño] prevenga la mayor cantidad de dificultad de aprendizaje”, esbozó. Resaltó, por otro lado, que para quienes tienen “dificultad muy severa y marcada” el trabajo del psicopedagogo “no va a evitar” estos problemas, pero sí va a mitigarlos.