En las postrimerías del siglo XX, el entonces director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, solicitó a Edgar Morin una contribución a la reflexión sobre cómo educar para un futuro sostenible. El resultado fue un texto que expone problemas capitales −siete saberes “fundamentales”− que la educación debería tratar en cualquier sociedad y cultura.

Así nació esta obra formidable, una referencia para quienes laboran por la construcción de un mundo mejor: Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.

En el prólogo de esta obra, Mayor Zaragoza realiza un llamamiento a “trabajar para construir un futuro viable”. Allí señala que, para ello, “uno de los desafíos más difíciles será el de modificar nuestro pensamiento de manera que enfrente la complejidad creciente, la rapidez de los cambios y lo imprevisible que caracterizan nuestro mundo”. En 2021, celebrando los 100 años de vida del gran pensador, la Unesco reeditó en español esta obra, en cuyo prefacio la actual directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, subraya que “las lecciones de este libro, de alcance universal, siguen vigentes hoy en día”. Y más adelante sostiene que: “La educación es el medio más idóneo para lograr un mundo mejor y más compartido cuando consigue ser una educación para el futuro, es decir, cuando la cuestionamos, la meditamos, la proyectamos juntos, siguiendo el ejemplo de Edgar Morin”.

Precisamente, es en clave de futuro que la Cátedra Unesco de Transformaciones Sociales y Condición Humana de la Universidad Claeh organizó un ciclo de conversatorios, que quedó disponible en Youtube. Para ello convocó a relevantes personalidades de distintos ámbitos de actuación, para explorar qué ha pasado con los saberes propuestos por Morin como necesarios para “el futuro” de aquel comienzo de milenio, 25 años después de sus recomendaciones, en contextos tan diferentes social, tecnológica y culturalmente.

Para el lanzamiento del ciclo se realizó un evento internacional, con un mensaje especial de Mayor Zaragoza, actual presidente de la Fundación Cultura de Paz. En diálogo con Luis Carrizo, coordinador de la Cátedra Unesco, y María Dibarboure, algunos protagonistas del proceso de elaboración de esta obra compartieron sus testimonios y valoraron su vigencia: Gustavo López Ospina, director del proyecto “Educación para un futuro sostenible” de Unesco (1995-1999); Nelson Vallejo-Gómez, encargado en 1998 por Unesco para conducir la consulta internacional sobre sus contenidos; y Ana Sánchez, estudiosa de la epistemología de Morin y traductora de su obra al castellano.

En su mensaje inaugural, Mayor Zaragoza consideró que Morin aún sigue inspirándonos con “esa nueva vía, una nueva vida”. Enfatizó que ha llegado el momento de actuar: ya no podemos ser más espectadores, sino dirigentes actores a escala internacional. A través de los saberes de Morin debemos recordar el llamado del filósofo Horacio: sapere aude, atrevernos a saber, para luego saber atrevernos. Mayor Zaragoza invocó la creación de las Naciones Unidas, hace 78 años, subrayó la importancia del multilateralismo y la necesidad creciente de construcción de paz. Para celebrar los 25 años de la Declaración de una Cultura de Paz y la de Los siete saberes, propuso sustituir la máxima latina si vis pacem para bellum (si quieres la paz, prepara la guerra) por si vis pacem para verbum: si quieres la paz, prepara la palabra.

A su turno, López Ospina propuso una contextualización histórica del momento en que nació la obra de Morin. Recordó la época en que las celebraciones del 50 aniversario de la creación de las Naciones Unidas colocaban sobre la mesa tanto las esperanzas en el futuro como las preocupaciones que desvelaban a pueblos y dirigentes. Así, hizo mención de cuatro cumbres realizadas en la primera mitad de los años 90 para abordar temas cruciales: educación, niñez, medioambiente, población y desarrollo. Considerando que la educación debía ser una estrategia transversal más que sectorial, las Naciones Unidas le encomendaron a Unesco el liderazgo para elaborar un texto de referencia que pudiera dar cuenta de cuatro desafíos que emergían y se consolidarían con el nuevo siglo: la anticipación, la complejidad, la globalidad y la incertidumbre.

Como referencia previa a la elaboración de Los siete saberes, López Ospina recordó el informe mundial “La educación encierra un tesoro”, de 1994, y las jornadas temáticas promovidas en 1998 por el ministro de Educación de Francia Claude Allegre bajo el título “Religar los conocimientos” y presididas por Morin, en busca de superar la dominante fragmentación de saberes. En ese marco, la Unesco le solicitó a Morin la elaboración de esta obra que hoy celebramos en sus 25 años.

Por su parte, Vallejo-Gómez ofreció un panorama de las obras del propio autor que habían ya colocado ciertos pilares para lo que sería la elaboración de Los siete saberes. Así, recordó El método, El paradigma perdido, Ciencia con conciencia y Tierra-Patria. Sin embargo, según planteó, la arqueología de Los siete saberes tiene su comienzo en las jornadas temáticas “Unir los conocimientos”, donde Morin propuso el pensamiento complejo como “un modo de pensar que permite aprehender de manera integral el texto y el contexto, el ser y su entorno, lo local y lo global, lo multidimensional”.

Si bien Los siete saberes fue un texto internacional desde sus inicios, en opinión de Vallejo, fue a partir de esta obra que se consolidó en Francia la noción de interdisciplinariedad desde el punto de vista pedagógico, así como la instauración de una base común de conocimientos, competencias, culturas y habilidades en la enseñanza pública obligatoria. La obra propone una reforma paradigmática del pensamiento, que la educación debe instaurar en sus planes y prácticas, y en su intervención Vallejo analiza los distintos componentes que deberían estar presentes en esta labor. Las grandes preguntas existenciales –¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?– encuentran una renovada manera de ser concebidas gracias a las claves presentes en Los siete saberes. Vallejo señala que ha diseñado estrategias para poner en relación las ecologías del pensar, de la acción y del ser: una tríada pedagógica en enfoque de complejidad.

Finalmente, Sánchez ofreció una semblanza del autor y de su obra, ambas dimensiones íntimamente ligadas en el devenir de su pensamiento. En su intervención, en calidad de epistemóloga y traductora de una obra singular, subrayó la riqueza de conceptos nuevos, embebidos en neologismos y palabras multidimensionales, que han resultado un desafío para la traducción, pero más aún para la comprensión compleja de la propuesta del autor, a partir de la teoría de sistemas.

Sánchez transitó por conceptos clave que son pilares de su obra, como bucle, contradicción, antirreduccionismo, emergencia, dialógica, incertidumbre o ecología de la acción. Además, recordó su propia participación elaborando el epílogo para el libro de Edgar Morin Réveillons-nous! (¡Despertemos!) y señaló que “la nueva política humanista tenderá a despertar las mentes resignadas”.

Así fue: un lanzamiento de lujo para un ciclo de celebraciones que, por si algo faltaba, también contó con el beneplácito del propio Edgar Morin, quien a sus 103 años de vida activa acompañó esta iniciativa con todo entusiasmo.

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