El Programa Uruguay Innova, presentado en el marco de la Ley de Presupuesto, busca impulsar el desarrollo nacional. En su documento de presentación, el programa subraya una necesidad crítica: en un contexto de “estancamiento del crecimiento económico […] sustentado en la expansión de los factores productivos tradicionales, se vuelve imprescindible la incorporación sistemática de ciencia, tecnología e innovación como motores de desarrollo”. El argumento central es que “la innovación y la transferencia de conocimiento se configuran como motores estratégicos para diversificar la estructura productiva, incrementar la productividad y garantizar un desarrollo sostenible e inclusivo”.

En este sentido, el programa hace foco en la urgencia de generar innovación en el ámbito productivo.

¿Uruguay es innovador? Un cambio cultural pendiente

La pregunta inmediata es si Uruguay tiene una tradición innovadora. Lo cierto es que, históricamente, el país ha sido más bien conservador, con una economía basada en la exportación de materias primas. Los dueños del capital, a menudo, no encuentran incentivos para innovar, dado que los márgenes de renta individual obtenidos por vías tradicionales no lo justifican.

Sin embargo, el Estado uruguayo sí tuvo un rol históricamente innovador en el pasado. Bajo la presidencia de José Batlle y Ordóñez se impulsaron diversas reformas pioneras en la región, entre otras reformas vinculadas a la industria, al régimen laboral o al sistema educativo.

Hoy la situación es distinta. El Estado no se propone misiones como la de generar el combustible nacional que impulsó Batlle. Pretender que esta cultura despegue desde un gobierno con recursos limitados y un sector productivo que no la demanda activamente resulta, cuanto menos, ingenuo. Por lo tanto, es necesario comprender la magnitud del desafío: lo que se propone es un cambio cultural profundo.

Un actor clave en la generación de conocimiento

Para que la construcción de esta cultura de innovación se concrete no basta con la legislación; es preciso comprometer a los actores involucrados con la causa, y aquí nos preguntamos quiénes son esos actores. La innovación es la aplicación del conocimiento ya generado, pero ¿dónde se genera ese conocimiento?

En Uruguay, en particular, el 80% del conocimiento se genera en la Universidad de la República (Udelar), por lo tanto entendemos que es un actor al que se debe comprometer y tener en cuenta en este camino de generar cultura innovadora. Sólo como ejemplo está el trabajo realizado por el grupo de hormigón estructural de la Facultad de Ingeniería de la Udelar. Es un ejemplo de generación de conocimiento, concatenada con la aplicación.

Gobernanza, definición y tipos de innovación

Varios de los artículos del proyecto de ley de presupuesto aspiran a sentar las bases para una estructura de orientación política y gobernanza del sistema de innovación. Esta iniciativa es bienvenida, considerando que llevamos años sin una dirección clara –el Plan Estratégico Nacional de Ciencia y Tecnología (Pencti) vigente data de 2010– y se busca fortalecer el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología.

No obstante, surgen interrogantes fundamentales: ¿qué es, en concreto, el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología? ¿Qué significa realmente innovación en este contexto? Es crucial dotar a estas palabras de contenido preciso y delimitar su alcance.

¿Qué tipo de innovación buscamos?

Existen diversos tipos de innovación con proyecciones muy diferentes, entre ellas:

  • Innovación en aplicaciones: generación de startups que emplean profesionales calificados y a menudo son vendidas a grandes empresas de software.

  • Desarrollos productivos: tecnología para el agro, la industria o la producción de nuevos productos a partir de recursos propios (como la biomasa) o subproductos que hoy se venden a muy bajo valor (como los huesos de la industria frigorífica).

  • Innovación en organismos públicos y empresas: traccionada por el Estado o empresas que hacen explícitas sus necesidades, generando innovación en la gestión o en valor agregado con una repercusión económica y social que abarque a muchos uruguayos.

En cualquiera caso, para medir qué tan oportuno es un proyecto debemos preguntarnos si las medidas que propone son generadoras de comunidad. ¿Actúa la innovación como factor aglutinante de un nosotros cada vez más amenazado por el discurso individualista de los bancos financiadores?

Para que la construcción de esta cultura de innovación se concrete no basta con la legislación; es preciso comprometer a los actores involucrados con la causa.

Dos caminos para la política: diseño cerrado versus diálogo colectivo

Para definir la estrategia, se abren dos caminos principales:

  1. Diseño cerrado, que implica convocar a diseñadores de políticas y armar un plan a puertas cerradas.

  2. Diálogo colectivo, consistente en involucrar a las instituciones que tienen el know-how y la trayectoria.

El primer camino se ha justificado en la necesidad de evitar la “eternización” en discusiones estériles y luchas de poder. Sin embargo, el resultado es, a menudo, un diseño sin el compromiso de los pocos actores relevantes, concentrados en universidades, institutos de investigación y parques tecnológicos. Más aún, esta vía deja por fuera a las universidades públicas, que tienen como algunos de sus mandatos legales la contribución al estudio de los problemas de interés general –es el caso de la Udelar– y al desarrollo sustentable –es el caso de la Universidad Tecnológica–.

Lo que se debería hacer es interpelarlas y pedirles que aporten su conocimiento y pongan a sus cuadros a reflexionar sobre qué innovación pueden promover. Las instituciones públicas son financiadas por toda la sociedad y es su deber contribuir en estos temas.

El segundo camino puede ser más complejo, implica convocar a estos actores con oficio, ponerlos a trabajar, en conjunto con otros actores del lado de la demanda, como empresas, trabajadores, ministerios, actores de la educación, en cómo se podría avanzar hacia la innovación en diversas áreas, con plazos concretos. Es la vía para sumar el conocimiento y la reflexión colectiva, lo que llevaría a una propuesta robusta y con un compromiso amplio. La presunción de cooptación, que justifica el camino cerrado, debería ser sustituida por el diálogo honesto. Es urgente interpelar a las instituciones para que definan su rol en torno a la innovación.

Por último, es imprescindible contar con criterios que permitan caracterizar el valor de la innovación, entre ellos, sin perjuicio de otros que deberemos proponer. ¿Genera trabajo de calidad? ¿Produce inversión de largo plazo? ¿Contribuye a reducir la grieta social? ¿Contribuye a preservar el ambiente?

Es tan falso el refrán de que “todo tiempo pasado fue mejor” como el que la moda actual nos lleva inevitablemente al éxito. Uruguayos: es hora de reflexionar sobre el rol de la innovación y sus efectos en la sociedad.

Soledad Gutiérrez y Elena Castelló son docentes de la Facultad de Ingeniería (Udelar). Gutiérrez es también representante de la Udelar en el Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología (Conicyt).