Una elección especial.
Lo que la hace especial no es tanto que sea por un período complementario de rectorado, sino el contexto en que se inscribe. A nivel nacional, se inicia un nuevo período de gobierno que deberá vérselas con viejos y nuevos desafíos sociales, económicos y culturales. A nivel internacional, asistimos a transformaciones cuyo alcance aún no podemos prever. En el cruce de ambas escalas, la educación, la cultura y el conocimiento están llamados a jugar un papel esencial para aportar bases sólidas a la construcción de una sociedad más justa, democrática y sustentable. La Universidad de la República (Udelar) llega a esta instancia de elección fortalecida por su importante crecimiento y transformación de las últimas décadas, pero a la vez tensionada por una serie de problemas que se han acumulado con los años. Estos problemas se agudizan cuando, como en el tiempo reciente, se sufren períodos de desinversión que afectan las condiciones de estudio y trabajo y comprometen líneas y programas de desarrollo académico. ¿Dónde poner el énfasis?
Los problemas internos y la proyección social de la Universidad.
Los problemas internos son numerosos y requieren ser atendidos, muchos de ellos de inmediato. Planteamos que lo que debe articular el abordaje de estos problemas es una sólida propuesta de desarrollo académico, políticas concretas que atiendan a modificar desigualdades y precarizaciones internas, así como una fuerte proyección social de la Universidad. La ubicación de la problemática universitaria en relación con los grandes temas y problemas de nuestra sociedad, la mejora de su articulación con el sistema educativo, el ecosistema de ciencia e innovación, el sector artístico y cultural y el sistema de salud, por ejemplo, ordena el abordaje de los problemas internos desde una visión estratégica.
Sistema Nacional de Educación Pública.
La educación es el encuentro democrático en torno a la transmisión y recreación de la cultura y el conocimiento. Es una actividad social que enlaza el desarrollo singular con el colectivo, dando arraigo a la convivencia comunitaria y bases firmes a futuros donde nadie quede afuera. La educación es un derecho. Sin embargo, es un derecho que muchos/as jóvenes de nuestro país no tienen las posibilidades de realizar. Las instituciones públicas a cargo de la educación en todos sus niveles tenemos la responsabilidad de trabajar en conjunto y de avanzar en la conformación de un verdadero Sistema Nacional de Educación Pública donde cada una aporte desde su especificidad trabajando de manera coordinada para brindar acceso a toda la población, más allá de su condición social o ubicación geográfica. Esta tarea implica el diálogo entre las instituciones referentes, con vistas al establecimiento de una visión estratégica compartida, a la fijación de objetivos de largo, mediano y corto plazo, y a la concreción de acciones (partiendo de los ricos antecedentes existentes). Una lista parcial de temas en los que se podría avanzar incluye la protección de trayectorias, la ampliación de la oferta de formación terciaria, el apoyo al proceso de conformación de una Universidad de la Educación, la creación de un sistema de reconocimiento de créditos que fomente la movilidad horizontal y vertical, programas de investigación y extensión conjuntos, y profundizar la coordinación en territorios, con iniciativas como la conformación de campus conjuntos en distintas localidades del país (como el ya existente en Rivera).
La Universidad, los problemas sociales y los desafíos del país.
Nuestro país enfrenta un conjunto combinado de desafíos. A los problemas estructurales ligados al lugar que ocupa Uruguay en la división internacional del trabajo se suman los problemas nuevos de una coyuntura internacional de gran incertidumbre y cambios profundos en la globalización económica, sus instituciones, reglas y correlaciones de fuerzas entre potencias. La crisis ecológica (cada vez más grave), los cambios en el mundo del trabajo, las desigualdades y la estructura demográfica de nuestro país suman elementos a una coyuntura local que plantea un conjunto de desafíos que exigen, para su abordaje, el aporte activo de la Universidad. Temas como la infantilización de la pobreza, la producción pensada conjuntamente con la problemática ambiental y la cuestión energética, los cambios en el mundo del trabajo y la pérdida de fuentes laborales, la desaparición de pequeñas unidades productivas y familiares en el medio rural, el papel de las pequeñas y medianas empresas y cooperativas, los derechos humanos, la convivencia social, la salud mental, entre muchos otros, requieren el aporte de la Udelar como parte de una cooperación más amplia. Es necesario establecer una estrategia para organizarlos en una agenda de temas interconectados, aprovechando las capacidades de investigación y extensión de la Udelar.
¿Se pueden realizar cambios organizativos del cogobierno sin cambiar la Ley Orgánica?
Sí. Ya se han realizado, y es necesario realizar otros, profundos. En la actualidad existen grandes asimetrías que implican que una cantidad importante de estudiantes, docentes y egresados no tienen plena participación en los ámbitos de cogobierno universitario. Mientras que algunas facultades tienen voto en el Consejo Directivo Central (CDC) y representación en la Asamblea General del Claustro (AGC), otras participan en la AGC, pero en el CDC están presentes con voz y sin voto, otros servicios tienen mecanismos internos de cogobierno, pero no tienen línea de representación ni en el CDC ni en la AGC, y, por último, hay también reparticiones cuyos integrantes directamente no participan en el cogobierno. Es necesario llegar a acuerdos que permitan cambiar de manera radical esta situación, de forma que ningún servicio quede excluido de las decisiones y, al mismo tiempo, que se mantenga el equilibrio respecto de la representación de los órdenes. En muchos casos las limitaciones provienen de la dificultad de conseguir esos acuerdos, más que de la Ley Orgánica, que permite cambios internos cuyos límites aún no se han explorado plenamente.
Los problemas de tamaño, complejidad y gestión participativa.
La amplia participación y democracia interna no pueden ser contrapuestas con una planificación y gestión eficientes. Se ha señalado muchas veces las dificultades de gestionar una institución de las dimensiones de la Udelar. Sin embargo, hay en el mundo organizaciones mucho más grandes que logran una gestión eficiente. Una de las claves para ello radica en tener un ciclo continuo real de planificación participativa, seguimiento y control por parte del cogobierno de la ejecución real de las decisiones tomadas en los distintos niveles de decisión. Otra de las claves está en aprovechar las economías de escala que se generan, replicar las mejores prácticas y estandarizar los procesos. Medidas como las mencionadas, entre otras, permitirán afrontar los problemas que genera la gestión participativa de una institución del tamaño y la complejidad de la Udelar, sin fragmentarla aún más. La fragmentación institucional de la Universidad implicaría el aumento de cargos de dirección, la multiplicación de recursos que podrían unificarse o compartirse y –sobre todo– un empobrecimiento de la vida universitaria, cuya riqueza se basa en la diversidad que convive, a menudo conflictivamente, en el cultivo múltiple de la universalidad de saberes y conocimientos.
Formación integral.
La formación universitaria mejora cuando coloca al estudiante en el centro del proceso de formación, con herramientas reales para participar en la construcción de su trayectoria académica, poniéndolo en contacto con procesos de extensión, producción de conocimiento y creación cultural, promoviendo los diálogos interdisciplinarios. La formación integral, en un sentido profundo, requiere una enseñanza activa, donde se combine teoría y práctica con reflexión ética. La articulación de la enseñanza con la investigación y la extensión sirve a este propósito. Es necesario ampliar los instrumentos para alcanzar estas sinergias, de modo que no se conciban como obligaciones individuales que se suman a las existentes, sino como responsabilidades institucionales que a su vez son oportunidades para enriquecer la experiencia de quienes integran la Udelar.
Consolidar las sedes regionales.
El crecimiento de la matrícula, la ampliación de la cobertura geográfica o la generación de nuevas ofertas educativas son elementos muy positivos que muestran la voluntad de respuesta de la Udelar ante la demanda social de educación superior. Sin embargo, este proceso se ha desarrollado en un contexto de estancamiento o disminución de la cantidad de funcionarios y funcionarias docentes, técnicos, administrativos y de servicio en la universidad, así como de retroceso salarial y de pérdida del valor de los fondos de gastos e inversiones, que no están indexados de acuerdo con la inflación. Esto implica enormes dificultades para atender de manera adecuada el dictado de las carreras en todo el país y para sostener el despliegue geográfico que se ha emprendido. Las condiciones de estudio y trabajo en la Universidad, en muchos casos, están bajo presión y riesgo de deterioro. Es prioritario atender a la consolidación de las sedes existentes y dotarlas de los recursos necesarios para su desarrollo pleno, antes que crear nuevas sedes sobre bases precarias.
Asumimos esta elección como una oportunidad para profundizar en el análisis de ideas y propuestas sobre el futuro de la Udelar, desde el protagonismo de los colectivos universitarios y la riqueza propia de la diversidad de ideas y perspectivas que conviven en nuestra institución.
Des-precarizar la estructura docente y funcionarial.
La estructura docente se ha precarizado. Como ejemplo, el aumento del porcentaje de docentes grados 1 y 2 ha hecho que llegaran a representar dos tercios del plantel total, cuando históricamente era del 50%. Además, hay una fuerte concentración en cargas horarias bajas y medias, factor que incide en la necesidad de multiempleo en el cuerpo docente. Se conjugan, entonces, la precarización laboral, los bajos salarios, el multiempleo y la sobrecarga de trabajo. Esto también tiene implicancias en la desigualdad interna de género, en tanto la mayor parte del plantel docente en estos grados está compuesta por mujeres, mientras que en los más altos, la relación es la inversa. O sea que las mujeres son mayoría en la Udelar, pero se ubican en su mayor número en los grados más bajos y con situaciones más precarizadas. Por su parte, en el funcionariado técnico, administrativo y de servicios ha habido dificultades para mantener un ritmo adecuado de llamados de ascenso, con la consiguiente carencia de personas calificadas para cubrir cargos vacantes y necesarios. A su vez, en la asignación presupuestal debe ser prioritaria la reserva de recursos para financiar una política de carrera docente que tenga en cuenta el acceso a mayores cargas horarias y las oportunidades de ascenso y de acceso al Régimen de Dedicación Total, de la mano de dispositivos de formación y con una evaluación integral de los aportes de las personas a la institución (que debe ser panorámica, poner foco en la calidad y no en métricas cuantitativas, y unificar procesos para eliminar la reiteración inútil de instancias de evaluación superpuestas). Igualmente necesario es recomponer la relación entre el número de horas de trabajo del personal docente, técnico, administrativo y de servicios y la cantidad de estudiantes en la institución, para asegurar la calidad educativa.
Los cuidados y la inclusión.
Para propiciar mejores condiciones de trabajo y estudio, así como de inclusión, es necesario considerar profundizaciones en las políticas de cuidados actuales, de forma de mejorar su alcance, tendiendo a incluir nuevas dimensiones como el cuidado de personas con discapacidad, o situaciones relacionadas con la salud mental o la vejez. No se puede desconocer tampoco la importancia del autocuidado y del cuidado en comunidad, por lo que expandir las oportunidades de recreación, de integración y de encuentro de la comunidad puede ser una herramienta en este sentido. En esta construcción de una universidad saludable, el Servicio Central de Inclusión y Bienestar Universitario tiene un papel fundamental. Es preciso profundizar en las políticas sociales que hacen viable el acceso y la permanencia de los estudiantes, ahondando en las articulaciones internas en cuanto a la protección de las trayectorias, así como también en las articulaciones con los sistemas externos de becas y apoyos. En cuanto a las becas ofrecidas por la Udelar, estas son insuficientes en relación con las solicitudes planteadas, y además no cuentan hoy con actualizador de su valor por inflación, lo que provoca el crecimiento de la demanda insatisfecha de estudiantes que requieren estas políticas.
Universidad sin violencias ni discriminación.
Es necesario continuar y profundizar el proceso de trabajo para superar violencias y discriminaciones en la Udelar. El principal desafío, para el que es necesario encontrar nuevos dispositivos, es el del cambio cultural, que implica tanto a las personas en su dimensión individual como a los espacios institucionales. Estos dispositivos pueden incluir, además de cursos y seminarios, espacios colectivos de reflexión sobre las prácticas actuales, los ambientes de trabajo y estudio, y su transformación. Es importante seguir reforzando los mecanismos ya existentes y los equipos humanos para darles seguimiento a las situaciones de conflicto y a las denuncias concretas, de manera de poder atenderlas en tiempos razonables. Se debe avanzar en la creación de forma participativa de un código de ética para la comunidad universitaria, que explicite las normas y acuerdos de convivencia, así como los derechos y obligaciones en la construcción de espacios de trabajo y enseñanza libres de violencias. En lo que refiere a las discriminaciones, explícitas o implícitas, es necesario establecer una mirada y praxis interseccional, que incorpore dimensiones tales como género, discapacidad, racialización y otras que puedan ser relevantes. Recientemente, la Udelar se declaró una universidad antirracista, es importante acompañar esta declaración con políticas y programas.
Salud mental.
Asistimos a una agudización y generalización de las problemáticas de salud mental en nuestra sociedad, inseparables de algunos rasgos de la sociedad contemporánea como el creciente individualismo, la ruptura de vínculos sociales, y la presión sobre las personas de una cultura del éxito basada sólo en la competencia y la acumulación material. La Universidad no escapa a esta situación. A sabiendas de que la salud mental se construye en comunidad, debemos ahondar en los dispositivos de promoción y prevención, así como poner en marcha otros que permitan dar un primer nivel de contención interno y de orientación a las personas.
Comunidad universitaria: la participación luego del egreso o la jubilación.
La participación de las y los egresados no se debe reducir a su participación en el cogobierno. Además de fortalecer la oferta de educación permanente, la Udelar debe crear dispositivos que le permitan mantenerse en contacto con quienes han realizado estudios en la institución; compartiendo información, oportunidades de formación y también espacios de participación que nos ayuden a recibir sus opiniones y aportes. De igual manera, quienes se jubilan luego de una vida de trabajo en la institución deben ser tenidos en cuenta como parte de la comunidad universitaria, manteniendo el contacto y la posibilidad de participar en actividades culturales y en espacios de encuentro y reflexión colectiva.
Una oportunidad.
Asumimos esta elección como una oportunidad para profundizar en el análisis de ideas y propuestas sobre el futuro de la Udelar, desde el protagonismo de los colectivos universitarios y la riqueza propia de la diversidad de ideas y perspectivas que conviven en nuestra institución. Hemos propuesto cuatro ejes de acción que buscan aportar hacia una Universidad comprometida con la sociedad y con la democratización del conocimiento y la cultura, con igualdad de oportunidades, de alto nivel académico, atendiendo las condiciones de estudio y trabajo, reafirmando la ética y el cuidado: 1) una Universidad de alto desarrollo académico conectada con la sociedad; 2) una Universidad en diálogo con el país; 3) una Universidad digna de habitar, sin violencias ni discriminaciones y con igualdad de oportunidades; 4) una Universidad cogobernada, democrática y participativa. La mejor forma de defender los principios de autonomía, cogobierno, laicidad y libre ingreso de nuestra Universidad pública es conjugarlos en un proyecto de transformación que interprete las encrucijadas de nuestro tiempo. Todos y todas podemos contribuir a que de esta etapa de elección surjan las bases para proponer al cogobierno ideas y propuestas a la altura de los desafíos que nuestra sociedad tiene por delante.
Este artículo retoma fragmentos del documento “Por una Universidad participativa y comprometida con el país”.