Martín Pasturino tiene una larga trayectoria en la educación: se ha desempeñado en distintos cargos en Secundaria, en la UTU y en el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop). En Secundaria supo ser consejero entre 2008 y 2010, y en el Consejo Directivo Central (Codicen) fue director de Planificación en 2005.

Pasturino también es profesor y, según contó a la diaria, uno de sus pasos más importantes por el ámbito educativo es haber ejercido la docencia en el aula. Con experiencia en el territorio y también con formación en políticas públicas, se encuentra desde este año en un nuevo rol: presidente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed).

Habiendo estado en territorio como profesor, ¿qué creés que aporta el Ineed en las aulas?

Hay varios planos que son superinteresantes: uno es que la evaluación educativa te permite tener insumos para el diseño de políticas públicas en educación a nivel macro. Después, los conocimientos que se dan también sirven a nivel meso, que es a nivel de inspecciones y direcciones. Y a nivel micro, porque te da también lo que está pasando en las aulas. Cuando se hacen evaluaciones, como Aristas, que es lo que hacemos acá en tercero y sexto de primaria y en tercero de ciclo básico o noveno de la EBI [Educación Básica Integrada], lo que hacemos no sólo son cuestionarios sobre matemática y lectura, sino también un pool de preguntas amplio que nos permite caracterizar los centros, los alumnos y los estilos de aprendizaje. Eso se puede volcar tanto en lo macro, que son los decisores de políticas públicas, en general, el Codicen, y en algunos casos, los privados, y después a nivel meso, en los centros educativos. Las pruebas nacionales tienen un nivel de confiabilidad muy grande y permiten tomar decisiones de política educativa.

Hay dos ejes que se han esclarecido a partir de los últimos informes del Ineed: el ausentismo escolar con un alto porcentaje “crónico” y la existencia de una importante brecha socioeconómica que condiciona los desempeños. ¿Cómo ves estos resultados? ¿Piensan establecer otros lineamientos de evaluación para poder aportar a tales problemáticas?

En cada una de las evaluaciones se ve esto claramente, no sólo en Uruguay, sino en todo el mundo: hay una altísima correlación entre el nivel socioeconómico del niño, del joven, con los desempeños. Esa relación fue descubierta ya en los años 60 por todos los teóricos de la época. El tema está en la discusión de dónde poner foco en las acciones del sistema educativo. Se le demanda mucho al sistema educativo diciendo que hay una brecha enorme entre sectores desfavorecidos y favorecidos, y ¿qué es lo que hace el sistema educativo? Su margen de acción es todavía importante, pero el socioeconómico es fuerte. La calidad educativa no es un proyecto puramente educativo, sino que es un proyecto de sociedad. Los sistemas educativos tienen que estar en diálogo continuo con los demás actores de las políticas públicas, de todos los sistemas del Estado que tratan los temas de contexto socioeconómico y hasta los temas territoriales, porque encontramos que hay barrios que están con un nivel socioeconómico muy bajo y eso genera problemas que repercuten en el centro.

¿A qué le llamás calidad educativa?

Existen dos grandes sectores para dar cuenta de lo que es la calidad educativa: exógenos al sistema educativo, que serían la familia, el barrio, los niveles socioeconómicos, y otros internos, que tienen que ver con una cantidad enorme de variables que van desde planes y programas hasta la gestión de los centros y que se han visto en cada una de las evaluaciones. Ahí sí podemos ayudar con esa información, pero con el efecto de lo socioeconómico sobre el aprendizaje, es en relación con el proyecto de sociedad que tiene el país. Países más igualitarios tienen notoriamente mejor desempeño, la brecha es más corta, y si nosotros cruzamos, por ejemplo, índice de desarrollo humano con desempeño y ponemos a los países ahí, nos encontramos con que hay una relación casi lineal entre el índice de desarrollo humano y el desempeño educativo. Si hacemos lo mismo con el producto interno bruto per cápita, por ejemplo, hay una correlación también. Es más, si hacemos una correlación entre el gasto por alumno de educación y los niveles de desempeño, también encontramos una correlación.

Con los informes que hay hasta ahora, ¿cómo resumirías el estado de situación de la educación en el país?

Primero, lo más visible: una importante heterogeneidad entre estudiantes, de todos los niveles, tanto primaria como secundaria y técnico-profesional. También una heterogeneidad en los resultados. Además, una persistente inequidad en los desempeños, asociada principalmente con las variables socioeconómicas y culturales. Después, una relativa estabilidad en los aprendizajes a lo largo del tiempo desde que se empezaron a medir: no hemos avanzado mucho ni hemos retrocedido. El mantenerse es importante, pero teniendo en cuenta una cosa que es clave: Uruguay en 2003 tenía sólo el 74% de los jóvenes de 15 años dentro del sistema educativo. Es decir, tres de cada cuatro, aunque muchos rezagados, porque la repetición era muy alta. En el último año que se hizo la prueba, que fue en 2022, estábamos con 91% dentro del sistema educativo; eso es realmente importante, porque quiere decir que nueve de cada diez están dentro del sistema, y significa que aumentó la cobertura y se mantuvieron los resultados. Generalmente, cuando se aumenta la cobertura, caen los resultados. Y después, Uruguay en la región tiene una situación relativamente destacada, tanto en primaria como en media, valorada por las pruebas internacionales, pero estamos muy lejos de los países desarrollados.

¿Ha incidido el Ineed en las políticas públicas para que esos resultados mejoren?

Desde que se hicieron las primeras pruebas, que fue un impacto muy fuerte, ya se vieron algunas líneas clave del asunto: a mitad de los 90 se hicieron las escuelas de tiempo completo, que es una política surgida a partir de la evaluación en la que se vieron los problemas donde existían y se generó esa política, que sigue a lo largo del tiempo, con mayor o menor medida, y que esta administración tiene previsto incrementar. Esto es importante porque muchas escuelas de contexto desfavorable no están en tiempo completo, cuando, según las evaluaciones, se ha visto que da resultados positivos. Las escuelas Aprender, que tienen 79.000 alumnos, alrededor del 20% provienen de asentamientos y no tienen tiempo completo. Un 44% viene de madres que sólo culminaron primaria, o sea que no pueden ayudar a sus hijos. Ahí hay un núcleo de escuelas donde es necesario seguir con esta “acumulación positiva”, como dice el presidente Yamandú Orsi. El Ineed es continuidad de esa política que nació a mitad de los 90.

Ante la publicación de la prueba Aristas 2023, que fue este año, el exconsejero político del Codicen y en ese entonces presidente del organismo Juan Gabito afirmó que era un “informe flechado”. ¿Cómo evaluás el vínculo del instituto con lo político?

La fortaleza que tiene esta institución, y que la vamos a defender a muerte, es lograr la imparcialidad, y que sea, efectivamente, lo que surge de los informes, tratando de evitar cualquier discusión de tipo político. Esa es una de las fortalezas más importantes que tienen los institutos que tienen prestigio en el mundo. Después hay otros en los que la discusión es enorme, y estas discusiones son terribles, pero en Uruguay eso no se ha dado y hay que dar pruebas de eso. Una de las cosas principales que pasan en el mundo es que los procesos de cambio del sistema educativo siempre tienen que estar lo más lejos posible de la política. Se hacen los informes, y después cada sector político hace el relato que quiere. Pero la institución tiene que guardar como un tesoro fundamental el tema de ser equidistante de todo eso, y mostrar las cosas tal como son. Porque, entre otras cosas, le sirve también a la política conocer los resultados educativos.

En tu asunción afirmaste que tienen la intención de expandir los ejes de recopilación en la próxima prueba Aristas. ¿Cuáles serán? ¿A qué otros cambios aspiran para el período?

Nosotros estamos en búsqueda de algún financiamiento, por distintos lugares. No sólo del MEC [Ministerio de Educación y Cultura], sino también de otros organismos nacionales o internacionales que demanden alguna evaluación de este tipo. En función de eso, tenemos un listado de temas que nos parecen muy importantes para el país: agregar a las pruebas Aristas escritura, porque define muchísimo más que lectura el perfil de los estudiantes y cómo vienen desempeñándose. Ese es un tema que ya lo hemos dispuesto. La otra cosa importante es agregar a lectura y matemática, que son las pruebas típicas de hace tiempo, ciencias y pensamiento computacional, que lo vamos a hacer en conjunto con Ceibal. Esto es porque son temas necesarios por los STEM [ciencia, tecnología, ingeniería y matemática], la inteligencia artificial y todo lo que se viene.

La otra idea es hacer una prueba que estaba prevista hace tiempo, pero que no se hizo por falta de financiamiento, que es la de sexto de bachillerato. Sería Aristas de decimosegundo grado, que resulta muy importante, sobre todo porque ahora estamos en niveles interesantes de egreso del 53%, aunque sea muy bajo en comparación a lo regional, por lo tanto es importante saber el nivel en lengua, matemática, ciencia y STEM con el que egresan.

También anunciaste la iniciativa de generar desde el Ineed un seguimiento posterior al egreso de bachillerato. ¿Qué implica concretamente?

Exactamente. Tenemos dos cosas que son muy importantes y queremos ver cómo las financiamos: una, hacer seguimiento de los egresados, que lo vamos a hacer en función de las bases de datos que tiene el país. Es a los dos años de egreso del bachillerato, ver dónde están, si se insertaron en el mercado laboral o estudian o ambos, y caracterizar ese tránsito, que es bastante complejo en Uruguay, sobre todo porque las tasas de desempleo juvenil son muy grandes y la demanda cognitiva de los puestos de trabajo no es muy grande, entonces los jóvenes no tienen incentivos para terminar los estudios.

Si logramos financiamiento, también nuestra idea es entrar en las pruebas PIAD, que son pruebas internacionales, como si fueran las PISA, de adultos: entre 16 y 65 años. Se hace una muestra y se ven las capacidades en lectura, matemática y solución de problemas en la población del país. Ahí vemos el efecto del sistema educativo y del tiempo en los planos educativos, porque hay gente que deja de leer, de escribir y todo eso se mide, y sirve muchísimo para ver el grado de sobrecualificación de la gente. En Primaria también queremos ingresar a una prueba internacional, porque queremos tener esa comparabilidad.

Celsa Puente, integrante de la directiva del Ineed, manifestó la necesidad de profundizar en una política de género, dentro de la institución y también en las evaluaciones. ¿Van a implementar acciones específicas?

Sí. Hay un eje, y ya nos pusimos en vínculo con Naciones Unidas, que trabaja estos temas, y la idea es poner foco también en discapacidad e inclusión. Se ha visto en las últimas pruebas que mejoró el desempeño en lengua en las mujeres y en matemática en los hombres. Queremos poner foco ahí, en por qué se dio esa transición en Uruguay.

¿Para todos estos cambios se requiere mayor presupuesto?

Sí. Pero nuestro presupuesto es muy bajo. Es un instituto muy chico, pero tiene muchísima capacidad y muchísima base de datos que nos permiten hacer estudios sin demandar muchos recursos. Es más: para el seguimiento de egresados no vamos a necesitar recursos, lo vamos a hacer internamente.

¿Identificás carencias de la gestión anterior que quieras cambiar?

Hay mucho de continuidad. Como además es un organismo con nombramientos políticos y está la oposición, eso permite una mayor transparencia y continuidad. No ha habido rupturas, pero en la anterior administración tampoco ha habido recursos. La idea es continuar con las pruebas que se venían haciendo, porque la institución ha adquirido cuerpo, es reconocida a nivel internacional. Y aumentar todas estas evaluaciones que tenemos previstas, sobre todo en bachillerato, porque de todos los problemas que tiene el país, uno de los que han generado más ruido político ha sido el egreso de bachillerato, y efectivamente es un indicador muy malo el que tiene Uruguay.