La argentina Melina Masnatta se considera “traductora entre dos mundos”, en referencia al de la educación y la tecnología. Si bien es maestra de arte, en los últimos 20 años ha trabajado en compañías de tecnología y con organizaciones públicas y privadas encargadas de esa temática. Según afirma, muchas veces en ambos campos se hablan idiomas distintos, tanto a nivel de la jerga que se maneja como de las expectativas hacia los otros profesionales. En ese contexto, el rol de la comunicación se vuelve clave para acercar a las partes y que cada una pueda desarrollar todo su potencial.
Días atrás, Masnatta fue una de las principales oradoras del segundo Encuentro de Innovación Pedagógica, que organizaron Ceibal y la Administración Nacional de Educación Pública. En ese marco, fue entrevistada por la diaria y habló de lo que implica educar en tiempos de inteligencia artificial (IA), tecnología que si bien trajo múltiples desafíos, muestra lo importantes que son el sistema educativo y los docentes, además del valioso rol que desempeñan en la sociedad.
¿Cuál es el valor de la interdisciplina en este momento tan desafiante?
En Latinoamérica tenemos una tensión muy grande, por un lado, tenemos que avanzar y subirnos al tren eléctrico superrápido de la IA, pero, por otro, no tenemos lo básico consolidado en alfabetización, comprensión lectora o matemática. Todavía no estamos entendiendo cómo podemos potenciar esos dos encuentros. Por ejemplo, si nos metemos en el mundo más disciplinar académico, si volvemos a las disciplinas de las ciencias sociales y las ciencias naturales, pero las miramos interdisciplinariamente, podemos rápidamente hacer esa conexión.
Tenemos que preguntarnos cómo cada una de las disciplinas debería mirar para generar personalización, algo que trae la IA y que es muy interesante. La personalización es entender cómo las personas entienden mejor, porque todos aprendemos mejor de diferentes maneras. Hay gente que lo hace escuchando un podcast, otros leyendo el diario, otros viendo un mapa conceptual. Eso la IA lo hace muy bien y rápido. Antes teníamos que invertir un montón de plata y tiempo en todos esos desarrollos.
La educación es un sistema, es un artificio, sólo que viene funcionando excelentemente bien. Yo estoy muy en contra de quienes le pegan a la educación y dicen que el sistema educativo está viejo. Fue muy exitoso, porque en poco tiempo como humanidad estamos acá y hay un montón de cosas muy resueltas gracias al sistema educativo. Si lo comparamos con el sistema operativo de un celular, por ejemplo, te das cuenta de que tenés un sistema operativo cuando una aplicación empieza a funcionar mal.
Ahora se dice que hay que enseñar a promptear [como se le llama a la acción de darles instrucciones y hacerles preguntas a plataformas de IA generativa]. Si vos te ponés a pensar, el prompting es como los parámetros de la planificación docente: ¿qué contenido, para qué, para quién, de qué manera, cuál es el objetivo? Esto ya lo sabemos, en todo caso hay que preguntarse cómo hacemos para reentenderlo.
Volviendo a la idea de la parcelación de la información y las disciplinas, la hiperespecialización fue parte de este viaje que fue necesario en un momento, pero hoy tenemos que volver a las bases, que tiene mucho más de experimental, de laboratorio y de mirar el mundo en 360 [grados], y a partir de ahí, reordenar o enfocar en algo. Hoy vale más alguien que tiene esa mirada que alguien que tiene una mirada totalmente especialista en un foco.
Me preguntan mucho cuáles son las habilidades para el futuro. A mí me cansa ver la lista o el ranking de las nuevas habilidades del futuro. Pongamos metahabilidades, que llevan a otras habilidades que vos ponés en juego. Por ejemplo, la resolución de problemas. Vamos a necesitar formar a las personas para eso y se necesita la interdisciplina.
¿Qué rol juega lo pedagógico en la entrada de la tecnología al aula, de forma que no consista únicamente en usar la plataforma que está de moda?
Latinoamérica adquiere tecnología, no la desarrolla. Hay un desafío muy grande, porque la verdad es que tampoco tenemos la infraestructura. Hoy el mundo está hablando de machine learning a un nivel de computación cuántica. Nosotros no tenemos ni infraestructura para desarrollar computación cuántica, que es el nuevo punto que cambia las reglas del juego. Tenemos esas deudas y algo de lo que ha planteado el gobierno de Chile, que viene invirtiendo en un programa de IA que se llama Enia, es que a veces hacemos inversiones de millones de dólares, pero no tenemos las personas formadas para luego implementar esa tecnología. El para qué es fundamental, sirve para ponernos a desarrollar tecnología con las nuevas reglas de juego y ser partícipes de ese nuevo lenguaje.
En estos casi 20 años que trabajo en este ámbito el momento de experimentación de la tecnología no se solidifica. Yo les llevo una tecnología a los docentes y les digo que piensen una metodología para que una clase sea superadora en relación con una clase sin esa tecnología. Ese espacio es necesario. Para la región y para el mundo, Ceibal siempre fue un foco, porque sigue manteniendo un tiempo de duración y tiene muchas líneas estratégicas, pero eso en general en el mundo no existe. Y es básico, porque refiere al corazón de lo que va a pasar en el aula, que es la metodología y la pedagogía: experimentar con una tecnología para ver si hago una metodología o una enseñanza diferente. No es: vamos todos a usar esta IA porque sí, y hago la clase tradicional y te sumo la IA. Esa es la contradicción que siempre tenemos cuando aparece una tecnología disruptiva para el aula.
Se necesita una disponibilidad de tiempo, hacerse preguntas del corazón de la pedagogía: para qué, cómo, con quiénes y qué. En ese camino el rol docente está muy precarizado. En estos tiempos, todo momento perdido es muy difícil de recuperar y tenemos que ser muy asertivos en qué vamos a transformar y para qué. En contraposición, el desarrollo del mundo de la tecnología es muy experimental y está todo el tiempo, más en estos últimos años, priorizando mandar cosas al mercado. Eso empezó a pasar a partir de la pandemia; la zoomificación de la vida captó un montón de gente. Es una estrategia de mercado: vos sos el focus group, testeo con vos. Eso hoy es exponencial, las tecnologías que estamos usando están todavía más en fase de prototipo. Las tiro, la gente me devuelve cómo las usa y para qué las usa y ahí se mejoran.
La educación tiene ese filtro: no va a ser parte de tu desarrollo de negocio y mercado. Eso es lo que tenemos que revalorizar del mundo educativo, sumado a las formas de pensar esta tecnología. La escuela o las instituciones educativas les pueden enseñar a las familias y al resto de las personas a parar un segundo en la pantalla y preguntarse para qué, cómo y cuándo, o cómo aprendo mejor con esto. En definitiva, el verbo aprender es el que nos diferencia como humanos.
A casi tres años de que la IA generativa se popularizara, ¿qué se puede pasar en limpio sobre usos que aporten a lo educativo?
El primer punto es que esto ya llegó, no podemos apagarlo. Además, apagarlo sería perder una oportunidad, porque en ningún otro lugar tenemos el tiempo y espacio para pensar diferente con esa tecnología. Hagas lo que hagas, la tecnología está atrás de cualquier cosa, lo más ejemplificador son las redes sociales, con un algoritmo que te está hablando todo el tiempo a vos. Pero el desarrollo de la IA va desde otros lugares muy interesantes, muy potentes, muy poderosos, que necesitan de una mirada de mucha responsabilidad y compromiso. Como humanidad nos está costando encontrar esa mirada. Hoy estamos avanzando desfachatadamente, sin pensarlo, desde el burnout hasta entregar los datos sin que importe nada, y nos va a costar muy caro volver atrás.
Mañana puedo no tomarte una entrevista de trabajo, entrar a una base de datos y entender tu potencial de aprendizaje, tu capacidad crediticia y hasta la fiabilidad de tu confianza. Puedo medir todo eso, entonces, ¿para qué entrego un currículum y me tomás una entrevista? Ese es un tema que tenemos mañana y está ahí.
Lo que sí es interesante es que la IA vuelve a traer estas preguntas a los espacios educativos. Veníamos sabiendo que no andábamos bien y esto fue un “bueno, basta”. Lo que va a empezar a pasar es que, desde el hype [pico máximo de novedad], vamos a pasar a lo que desde la tecnología se llama un valle de la muerte. Igual el punto alto es una estrategia de mercado, porque muchas de las startups o todos los desarrollos de IA dicen más de lo que tienen desarrollado, porque quieren vender. Otras tecnologías van a aparecer y se van a ir acomodando.
Esto nos trae la necesidad de valorar qué nos hace este encuentro humano, para qué tenemos que estar en el espacio educativo, que es muy diferente a estar en una familia o con un grupo de amigos, hay otro orden. También un orden muy urgente de la presencia, tenemos que hacer que valga la pena. Generar una reeducación de ese tiempo y espacio frente a la percepción del tiempo de Tiktok.
Por otro lado, voy viendo algunas experiencias interesantes, como docentes que desarrollan algunos contenidos en diferentes modalidades. Hacen un video o toman cosas de las que consumen los estudiantes. Y eso nos trae adentro de la escuela a ese mundo de afuera, que es importante, porque ponés en valor sus consumos culturales. Además, los ayudás a entender cómo los tenés que abordar, porque en esa experimentación empezás a darte cuenta de que la tecnología no es tan fiable y que representa desafíos.
En el ámbito universitario, ahora lo estamos haciendo en la Universidad de San Andrés [en Argentina]. Hay algunos desarrollos en los que podemos, por ejemplo, preguntarnos cómo mejorar el pensamiento crítico y cómo la IA nos puede ayudar. Hay que ver qué hay que hacer para entrenarla de esa manera, porque hoy está entrenada con otros objetivos. Lo que me parece más esperanzador es que empieza a haber pedagogías específicas, más engarzadas. Me parece esperanzador, porque de pronto hasta puede haber una pedagogía diferente que no conocíamos. En este entrecruzamiento la pedagogía está por sobre la tecnología y no al revés.
Lo importante es pensar en esa interacción y en lo adaptativo. Definir no llevar al aula una tecnología hasta no tener toda la información puede ser correcto en un punto, porque vos sos responsable de a dónde van los datos de tus menores de edad, pero, por otro lado, se torna irresponsable cuando la escuela es el único espacio donde pueden hacer esto. Entre una mirada proteccionista y la expansionista (lo tiramos y vemos qué pasa) está la adaptativa. Para mí es el camino del medio, en el que podemos probar un poco y ver si mejora nuestra forma de enseñanza.
Más allá de que ya pasó la novedad, la evaluación en tiempos de IA sigue siendo un desafío para muchos docentes. ¿Qué aspectos hay que tener en cuenta?
Uno siempre piensa en la evaluación en el marco del aula o de la institución educativa. Nos olvidamos de que a partir de los rankings educativos hay toda una estrategia a nivel de gobierno, de organismos internacionales, se busca expandir determinadas líneas de acción a partir de esa información. La evaluación siempre es interesante, buena y necesaria, porque, como decimos en el mundo educativo, hay una oportunidad de aprendizaje. Pero cuando es punitiva y es un ranking frío que te quita o te saca oportunidades de innovación, se torna difícil. En los últimos años eso se sofisticó tanto que hoy uno aprende para rendir un examen, no aprende para aprender.
Las corrientes filosóficas de la educación hablan del estudiantar como un verbo para referirse a algo que nos ha pasado a todos: rindo, escupo toda la información y después me olvidé.
No podemos dejar de ver la evaluación desde una perspectiva que implica a muchos tomadores de decisión. Cuando la queremos abordar con una mirada más transformadora del aula, perdemos de vista eso. Por ejemplo, tengo el privilegio de trabajar con docentes que están siempre pensando en la innovación, en generar una diferencia, de ámbitos privados, públicos, escuelas rurales, urbanas, muchísima diversidad. Sin embargo, cuando encuentro estas innovaciones y les pregunto si se lo contaron a sus colegas o a la supervisora, dicen que no, porque todavía no tienen tan claro cómo lo van a evaluar. No sabés muy bien cómo evaluar lo que es experimental. Ese es un ejemplo de cómo la evaluación, con el concepto que tenemos hoy, está frenando o paralizando. La innovación está sucediendo adentro de las aulas más de lo que creemos, sólo que no se expande por temor a lo punitivo. Antes de pensar cómo incluir la IA al aula es clave pensar cómo la vamos a evaluar y cuánta flexibilidad vamos a tener para encontrar una línea que busque eso dentro de la matriz de evaluación.
Uno de los grandes beneficios de la IA es la personalización de los estudiantes, cuando a veces tenés un aula con 44 estudiantes y un docente. Desde Skinner, en 1950, que creó la primera máquina de enseñar, está la idea de la personalización. La personalización no es que todos en un minuto estén haciendo lo que es espectacular para vos y nada más que para vos. Un buen docente está frente a un aula de 44 estudiantes y tiene la capacidad asertiva de pensar desde qué lugar va a llegar a cada uno, acompañar. Esas estrategias tampoco son valoradas o especialmente entrenadas o puestas en acción.
El docente está todo el tiempo evaluando en algún punto, pero hay muy pocas experiencias para ver cómo entendemos la evaluación. En el mundo tecnológico, la evaluación se entiende desde otro lugar. De hecho, evaluar es algo recontra necesario y el feedback es eso que hace la diferencia. Si yo te evalúo rápido, te doy respuesta rápido, vos no te ofendés o no te pega en el ego. Cosa que sí nos pasa en el aula, porque está cargado de un montón de sesgos y desafíos.
¿Cómo ves a los docentes en este contexto, tensionados también por otras demandas sociales y políticas?
Hace muchos años que no hay una campaña activa y positiva para ser docente. En Chile hay una organización que se llama Elige Educar, que en el secundario incentiva que vos puedas dedicarte a la formación del mundo educativo, en sus variantes. Es un país que tomó una decisión, porque vio que en 20 años no iba a tener docentes. Mejoraron muchos aspectos; uno es este, el comunicacional, el de volverlo relevante. Desde el lado del mostrador más tecnológico diría que la docencia es una profesión recontra relevante a nivel social, diría que más que los programadores, porque es algo completamente humano. Siempre está trayendo el tamiz ético, el para qué, una visión de futuro, la capacidad de leerte a vos en tu potencial pero acompañarte a que lo descubras. Acompañarte también en el error, en la gestión de la frustración. ¿Quién hace eso en otro lugar de la sociedad? Nadie.
El mundo está en un momento convulsionado, de redefinición de lógicas de poder. Frente a eso hay liderazgos que no traen visiones de futuro, son entre aniñados, violentos y desde el tecnofeudalismo. Hoy tenés a todos los CEO o a quienes crearon estas compañías grandes, por ejemplo, [el fundador de Amazon], Jeff Bezos, cerrando Venecia por su casamiento. Ni un rey hace eso, se consideran más que un rey.
Frente a esto, en el espacio chiquito del aula, que es enorme, vos siempre te estás pensando un día después: un día después de que hayas aprendido algo, un día después de que termine el secundario. Hoy no hay nada que te lo esté equiparando en un nivel tan profundo, comprometido y responsable. En las compañías falta esa responsabilidad de algo que es experimental.
En el momento de explosión de la IA relevé a 13.000 docentes de Latinoamérica y casi 73% creía que la IA iba a transformar sus prácticas pedagógicas de manera positiva, pero cuando les preguntamos por qué no la estaban usando, decían que, en primer lugar, no podían pagar las licencias más caras; no es lo mismo pagar que no pagar o, por ejemplo, planificar una clase con algo que después se vuelve pago. Después apareció el no tener tiempo de experimentarlo y el tercer motivo tenía que ver con no entender todavía el impacto de esta tecnología. Eso habla de una responsabilidad que no tiene una compañía de tecnología.
Si pensamos en la ciudadanía del futuro o en cómo vamos a abordar los problemas complejos que vamos a tener, todo eso se traduce en que el rol docente es la profesión que crea otras profesiones, como se decía en otra época. Capaz no está claro cuáles son las profesiones, pero sí las habilidades para esas profesiones. Por eso mismo se vuelve tan relevante.