La semana pasada, la Fundación Ceibal y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) reunieron en Montevideo a especialistas en la promoción de la asistencia escolar para abordar uno de los mayores desafíos del país en materia educativa. Si bien el problema ya estaba presente antes de la pandemia de covid-19, la suspensión de la presencialidad y de la contabilización de inasistencias lo agravaron aún más, hasta llegar a dos tercios de los niños con ausentismo crónico en 2024 y 2025 en Primaria.
Una de las especialistas que dialogó con docentes uruguayos fue la canadiense Jess Whitley, quien también ha investigado temáticas de inclusión educativa y salud mental. Whitley integra una cátedra de investigación en la Universidad de Ottawa y, junto con comunidades y centros de salud mental, trabaja estas temáticas en su país. Entrevistada por la diaria, habló sobre la salud mental en niños y en adolescentes, pero también en docentes; de la importancia de no responsabilizar a un único actor sobre el ausentismo y de la relevancia de la creación de comunidades docentes a la hora de dotarlos de herramientas para lograr una educación realmente inclusiva.
¿Qué cambió a nivel de la salud mental de niños y niñas luego de la pandemia?
Lo que vimos durante la pandemia fue un empeoramiento de temas que ya existían entre los niños, especialmente entre los adolescentes. No creo que hayan surgido nuevas patologías de salud mental, sino que los estudiantes que ya eran vulnerables en esta área tuvieron un empeoramiento en su salud mental, especialmente a nivel de problemas de ansiedad.
¿Es deseable que los docentes incorporen herramientas para abordar situaciones de salud mental o es preferible que los centros educativos incorporen a otros profesionales para tratar estas problemáticas?
La respuesta es sí a ambas cosas, porque los docentes deben contar con herramientas para poder manejar estos temas, pero tenemos que tener cuidado y limitar la cantidad de herramientas que les damos. Siempre tenemos que jugar dentro de su capacidad profesional. Los docentes son muy buenos o excelentes concientizando sobre el tema, o al explicar cómo se ve o qué se siente cuando uno está teniendo problemas de salud mental. Son buenos identificando signos y síntomas y también a la hora de brindar apoyo en estos casos. Pero no son profesionales que pueden diagnosticar una patología, no son terapeutas. Deben trabajar en colaboración con otros profesionales. Es muy peligroso hacer sentir a los docentes que son responsables de lidiar con esta problemática.
¿Qué vínculo debe existir entre el sistema educativo y el sistema de salud? En Uruguay se derivan niños para la atención con un psiquiatra, pero pasa mucho tiempo hasta que se llega a la consulta con el profesional.
Es muy similar a lo que sucede en Canadá; tenemos muchísima más demanda de servicios y evaluaciones que disponibilidad de los profesionales. Si no tenemos la opción privada, que es muchísimo más cara, tenemos grandes esperas en el servicio público. Y es por eso que muchas veces son los docentes los que sienten que tienen que jugar un rol en brindar apoyo a los estudiantes en estas situaciones. Como era muy difícil atender las exigencias de la demanda, en mi propio trabajo, por ejemplo, tenemos agencias de salud mental que trabajan con las escuelas, no para el diagnóstico, sino para la asesoría y para trabajar con las familias y con los estudiantes. Eso ha sido algo muy positivo que ha dado buenos resultados.
¿Qué hay de la salud mental de los docentes, una profesión marcada por el burnout?
Hablé mucho con muchos docentes sobre los estudiantes, sobre la salud mental de los estudiantes y también de los docentes, pero especialmente de los estudiantes, por ejemplo, sobre las necesidades y otras conexiones con el ausentismo escolar. El bienestar de los docentes está muy conectado con el bienestar de los estudiantes y es casi imposible tratar uno dejando de lado al otro. Recién estoy empezando a comprender el contexto de los docentes en Uruguay, pero sabemos que el burnout es algo muy importante y no estamos ni cerca igual de brindar el apoyo necesario o que los docentes precisan.
En Uruguay teníamos problemas de ausentismo que se agudizaron con la pandemia, ¿puede decirse que hoy los temas de ausentismo son una preocupación a nivel global?
Sí, sin dudas. Hablo con mucha gente de diferentes países de todo el mundo y, cuando doy una charla, en la diapositiva que habla sobre este tema podría sacar el nombre de un país y poner el otro y dejar el resto sin cambiar. Es algo que aplica a todo el mundo, no es un tema americano ni canadiense.
Se han desarrollado algunas soluciones tecnológicas para atender este problema. ¿Hay alguna que sea más efectiva que otra o siempre depende del contexto de aplicación?
La verdad es que no he visto muchas soluciones tecnológicas en los países donde yo estoy trabajando. Lo que sí he visto son herramientas tecnológicas que se pueden utilizar para el monitoreo y el seguimiento de la asistencia de los estudiantes. Pero no he visto herramientas que realmente se apliquen para que los niños vayan más a la escuela. Después del covid-19 se analizó que había demasiada tecnología y que tenemos que aumentar un poco más la interacción humana. Entonces, esa es la narrativa que existe hoy, así que no tengo grandes ejemplos.
A menudo, cuando se aborda este tema, los actores que están implicados, principalmente los docentes y las familias, se sienten responsabilizados o acusados. ¿De qué manera abordar soluciones sin que la responsabilidad caiga sobre uno de los actores que son parte del sistema educativo?
Esa es una pregunta clave. La razón por la que no hemos hablado sobre el ausentismo en todos estos años, porque esto no empezó con la pandemia, es básicamente por ese sentimiento de culpa que se da en los familiares y en las escuelas. Por eso no han estado dispuestos, digamos, a tener esta conversación. De alguna manera, lo que se hizo en la pandemia fue habilitarnos la posibilidad de poder tocar estos temas y se abrió la conversación de diferentes maneras. Ahora todo el mundo está consciente y sabemos que podemos implementar políticas o prácticas para trabajar al respecto, eso ha sido realmente algo muy útil.
Tenemos que resolver el tema del ausentismo y ya sabemos que no es un problema que solamente impacta sobre ciertos tipos de familias, sobre ciertos niveles socioculturales, sino que afecta a muchas familias, independientemente de sus niveles socioculturales.
Más allá de esto de que no es un problema sólo de algunos niveles socioculturales, ¿qué cosas tener en cuenta justamente pensando en la población más desfavorecida socioeconómicamente en un país y en una región muy marcada por la desigualdad?
Cuando digo que afecta a todos los niveles socioculturales, no quiero decir que no sea peor para aquellos que son los más vulnerables. Claramente, si bien es un problema universal, se hace peor para las poblaciones más vulnerables y la mayor parte de los recursos tienen que ir dirigidos hacia ahí.
Es fundamental encontrar el mejor tipo de implementación para aquellos que tienen menos. Y hay aspectos claves para poder tratar estos temas y derribar estas barreras. Por ejemplo, tener programas de alimentación en la escuela, trabajar con el sistema de cuidados de los niños; muchas veces los niños más grandes tienen que cuidar a los más chiquitos. Resolver las necesidades de transporte, los recursos físicos. Entonces, para aumentar la asistencia entre las familias más carenciadas se tiene que asignar la mayor cantidad de recursos.
¿La formación docente es el principal punto a atacar desde el propio sistema educativo para lograr una educación inclusiva?
Una de las barreras más importantes para la educación inclusiva es que muchas veces los docentes no se sienten preparados. Hemos comprobado que una de las maneras más poderosas de preparar a los docentes es a través de la creación de redes colaborativas con colegas, con sus pares. Entonces, no se trata de entrenar o de capacitar al docente de forma individual, sino que más bien se trata de conectarlo con una red o un sistema poderoso de intercambio con sus pares.
En estos temas se discute mucho acerca de si abrir todas las escuelas para todos los niños o generar algunas escuelas especiales para los niños con discapacidad. ¿Es una cosa o la otra o una combinación de ambos modelos?
Yo definitivamente estoy más del lado de todas las escuelas para todos los niños. Realmente creo que si queremos hacer que la escuela refleje a la sociedad, entonces tenemos que ser inclusivos desde el principio, y no estoy a favor de tener escuelas especiales para algunos niños.
Se abrió un fondo para generar soluciones tecnológicas que contribuyan a combatir el ausentismo escolar
En el marco de la conferencia sobre promoción de la asistencia, la Fundación Ceibal y la ANII lanzaron una nueva edición del Fondo Sectorial de Educación: Inclusión Digital. La novedad de este año es que el fondo atenderá exclusivamente la promoción de la asistencia en los centros educativos, por lo que las propuestas deberán referirse a ese tema.
La convocatoria estará abierta entre el 15 de setiembre y el 16 de octubre de 2025 y contempla dos modalidades: aportes a corto plazo mediante intervenciones específicas en campo y generación de evidencia a largo plazo a partir de la acumulación progresiva de conocimiento. Se pueden postular investigadores e instituciones uruguayas o internacionales que tengan una contraparte en Uruguay y los proyectos pueden tener una duración de 12 meses para la primera modalidad y de 18 meses para la segunda. Se financia hasta 80% del costo total del proyecto, con un máximo de 2.900.000 pesos.