Las elecciones internas del domingo 30 de junio son las únicas del calendario electoral en las que el voto es voluntario. Desde su estreno en abril de 1999, la proporción de votantes ha ido cayendo elección tras elección, con la excepción de 2019, cuando se produjo una pequeña recuperación. La tendencia de los últimos diez años muestra que sólo cuatro de cada diez votantes concurren a las urnas para resolver quiénes serán los candidatos de cada partido (ver gráfico).

Foto del artículo 'Reglas de juego y movilización electoral: por qué en las internas el Partido Nacional consigue más votos que el Frente Amplio'

Las explicaciones más extendidas sobre este fenómeno se apoyan en las conclusiones de la sociología política clásica. La escuela de Columbia destacó hace algo más de ocho décadas que la inclinación a votar depende de factores socioestructurales como el nivel de ingreso, el nivel educativo y el grado de integración social de las personas.1 Tiempo después, la escuela de Michigan sostuvo que los ciudadanos transitan diferentes procesos de socialización política y que la familia, los amigos, el barrio y el lugar de trabajo contribuyen decisivamente a modelar las orientaciones hacia los objetos típicos de la política.2 Ambas perspectivas contribuyen a explicar razonablemente el nivel de participación en las elecciones internas de Uruguay. Diferentes estudios muestran que los ciudadanos más educados, más interesados en política y más próximos a los partidos tienen mayores probabilidades de votar en las elecciones internas.3

Sin embargo, esta explicación es de carácter general y no da cuenta de las performances de los partidos. Si comparamos la votación de cada uno de ellos en la elección interna y en la elección de octubre, observaremos comportamientos muy diferentes. Si consideramos las últimas dos elecciones (2014 y 2019), notaremos que mientras en el Partido Nacional (PN) participan en las internas seis de cada diez votantes de octubre, en el Frente Amplio (FA) lo hacen menos de tres (ver gráfico). Cabe, entonces, preguntarse por qué se producen desempeños tan diferentes entre los partidos.

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El año pasado, el profesor Sergio Ascencio, del Departamento de Gobierno de la Universidad de Essex, propuso una teoría sobre cómo las normas de selección de candidatos influyen en los esfuerzos de movilización partidaria.4 Para activar la movilización electoral, un candidato debe pagar el costo de construir una maquinaria que permita activar la participación de los votantes. Para ese objetivo se requiere no sólo contar con recursos materiales, sino también con un grupo organizado de personas capaces de organizar y desarrollar la movilización. La teoría predice que ciertas reglas de nominación –en particular las elecciones primarias– crean incentivos para que los aspirantes al cargo realicen inversiones considerables con el fin de obtener la candidatura. En cambio, los candidatos que son designados por el liderazgo del partido para integrar una lista carecen de incentivos para desarrollar una maquinaria propia. Este enfoque es sumamente útil para analizar el caso uruguayo porque en nuestros partidos conviven diferentes tipos de candidatos. Veamos algunos ejemplos.

Las elecciones de junio fueron pensadas para dirimir las candidaturas presidenciales de cada partido. A ello se agregó la elección de la convención nacional (ODN) y las convenciones departamentales (ODD). La primera está llamada a ser un organismo selector para el caso de que el ganador de la interna no supere el 50% de los votos ni tampoco supere el 40% y cuente con más de 10% de diferencia con el segundo. En esos casos, el ODN cuenta con la potestad de elegir la fórmula presidencial que entienda conveniente. Las segundas están llamadas a ser un organismo selector de los candidatos a intendentes, pudiendo seleccionar dos candidatos o tres en caso de producirse un triple empate.

Ya en 1999, los partidos tradicionales comprendieron que las elecciones internas estaban unidas por un hilo invisible con la elección departamental de mayo, por lo cual todos aquellos que desean competir por las intendencias deben activar recursos para ganar posiciones en el ODD.5 Esta es la razón por la cual, en casi todos los departamentos donde el PN tiene chance de ganar la intendencia, se desarrolla una campaña en la que se publicitan las candidaturas de distintos dirigentes al sillón departamental pese a que esa elección se realizará 11 meses después. Esta movilización, casi paralela a la de la competencia principal, contribuye a activar votantes en las internas que en otras circunstancias no concurrirían a votar.

El Partido Colorado (PC) se comportó en este punto en forma similar al PN, pero los esfuerzos de movilización se fueron diluyendo a medida que su chance de conquistar intendencias decaía. El FA, en cambio, resuelve sus candidaturas para mayo en los plenarios departamentales, por lo cual no cuenta como partido con esa activación extra de votantes que consigue el PN.

También en 1999, algunas fracciones de los partidos tradicionales decidieron utilizar las hojas de votación al ODN para resolver disputas en torno a la conformación de la lista de diputados. El Foro Batllista, la Lista 15, Vamos Uruguay y Alianza Nacional permitieron a sus dirigentes abrir un sinfín de hojas de votación a los efectos de medir fuerzas en junio. Algunos sectores, incluso, redactaron sofisticadas reglas que regulaban la acumulación de votos por identidad (del principal candidato) y para asignar los lugares de la lista en base a cocientes generados mediante la aplicación de la serie D’Hont. En la presente elección, pueden observarse competencias interesantes en los espacios de algunas candidaturas en diferentes departamentos del país, que tienen como consecuencia la movilización de recursos y la activación de votantes que en otras condiciones no participarían.6

El FA, en cambio, resuelve sus candidaturas al Parlamento por otros procedimientos centralizados (congresos, comités ejecutivos, comisiones especiales o mesas chicas creadas por los propios líderes) que no producen ninguna activación de maquinarias individuales que permitan activar nuevos votantes.

Por tanto, la forma de selección de candidatos (al Parlamento y a las intendencias) parece ser la razón por la cual algunos partidos consiguen una movilización electoral mayor y una activación extra de votantes. El PN es sin dudas el más movilizado en todo el país, el PC parece estar a medio camino y el FA queda sujeto al único incentivo de la competencia entre Orsi y Cosse por la candidatura presidencial. Desde esta perspectiva, vale la pena preguntarse si la meta planteada por este partido, de alcanzar los 400.000 votos en la interna, no fue un planteo voluntarista apoyado en un diagnóstico errado sobre cómo funciona esta contienda. Lo sabremos el próximo domingo.

El nivel de participación el próximo domingo sigue siendo una incógnita. No encontramos razones para que el número de votantes aumente, pero sí para que decrezca respecto a 2019. En aquella elección se observaba una competencia efectiva en todos los partidos (Lacalle Pou contra Larrañaga y Sartori; Talvi contra Sanguinetti; Martínez contra Cosse, Andrade y Bergara) que volvía muy atractiva la elección. Nada parecido parece ocurrir en la presente contienda.

En una columna anterior7 explicamos que el nivel de participación puede ser relevante para el resultado de las contiendas al interior de los partidos. Siguiendo la información que proveen las encuestas podría decirse que, en el FA, a mayor participación de votantes, mayor probabilidad de triunfo de Orsi y viceversa. En el PN, a mayor participación de votantes, mayor distancia entre Delgado y Raffo. En ambos casos, las distancias entre el ganador y el segundo pueden ser relevantes para la resolución de la fórmula presidencial. Imposible formular una idea sobre cómo opera el nivel de participación sobre la interna colorada, dado los problemas estadísticos que muestran las encuestas. Aun así, hay que decir claramente que la incertidumbre es buena para la democracia y la elección de junio siempre depara sorpresas. Esperaremos atentos los resultados.

Daniel Chasquetti es politólogo.


  1. PF Lazarsfeld, B. Berelson y H. Gaudet. (1944). The People’s Choice: How the Voter Makes Up His Mind in a Presidential Campaign. Duell, Sloan and Pearce, Nueva York. 

  2. A. Campbell, PE Converse, WE Miller y DE Stokes. (1960). The American Voter. John Wiley and Sons. 

  3. I. Zuasnábar. (2009). “Evaluación de las elecciones internas. Análisis y perspectivas de las elecciones nacionales de octubre”. Monitor de Campaña Electoral 2009, segunda sesión, julio 2009, Universidad Católica del Uruguay. 

  4. SJ Ascencio. (2023). “Nomination rules and the calculus of mobilization: Theory and evidence from Mexico”, Electoral Studies 82, doi.org/10.1016/j.electstud.2022.102578 

  5. Ver al respecto Daniela Vairo, 2008, “Juntos, pero no casados”. Revista Uruguaya de Ciencia Política, vol. 17-1. Montevideo. 

  6. Por ejemplo, en el espacio de Gabriel Gurméndez en Montevideo compite el diputado Conrado Rodríguez con el senador Raúl Batlle y los dirigentes Carlos Rydstrom, Agustín Quintana y Juan Jorge. Lo mismo ocurre en el espacio de Robert Silva en Montevideo entre el diputado Felipe Schipani y los desafiantes Antonio Manzi, Flavio Harguindeguy, Nilo Pérez y Daniel Almeida. En el PN puede observarse competencia de este tipo en varios departamentos dentro del espacio oficialista de Álvaro Delgado. 

  7. Ver ladiaria.com.uy/elecciones/articulo/2024/5/participacion-e-incertidumbre-en-las-internas-de-junio/