El femicidio es un delito de odio contra las mujeres. Se tipifica cuando se mata a una mujer “por el hecho de ser mujer”. En la mayoría de los casos, las mujeres son asesinadas por alguien que las conoce: parejas, ex parejas u otros familiares suelen ser los responsables.
Es la máxima expresión de la violencia de género. Es el punto de ebullición de una situación de violencia, que es mediada por el poder que ejerce un varón sobre una mujer. Las niñas, los niños y las mujeres están comprendidos dentro de la violencia de género. Los niños varones entran en esta categoría porque tiene que ver con el rol del autor; con la relación de poder que tiene el agresor con la víctima.
22 nombres marcan la primera mitad de 2018. Daniela, Edelma, María Julia, Vanesa, Sirley, Olga, Mirtha, Marina, María Esther, Nelly, María Laura, Cinthia, Milka, Kattia, Rocío, Eva, Mónica, Claudia, Mirta, Violeta, Lucía y Naiara. La Justicia tipificó 15 de estos casos como femicidio.
Las mujeres tenían entre dos y 86 años. Sin considerar a Naiara, la niña de dos años que forma parte de esta lista, el promedio de edad de las mujeres es de 42 años.
Ocho de ellas fueron asesinadas por sus parejas, seis por sus ex parejas, cuatro por familiares (tío, hijo, ex yerno, padrastro). En los restantes cuatro casos se desconoce el vínculo. Tres de los casos no han sido aclarados y en el cuarto caso se desconoce si el vínculo fue espontáneo o si ya se conocían.
Diez de las mujeres fueron asesinadas con armas de fuego, cuatro con arma blanca, a cinco las mataron a golpes y a tres las asfixiaron.
Respecto de los femicidas, se mantiene la tendencia: la mitad se suicidan. En lo que va del año, ocho de los hombres se mataron luego del delito de género cometido y diez están procesados. En los cuatro casos restantes no hay datos sobre los homicidas.
Más de 30 niños hoy viven sin sus madres. Gran parte de ellos tampoco tienen a sus padres.
Juan Carlos Oviedo y Fernando Farinha son los dos funcionarios policiales que murieron cumpliendo funciones en casos asociados a violencia de género.
No son números; son mujeres
Daniela Pérez fue asesinada de un disparo en la cabeza el 8 de enero. Tenía 25 años. Había ido a almorzar con familiares a la playa del río Olimar, en Treinta y Tres. Al mediodía algunos parientes fueron a hacer compras, mientras Daniela se quedó con su pareja. El hombre decidió salir a buscar a otro familiar y ella se quedó sola. Cuando volvió su familia ya no estaba. Su perra los guio hasta el cuerpo. El padre de Daniela dijo en los medios que su hija le había comentado que tenía “grandes diferencias” con su pareja. La investigación no ha arrojado resultados y ha vuelta a cero varias veces. No hay imputados por el caso.
Edelma Suanes vivía en una casa que ella misma había construido, en Tranqueras, Rivera. Tenía dos hijos. A sus 65 años, era empleada doméstica y ama de casa. El 23 de enero de este año fue asesinada. Luis Farías, su pareja, le disparó un tiro en la cabeza. Acto seguido, se suicidó. Estuvieron juntos 12 años. Ella quería separarse, cosa que su pareja no toleraba. En reiteradas ocasiones le pidió a Farías que se fuera, aunque él siempre terminaba volviendo. Aunque no había denuncias formales de violencia basada en género, los vecinos conocían la situación y era habitual escucharlos pelear.
María Julia Olivera era maestra de inglés en Fraile Muerto, Cerro Largo. Tenía 29 años. Estuvo en pareja con quien la mató 14 años. Había decidido separarse hacía una semana, pero su ex pareja no aceptaba esta decisión. Estaba viviendo temporalmente con sus padres y su hijo de 13 años. Uno de los motivos de la separación fue la violencia ejercida por su ex pareja. Le había pedido a sus conocidos que no presentaran denuncias porque no quería que su hijo sufriera. El femicida, un hacendado de 42 años de quien sólo se conocen sus iniciales (R. A. M), fue visto por los vecinos merodeando la casa de María Julia varias veces en los días previos al crimen. La asesinó el 9 de febrero. Fueron tres disparos. Huyó en una camioneta. Se comunicó con su hermano para contarle lo que había hecho y se entregó a la policía de Tupambaé.
Vanesa Monzón tenía 29 años cuando fue asesinada en su casa en Vergara, Treinta y Tres. Era madre de seis hijos. Dos de ellos estaban presentes en la casa cuando mataron a su madre de un disparo. Los otros cuatro estaban con su tía, la hermana de Vanesa. Cuando volvieron a su casa la encontraron sin vida. Era 10 de febrero. Daniel Araújo, quien la asesinó, de 30 años, tenía tres denuncias previas por violencia de género. Se escapó y finalmente fue detenido en Melo. Se suicidó en custodia policial.
Sirley Silva Ferreira, de 26 años, fue asesinada por su tío luego de una discusión familiar. Vivía en Barrio López, Tacuarembó. Era madre de un niño. El asesino llegó borracho a la vivienda y la apuñaló en el tórax.
Olga Costa, de 44 años, recibió dos disparos por parte de quien era su ex pareja. Fue el 8 de marzo, en su casa en Salto. Luego de cuatro años de convivencia ella había decidido separarse. Estaba viviendo con su hijo. Olga había denunciado a su ex pareja por las amenazas de muerte que recibía desde la separación. Por eso tenía custodia policial. Fernando Farinha, uno de los policías a cargo de su seguridad también fue asesinado cuando se produjo el ataque. A ambos los mató Cleomedes Medina, de 60 años.
Mirtha Rocha tenía 30 años y estaba embarazada de siete meses. Su ex pareja tenía antecedentes por haber incendiado la vivienda de una pareja anterior y haber violado una orden de restricción que decía que no podía acercarse a ella. La llamó para decirle que quería tener contacto con el hijo que tenía en su panza, ella accedió. Cuando se encontraron en La Coronilla, caminaron unos 300 metros hacia un monte. Forcejearon. Él la asfixió con su cinturón y le cortó el cuello. Murió en el lugar. El femicida se comunicó con su madre, a quien le contó lo que había hecho y fue ella quien decidió denunciarlo. Confesó todo a poco de ser detenido, lo tenía decidido hacía dos meses. Jesús Pampillón, de 23 años, fue procesado por femicidio y aborto. Mirtha tenía cinco hijos que vivían con el padre.
Marina Chiodi atendía su almacén todos los días en el barrio La Comercial, en Montevideo. Tenía 51 años. Los vecinos, que conocían la historia de violencia de género que atravesaba Marina, se turnaban para cuidarla en el comercio que tenía en su casa. A pesar de esto, su ex pareja –que tenía una orden de restricción– pudo encontrarla sola. El 19 de marzo la apuñaló varias veces. No se conoce el nombre del asesino, BRPR son sus iniciales y tiene 56 años. Fue detenido al arrojarse al río Santa Lucía, en un supuesto intento de suicidio.
María Esther Rovira tenía 86 años. Era jubilada, vivía en Malvín Norte, Montevideo. En 2013 había presentado una denuncia por violencia basada en género contra su hijo de 55 años que vivía con ella. El 23 de marzo María Esther falleció luego de estar 7 días internada en un CTI producto de una golpiza que le dio su hijo. Una serie de manuscritos, que contaban en detalle varias de las golpizas sufridas cuando él volvía alcoholizado, fueron encontrados en su casa y fueron clave para imputar al acusado.
Nelly Goyeneche vivía en Quebracho, Paysandú. Tenía 41 años, era auxiliar y cocinera en una escuela en las afueras de su pueblo. El 28 de marzo, su hija fue a la comisaría a denunciar a Martín Bentancur, su ex pareja, porque la noche anterior había entrado a su casa por la fuerza y la amenazó de muerte. En ese momento Bentancur irrumpió en la casa de Nelly y la mató. También asesinó a Juan Carlos Oviedo, un funcionario policial que respondió a la llamada de emergencia. Se escapó con el arma y la moto del policía. Estuvo varios días prófugo. Primero se escondió en una escuela, luego en un bosque. Los medios siguieron el minuto a minuto. El 2 de abril fue encontrado muerto. Varios comercios del pueblo cerraron por duelo.
María Laura Duarte era enfermera y vivía en Sarandí del Yí, Durazno. Por motivos que se desconocen, fue apuñalada por su pareja, quien luego se ahorcó en el fondo de su casa. María Laura tenía 41 años. Eduardo Hernández, de 52 años, era empleado municipal. Tenían tres hijos en común.
Cinthia Risso tenía 29 años. Vivía en Maldonado. En enero denunció a su pareja por violencia basada en género. Se dijo poco sobre el caso, salvo que había estado privada de libertad. Se cree que el antes denunciado la mató. Fueron al menos tres disparos. La encontraron en la calle, caída al lado de su moto. Su hermana dijo que Cinthia tenía muchos problemas con su pareja. Está pendiente el fallo de la Justicia para saber si se trata de un caso de femicidio.
Milka Tomassini, de 37 años, había denunciado en varias ocasiones a su ex pareja, Luis Franco, por violencia basada en género. Luis tenía una orden de restricción que le prohibía acercarse a Milka, con quien tenía dos hijos. El 17 de abril apareció en el tambo del establecimiento en el que ella trabajaba. Un disparo alcanzó para matarla. Después se mató. Milka tenía cuatro hijos, dos de ellos eran hijos de Luis.
Kattia López tenía 35 años. Vivía junto con su pareja en Canelones. Lo había denunciado dos veces por violencia de género. Él la asfixió y trasladó su cuerpo hasta el camping 25 de Agosto, en Florida. Allí se ahorcó. Él era funcionario policial, tenía 37 años, cumplía tareas en la puerta de ingreso de la cárcel de mujeres (Unidad 5 Femenino) del Instituto Nacional de Rehabilitación. Tenían dos hijos chicos.
Rocío Paredes fue asesinada a puñaladas el 2 de mayo. Tenía 55 años. Su cuerpo apareció en la Bahía del Cerro. A su lado estaba el cuerpo de su pareja, de 70 años, con un puñal clavado en el pecho. Los vecinos del barrio los habían visto llegar en el auto, tomar mate y mirar el paisaje. Una discusión posterior habría desencadenado el hecho.
Eva Reyes, de 42 años, vivía en Cerro Largo. El 10 de mayo, su ex pareja, Javier Cuello, de quien se había separado hacía dos meses y con quien tenía dos hijas, se acercó hasta su casa y luego de discutir, le disparó y se fugó. Con la misma arma se suicidó.
Mónica Señorini fue asesinada el 12 de mayo por su pareja, en Ciudad Vieja, Montevideo. Tenía 52 años. Era mamá de dos hijos. El femicida, de 58 años y de iniciales AF, dijo que se le escapó un tiro mientras limpiaba su arma estando alcoholizado. Por la posición de Mónica, la trayectoria de la bala y las lesiones que tuvo se comprobó la intencionalidad. Estaban en pareja hacía seis años, y hacía un año que convivían. El hombre fue procesado por femicidio.
Claudia Martínez fue encontrada en una cuneta el 12 de mayo en Jardines del Hipódromo, Montevideo. Apareció desnuda de la cintura para abajo, por lo que se presume la existencia de violencia sexual. Fue asesinada a golpes en la cabeza, con una piedra que encontraron en el lugar. Está pendiente el fallo de la Justicia para saber si se trata de un caso de femicidio. No hay imputados.
Mirta Lunsther vivía en situación de calle en Malvín Norte, Montevideo. Ahí la mataron, a golpes en la cabeza. Tenía unos 50 años. No se sabe bien hacía cuánto vivía en la calle. La encontró un vecino y dio aviso a la Policía. Su cuerpo estaba en Iguá e Hipólito Yrigoyen. El caso no fue catalogado como femicidio. No hay imputados.
Violeta Expósito, de 74 años, fue encontrada el 24 de mayo en una cañada, en Quebracho, un paraje rural de Cerro Largo, con signos de haber sido golpeada y luego asfixiada. Violeta estaba en pareja con el femicida, de iniciales JNBH, de 49 años. Vivían en una vivienda precaria a varias cuadras del centro del paraje. Él trabajaba cortando leña y en la construcción, ella era jubilada. Si bien no había denuncias de violencia de género, los vecinos coincidieron en que el hombre atormentaba a Violeta, al punto de hacerla pasar noches durmiendo afuera del rancho.
Lucía Hernández tenía 23 años. Era trabajadora sexual. Por motivos que se desconocen, entró en un local en reformas junto con un varón. Los vecinos escucharon gritos de auxilio y llamaron a la Policía, pero el patrullero no vio nada extraño. Dos horas después la encargada de la limpieza del local encontró el cuerpo de Lucía, degollada y con la cabeza tapada por arena y tierra. El caso se formalizó y no fue tipificado como femicidio.
Naiara tenía dos años. Fue asesinada por su padrastro el 11 de junio en Villa García, Montevideo. El hombre, que tenía antecedentes por violencia basada en género y una orden de no acercamiento a otra mujer, vivía hacía un mes con la pequeña y su madre en la casa de ellas. Después de golpear a la niña hasta matarla, pidió ayuda a los vecinos para trasladarla a la policlínica del barrio. Llegó sin vida. La niña había sido abusada sexualmente y tenía golpes en todo el cuerpo, recientes y anteriores.
No son casos aislados; es violencia de género.