Las 1.500 entradas disponibles se agotaron en menos de tres horas. Entonces las alternativas empezaron a aflorar: surgió la idea de poner una pantalla gigante en la explanada del Teatro Solís, el canal TV Ciudad anunció que transmitiría el evento en vivo y lo mismo confirmó Radio Uruguay. Además, el proyecto Horizonte de Libertades –a cargo de la organización– aseguró que haría una transmisión en vivo vía Facebook. Todas las plataformas estaban aseguradas, y cualquiera podría haber dicho que la parafernalia respondía a alguna estrella de rock. Pero el centro de atención era una filósofa y activista estadounidense. La conferencia magistral “Sin racismo, mejor democracia” fue anunciada con bombos y platillos con varias semanas de anticipación y prometía ser una de las instancias más memorables de la intensa visita de Angela Davis a Uruguay.
En los días previos, la referente antirracista y feminista se reunió con organizaciones sociales, colectivos de mujeres y representantes de la comunidad afrouruguaya para conocer sus visiones, vivencias y experiencias. Ante un Teatro Solís completamente desbordado de gente, Davis empezó la conferencia del viernes resaltando todo lo que aprendió de esos intercambios, particularmente cuando visitó una cooperativa de viviendas formada por mujeres negras y la Casa de la Cultura Afrouruguaya. “Me voy de Uruguay habiendo aprendido mucho más que lo que yo podría enseñarles”, aseguró.
La académica enumeró otras cuestiones vinculadas a los derechos humanos que conoció durante su estadía en Montevideo –hizo referencia a la Marcha del Silencio y los desaparecidos durante la dictadura, por ejemplo– y celebró los avances logrados en esta materia en la última década. “Me honra profundamente estar en un país que es único en la región en tener el aborto legal, lo cual quiere decir que su legislación respeta los derechos reproductivos de las mujeres”, manifestó en ese sentido. “Han promulgado leyes que contemplan el matrimonio igualitario, la reproducción asistida, y acciones afirmativas. Una ley contra la violencia de género y otra que protege ampliamente los derechos de la comunidad trans. Además, en este país no vamos a la cárcel si fumamos marihuana”, enumeró Davis entre los aplausos de la multitud, antes de resumir: “Son realmente un faro para el resto del mundo, especialmente para países como Estados Unidos o Brasil, cuyos actuales líderes intentan revertir los logros alcanzados y evitar que se alcancen otros nuevos”.
Por otra parte, agradeció a las uruguayas y uruguayos que participaron activamente en la campaña para reclamar su libertad cuando estuvo presa, a principios de la década de 1970. “Sé que el Partido Comunista, especialmente los jóvenes del partido, y muchas otras organizaciones progresistas e individuos se organizaron y marcharon por mi libertad. Les ofrezco mi más profundo y sincero agradecimiento. Deben saber que sin su aporte y el de otras personas alrededor del mundo no me habrían liberado”, expresó.
En otro apartado, la activista aseguró que sentía “una gran afinidad” con el pueblo uruguayo, “forjada” a partir de una lucha en común, que es “la de los pueblos afrodescendientes e indígenas contra la esclavitud y el colonialismo” y contra los “racismos generados en las instituciones” que, según dijo, todavía persisten. “Recordemos a los charrúas del presente y del pasado”, pidió Davis, y a todos los pueblos indígenas que “fueron víctimas del genocidio, del colonialismo y de un genocidio sistémico prevalente que es su invisibilización”.
Más adelante, en un intento de síntesis de lo que fue su paso por el país, afirmó: “Aprendí que Uruguay definitivamente no es un país chiquito. Quizá su población no sea numerosa, pero se ha convertido en una de las visiones más prodigiosas de la democracia del futuro”.
Contra el racismo, por la democracia
A la hora de desentrañar la consigna que la convocó al centro del majestuoso escenario del Teatro Solís, la activista estadounidense intentó pintar una imagen del panorama global. Empezó por Uruguay: “Sé que después de experimentar 12 años de dictadura, los uruguayos entienden cabalmente cuán importante es defender la democracia, mucho más que otros países. También entiendo que a medida que se acercan las elecciones nacionales, su país puede sufrir las mismas presiones que llevaron al deterioro de otros procesos de democratización en América Latina. Confío en que ustedes tengan el poder para resistir estas presiones y poder avanzar en la ampliación y profundización de su estructura democrática”, exhortó.
“Sin racismo, mejor democracia”, repitió Angela Davis, y apuntó a los países “blancos” de Europa o América del Norte en donde “la democracia nunca llegó a desplegar su pleno potencial”. De hecho, la académica insistió con que estas democracias “tienen grandes fallas”, porque “si bien se promueve un discurso de igualdad, justicia y libertad para todos, en la realidad los derechos y las libertades se ven limitadas por cuestiones como la raza, la clase social y el género”. Y cuestionó: “¿Qué quiere decir que países como Estados Unidos, Canadá o Francia sean democráticos cuando la mayoría de las personas negras se mantienen aún en la periferia de esta democracia? Eso no es democracia”.
En este contexto, Davis destacó la militancia de todas las personas afro que “no se rindieron”, “tomaron la posta de la libertad y la democracia” y se la pasaron a la generación siguiente. “Esta lucha continua por la libertad se encuentra exactamente en el corazón de la democracia. Aquellos que han sido sistemáticamente excluidos y marginalizados y que siguen luchando por la libertad en la actualidad constituyen la esperanza de una democracia que no será condicional al capitalismo, al heteropatriarcado o al racismo”, aseguró. En este sentido, dijo que para abolir el racismo no basta con cuestionarlo y con intentar “asimilar personas que han estado marginalizadas”. Se trata más bien, indicó, “de transformar las estructuras mismas de la sociedad”.
Davis también se tomó unos minutos para destacar el rol de liderazgo que han tenido las mujeres negras feministas en esa búsqueda por mejorar la democracia en la región, y mencionó, entre otras, a la edila brasileña Marielle Franco –asesinada hace un año– y a la activista colombiana Francia Márquez, ganadora del Premio Medioambiental Goldman en abril de 2018. “Podemos decir ahora que el movimiento de mujeres negras nuevamente logra generar esperanza para un país determinado, la región y el mundo”, aseguró Davis, y agregó con la voz más firme: “Cuando los más oprimidos empiezan a levantarse, cuando las mujeres negras empiezan a levantarse, el mundo se subleva con nosotras”.
Racismo y encierro
Otro de los temas que abordó Davis en la conferencia fue la situación de las cárceles y cómo estas estructuras perpetúan el racismo. “El racismo ha sido el gran impulsor, en la era del capitalismo global, del desarrollo del complejo carcelario industrial”, lanzó la activista, quien justamente fue encarcelada por estar involucrada en la defensa de un grupo de presos negros acusados de homicidio sin pruebas.
Se centró específicamente en el caso de Estados Unidos y dio cifras: dijo que en ese país vive apenas 5% de la población mundial y que, aun así, se estima que allí está 25% de las personas privadas de libertad en el mundo. Además, cruzó ese dato con el género y afirmó que un tercio de las mujeres privadas de libertad en el mundo se encuentran en Estados Unidos. La tasa de prisionización en ese país es de siete cada mil. En Uruguay la cifra asciende a 3,5 cada mil, una tasa sumamente alta a nivel global.
Acerca de nuestro país, lamentó no haber tenido tiempo de visitar una cárcel, pero dijo que “incluso sin esa visita” puede asumir que, “tal como pasa en el resto de los países de las Américas, existe un número desproporcionado de prisioneros afrodescendientes”. Para Davis, las cárceles “constituyen el lado B de la democracia capitalista”. ¿Por qué? Porque la democracia se caracteriza por los derechos y las libertades, y la cárcel es, por definición, la privación de estos mismos derechos y libertades. “Si quieren saber a quiénes se excluye, a quiénes se les niegan derechos y libertades en cualquier sociedad, visiten una cárcel”, remató. “Las cárceles nos muestran la evidencia dramática de la exclusión estructural” y “la dimensión operativa del racismo estructural”, agregó la activista. Por eso, ilustró, al visitar una cárcel “notarán en Australia una cantidad desproporcionada de integrantes de pueblos originarios, en Europa verán africanos o árabes, y en América Latina verán personas negras e indígenas”.
Antirracismo para la migración y contra los fundamentalismos
Al final de la conferencia se abrió un espacio para que la audiencia hiciera preguntas. La primera apuntaba a qué estrategias crear para enfrentar la avanzada fascista y de los fundamentalismos religiosos en América Latina. Davis respondió que este era un fenómeno que “lamentablemente” no tiene lugar sólo en la región, sino que también se puede ver en Europa y en Estados Unidos. “Tenemos al ocupante de la Casa Blanca, que basa su trabajo en el populismo demagogo”, precisó específicamente en referencia al presidente estadounidense, Donald Trump –cuyo nombre se negó a pronunciar–.
Explicó que, generalmente, los “populismos” se basan en la inclusión de “chivos expiatorios”, “explicaciones basadas en información falsa” y “temas de racismo y xenofobia”. Por eso, sugirió que es importante detectar por qué estos fenómenos son “atractivos”, cuestionar ese atractivo y “tratar de mirarlo a nivel de las organizaciones”. Davis aseguró que también es fundamental “organizarse” y “ayudar a personas que podrían ser seducidas por estos argumentos demagógicos, para que ellas puedan ver la realidad y para que todos podamos preservar y ampliar la democracia”.
En este apartado, aprovechó para criticar –aunque sin mencionarlo directamente– el plebiscito Vivir sin Miedo, promovido por el precandidato y senador del Partido Nacional Jorge Larrañaga. “Sé que en Uruguay hay algunas personas que han intentado aumentar la llama del miedo, por ejemplo, llamando a la militarización de la Policía”, dijo, “como si una Policía militarizada nos hiciera sentir más seguros”.
La segunda pregunta que se le hizo a Davis fue sobre los desafíos de la lucha antirracista en relación con los procesos migratorios y las personas migrantes. La referente antirracista apuntó contra Trump. “El actual ocupante de la Casa Blanca ha basado su táctica en persuadir a un amplio sector de la población de que existe una amenaza para Estados Unidos por las personas que intentan migrar al país”, manifestó. La contradicción, agregó, es que “son personas que están huyendo de condiciones económicas generadas específicamente por corporaciones estadounidenses, por crisis que han generado violencia”. “También son mujeres que huyen de situaciones de femicidios. No son delincuentes, como nos quiere hacer creer el ocupante de la Casa Blanca”, agregó. Más adelante, denunció: “Las corporaciones migran, el capital migra, pero cuando las personas empiezan a migrar son llamadas ‘ilegales’”. Ella aboga por todo lo contrario: comprometerse en la defensa de quienes “se ven obligados a emigrar para construir una mejor vida”, “ir a las fronteras y darles la bienvenida”.
Doblemente distinguida
Angela Davis termina hoy su visita en Uruguay y volverá a Estados Unidos con dos distinciones: la de Ciudadana Ilustre, que le otorgó la Intendencia de Montevideo el viernes en el Teatro Solís, y el título de Doctora Honoris Causa de la Universidad de la República (Udelar), que recibió el sábado.
Ese día, ante una explanada de la Udelar totalmente abarrotada y también bajo la consigna “Sin racismo, mejor democracia”, Davis dijo que la educación “siempre ha cumplido un papel fundamental en la lucha contra el racismo”, por lo que el lugar elegido era el indicado para plantear la discusión.
Davis recordó que en la época de la esclavitud, a los esclavos no se les permitía aprender a leer y escribir, y quienes les enseñaban eran castigados. En esa época se decía que el alfabeto era abolicionista y que si los esclavos aprendían a leer y a escribir empezaría el proceso para romper las cadenas. Los esclavos sabían que para liberarse era necesaria la educación. En ese marco, destacó el rol que cumplieron las mujeres para difundir la educación. Dijo que las mujeres negras reunían a niñas, niños y hombres en lo que llamaban “escuelas de medianoche”, luego de que los esclavistas se iban a dormir, para enseñarles a leer y escribir. “La pasión por la educación mantuvo viva la pasión por la libertad. Y la pasión por la libertad mantuvo vivo el deseo por educarse”, aseguró.
No obstante, recalcó que, más allá de la abolición de la esclavitud, no se logró disminuir la desigualdad en todas las áreas que experimentan las personas negras. “Las escuelas, la Policía, las cárceles, el sistema de salud, el empleo, la vivienda, entre otras, son instituciones en las que podemos encontrar las estructuras del racismo. Este racismo estructural está tan profundamente arraigado, que se asume que los niños negros son menos inteligentes que los blancos, y es más probable que una persona negra sea arrestada, aun si los policías que la arrestan son negros. Es más probable encontrar personas negras en las cárceles, es menos probable que tengan una buena cobertura en salud, reciben menos salarios y siempre han tenido y siempre van a tener viviendas precarias. Todo esto es el racismo estructural, y no importa cuánto las sociedades intentan cambiar su visión sobre las personas negras: si se mantienen intactas estas estructuras, el racismo sigue jugando en la sociedad”, apuntó.