Las últimas elecciones de Estados Unidos abrieron la puerta a muchas “primeras veces” para mujeres, personas LGBTI y afro. Después de 45 gobiernos liderados en su gran mayoría por un binomio de hombres blancos adultos mayores, Kamala Harris se convertirá en la primera mujer en ocupar la vicepresidencia. Desbancará así a la titular de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, como la mujer de mayor liderazgo político en la historia del país. Cuando asuma el 20 de enero junto al presidente electo, Joe Biden, será también la primera persona afro y de ascendencia india en llegar a ese cargo.
Harris, de 56 años y nacida en Oakland, California, ha roto otros “techos de cristal” a lo largo de su trayectoria profesional y política. En 2003, la abogada fue la primera mujer y persona afro en asumir como fiscal de San Francisco. Rompió otra barrera ocho años después, cuando fue la primera mujer y afro en ser elegida como fiscal general de California. En 2014 fue reelecta para el mismo cargo.
En 2016 apuntó más alto y ganó una banca demócrata en el Senado de Estados Unidos por el estado de California. Antes de ella, sólo una mujer –también afro– había integrado la cámara alta: la demócrata Carol Moseley Braun, quien ocupó la banca de 1993 a 1999.
Como senadora, Harris abogó por cuestiones como el camino hacia un sistema universal de la salud y una reforma del sistema migratorio que incluyera el proceso de obtención de ciudadanía para personas inmigrantes indocumentadas. Su nombre se viralizó en varias oportunidades por los interrogatorios incisivos que lideraba durante las audiencias del Senado.
Como candidata a las elecciones primarias demócratas de 2019 –de las que finalmente se retiró por la falta de apoyo–, presentó estas propuestas e introdujo algunas otras, como una baja de impuestos para las familias que ganen menos de 100.000 dólares al año. En materia de género, propuso un plan para cerrar la brecha salarial entre mujeres y hombres, que planteaba una multa para las empresas con más de 100 empleados que no pagaran salarios equitativos.
Durante esa campaña también prometió defender los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, especialmente ante la ola de iniciativas presentadas el año pasado por legisladores y grupos antiderechos para prohibir el aborto en varios estados del país.
El mes pasado, durante el debate entre candidatos a la vicepresidencia, Harris volvió a ratificar su posición cuando el actual hombre en el cargo, Mike Pence, dijo que tanto ella como Biden apoyaban “la financiación del aborto hasta el momento del nacimiento”. “Siempre lucharé por el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo”, respondió la demócrata; “debería ser decisión de ellas, no de Donald Trump ni de Mike Pence”. En ese debate, Pence interrumpió diez veces a Harris. Ella, visiblemente harta, le dijo a la décima vez: “Señor vicepresidente, estoy hablando yo”. La frase fue usada en imágenes, memes, gifs e incluso remeras.
La necesidad de desterrar el “racismo sistémico” de las instituciones del país es otra de las problemáticas de las que Harris ha hablado en campaña. Consultada acerca de los asesinatos de personas afro en manos de la Policía, incluso llegó a decir que en Estados Unidos hay “dos sistemas de Justicia”.
El sábado, en su primer discurso como vicepresidenta electa, Harris agradeció a las mujeres que “abrieron el camino” en Estados Unidos para que ella pudiera acceder a la Casa Blanca y homenajeó especialmente a las pioneras afro. “Mujeres que lucharon y sacrificaron tanto por la igualdad, la libertad y la justicia para todos, incluidas las mujeres negras, a las que a menudo no se tiene en cuenta, pero que muchas veces demuestran que son la columna vertebral de nuestra democracia”, señaló. También dejó claro que su elección sólo marca un primer precedente: “Aunque puede que yo vaya a ser la primera mujer en este cargo, no seré la última, porque cada niña pequeña que nos está viendo esta noche ve que este es un país de posibilidades”.
Si bien Harris se esforzó por mostrarse como una “candidata progresista”, el ala más izquierdista del Partido Demócrata la consideró “moderada” y tuvo dificultad para conciliar algunas de sus propuestas con las decisiones que tomó como fiscal de San Francisco y fiscal general de California. Entre otras cosas, cuestionaron sus iniciativas para endurecer las penas por delitos menores –como fumar marihuana–, algo que, según los detractores, afectó especialmente a las minorías.
A partir de enero, el movimiento social estadounidense estará atento para evaluar en qué medida la primera vicepresidenta de la historia liderará una política que de alguna manera represente su discurso antirracista, por la igualdad de género y los derechos humanos.
Más mujeres en el Congreso
Las últimas elecciones estadounidenses marcaron otro hito para las mujeres, ya que derivaron en el Congreso con mayor representación femenina de la historia. Un total de 135 mujeres fueron electas para ocupar las bancas de las dos cámaras parlamentarias, según los datos actualizados del Centro para las Mujeres Estadounidenses y la Política (CAWP, en inglés), que se dedica a la investigación y sistematización de datos sobre la participación política femenina. El número marca un récord de legisladoras estadounidenses –supera a las 127 de la legislatura actual– pero representa apenas 25% del Congreso, por lo que la paridad parece ser todavía un desafío lejano.
De las 135 legisladoras electas, 111 asumirán como diputadas y 34 como senadoras. En tanto, 103 son demócratas y 32 republicanas.
Como novedad, la republicana Cynthia Lummis fue elegida como la primera senadora mujer por el estado de Wyoming. Con su elección, son 17 los estados que nunca han elegido a una mujer para el Senado. Además, la demócrata Cori Bush será la primera mujer afro en integrar la Cámara de Representantes por el estado de Misuri.
Por otro lado, 8,8% de las legisladoras son latinas, afro o de origen árabe. En este último grupo está incluido “The Squad”, como le llaman al grupo de cuatro diputadas demócratas “de color” –Alexandria Ocasio-Cortez, Ayanna Pressley, Ilham Omar y Rashid Tlaib–, que fueron reelectas.
Los triunfos de la diversidad
Otro colectivo que hizo historia en estas elecciones fue el de las personas LGBTI, que logró triunfos inéditos tanto a nivel local como nacional. De acuerdo con la organización LGBTQ Victory Fund, que apoya las candidaturas de disidencias en Estados Unidos, 200 de las 1.006 candidaturas que impulsaron resultaron ganadoras.
La victoria que más resonó en los medios fue la de Sarah McBride, que a los 30 años se convirtió en la primera persona trans elegida para ocupar una banca en un Senado estatal de Estados Unidos. McBride, que fue candidata en el estado de Delaware por el Partido Demócrata, asumirá así el cargo público de más alto rango que ha alcanzado una persona trans en la historia del país.
Fue, de hecho, una buena votación para la comunidad trans: el número de legisladoras y legisladores trans en el país “casi se duplicó” desde las elecciones pasadas al pasar de cuatro a siete, según informó Annise Parker, presidenta de LGBTQ Victory Fund.
El Congreso de Estados Unidos también tendrá a sus dos primeros diputados gays y afro, con la victoria de los demócratas Ritchie Torres y Mondaire Jones, ambos representantes de Nueva York.
Otras victorias destacadas son las de Mauree Turner –la primera persona no binaria y la primera representante musulmana electa por el estado de Oklahoma– y Michele Rayner –la primera mujer negra queer elegida como diputada estatal de Florida–. Por su parte, Shevrin Jones será el primer senador estatal negro y gay de Florida, y Kim Jackson la primera senadora estatal lesbiana de Georgia.
Fuera del ámbito legislativo, Todd Gloria será el primer alcalde de San Diego gay y afro.
Se estima que 39 personas trans, de género no conforme y no binarias fueron elegidas para ocupar cargos públicos la semana pasada, dijo Elliot Imse, vocero del LGBTQ Victory Fund, a la cadena NBC. El activista aseguró que si bien las personas con “géneros marginados” todavía están subrepresentadas en todos los niveles de gobierno, los resultados de las elecciones muestran que hay avances para cambiar la realidad que podrían inspirar a otras a presentarse. “El impacto que cada una de estas personas electas puede tener en sus comunidades se extiende mucho más allá de un solo voto o un solo fallo judicial”; señaló Imse; “cuando una voz trans, de género no conforme o no binaria está en la sala, cambia el corazón y la mente y nos acerca a una sociedad más inclusiva”.