Una de las primeras medidas sanitarias que dispuso el gobierno para evitar la propagación del coronavirus en Uruguay fue la suspensión de las clases en el sistema educativo por 14 días. El jueves, ante el aumento acelerado del número de casos, el presidente Luis Lacalle Pou comunicó que la medida se extendía una semana más, por lo que las clases –en principio– se reanudarán recién después de la Semana de Turismo. A esto se suma la suspensión de los servicios socioeducativos y de cuidados de los centros del Instituto de la Infancia y Adolescencia del Uruguay, que atiende a miles de niñas, niños y adolescentes, en su gran mayoría provenientes de contextos críticos o en situaciones de vulnerabilidad.
Desde que se hicieron los primeros anuncios, los grupos de Whatsapp de madres y padres explotan de mensajes en torno a una pregunta principal: ¿cómo compatibilizar el trabajo con el cuidado de las niñas y los niños durante tantos días? Así, la pandemia planteó un problema paralelo al sanitario, uno que afecta sobre todo a las mujeres, que son las principales encargadas de las tareas de cuidados.
El desafío para las madres es definir con quién dejar a sus hijas e hijos en el caso de que inevitablemente tengan que salir a trabajar fuera del hogar. Las abuelas y los abuelos, hasta ahora grandes aliados de las mujeres a la hora de delegar esta tarea, quedan descartados, porque como personas mayores constituyen una población de riesgo. Pero el problema no termina ahí, porque incluso si la madre puede trabajar desde su casa, se enfrenta a la doble tarea de ocuparse en simultáneo del trabajo y del cuidado de las niñas y los niños.
“Esta cuarentena puede agravar las desigualdades de género en términos de exigencias y de preocupación por parte de las mujeres, a quienes la sociedad les ha asignado el papel de cuidadoras”, aseguró la economista feminista Alma Espino en diálogo con la diaria. Los estudios muestran que las mujeres se dedican más tiempo que los varones a las tareas domésticas y de cuidados, por lo que tienen en total una carga de trabajo semanal significativamente mayor.
Según los datos más recientes que hay en Uruguay sobre este tema, y que datan de 2013, dos tercios del tiempo de trabajo de las mujeres son dedicados al trabajo no remunerado (64,6%), y el tercio restante al remunerado (35,4%). En el caso de los varones estas proporciones se invierten, ya que dedican sólo un tercio de su tiempo al trabajo no remunerado (31,9%). Las cifras fueron relevadas del módulo “Uso de tiempo y trabajo no remunerado” de la última Encuesta Continua de Hogares.
Otros estudios más recientes confirman que esta tendencia continúa. La cuarta Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud, presentada en febrero de este año, mostró que 47,7% de las mujeres de entre 14 y 29 años realizan tareas de cuidados, frente a 30% de los varones de la misma edad. A su vez, ratificó la brecha de género con respecto al tiempo dedicado: mientras las mujeres de estas edades dedican en promedio 33 horas semanales a los cuidados, los varones dedican casi 20.
Este fenómeno no es nuevo, pero el contexto del confinamiento agrava la situación para las mujeres, “debido a la saturación de sistemas sanitarios y el cierre de las escuelas”, tal como advirtió la semana pasada ONU Mujeres en el informe “Cómo incorporar a las mujeres y a la igualdad de género en la gestión de la respuesta a la crisis”.
Sin embargo, para Espino, esta situación de emergencia –inédita en el mundo– podría ser también una oportunidad para que se valore de una vez por todas un trabajo de las mujeres que ha sido históricamente invisibilizado, se fomenten relaciones más igualitarias en los hogares y haya mayor corresponsabilidad.
¿Cuál es el llamado que se les puede hacer a los varones? “Casi el mismo llamado que hoy se le está haciendo a la sociedad en términos generales: que de esto salimos todos juntos”, respondió la economista y también docente. “Un llamado a tener un papel más relevante y sentirse parte del cuidado de lo más importante que tenemos los seres humanos, que son las personas a las que queremos, que pueden ser los esposos, los padres, las madres, los hijos”, explicó. Espino aclaró que no es “hacer un sacrificio”, sino “tener la oportunidad de ganar en el terreno de los afectos”.
¿Quién cuida a las que cuidan?
Para revertir la división desigual de las tareas de cuidados no alcanza sólo con que los varones se involucren más. “Para pensar en corresponsabilidad verdadera también hay que pensar en el papel del Estado”, advirtió Espino. Pero en el contexto de emergencia sanitaria y económica el panorama parece complicado. “Va a ser muy difícil si no hay plata. Imaginate que es una actividad que normalmente no se ha valorizado del todo, que no se valoriza en términos económicos y que siempre se ha pensado como una actividad naturalizada y gratuita de las mujeres”, explicó Espino. “Es muy posible entonces que esto no sólo no se vea como prioridad, sino que directamente no se vea, porque cuando tenés a 100.000 personas que pasan a seguro de paro nadie está pensando que además hay que pagar esto”, agregó. El tema es que, como decía Silvia Federici, eso que muchos piensan que las mujeres hacen por amor es trabajo no pago.
En la misma conferencia de prensa en la que Lacalle Pou anunció que se extendería la suspensión de las clases, un periodista le preguntó cómo se manejaría la situación de los cuidados. “Esa fue una de las preocupaciones mayores cuando analizamos la suspensión de las clases”, contestó el mandatario. En esa línea, aludió a dos medidas que tomó su gobierno: la elaboración de un sistema para que las escuelas sigan con el suministro de alimentos pese a que no haya clases y la flexibilización del seguro de paro para los sectores más afectados por la situación sanitaria. Esta última medida puede ayudar a las mujeres que trabajan de manera remunerada en el cuidado de otras personas –ya que incluye a “trabajadores de la actividad privada que presten servicios a terceros”, según comunicó el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social en su sitio web–, pero no aliviana la carga de los cuidados para las mujeres que trabajan en otras áreas y hacen malabares para atender a sus hijas e hijos.
El gobierno no adelantó qué iniciativas hay planeadas para reforzar los servicios del Sistema Nacional de Cuidados. En todo caso, el organismo informó que el servicio de Asistentes Personales –que atiende el cuidado y la asistencia personal de las personas en situación de dependencia severa– se seguirá realizando “en el marco de lo acordado entre la cuidadora o el cuidador y la persona asistida o su familia”. En tanto, el de Teleasistencia en Casa –que a través de una pulsera o un collar permite que las personas mayores de 70 años den aviso a su familia o al servicio médico ante cualquier incidente– continúa con su funcionamiento de manera regular.
El Estado tiene que encarar este tema “igual que hace cuando piensa en cómo va a ayudar a que las empresas puedan contribuir al seguro de paro”, consideró Espino. “¿Quién se va a hacer cargo de todo esto? ¿Sobre la espalda de quiénes van a recaer los grandes costos en términos de trabajo y de pérdida de oportunidades?”, planteó. En ese sentido, la experta dijo que la idea de que “los que puedan disminuyan el horario de trabajo” y “los que puedan se queden en sus casas” también tiene un sesgo de género: “Este ‘el que pueda’, en una sociedad en la que existen brechas de ingresos importantes, con mujeres que ganan menos que los varones, profundiza las desigualdades ya existentes”.
Vinculado con esto, opinó sobre las campañas que hablan del encierro y el distanciamiento social como una oportunidad para la reflexión, la introspección y el disfrute de la convivencia: “Esta visión romántica de la cuarentena es un privilegio de clase y de género”.
El cuidado remunerado
Las medidas para evitar la propagación del coronavirus también afectan de manera específica a las mujeres que se dedican de forma remunerada a los cuidados o al servicio doméstico. En primer lugar, porque corren el riesgo de perder el ingreso cuando, por razones sanitarias, se les solicita dejar de trabajar por considerarlas un riesgo de contagio para las familias con las que trabajan. Por otra parte, en el caso de que vayan a trabajar, se verán afectadas –ellas también– por una sobrecarga de las tareas, debido a la suspensión de clases. Además, en muchos casos su salud puede quedar expuesta, por condiciones de trabajo poco higiénicas o insalubres o por no tener acceso a material sanitario como tapabocas o alcohol en gel.
“Las empleadas domésticas tienen un trabajo que, pese a todos los esfuerzos que se han hecho en Uruguay, todavía sigue siendo una de las ocupaciones con menos derechos de protección social”, afirmó Espino. La economista dijo que, en una crisis como la actual, “la protección y la seguridad social se vuelven algo imprescindible” para las trabajadoras de este sector, “porque probablemente van a estar en contacto con la enfermedad dentro de las casas, y ahí también hay un foco de preocupación”.
El informe de ONU Mujeres asegura que “la experiencia ha demostrado que las cuarentenas reducen considerablemente las actividades económicas y de subsistencia y afectan sectores altamente generadores de empleo femenino”. Ante este panorama, “el empleo y los servicios de cuidados se ven afectados para las trabajadoras en general y en particular para las trabajadoras informales y las trabajadoras domésticas”.
Una apuesta a la comunidad
Desde que estalló la pandemia, muchas personas que no constituyen población de riesgo se ofrecieron a comprar alimentos o medicamentos para quienes por algún motivo tienen que extremar los cuidados y cumplir cuarentena en casa. Las vimos en estos días publicando mensajes en las redes sociales o pegando carteles en los edificios y barrios.
En otros países, surgieron iniciativas para directamente tejer redes informales de cuidados. En Madrid, por ejemplo, la Asociación de Madres y Padres de un colegio capitalino, estudiantes universitarias y trabajadoras desempleadas se ofrecieron a cuidar gratis a niñas y niños en horario laboral para ayudar a madres y padres que inevitablemente tienen que ir a trabajar. La idea se replicó después en otros puntos de la ciudad y del país. ¿Estas redes comunitarias pueden ser otra solución al problema de los cuidados?
“Creo que los lazos de la comunidad siempre han tendido a sustituir la falta de presencia del Estado, por ejemplo, con las dificultades y los problemas que eso implica, sobre todo en casos como este, en el que hay una serie de factores de carácter sanitario”, reflexionó Espino. La economista consideró que este tipo de iniciativas “va a cobrar cada vez más importancia”, y recordó por ejemplo las propuestas autogestionadas de economía social que surgieron durante la crisis de 2001 en Argentina.
A su entender, estas iniciativas son importantes porque, en primer lugar, pueden contribuir con el combate a la soledad que generan el distanciamiento social y el aislamiento. Pero, sobre todo, los lazos comunitarios pueden contribuir a resolver los temas de cuidado de manera más corresponsable, tanto en la comunidad como dentro de los hogares. “Tal vez”, vaticinó Espino, “incluso cuando todo esto se empiece a superar, la autogestión y la comunidad van a tener un rol muy importante”.
Cuando el infierno es quedarse en casa
La casa es el lugar menos seguro para las mujeres que atraviesan situaciones de violencia de género por parte de sus parejas o de familiares varones con los que conviven. Por eso, para ellas, la cuarentena incrementa los riesgos.
Para Alma Espino, el aporte de las iniciativas comunitarias con relación al cuidado también puede ser fundamental en estos casos, en particular para que las mujeres no se sientan solas y tengan con quien contar. “Creo que viene a cuento con el tema de los cuidados, porque en estas circunstancias también puede haber violencia económica, relacionada con quedarse en casa, no ir a trabajar, trabajar menos horas o, en definitiva, traer menos plata a la casa”, explicó la economista.
En el marco de la emergencia sanitaria, el Instituto Nacional de las Mujeres reforzó el sistema de respuesta telefónica para asesorar a mujeres en situación de violencia. El número para acceder al servicio es 0800 4141 o *4141 desde el celular. Las líneas están abiertas de lunes a viernes de 8.00 a 00.00, y los sábados y domingos de 8.00 a 20.00. En caso de riesgo de vida, se aconseja llamar al 911.