Nota publicada en Cosecha Roja, en el marco del proyecto Periodismo situado.
Veinticuatro horas tardó la Red Comunitaria Trans en juntar diez millones de pesos colombianos que ayudarán a 114 trabajadoras sexuales del barrio Santa Fe de Bogotá a que pasen la cuarentena con casa y comida. Fue una colecta urgente que nació al ritmo de las medidas que tomaba el gobierno colombiano para frenar el avance del coronavirus en el país.
En días normales, miles de personas entran y salen de la estación de Transmilenio y caminan las cuadras ruidosas del barrio Santa Fe, en el centro de Bogotá. Las trabajadoras sexuales trans están siempre afuera, día y noche, buscando nuevos clientes, negociando, charlando entre ellas. Pero la madrugada del 21 de marzo, cuando salieron a las calles, la Policía las obligó a volver a sus habitaciones: ya estaba en marcha el “simulacro de aislamiento obligatorio” dictado por la Alcaldía de Bogotá. Ese sábado no había cómo conseguir dinero.
El 25 de marzo, una semana después de la puesta en marcha del simulacro, toda Colombia entró en cuarentena obligatoria. Para las trabajadoras sexuales esto significa no poder comprar la comida ni conseguir los 17.000 pesos que cuesta el arriendo diario de una habitación.
El gobierno no contempla la supervivencia de las mujeres del Santa Fe. Por eso nació el Fondo de Emergencia para Trabajadoras Sexuales, como una manera de garantizar techo y comida para quienes no pueden quedarse en la casa.
“La Red Comunitaria Trans ha querido llamar a fortalecer el discurso de que una vida no vale más que otra, que la vida de una mujer trans del Santa Fe o de un habitante de calle o una persona adulta mayor no vale menos que la de una persona que vive en Rosales o en Chapinero”, dice Juli Salamanca, directora de comunicaciones de la red. En Rosales y Chapinero vive la clase media bogotana.
A la casa de esta organización, llena de pósters con mensajes como “Las mujeres trans no somos peligrosas, estamos en peligro”, fueron llegando la última semana 160 mujeres trans con mascarillas y guantes. Fueron a recibir dinero para pagar, durante diez días, sus habitaciones. La prioridad: las mujeres trans adultas mayores, discapacitadas y usuarias de droga.
“Aceptamos las reglas de no salir, lavarnos las manos y cuidarnos lo que más podamos, porque no sabemos si vamos a pasar o no vamos a pasar”, dice Paola, una de ellas.
“Si vamos a pasar o no vamos a pasar”: si van a salir de esta situación o no van a sobrevivir.
El llamado de la Red Comunitaria Trans sigue siendo a la Alcaldía. La alcaldesa Claudia López ha dicho que “nadie se quedará sin techo ni comida”, pero esta población sigue sin recibir una respuesta institucional.