El feminismo no tiene fronteras. Las luchas y reivindicaciones de las mujeres se han extendido por todo el mundo y, de la misma forma, lo han hecho en el plano digital. Desde hace más de tres décadas, las feministas notaron las potencialidades de internet para ampliar su comunicación, difundir información y tejer redes entre grupos. También para desarrollar acciones contra las violencias y discursos antiderechos presentes en el mundo digital. Con estas consignas en el horizonte surgió el ciberfeminismo, una forma de activismo feminista que analiza el desarrollo de la estructura tecnológica y los usos de las plataformas digitales para expresarse e impulsar un cambio social dentro y fuera de la virtualidad.

En Uruguay, las manifestaciones feministas en internet se hicieron más visibles a partir de 2015, con la masificación del movimiento #NiUnaMenos, que empezó en Argentina, además de experiencias locales más actuales como las denuncias en torno a #VaronesCarnaval o #MeLoDijeronEnLaFMed, que se replicó en otras instituciones educativas. A su vez, la pandemia y los meses de confinamiento social supusieron un uso exacerbado de las plataformas digitales en todas las actividades sociales.

Frente al incremento del uso de las tecnologías de la información y la comunicación, colectivos feministas uruguayos vieron la necesidad de reflexionar sobre sus prácticas en el mundo digital. Fue así que la “Entramada feminista” –conformada por el Laboratorio de Datos y Sociedad (Datysoc), MediaRed, el Encuentro de Feministas Diversas (EFD) y la Colectiva Durazno– organizó el primer encuentro de ciberfeminismo en Uruguay, que se desarrolló entre el 6 y el 7 de noviembre en el departamento de Durazno, con el apoyo del Fondo de Mujeres del Sur y el Fondo Indela.

De esta forma, 50 mujeres y disidencias de diferentes partes del país se encontraron el fin de semana pasado. Además de las organizadoras, participaron integrantes de los colectivos TeToKaVoz, La Mondonga, Mujeres en Libertad, Resonancia, Wikimedistas de Uruguay, Internacional Feminista, Geochicas, la Organización de Trabajadoras Sexuales, Colectivo 8M Florida, Centro Cultural La Placita y la asociación paraguaya de Tecnología, Educación, Desarrollo, Investigación y Comunicación (Tedic).

Muchas participantes no se conocían o sólo habían compartido reuniones por Zoom. Unos días antes del encuentro, formaron un grupo de Telegram para empezar a palpitar la experiencia y presentarse. El compañerismo cultivado en la aplicación virtual se plasmó en la presencialidad durante las dos jornadas de encuentro. El sábado por la mañana, todas se encontraron con entusiasmo y alegría de verse las caras, la satisfacción del abrazo y la posibilidad de disfrutar de un espacio común entre compañeras.

Mediactivismo feminista

El ciberfeminismo tiene dos aspectos fundamentales. Por un lado, plantea la necesidad de estudiar cómo funcionan las plataformas digitales, y quién construye internet y define algoritmos –tareas de las que, en general, las mujeres están excluidas–. Por otro lado, aborda los usos prácticos del mundo digital a través del desarrollo de estrategias de comunicación y acciones contra la violencia de género en línea y los discursos antiderechos, explicó a la diaria María Goñi Mazzitelli, integrante de Datysoc. El objetivo es “empoderar” a las mujeres para que pierdan “el miedo” de ocupar estos espacios, agregó.

“Hoy en día es imposible pensar en el feminismo sin un activismo virtual”. María Goñi Mazzitelli (Datysoc)

Goñi Mazzitelli aclaró que “no es necesario tener un conocimiento elaborado de las redes”, sino que “cualquiera que utilice las plataformas puede generar acciones específicas” en internet como, por ejemplo, “acciones de autocuidado y cuidado colectivo, pensar cómo nos comunicamos hacia los otros y reflexionar sobre qué tipo de narrativas queremos construir”. De hecho, consideró que todas las militantes feministas son ciberfeministas en la medida en que hacen uso de la tecnología y “llevan sus prácticas y modos de relacionarse a la red”. “Hoy en día es imposible pensar en el feminismo sin un activismo virtual”, expresó.

Estos aspectos fueron abordados en el primer taller del encuentro. Las participantes problematizaron sobre los usos individuales y colectivos de las redes sociales, compartieron anécdotas y experiencias sobre situaciones de violencia online, cuestionaron la brecha de género en el acceso a internet y conversaron sobre sus derechos digitales.

Las talleristas de Datysoc presentaron un conjunto de “principios” para la construcción de una “internet feminista”, libre de violencias, “sin discriminación” y donde las mujeres puedan expresarse sin “sentirse acechadas” por otras personas. Los postulados involucran garantizar un acceso más equitativo y generalizado a internet, fomentar la libertad de expresión discursiva y la libertad sexual en las plataformas digitales, la posibilidad de construir movimiento y participación, y el derecho a decidir sobre la identidad digital –identidad real, seudónimos o bajo anonimato–, entre otros.

Cómo activa el feminismo en las redes

Varias de las participantes del encuentro comentaron a la diaria que sus colectivos no tienen estrategias concretas para su actividad en medios digitales, pero tampoco están ausentes de estos espacios. Diana, integrante de Mujeres en Libertad (San José), comentó que su colectivo define las acciones en las redes en la medida en que se presentan diferentes situaciones. “Ponemos el punto sobre las íes cuando ocurre algo que hace demasiado ruido”, aseguró, y comentó que un aspecto que sí definieron es no contestar comentarios violentos porque es “abrumadora la cantidad de gente que se expresa de esa forma”.

Camila Dávila, de Mujeres de Frontera –que agrupa a activistas de las ciudades fronterizas de Río Branco y Yaguarón–, sostuvo que su colectivo tiene una organización “más a la antigua”, con una presencia mayor en el espacio físico. “Nos movemos de forma más presencial, porque en las redes la mayoría no tiene mucha presencia”, dijo. No obstante, las integrantes del colectivo mantienen una comunicación vía Whatsapp y hacen algunas publicaciones en Facebook.

Para la Colectiva Durazno, el confinamiento por la pandemia planteó la necesidad de un cambio para continuar con sus manifestaciones, manifestó a la diaria Silvana Cunha, una de sus integrantes. Así, comenzaron a reforzar sus redes sociales, investigar y adquirir herramientas para estar presentes en esos espacios de “forma segura”, dijo. En relación a las estrategias que adopta el grupo en las plataformas digitales, Cunha sostuvo que procuran que sus redes se constituyan como un “espacio constructivo e informativo” para generar que “otras personas quieran leer las publicaciones e interactuar”, pero tampoco les “tiembla el pulso” cuando hay que denunciar situaciones de violencia hacia mujeres y disidencias.

Por su parte, Camila Díaz, feminista autoconvocada de Durazno, contó que es muy activa en sus redes personales, y allí comparte imágenes y difunde información sobre feminismos elaborada por otras personas y colectivos. Consideró que es “importantísimo” que los discursos feministas estén presentes en las redes para llegar a más personas. Asimismo, señaló que hay muchas jóvenes feministas que utilizan las redes para expresarse, denunciar violencias y acompañar el movimiento, aunque no integren colectivos.

El colectivo EFD surgió en redes: primero en Twitter y, luego, extendió su red a Telegram. Desde el inicio, las integrantes del grupo definieron cultivar el mediactivismo, además de la presencia en el territorio, señalaron a la diaria Gabriela Mathieu y Natalia Vera. En ese proceso, las mujeres adquirieron herramientas vinculadas a la tecnología. “Hoy tenemos una nube propia en Nextcloud y fomentamos, dentro de la colectiva, otras prácticas seguras en el espacio virtual”, dijo Mathieu. “Quizás el debe que tenemos es difundir a otras colectivas el uso de otros sistemas de mensajería y tecnologías más seguras y libres”, agregó.

Mathieu sostuvo que, si bien el espacio virtual es importante y brinda muchas herramientas para el activismo, “en los hechos, militar un espacio feminista es poner el cuerpo en el territorio”. Esta perspectiva la compartieron otras participantes. Por ejemplo, Diana, de Mujeres en Libertad, quien consideró que “tener presencia virtual es importante, pero más importante es tener presencia en las calles, porque los cambios no se dan en las redes”.

La violencia de género en línea “incluye todo tipo de prácticas con el objetivo de crear una atmósfera opresiva, incómoda e inhabitable para las mujeres y disidencias, para expulsarnos” de los espacios digitales. Mariana Fossatti (Datysoc)

La violencia en línea “es real”

Uno de los temas que atravesó todos los talleres fue la violencia de género en línea. “Es la violencia en entornos digitales contra las mujeres, disidencias sexuales y de género basada en los mecanismos patriarcales”, definió Mariana Fossatti, de Datysoc, en conversación con la diaria. Se manifiesta, por ejemplo, a través de comentarios en correos, aplicaciones de mensajería, redes sociales, foros y la difusión de imágenes y videos sin consentimiento. “Incluye todo tipo de prácticas con el objetivo de crear una atmósfera opresiva, incómoda e inhabitable para las mujeres y disidencias, para expulsarnos de estos espacios”, explicó.

Estas violencias causan daño psicológico y emocional, afectan los vínculos, pueden generar impactos en la actividad laboral de las víctimas y pérdidas económicas. Además, pueden conducir a formas de violencia sexual y otras formas de violencia física. “Por eso decimos que la violencia digital es real”, porque el impacto “no se limita al ámbito digital”, expresó Fossatti, y señaló que para terminar con esa situación no basta con cerrar cuentas y apagar dispositivos. Por estos motivos, la integrante de Datysoc remarcó la necesidad de no minimizar la violencia digital frente a la violencia en el espacio físico.

Si bien las violencias digitales están íntimamente relacionadas con otros mecanismos de exclusión y discriminación en el espacio físico, internet dio lugar a otros tipos de agresiones como el “troleo” –usuarios que hacen uso de las redes sociales para fastidiar, asustar y amenazar–, el phishing –mensajes engañosos para poder vigilar o robar información–, doxxing –investigación y publicación de información privada–, grooming –uso deliberado de redes sociales para cultivar una conexión emocional con niñas, niños y adolescentes con fines de abuso o explotación sexual–, las dickpics –fotos de penes no solicitadas–, la difusión de imágenes no consentidas como forma de coerción o chantaje sexual, y otras.

En uno de los talleres se presentaron algunas estrategias para prevenir estas agresiones. Por ejemplo, usar contraseñas fuertes y navegadores seguros para reducir acceso a contenidos y datos, ocultar el rostro en imágenes íntimas y utilizar perfiles anónimos o con seudónimos para compartir información personal. Ante situaciones de violencia en red, las feministas coincidieron en que lo principal es recurrir a personas cercanas de confianza o colectivos feministas y hacer un registro de comentarios violentos o imágenes a través de capturas de pantalla de chats.

El vínculo horizontal establecido entre las mujeres permitió un diálogo fluido en las actividades, nutrido por la diversidad de perspectivas, el encuentro de generaciones y diversas formas de activar el feminismo, aspectos que potenciaron el aprendizaje colectivo. En los espacios libres no faltaron los momentos de distensión y el intercambio de ideas, experiencias y vivencias. Tampoco faltaron la música, el baile y la comida.

“Vibramos juntas”

El domingo comenzó con un ambiente distinto, entre las ganas de continuar y la inminente despedida. Un solo día había alcanzado para fortalecer la unión entre el grupo. Así quedó expresado en la primera actividad del día. Las mujeres y disidencias, descalzas, se colocaron en círculo y tomaron un papel entre varios que estaban dispuestos en el centro. Cada uno tenía una palabra, que ellas mismas habían escrito con las emociones y sentimientos que les despertó el encuentro.

Caminaron en diferentes direcciones para conectar con el espacio. Unos minutos después se detuvieron en pares, se abrazaron, y cada una leyó la palabra de la otra. Luego, volvieron a colocarse en círculo y una a una leyeron la palabra que les tocó y la resonancia que les dejó.

En los papeles se podía leer una gran diversidad de palabras: “presente”, “plena”, “potenciada”, “en armonía”, “inmensa”, “feliz”, “agradecida”, “nutrida”, “familia”, y tantas más. “Vibramos juntas”, dijo una; “estamos entre hermanas”, señaló otra, y continuaron compartiendo: “Somos inmensas cuando estamos juntas”, “poder estar acá con ustedes es paz para el alma y el corazón”, “a partir de ahora, las identifico como mi familia”. La actividad cerró con aplausos y un abrazo grupal.

El día continuó con un taller sobre discursos antiderechos presentes en las redes, como planteos misóginos, racistas, transfóbicos, homofóbicos y gordoodiantes, entre otros. Conversaron sobre libertad de expresión, qué tipos de discursos pueden ampararse bajo ese derecho y cuáles no. También hablaron sobre el desarrollo de estrategias seguras para tener una respuesta fuerte contra estos discursos sin quedar desprotegidas ni amplificar el alcance de los mensajes.

Estos discursos pueden tener diferentes efectos, como la “autocensura” individual y colectiva, “analizar mucho más los comentarios por miedo a las respuestas” e, incluso, “cerrar cuentas”, explicó Fossatti en el taller. Además, consideró que hay una “afectación cultural” porque los discursos antiderechos tienen objetivos “disciplinadores” y buscan expulsar a las colectivas de mujeres y disidencias de los espacios virtuales y “volver a la norma”. Para ir contra estos discursos de odio, algunas de las estrategias que se plantearon fueron adoptar acciones coordinadas dentro del colectivo y entre organizaciones o generar una identidad colectiva para pronunciarse ante determinados temas.

Hackear el patriarcado

Antes del cierre, las participantes se dividieron en grupos para hacer un collage con imágenes que les transmitieran un mensaje, resonar con ellas y plasmar visualmente sus sentimientos y aprendizajes. La actividad se denominó “Hackeo ciberfeminista de discursos antiderechos”. Si algo quedó demostrado en el encuentro fue que estas mujeres y disidentes, como tantas otras, van a continuar sacudiendo las estructuras del patriarcado en todas sus formas.

“La idea es que la Entramada no termine acá”, señaló Federica Turbán, integrante de MediaRed, en el intercambio final, y explicó que la propuesta desde un inicio contempló la posibilidad de generar futuros encuentros en diferentes partes del país. Ya proyectan una segunda edición en 2022 sobre otros temas. “Salgamos del Zoom y de Montevideo”, gritó una compañera.

Las palabras finales fueron de agradecimiento y cariño. Las mujeres resaltaron el valor de este tipo de actividades y reivindicaron la importancia de ampliar recursos y herramientas a través del establecimiento de redes feministas. No hubo una despedida, sino un “hasta luego”. La Entramada Feminista seguirá unida a través las redes virtuales hasta el próximo encuentro.