“Debo decirles algo que tampoco es una novedad: esta pandemia y esta crisis socioeconómica por la que estamos pasando transversaliza otras desigualdades: las mujeres seguimos sufriendo en mayor profundidad los impactos de la crisis. Ya veníamos con mayores índices de desempleo, una brecha salarial, con una división sexual del trabajo que desde el movimiento sindical intentamos combatir, pero sabemos todo lo que nos falta”, esbozaba en el acto del 1° de Mayo, día de los trabajadores y trabajadoras, Tamara García, dirigente sindical, integrante de la dirección nacional de la Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios, del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT y de la Intersocial Feminista. Con una remera que, en mayúscula, gritaba “HARTA”, en el discurso también hizo referencia a la “desigualdad estructural” y “el racismo” que vive la población afrodescendiente, y a la comunidad LGTBIQ, que históricamente ha sido “estigmatizada y discriminada”.

De un “amor no correspondido” al “desencanto”: así considera Ana Laura de Giorgi, politóloga y doctora en Ciencias Sociales, que se ha trazado la convergencia entre el sindicalismo, los feminismos y la izquierda. De Giorgi se detuvo en la intervención de García porque consideró que, además de haber sido un “discurso súper feminista”, “en ese momento nos puso a las feministas el desencanto en un paréntesis”. Creyó, dijo, que la central sindical podría estarse “repensando”. Sin embargo, lo que se ganó en ese entonces en una “intervención que parecía abierta al cambio, hoy lo pierde”, enfatizó.

Hoy, a menos de un mes para que se lleve a cabo un nuevo Paro Internacional de Mujeres y una nueva movilización por el Día Internacional de la Mujer, el PIT-CNT se encuentra en plena “tensión” con los feminismos, consideraron los académicos consultados. Hasta el momento, lo seguro es que la central sindical decidió, en sus múltiples espacios orgánicos, que el 8 de marzo se decrete paro general, para varones y mujeres, y que también se movilicen por el Sí a la derogación de los 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC). Hasta el momento, lo otro seguro es que este martes, en sesión ordinaria, el Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT analizará los planteos de sindicatos que formalmente presentaron sus reparos ante la decisión, que se enmarca en la solicitud de mujeres sindicalizadas, desde hace varios años, de que la central declare paro sólo de mujeres.

“En la perspectiva de la historia contemporánea es recurrente, no es nuevo que se den estas situaciones”, señaló a la diaria el historiador Gabriel Quirici. “Hay una tensión histórica en la avanzada de estas luchas”, agregó. Para la politóloga Verónica Pérez, “no es extraño que el sindicalismo se pliegue, en la medida en que estas reivindicaciones no han sido parte de su plataforma central pero tampoco le han sido ajenas”. La historiadora Graciela Sapriza retomó la idea de una economista marxista de “el difícil matrimonio” entre feminismo y marxismo, y la “incompatibilidad que podían tener en la práctica”. En lo concreto, para Sapriza la decisión del paro general “invisibiliza nuevamente el sentido originario de la propuesta que significa la huelga de mujeres: fue una bola que se corrió de que si paramos las mujeres se para el mundo”.

Verónica Pérez. Foto: Federico Gutiérrez.

Verónica Pérez. Foto: Federico Gutiérrez.

El vínculo desde las raíces

Hasta avanzado el siglo XX, la presencia de las mujeres en las izquierdas ha sido “minoritaria”, aseguró Quirici. Desde entonces, “los feminismos han tenido que hacerse un espacio y, si bien tuvieron lugar, no fueron predominantes”. Asimismo, remarcó que la forma de hacer política que prevalecía estaba vinculada a la imagen del “varón revolucionario, como los partisanos y partisanas de la Segunda Guerra Mundial”, entre otros. Según De Giorgi, esta misma figura ha estado marcada por la idea de que “hay que dominarlo todo”, que “se golpea la mesa”, que hay que ser “firme”, “fuerte” y se han tenido, a lo largo de la historia, “prácticas patriarcales muy duras”.

Quirici puntualizó, a su vez, que las mujeres anarquistas que integraban el movimiento sindical durante los comienzos del siglo pasado se encontraban con “prácticas y convenciones patriarcales y machistas de sus propios compañeros de vida y militancia”. “Los encuentros y desencuentros entre la izquierda y el feminismo vienen de larga data”, concluyó De Giorgi.

Sin embargo, en la década del 80, puntualmente, hubo “encuentro” y “amor no correspondido”. Según narró De Giorgi, había una “emergencia feminista muy fuerte dentro de la izquierda partidaria y también dentro del mundo sindical”. Fue entonces cuando nació una comisión de mujeres dentro del PIT-CNT, “integrada por quienes se reivindicaban feministas y tenían una voz feminista muy fuerte”, que también formaban parte de la izquierda partidaria. Estas mujeres se enunciaban como feministas y, a su vez, eran “muy desobedientes al statu quo, al orden patriarcal y a la central sindical también”.

Ya hacia fines de la década la comisión se desintegró y comenzó “el desencuentro, la desilusión y el desencanto”. Las razones: “Lo cerrado que era el mundo sindical y también la izquierda partidaria al feminismo”, afianzó De Giorgi. Sapriza agregó que en 1995 en el Frente Amplio se creó un espacio, que ella integró, y que el “desencanto” fue notorio. “En los orígenes sustantivos, filosóficos de las izquierdas, el lugar para los feminismos está; lo que pasa es que después las prácticas y la vida cotidiana de las personas estuvieron y están muy marcadas por el patriarcado”, delineó Quirici.

Gabriel Quirici. Foto: Federico Gutiérrez

Gabriel Quirici. Foto: Federico Gutiérrez

Pérez hizo referencia a que la intersección, marcada por la “tensión” entre los tres actores –sindicalismo, izquierda y feminismos–, no es “propia de Uruguay”: “Puede rastrearse a nivel internacional, es histórica, y ha tenido cambios a lo largo del tiempo en función de las coyunturas y cómo han ido cambiando estos tres actores, y en particular, cómo han ido evolucionando los feminismos”. Para la politóloga son movimientos “diferentes por las especificidades de sus agendas”, pero “tienen rasgos en común y a lo largo de la historia han sido ‘amigos’”.

Según Pérez, en el transcurso del tiempo han tenido encuentros y tensiones; esta última característica ha sido parte de las distintas especificidades. Aunque consideró que las visiones “se entrecruzan”, para la politóloga “el centro principal de los sindicatos y las izquierdas son las desigualdades de clase, y para los movimientos feministas –que son muy amplios y diversos–, es la desigualdad pero no necesariamente de clase, sino la de género, que genera un sistema patriarcal”.

De Giorgi, sin embargo, planteó que justamente una dimensión que la izquierda no ha podido “entender e incorporar” es que “el feminismo de ninguna manera está alejado de la denuncia de la desigualdad de clase, sino todo lo contrario”. En esa línea, aseguró que los feminismos muestran e integran, además de la lucha contra la desigualdad de clase, otras desigualdades: “Las de género y las étnico-raciales también, porque el capitalismo le sirve a un sistema patriarcal y blanco”. “El feminismo vino a mostrar que los lugares sociales, distintos y diferenciados que ocupan varones y mujeres, esa divisoria, son absolutamente funcionales al capitalismo, que saca rédito de ahí”, profundizó De Giorgi, quien enfatizó en que aquel “feminismo liberal” que “sólo se queda en la arena de los derechos y no comprende este fenómeno de la división sexual del trabajo y cómo le es funcional al capitalismo es un feminismo que no está apostando a subvertir la desigualdad total. Es otra cosa”.

De la salida de la dictadura hasta hoy

Y después “vino lo políticamente correcto”, dijo Sapriza: “La agenda de derechos a la que de alguna forma se ven obligados a plegarse”. Perez subrayó que, desde la finalización de la década del 80 hasta la actualidad, el movimiento sindical y las organizaciones feministas “han potenciado sus agendas”. En particular el sindicalismo uruguayo “ha sido sensible a algunos temas más importantes de la agenda feminista de los últimos años”, como la despenalización del aborto: según Pérez, el movimiento sindical “fue un aliado para que la demanda se hiciera visible y se concretara en una ley”. Puntualizó que “han tenido una agenda relevante en temas de igualdad de género y política laboral, como en la regulación del empleo doméstico o las múltiples cláusulas de equidad de género en los convenios salariales, en el marco de los Consejos de Salarios”.

Sapriza visualizó que, aun así, “hay una incomprensión”: “Se plegan a los movimientos feministas a la agenda de derechos, pero no se hace carne. Corren en forma paralela”, dijo. De Giorgi consideró que tanto las izquierdas como el sindicalismo se han encargado, desde los 80 hasta ahora, de “expulsar” a las feministas de los espacios, una expulsión que se ha dado no “formalmente”, sino a través del “cansancio y desgaste de habitar esos espacios”. Para De Giorgi, uno de los tantos factores desencadenantes de la expulsión es la dificultad para “coincidir el trabajo de la militancia con el trabajo reproductivo, que cae sobre las mujeres”, si se consideran además los horarios en que se llevan a cabo las reuniones y la disponibilidad que se requiere.

Desde 2015 y 2016 ha habido, sin embargo, “otros momentos de emergencia feminista, otras primaveras feministas”, dijo. “La central sindical se ve interpelada de nuevo pero sobre todo por lo que pasa en la calle, en la sociedad, y tenemos algunas compañeras feministas dentro de la central sindical, pero no una fuerza feminista tanto como teníamos en los 80’”, afirmó.

Graciela Sapriza. Foto: Mauricio Zina

Graciela Sapriza. Foto: Mauricio Zina

La idea de “amor no correspondido” por la cual las mujeres feministas “depositaban muchísimo trabajo y militancia en una izquierda y un mundo sindical que les devolvía menos de lo que ellas ofrecían”, “no sucede hoy en día”, manifestó De Giorgi. Según delineó, hay muchas feministas en la izquierda partidaria y en el sindicalismo, pero muchas más fuera del campo de las “estructuras políticas tradicionales”. Es “un feminismo que se enuncia autónomo y que cada vez es más fuerte en este sentido”, dijo. En este marco es que habla de desencanto, desilusión y alejamiento, que se podrá ver acrecentado “si la central mantiene esta decisión” de decretar un paro general y marchar también por la LUC.

Para Pérez, la discusión actual no es “un punto de inflexión”: “Más bien lo interpreto como una tensión más en la coyuntura”. Según la politóloga, “las tensiones se hacen más patentes” a partir de la “explosión” de las movilizaciones sociales, en particular la del 8 de marzo, que traen consigo más diversidad y corrientes de movimientos. Pero la decisión del PIT-CNT no le parece “un cambio radical en el posicionamiento”. De hecho, afirmó que a pesar de las diferencias “en términos de política pública van a seguir teniendo puntos en común”.

Según Quirici, si bien el punto de debate es la resolución, “estaría bueno analizar separadamente la tensión interna entre perspectivas que tienen, desde una mirada de izquierda, plural y diversa, un horizonte común en la lucha de los derechos, y el el oportunismo de algunas y algunos, que lo que quieren es deslegitimar la lucha feminista o la lucha sindical”. “Lo interesante es tratar de atar cabos históricos para que haya una síntesis superadora de esta crisis”, concluyó.

Por otro lado, Sapriza consideró que la “incomprensión” antes mencionada queda “a la vista” con la decisión de efectuar un paro general, “desconociendo el sentido de las mujeres que integran los sindicatos”. Subrayó, a su vez, que “es una iniciativa que nace del feminismo y además marca un quiebre, tanto el Paro de Mujeres como el ‘tocan a una, tocan a todas’, que tiene la particularidad de surgir desde el sur, no de los países centrales, y ha marcado también una nueva aparición de feminismos con mucha fuerza”.