Militantes estudiantiles, comunicadoras, abogadas, científicas, lideresas afrodescendientes, indígenas, campesinas, son o serán diputadas, senadoras, ministras, presidentas. Las mujeres van ocupando cada vez más lugares de poder, más allá de cupos o iniciativas paritarias, amparadas por leyes o siendo destinatarias de gestos políticamente correctos. Llegan a estrados y se cruzan bandas presidenciales (pocas, sí) por prepotencia de trabajo, por tesón, por capacidad –claro–, por embarrarse, por esperar: sin prisa y sin pausa. Y una vez que llegan a lo más alto de la escalinata, tras el anuncio de su cargo, saben que les espera mucho más que permanecer y transcurrir: serán observadas de pies a cabeza, los opinólogos hablarán más de lo que visten que de lo que deciden y, cuando sean escuchadas, se las juzgará el triple que a cualquier par varón.
No todas se reconocen feministas o tienen largas trayectorias de militancias por los derechos de las mujeres y de las disidencias, aunque cada vez más. Vienen a cambiarlo todo y saben que no será fácil trastocar las estructuras del poder heteropatriarcal, capitalista, racista, capacitista.
Chile: acá no puede ganar el fascismo
Las feministas no sólo están arriba, en la cresta de la ola de una marea que supimos construir. Están, sobre todo, abajo. Articulan, sostienen, impulsan candidaturas, escriben comunicados. Como Fabiola Gutiérrez, coordinadora de la Red de Periodistas Feministas de Chile y editora de Mujeres en el Medio, que cuando vio los resultados de la primera vuelta en las elecciones presidenciales y la proyección hacia la contienda entre Gabriel Boric y José Antonio Kast en segunda vuelta, no dudó en convocar a sus colegas a unirse y activar una fuerte campaña de unidad por la candidatura de quien finalmente resultó electo presidente, cuya asunción veremos en tres días.
La red –que pertenece a la articulación territorial feminista Elena Caffarena, donde convergen organizaciones y colectivas desde Arica a Magallanes– se reunió con equipos del candidato para ver cómo las periodistas podían contribuir a mejorar los mensajes que no habían resultado en la primera vuelta.
“Luego de cuatro años devastadores de Sebastián Piñera, y con una candidatura de Kast que parecía arrasar, la estrategia fue: acá no puede ganar el fascismo”, recuerda Gutiérrez, en diálogo con la diaria. Para eso, lo central fue comunicar las propuestas de la Convergencia Social para ser “una onda expansiva” que hablara sobre la amenaza que representan “los antiderechos que están circulando en la región” y reforzar los mensajes de la plataforma de izquierda “con un tono esperanzador” desde la voz de un candidato que se compromete a “construir un futuro feminista”, como dice en la plataforma de la coalición Apruebo Dignidad.
“En un contexto en el que la avanzada feminista está tan potente en la región y tiene un rédito importante en Chile, donde el movimiento está muy activo desde 2018 y con un fuerte input desde la revuelta social de 2019, donde las feministas copamos las calles y somos vistas a pesar del patriarcado instalado en las bases de nuestra sociedad, la primera fotografía del gabinete paritario es preciosa, pero hay que estar atentas a cómo expones a las mujeres de un gobierno”, advierte la periodista.
Catorce de las 24 personas que integran el gabinete de Boric son mujeres mayormente jóvenes, que ocupan la vocería, la Cancillería, los ministerios del Interior y Seguridad, Defensa, Medio Ambiente, Justicia y Trabajo, entre otras. El periodismo feminista, además, está presente en el gabinete de Boric con la ministra de la Mujer y la Equidad de Género, Antonia Orellana, cercana a la Red de Periodistas, aunque no la integra.
¿Las exponen como verdaderas figuras políticas, para dejar de ser sólo técnicas o asesoras? ¿Las dejarán hacer el trabajo o serán una figura que pondrá la cara, pero por detrás otros tomarán las decisiones y boicotearán a las jerarcas? “Ya no es tiempo de poner mujeres sólo por ponerlas, sino que estén ahí porque saben hacer ese trabajo”, opina Gutiérrez, “pero también hay que cuidarlas”.
En un contexto en el que la movilización late en las calles y el despertar chileno de 2019 tiene una base muy descreída de la política partidaria Boric tiene entre los desafíos garantizar el proceso constituyente, sostener el gabinete paritario, implementar un sistema nacional de cuidados, brindar recursos económicos para que el Ministerio de la Mujer no sea un adorno, y abordar con perspectiva feminista también el racismo estructural e institucional que hoy se traduce en actos de violencia hacia pueblos indígenas y en el abordaje de la crisis migratoria que vive el país. “Que el feminismo no sea sólo un eslogan y que no abunden las viejas prácticas de la política”, desea Gutiérrez.
Feminismos sin fronteras
El deseo de la periodista chilena bien puede aplicarse al país centroamericano que tiene una presidenta por primera vez en su historia. Xiomara Castro asumió el puesto más alto de Honduras, en medio de fuertes denuncias de corrupción y pedidos de extradición que pesan sobre su antecesor opositor Juan Orlando Hernández. Ella debe dar un giro de 180 grados en las decisiones políticas para gobernar uno de los países más peligrosos para las defensoras de derechos humanos y ambientales.
El ejemplo de Chile sirve para pensar en este feminismo sin fronteras, con experiencias colectivas en todos los territorios del Abya Yala. Para Camila Parodi, antropóloga y editora de Internacionales en el portal Marcha: “La presencia y llegada de candidatas feministas a la institucionalidad o a disputar esos espacios se relaciona directamente con lo que estas luchas por la vida, por la defensa de nuestros territorios, de nuestros cuerpos, han logrado en términos más populares y más cotidianos en los procesos electorales actuales”.
Castro no habría llegado al poder si no hubiera contado con el apoyo de movimientos como el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), fundado por Berta Cáceres, asesinada hace seis años en su casa por oponerse al extractivismo de bienes comunes por parte de transnacionales en connivencia con el gobierno, o la Organización Fraternal Negra de Honduras (Ofraneh), liderada por Miriam Miranda, amenazada de muerte la semana pasada por denunciar persecuciones a miembros de comunidades garífunas. Si organizaciones como estas no llamaban a votar, difícilmente Castro hubiera obtenido la cantidad de votos provenientes de jóvenes y mujeres.
La legitimidad de esas y otras organizaciones como la Red de Defensoras se construyó también por la larga trayectoria de resistencia feminista al golpe de Estado de 2009, por su capacidad de articulación y por denunciar sucesivos fraudes electorales. “Sin perder la radicalidad ni la mirada crítica, pero entendiendo en este cambio de época quién es el enemigo, las defensoras van viendo cómo acompañar estos procesos electorales, sin perder la incidencia ni la presión sobre la clase política”, agrega Parodi.
En el primer mes de presidencia Castro ha escuchado las demandas: apoyó la liberación de presos políticos como los defensores del río Guapinol y declaró a Honduras territorio libre de minería a cielo abierto, lo que frenaría la instalación masiva de proyectos extractivistas en el país, que a diario generan hostigamientos, secuestros y asesinatos en comunidades que resisten la instalación de mineras e hidroeléctricas.
“Soy porque somos”
Francia Márquez se hizo mundialmente conocida tras recibir el Premio Goldman 2018 por su defensa del medioambiente en el Cauca. El fin de semana disputará la precandidatura a la presidencia de Colombia en las internas del Pacto Histórico. Enfrenta al ¿favorito? Gustavo Petro y representa lo inesperado, en un país cuyos territorios son objetivo de fuertes intereses geopolíticos. Su cuerpo afrocolombiano “se abre paso, mientras ella sabe que su vida está en amenaza permanente”, dice Parodi. “Pone el cuerpo para defender los derechos, va a todo o nada”, en un país donde líderes ambientales son carne de cañón entre paramilitares, ejército y disidencias guerrilleras.
Si no llegara a quedar ni como candidata a vicepresidenta para incidir políticamente en la campaña, “dejará en evidencia hasta dónde quieren crecer los progresismos, qué tanto lugar abren y cuánto incomodan ciertas propuestas en la interna”, opina la antropóloga argentina.
Brasil: Ele Não, Lula Sí
El 3 de marzo Luiz Inácio Lula Da Silva confirmó su candidatura para presidente de Brasil por el Partido de los Trabajadores (PT). Cuenta con el apoyo de un grupo de movimientos y partidos que ya formaban un amplio frente de izquierda en la campaña “Fuera Bolsonaro”, impulsada originalmente por la Marcha de las Margaritas, sabiendo que el gobierno actual “sería incompatible con nuestras existencias y con las necesidades de las mujeres brasileñas”, dice Regina Brunet, integrante del Colectivo Nacional de Mujeres del PT.
La militante afirma que en la campaña por Lula los diálogos con otros movimientos se intensificarán y lo primero a definir en esta alianza será “un programa feminista, de izquierda y socialista, que consiga dar un combate a fondo contra la pobreza y una construcción del Brasil que contemple las diversas demandas, luchas y necesidades de todas las mujeres a lo largo de todo el territorio nacional”. Para eso, han pautado reuniones del candidato con mujeres de diversas organizaciones y sectores, tanto populares como empresariales y científicos.
“Decidimos radicalizar y popularizar los feminismos para transformar nuestro país”, dice Brunet. “En el conflicto entre el capital y la vida, no queremos darle más poder al empresariado, sino que la vida esté en el centro. La campaña de Lula se dará dentro y fuera de las fronteras de Brasil, ya que la derecha también dará una disputa a este nivel. Es fundamental construir alianzas internacionales para entender que el debate sobre el futuro de Brasil es un debate sobre el papel de la izquierda en América Latina y el feminismo contribuye mucho porque se organiza con la solidaridad de otras en todo el mundo”.
Proponen “luchar contra las transnacionales que precarizan los trabajos de las personas en América Latina y otros países del sur global; visibilizar que somos uno de los mayores exportadores de alimentos y sufrimos hambre; mostrar cómo las mujeres realizan los trabajos domésticos y de cuidados; denunciar que vivimos una guerra interna con la violencia política y policial contra el pueblo negro, y son las mujeres las que protagonizan las demandas por saber si sus hijos volverán a casa. Nuestra lucha es por autonomía y por el respeto a la cultura y a otros modos de vivir”.
Las olas rompen cuando entran en aguas poco profundas. Por eso, los feminismos siguen siendo marea y no se agotan, a pesar de impactar en algunas orillas y de que algunos quieran hacernos creer que las luchas por cambiar este mundo injusto y desigual son espuma. Las mareas se agitan, tienen movimientos ascendentes y descendentes, pero se sostienen sobre todo por circulaciones lentas y estables a través de los océanos. Las mujeres políticas feministas están cada vez más presentes en la gestión de gobiernos: para esquivar estereotipos y frustrar lo menos posible las expectativas, deben seguir atentas al sonido de las calles y a las compañeras que les recuerden que el apoyo es clave, pero no incondicional. Nuestra dignidad no está en juego: es condición y horizonte para revitalizar el ejercicio político en todos los espacios.