Laura Recalde y Luisina Castelli se especializan en temas de género, diversidad sexual, cultura, desigualdad social e inclusión, y trabajan desde la antropología. Fueron compañeras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Universidad de la República) y, desde entonces, son amigas. En 2020, en medio de la pandemia, decidieron construir una propuesta que abarcara las temáticas centrales de sus trayectorias académicas y que, además, pudiera sacar estas cuestiones puertas afuera de la universidad. Así nació Anguirú, un proyecto de formación e investigación que trabaja en torno a la tríada género, diversidad e inclusión desde una perspectiva feminista y de derechos humanos.

La iniciativa, que cuenta con el aval de la Asociación Uruguaya de Antropología Social, propone instancias de formación y asesorías sobre estos temas en ámbitos institucionales, organizacionales y comunitarios, donde se busca “generar transformaciones”, según exponen las responsables en la página web. “Queremos contribuir en la construcción y sostenimiento de espacios de relacionamiento y trabajo igualitarios, respetuosos de la diversidad, no excluyentes y seguros”, aseguran. Al mismo tiempo, buscan “aportar desde la investigación social a identificar y documentar problemas emergentes y sus trayectos, entendiendo que comprender estos procesos es fundamental para transformarlos”.

“Lo que veíamos es que, fuera de la universidad, había muy pocas propuestas que abordaran las disidencias sexuales, genéricas, corporales e inclusivas, con una mirada crítica, desde los derechos humanos, pensando en la transformación de los espacios desde las prácticas”, explicó Recalde, en diálogo con la diaria. “Sabemos que los temas de disidencias y discapacidad son periféricos en la agenda, y no es algo con lo que estamos cómodas, porque además les estamos dedicando nuestra vida y formación. Queremos que estén en primera plana, entonces decidimos hacer un proyecto que los ponga en primera plana”, resumió la académica.

La idea es que también sea un espacio “amoroso”, donde tanto las impulsoras como las poblaciones u organizaciones con las que trabajan puedan “sentirse bien”, señaló Recalde. De ahí el nombre que eligieron: anguirú significa “compañera del alma” en guaraní. “Buscamos ponernos en valor ante mundos cada vez más exigentes y cruentos, y generar un espacio afectivo, igualitario, horizontal entre nosotras, desde el cual generar cosas para otras personas con el mismo sentir”, aseguró.

Formación, investigación, lucha

El proyecto tiene cuatro grandes líneas de trabajo. La primera es la de formación, que tiene que ver con “generar conocimiento con la comunidad y con instituciones” y “en diálogo con la comunidad y las organizaciones”, apuntó Recalde. Este eje consiste en ofrecer cursos y talleres. La doctoranda en Antropología mencionó como ejemplo el ciclo de formación “Miradas disidentes” que están llevando adelante en la Casa de las Ciudadanas de la Intendencia de Montevideo, que apunta a profundizar temáticas vinculadas al género y las disidencias en relación con diferentes dimensiones como discapacidad, derechos, política y territorio, entre otras.

La académica resaltó la importancia de que se multipliquen estas instancias, porque “hay organizaciones y colectivos que tienen una mirada desde los derechos humanos, pero en donde el tema de la disidencia y la discapacidad son los últimos orejones del tarro”. Esto puede derivar en casos en los que “tenemos un discurso que aboga por los derechos de todas las personas, pero seguimos reproduciendo violencias, muchas veces sin querer, porque nos falta formación, porque no conocemos gente con discapacidad o con una disidencia sexual o de género”.

El segundo pilar de proyecto es la investigación, que pretende “generar conocimiento y poner en valor las trayectorias institucionales de diferentes organizaciones, por ejemplo, para visibilizar esos acervos”, al tiempo que propone “trabajar con ellas en relación al género y a la disidencia, para generar cambios en las prácticas”, explicó Recalde.

Por otra parte, las responsables ofrecen asesorías puntuales para organizaciones, instituciones o empresas, para “generar ambientes más igualitarios y libres de violencia” y abordar además las necesidades específicas de cada uno de esos espacios o colectivos.

La otra línea busca generar materiales, detalló la académica, para que “las propias organizaciones y colectivos puedan generar conocimiento sobre las prácticas, y también que les quede un material de los procesos que implementemos y de ahí poder generar cambios”.

Para Recalde, “hoy en día no se puede pensar en sociedades más igualitarias y carentes de violencia sin una mirada que abogue por los derechos”, y a eso apuntan las profesionales al brindar espacios de formación. Pero, además, entienden que es una forma de aportar a la lucha por la defensa y la ampliación de derechos. “Actualmente, vemos en países vecinos, en Europa o más recientemente en Estados Unidos, con lo que pasó con el aborto, que puede haber muchos retrocesos en los derechos conseguidos, por lo que hay que embanderarse con la lucha”, afirmó en ese sentido. “Es fundamental que las organizaciones y las empresas empiecen a entender que se trata de cuestiones de vida o muerte y que, además, lo que hagan desde sus espacios va a tener más llegada y va a ser más humano. Además, entiendo que hoy en día, en términos capitalistas, la diversidad es un valor. Pero la cuestión es darle esa mirada crítica y que no quede solamente por eso”, enfatizó, y agregó: “Hay que salir del eslogan y ver por qué es importante”.