En América Latina, en las últimas dos décadas, los movimientos de mujeres, los feminismos y las acciones de colectivos LGBTI adquirieron una gran visibilidad. Las luchas encauzadas por estos movimientos permitieron un gran avance en materia de derechos de niños, niñas, adolescentes, mujeres e identidades disidentes. No es casual que la masividad de los feminismos en la región, que podemos ubicar en Uruguay a partir de 2014, haya sido acompañada con una “reacción conservadora” y el surgimiento de agrupaciones “antiderechos” en defensa del orden tradicional establecido.
¿Cuáles son las características de estos grupos en América Latina? ¿Qué estrategias discursivas utilizan? ¿Cómo se presentan en el espacio público y en las redes sociales? Estas fueron algunas de las preguntas que guiaron la investigación “La guerra contra el género. Discurso de grupos antiderechos en América Latina”, liderada por Sara Isabel Pérez, doctora en Lingüística y profesora adjunta de la cátedra Discurso y Género en la Universidad de Buenos Aires. Los resultados fueron presentados en una conferencia el lunes 15 de agosto en la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República.
Los grupos antiderechos son “organizaciones de la sociedad civil, redes y asociaciones ciudadanas” que, por lo general, se presentan como “apartidarias” y “no religiosas”, explicó Pérez al inicio de su exposición. En América Latina, estos grupos comenzaron a tener mayor presencia en redes sociales y manifestaciones en espacios públicos a partir de 2014 y 2015. En otros lugares del mundo, por ejemplo, en Europa, la presencia de organizaciones antiderechos en marchas callejeras y otras actividades comenzó a registrarse unos años antes.
Aunque estas organizaciones adquieren rasgos y configuraciones diferentes, dependiendo de la agenda y las coyunturas sociales y políticas de cada región y de cada país, también exhiben características similares a nivel global. Por ejemplo, sus planteos suelen concentrarse en temas como la educación sexual integral, la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio igualitario, la diversidad sexual y la identidad de género, el lenguaje inclusivo, entre otros.
El fenómeno de las “derechas 2.0”, por su fuerte presencia en redes sociales, tuvo un “pico” en la región con la creación, en 2016 en Perú, de la organización Con mis Hijos no te Metas; se trata de “una de las organizaciones de la sociedad civil más fuerte, con mayor presencia en la región y muy articulada con la plataforma CitizenGo”, un grupo conservador con sede en España que tiene nexos con varios partidos de extrema derecha en Europa y organizaciones fundamentalistas de diferentes regiones”, señaló Pérez. En su país de origen, esta organización “logró frenar modificaciones curriculares” en el sistema de educación y determinó la renuncia del ministro de Educación Juan Cadillo, en 2021. “Es una organización muy potente”, manifestó.
Con mis Hijos no te Metas no fue la única organización que cobró visibilidad en los países de la región. Otros grupos que surgieron en los últimos años fueron: el Movimiento por la Vida y la Familia y Somos Muchos Muchos Más, ambas en Paraguay; Frente Joven en Argentina; Frente Nacional por la Familia y con Participación en México; Padres en Acción y Parejas Reales en Perú; Unidos por la Vida en Colombia, entre otros. Estos grupos fueron los seleccionados por Pérez y su equipo para llevar adelante la investigación. La experta aclaró que si bien no hay ninguna organización con origen en Uruguay que integre la lista, no quiere decir que estos grupos no estén presentes en el país.
Estrategias de acción y presentación
Uno de los aspectos que tomó en cuenta la investigación fue la presentación de estos grupos en sus páginas web y redes sociales y las formas de accionar a través de ellas. “Las redes sociales tienen posibilidades tecnológicas que permiten que los discursos se produzcan y circulen con mayor facilidad y, además, tienden a generar modos de afiliación”, expresó Pérez. La experta señaló que estos grupos tienen dos grandes estrategías. Por un lado, generan “redes” entre sí y operan como “redes de redes” para lograr difundir sus mensajes fuera de las fronteras de su país y extenderse en la región (como es el caso de la red Somos Muchos Muchos Más o Latinoamérica por las dos vidas). Por otro lado, usan hashtags como mecanismos “productores de afiliación” y “búsqueda de identidades” en los contextos digitales.
Para el estudio de las formas de presentación de las organizaciones antiderechos seleccionadas, el grupo de investigadoras se centró en las “estrategias de referencia y de publicación”, es decir, “cómo estas agrupaciones se nombran a sí mismas”. Algunos elementos recurrentes en el nombre de las organizaciones son la autodenominación como “padres” integrantes de “la familia”, expresó Pérez. Esto aparece con claridad en el caso de Padres en Acción de Perú, que además “invoca a la acción de la ciudadanía”, que es otro elemento que va a aparecer de manera frecuente en la presentación de estos grupos.
En relación a la organización Con mis Hijos no te Metas. La lingüista destacó el uso del hashtag en la denominación de la mayoría de los grupos de esta organización dispersos por la región, por ejemplo Con mis Hijos no te Metas Uruguay, que además suele acompañar con una imagen de la bandera de su país, que implica una “apelación al discurso nacionalista”.
Por otra parte, Pérez subrayó que Con mis Hijos no te Metas no es un nombre, sino un enunciado. Se trata de “una interpelación en segunda persona del singular a otra persona de un modo relativamente agresivo, pero a la vez en defensa de otra”, dijo. “Esa negación: ‘Con mis hijos no te metas’ supone que hay alguien del otro lado que se está metiendo con sus hijos. Además, el verbo ‘meter’ es un registro informal que supone que alguien se está queriendo involucrar o participar en cuestiones que no le corresponden. De esta manera, se genera en la audiencia una actitud de toma de partido. O quedo del lado de la persona que está defendiendo a sus hijos o del lado de la persona que se está metiendo con los hijos ajenos”, manifestó la investigadora.
Por otra parte, si bien en el enunciado no hay una referencia lingüística a cuestiones de género, si existe una “estrategia discursiva semiótica” en la presentación del grupo en sus redes sociales con el uso de los colores rosado y azul “bien separados”; “son dos partes totalmente diferentes que no se tocan, no se confunden y así se representan”, señaló Pérez.
Un factor común en las imágenes utilizadas por las organizaciones antiderechos es la “referencia implícita o explícita” a “la familia” con una estructura determinada: un papá, una mamá, el hijo y la hija. La organización Frente Nacional por la Familia (México) se presenta en su página web como “un movimiento social conformado por millones de personas y miles de instituciones de todo el país, que promovemos y defendemos tres pilares de nuestro México: La Vida, la Familia y las Libertades”. Asimismo, su logo es la silueta de una familia.
A través de estas estrategias los grupos antiderechos construyen su “identidad colectiva”. “Se presentan como agrupaciones de ciudadanas y ciudadanos preocupados por el bien común y dispuestos a presionar a sus gobernantes, son la voz de la verdadera ciudadanía a diferencia de los partidos políticos, son organizaciones de profesionales e intelectuales preocupados por desarrollar actividades de naturaleza académica o bien son colectivos de personas cuyas denominaciones refieren a valores tradicionalmente asociados a grupos conservadores (familia, padres, líder)”, expresó Pérez. “Así es como se presentan estos grupos y la forma en que lo hacen ya es parte de la construcción del discurso que promueven”, agregó.
Estrategias discursivas
El análisis de discursos de algunas de las organizaciones antiderechos de América Latina permitió al equipo de expertas y expertos identificar algunas estrategias discursivas generales. Entre ellas, Pérez destacó la apelación a la creación de un “enemigo único”, en el marco de una “retórica de la guerra” que funciona como articulador de discursos. “La metáfora de la guerra plantea la idea de que el campo del discurso o del sentido se organiza siempre a partir de un enfrentamiento entre un nosotros y un ellos”, explicó. En este caso, ese “nosotros” se refiere a las y los integrantes de los grupos antiderechos frente a un “ellos”, que generalmente, son las mujeres feministas y disidencias.
“Ese nosotros está formado por quienes defienden la vida, la familia, pero también los intereses nacionales y la patria. Con este planteo, el enemigo que se construye son las personas que buscan ‘imponer’ la agenda de género como los feminismos. Para los grupos antiderechos esta agenda va contra la soberanía nacional, contra la familia y todo lo que tiene que ver con derechos sexuales y reproductivos, derechos de la mujer y disidencias tiene que ver con una agenda foránea de los feminismos extranjeros o con un ‘lobby’ LGBTI que no tiene que ver con tradiciones locales”, agregó.
A través del uso de la metáfora de la guerra, las organizaciones conservadoras establecen un escenario en el que hay “defensores” y “enemigos”, pero también hay “armas”. De acuerdo al discurso de los grupos antiderechos, el principal “bastión de lucha” del movimiento feminista y colectivos LGBTI contra el “orden tradicional” establecido es la “ideología de género”. “El problema es el concepto de género. Uno de los argumentos que sostienen es que el género es una construcción social y cultural y, en ese sentido, es artificial. Defienden que el género no es una cuestión natural ni biológica ni científica, por lo tanto, el género es una ideología y el sexo es una verdad científica y natural”, explicó Pérez.
Buena parte de los textos sobre género producido por estos grupos se “reencuentra” con los “discursos religiosos tradicionales” y una “valoración negativa de la homosexualidad”.
Otra estrategia identificada por las y los investigadores es la “recuperación y reformulación de discursos socialmente considerados como válidos y legítimos: la apelación a la ciencia (biología) y a la retórica de los derechos humanos”. “Ya no apelan al orden natural como el orden divino, hay una toma de distancia con el discurso religioso, si no se apela a la biología como ciencia y que esta no se puede cambiar por un simple trámite”, dijo Pérez. En la misma línea, “como han descubierto que la ciencia y la academia son importantes, además de apelar a la ciencia como abstracción, crean espacios de formación con referentes académicos que legitimen sus planteos”, agregó.
Otros planteos de los grupos antiderechos están vinculados a un “discurso liberal sobre el Estado, un Estado que debe estar fuera de nuestras vidas y no debe meterse con la educación de las niñas y niños”, “la apropiación de la retórica de los derechos humanos, para frenar y limitar el acceso a derechos de muchas personas”, “la apelación a la libertad de expresión” para “legitimar el discurso de odio de la homofobia y la transfobia”.
“Estas estrategias forman parte de una reacción que los grupos antiderechos se han visto obligados a tomar por los avances que las mujeres, los feminismos y colectivos LGBTI hemos logrado, en la defensa de nuestros derechos y por los derechos que seguimos buscando. Si esto tiene esta potencia y esa magnitud, ese grado de organización, es porque son muy inteligentes y ven la necesidad de hacerlo porque estamos avanzando en la búsqueda de los derechos humanos para todas las personas en nuestras sociedades y en esa lucha debemos insistir”, expresó Pérez.