El jueves pasado, los argentinos enmudecieron. Luego del intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) por parte de Fernando André Sabag Montiel, de 35 años y nacionalidad brasileña, el silencio de las balas que quedaron dentro de la recámara de la Bersa calibre 22 sigue resonando. Nadie se explica aún cómo alguien puede empuñar un arma e intentar matar a la política más relevante del país vecino y una de las más destacadas de América Latina.

La socióloga feminista e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) María Alicia Gutiérrez considera que esta clase de hechos no suceden sólo en la Argentina. “El intento de magnicidio de la vicepresidenta, que es muy grave, forma parte de una estrategia global. Hay un entorno de avance muy articulado y organizado de grupos fundamentalistas conservadores, con rasgos fascistas, que utilizan sus propias organizaciones, recursos, capitales afines a la economía financiera, medios de comunicación y poder judicial”, aseguró a la diaria.

Gutiérrez, que integra la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito, cree que la punta de lanza de este ataque global “ha sido contra la perspectiva de género, contra el movimiento feminista, las demandas vinculadas al cuerpo, el derecho al aborto y reclamos de la comunidad LGBTIQ+”.

Habló también de “una crisis descomunal de la política, de la representación política”, donde impera un descontento y “preocupación por la situación económica del país”.

Los días previos al atentado se vieron teñidos por el avance de la causa judicial conocida como “Vialidad”, en la que se acusa a CFK de ser la jefa de una asociación ilícita que habría defraudado al Estado por direccionar obras viales de la provincia de Santa Cruz en beneficio del empresario Lázaro Báez. El fiscal Diego Luciani pidió 12 años de prisión para quien fue dos veces presidenta de Argentina. Ese pedido desató el enojo de todo el oficialismo y la militancia, por considerar la causa un montaje político para proscribir a Fernández. Así, durante días, muchos se acercaron a la casa de la vicepresidenta para manifestar su apoyo.

En este contexto, nació una nueva polémica entre el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, del partido de la oposición (Cambiemos), y el oficialismo, la coalición del Frente de Todos, de la cual CFK es referente ineludible. La polémica giró en torno a la ocupación del espacio público en las inmediaciones de la casa de la vicepresidenta. El sábado 27 de agosto, el alcalde envió a la Policía de la Ciudad de Buenos Aires a vallar los alrededores de la vivienda porque, según su descripción, había gente subida a los árboles, insultaban a los vecinos del barrio y las calles estaban cortadas todo el tiempo. Finalmente llegarían los enfrentamientos entre los militantes y la Policía, y entre los agredidos estuvo el hijo de la vicepresidenta, Máximo Kirchner.

El jueves por la noche sucedió lo impensado. Un hombre gatilló dos veces a la vicepresidenta a centímetros de su rostro. El presidente argentino, Alberto Fernández, decretó feriado nacional para el día siguiente y convocó a marchar en “defensa de la paz y la democracia”.

Al día siguiente, cerca de 500.000 personas colmaron la Plaza de Mayo con premisas a favor de la democracia, contra la violencia de los medios de comunicación y los partidos opositores, y hasta por amor a Cristina.

Cuando una mujer tiene el poder

Martha Rosenberg, psicóloga, médica y una de las pioneras en las luchas por la legalización del aborto, integrante del Foro por los Derechos Reproductivos y de la Campaña Nacional del Aborto, dijo que “la oposición política combate, apostrofa e implica a CFK en una dialéctica muy insultante y agresiva”. “No se da un discurso sobre lo que es políticamente determinante, sino sobre la persona de Cristina (cuerpo-objeto) y ahí confluyen los intereses políticos de una sociedad, como si no se hubiera tocado la plataforma profunda del machismo y la misoginia”, reflexionó la histórica militante.

Pero el elemento principal de la violencia imperante, dijo, es que “la división entre el kirchnerismo y esa oposición, en términos peronismo/antiperonismo, adquiere formas súper violentas, que ya están en toda la sociedad”.

La doctora en Filosofía por la UBA y directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura porteño, Diana Maffía, observó el atentado contra CFK como “un hecho de violencia política y de género”. “Es contra una mujer que representa el lugar más alto posible en la escala de participación política; me parece bien que se encuadre en un intento de femicidio, como dijo su defensa que lo iba a hacer”, aseguró. Con el concepto del femicidio “hablamos de un hecho dentro de un cúmulo de desigualdades sistemáticas, de violencias desde el nacimiento hasta el extremo, donde la mujer es asesinada”, explicó Maffía; “este atentado está dentro de una trama de violencias”.

La filósofa coincidió en que “el lenguaje es un modo de la acción humana y tiene efectos no meramente simbólicos sino performativos, reales; genera huellas psicológicas y físicas”.

“CFK es una mujer no sólo con una concentración de poder sino con una modalidad de manejo del poder que, para algunos, resulta insoportable que lo ejerza una mujer, incluso ella, que tiene modos muy patriarcales de ejercicio de poder”, porque “parece que se porta de una manera inapropiada”, afirmó la directora del Observatorio de Género. “Pasó con Eva Perón y también con ella”, señaló.

Para Maffía, un cambio de rumbo para pensar la transformación social sería “una sociedad en la que pudiéramos sentarnos a dialogar y estuviéramos dispuestos a alcanzar consensos”.