La lucha feminista pone en evidencia las desigualdades de género existentes en todos los ámbitos de la vida y el plano digital no es la excepción. Por el contrario, es un espacio donde la discriminación y las violencias hacia las mujeres se reproducen y adquieren nuevas formas. En este nuevo escenario es que surgió el ciberfeminismo, una forma de activismo feminista que analiza la estructura y los usos de las tecnologías y el internet, además de utilizar sus potencialidades para tejer redes entre grupos de mujeres, ampliar la llegada de sus mensajes e impulsar un cambio social dentro y fuera del ciberespacio.

El ciberfeminismo surgió en la década del 90 y, desde entonces, se ha ido transformando. En sus orígenes, estuvo principalmente asociado al estudio de cómo funcionan las plataformas digitales y el acceso de las mujeres a las tecnologías de la información y comunicación, explicó a la diaria Federica Turbán, integrante de MediaRed, un colectivo feminista de comunicación alternativa con amplia presencia en redes sociales. Con el tiempo, el concepto pasó a abarcar otras luchas feministas en el plano digital, como por ejemplo el desarrollo de estrategias de comunicación y acciones contra la violencia de género en línea, el reclamo por derechos digitales y la protección de datos personales, según señaló la activista.

Por su parte, Ana Tuduri, integrante del Laboratorio de Datos y Sociedad (Datysoc) –un proyecto de Data UY que se dedica a la promoción de un marco de referencia sobre la situación de los derechos humanos en la era digital en Uruguay–, detalló a la diaria que las luchas feministas contra la violencia, la opresión y la discriminación, y por la reivindicación de derechos de las mujeres y disidencias, son las mismas dentro y fuera de la virtualidad. “No podemos olvidar que lo que ocurre en el ciberespacio es un reflejo de lo que pasa en la sociedad. Este nuevo ámbito que pensamos que iba a ser libre y accesible para todas las personas, no lo es. Es un nuevo territorio de lucha donde hay que actuar para que se nos reconozca, para que no se nos discrimine, para construir igualdad y para tratar de que no se nos violente”, expresó, y agregó: “El feminismo no tiene fronteras. No existe un feminismo en línea y otro en territorio. Es el mismo movimiento”.

En tanto, Turbán consideró que el ciberfeminismo “atraviesa” a todas las mujeres, tanto a las militantes feministas que se dedican a las luchas específicas en el entorno digital como a las que no, y también a las mujeres que no se consideran militantes, porque las redes sociales forman parte de la “vida privada” de las personas y todas hacen uso de ellas para hacer diferentes planteos, denuncias, reclamos, entre otras cosas, que, de alguna manera, “visibilizan” las luchas que se dan en el territorio.

Mediactivismo en Uruguay y en la región

En el caso de Uruguay y la región, las manifestaciones feministas en internet se hicieron más visibles a partir de 2015, con la masificación del movimiento #NiUnaMenos, contra los femicidios, que empezó en Argentina y se extendió rápidamente a otros países, explicaron las activistas. Este hecho supuso un antes y un después en la mirada de las feministas latinoamericanas sobre los beneficios de las plataformas digitales para difundir información, potenciar las luchas y construir redes colaborativas que superen las fronteras geográficas.

A partir de entonces, también se concretaron otros tipos de espacio de diálogo e intercambio, que en muchos casos derivaron en la creación de colectivos y grupos feministas. En Uruguay, un ejemplo de esto es el colectivo Encuentro de Feministas Diversas (EFD), una iniciativa que empezó a través de intercambios en Twitter entre mujeres atravesadas de diferentes formas por el feminismo y que en setiembre de 2017 tuvo su primer encuentro presencial, que reunió a más de 200 mujeres.

“Somos hijas de una ola feminista que se organizó a través de las plataformas digitales que empezó con el #NiUnaMenos en Argentina, y del que Uruguay fue partícipe. Implicó el descubrimiento del poder de convocatoria de las redes sociales y de nuevas formas de participación para un montón de jóvenes que no habían tenido otras experiencias de activismo en el feminismo”, contó a la diaria Natalia Vera, integrante de EFD.

Natalia Vera.

Natalia Vera.

Foto: Mara Quintero

Otras experiencias locales que tuvieron lugar en las redes sociales mostraron la importancia del espacio digital para la militancia feminista y como espacio de enunciación, como las denuncias de #Varones Carnaval o las visibilizadas en torno al hashtag #MeLoDijeronEnLaFMed, que también se replicó en otras instituciones educativas. Estas propuestas coincidieron con la pandemia por covid-19, donde los meses de confinamiento supusieron un incremento del uso de las plataformas digitales.

“A partir de que muchas mujeres empezaron a usar el escrache digital como una herramienta es que empieza a despegar el ciberfeminismo en el país”, señaló Tuduri, y subrayó como un hecho central el primer encuentro de ciberfeminismo en Uruguay, que organizó la “Entramada feminista” –conformada por Datysoc, MediaRed, EFD y la Colectiva Durazno– entre el 6 y el 7 de noviembre de 2021 en el departamento de Durazno. En el marco de ese encuentro, mujeres y disidencias identificaron modalidades de violencia de género en línea, prácticas seguras de mediactivismo y estrategias frente a discursos antiderechos.

Tuduri afirmó que una característica del ciberactivismo en Uruguay y América Latina ha sido el impulso y desarrollo de “herramientas” para “proteger” los datos de las mujeres y disidencias para “poder habitar este espacio de forma segura”. Además, la integrante de Datysoc destacó la apuesta de las organizaciones y colectivos de la región por la creación de redes colaborativas. “Una de las cosas más interesantes que tiene el feminismo es tejer redes, crear desde lo colectivo. Eso nos hace mucho más fuertes y nos permite lograr un montón de reivindicaciones. Creo que viene por ahí lo distinto del feminismo en este ámbito: la red, lo colectivo, tratar de proteger nuestros datos, tratar de disminuir la brecha de acceso”, expresó.

La violencia digital…

La violencia en entornos digitales contra las mujeres y las disidencias sexogenéricas se sostiene sobre los mismos mecanismos patriarcales en los que se basa la violencia de género en el espacio físico. En ese sentido, las activistas explicaron que las plataformas digitales permiten que la violencia se exprese de otras formas como, por ejemplo, a través de comentarios, amenazas y expresiones discriminatorias en redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea, la difusión de imágenes y videos sin consentimiento, o el acceso o control no autorizado de las cuentas o dispositivos de una persona.

Asimismo, internet dio lugar a otras formas de agresión contra las mujeres y disidencias como el doxxing –la publicación intencional de información privada–, el grooming –uso de redes sociales para contactar niñas, niños y adolescentes con fines de abuso o explotación sexual– o las dickpics –fotos de penes no solicitadas–, entre otras. De todas maneras, “es muy difícil hacer un desglose de todas las formas de violencia que se pueden dar en el ámbito digital”, sostuvo Tuduri, y señaló que incluso la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra las Mujeres y Niñas, Dubravka Šimonović, ha dicho que, en la medida en que avance la tecnología, aparecerán nuevas agresiones en este espacio. “No es posible categorizar las violencias y pensar que van a ser las mismas para siempre”, enfatizó la integrante de Datysoc.

Estas violencias no se limitan al ámbito digital. Lejos de eso, causan daño psicológico y emocional, pueden tener impactos en los vínculos, en el trabajo y en otros ámbitos de la vida de las víctimas. Además, puede generar que las mujeres y las disidencias cierren sus cuentas en redes sociales y se resignen a habitar el espacio virtual, dijo Tuduri. “Aún persiste esa idea de que la violencia digital no es real. Eso lo trabajamos en nuestra campaña y en el encuentro en Durazno. La violencia digital es real, pasa y tiene consecuencias en la vida de las personas. Falta mucho para dimensionar esa violencia. Tampoco nos ayuda el no tener datos sobre la violencia digital. Lo que vos no ves o no podés percibir te parece que no existe”, expresó en esa línea.

“Combatir enteramente la violencia o las situaciones de discriminación o desigualdad en el ámbito digital no va a pasar”, continuó Tuduri. “Es un problema integral que pasa no sólo en este ámbito sino en todos los planos de la vida de las personas. Es mucho más complejo que sólo eliminar esto en el ámbito digital y creo que tenemos que pensar en políticas públicas con estudios que permitan ver estos problemas con esta mirada integral interseccional. Pero primero tendríamos que estudiarlo para después crear las políticas públicas, porque si no seguimos en este círculo vicioso”, puntualizó.

En Uruguay no hay leyes específicas sobre estas agresiones, aunque la Ley 19.580 de violencia hacia las mujeres define la violencia mediática como “toda publicación o difusión de mensajes e imágenes a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de las mujeres” o “injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres”. A la vez, establece que la violencia simbólica es aquella que se ejerce “a través de mensajes, valores, símbolos, íconos, imágenes, signos e imposiciones sociales, económicas, políticas, culturales y de creencias religiosas que transmiten, reproducen y consolidan relaciones de dominación, exclusión, desigualdad y discriminación, que contribuyen a naturalizar la subordinación de las mujeres”.

… y las estrategias en su contra

Ante estas formas de violencia, los colectivos que integran las entrevistadas han desarrollado estrategias concretas para su actividad en medios digitales. Por ejemplo, en 2020, las integrantes de Datysoc conformaron una línea de investigación específica en la que abordan “todo lo relacionado a la inclusión y género en internet”. Ese año además realizaron una campaña específica y talleres de sensibilización sobre violencia digital para “posicionar el tema en la agenda política y en la agenda de las organizaciones sociales”. Tuduri adelantó que este año el trabajo de Datysoc estará enfocado nuevamente en la violencia digital, pero centrado en la adolescencia y el espacio educativo.

Para prevenir agresiones en el ciberespacio, la activista de Datysoc sostuvo que uno de los elementos principales es “incentivar el autocuidado de los datos personales”, además de “saber cómo manejar la seguridad de las aplicaciones y de contraseñas de las cuentas y dispositivos”. “Parece algo simple, pero la mayoría de la gente tiene contraseñas súper inseguras, no tiene verificación de dos pasos o no usa contraseñas en su celular o en su computadora”, expresó. Al mismo tiempo, dijo que es importante leer los términos y condiciones de las aplicaciones y plataformas aunque sean “largas y usen términos difíciles”, así como saber “cómo reportar si estoy sufriendo acoso o algún contenido inapropiado”.

En el caso de EFD, las activistas utilizan las plataformas digitales para “muchas cosas” tanto a nivel de comunicación interna como externa. “Tenemos nuestro principal proyecto, ‘Desaparecidas’, que con el uso de las tecnologías nos permite tener una base de datos y un seguimiento de las desapariciones de mujeres, sobre todo jóvenes, en Uruguay, y también hacer una difusión de esta problemática”, explicó Vera. Además, junto a Datysoc, EFD integra el capítulo uruguayo de acoso.online, una herramienta que busca difundir información sobre cómo combatir la violencia de género en línea, que funciona desde abril de 2021.

Federica Turban.

Federica Turban.

Foto: Mara Quintero

Una de las precauciones que toman las integrantes de EFD a la hora de comunicar en redes sociales implica “cuidar los datos personales de esas mujeres que desaparecen”. “Cuando alguien desaparece, sabemos que es primordial su búsqueda, pero, después de que esa persona es encontrada, eliminamos su imagen y datos de las redes y pedimos a las demás personas que hagan lo mismo”, explicó Vera. “Tratamos de buscar estrategias para cuidar a esas mujeres que después pueden verse sometidas a un relato victimizante o que se empiece a problematizar sobre las causas de desaparición”, agregó.

Asimismo, todos los contenidos producidos y publicados por EFD usan una licencia que permite su acceso de forma gratuita, en línea con la política del colectivo de favorecer el uso de “herramientas de software libre” y apoyar la “libre circulación de conocimiento”, señaló la activista. A nivel interno, las integrantes del colectivo comparten datos e información en una “nube privada” que garantiza su protección y además contribuye a la “construcción de contenidos de forma colaborativa”.

En tanto, en MediaRed, una de las estrategias que han implementado es no responder a los comentarios agresivos de personas en sus publicaciones en las redes sociales y utilizar aplicaciones o plataformas digitales que consideran más seguras para sus datos e información. Por ejemplo, Turbán dijo que se comunican a través de Telegram porque es “más seguro” que WhatsApp y usan Jitsi en lugar de Zoom.

Por una internet feminista

La construcción de una “internet feminista” es un principio al que cada vez se suman más colectivos, organizaciones y grupos de mujeres. Las entrevistadas coincidieron en que, para que esto se concrete, es necesario que internet sea un espacio libre de violencias y discriminación, un espacio que las mujeres y disidencias puedan habitar con seguridad, y un lugar propicio para la construcción de redes.

“Debe ser un espacio de intercambio libre, sin ponerle un peso a quien está detrás de ese dispositivo. Un espacio que sea como realmente se pensó la internet”, dijo Vera, y agregó que otro de los aspectos que debería tener es el “acceso libre”, tanto desde el uso de dispositivos como el acceso a internet en sí mismo.

Por su parte, Turbán apuntó que una internet feminista debe, además, “reducir la brecha de accesibilidad por parte de las mujeres y disidencias”, y ser un entorno donde “poder expresarnos libremente sin estar sometidas a censuras”. Asimismo, consideró que otro de los elementos para que exista una internet feminista es que haya “posibilidad de movimiento y de participación pública” y profundizar en “todo lo que tiene que ver con capacidad de agencia”.