El #MeToo en Estados Unidos, #Cuéntalo y #HermanaYoSíTeCreo en España, #MiráCómoNosPonemos en Argentina, el movimiento que empezó con #VaronesCarnaval en Uruguay. Todas estas iniciativas irrumpieron en distintas latitudes, en diferentes idiomas, en múltiples ámbitos y con puntapiés bastante variados, pero con un objetivo común: denunciar, visibilizar y desnaturalizar la violencia sexual contra mujeres, niñas y adolescentes. En algunos casos, como en el español, los reclamos de los feminismos también apuntaban contra una Justicia que calificaban de patriarcal, misógina y sesgada.

Este último debate sigue vigente en muchos países y hay organizaciones, así como mujeres referentes, que trabajan para poner el tema arriba de la mesa todos los días. Con ese espíritu es que la asociación civil El Paso, en conjunto con la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar), llevó a cabo la semana pasada el conversatorio “Absuelto no es inocente”, que alude a una consigna que se viralizó este año en redes sociales después de que la Justicia de Brasil absolviera a Juan Darthés en la causa por violación que inició Thelma Fardin.

Precisamente, la actriz argentina fue una de las expositoras del conversatorio, en un panel sobre los impactos de la violencia y de la impunidad que compartió con la psicóloga feminista y también denunciante de violencia sexual Victoria Marichal.

“Esta mesa va de contar situaciones, pero también de poder pensar y encontrar estrategias y alternativas para poder transformar las cosas, desde una visión personal pero también desde una visión colectiva y política”, introdujo la socióloga Cristina Prego, directora ejecutiva de El Paso. Así, dio paso Mariana Echeverri, licenciada en Psicología y coordinadora del servicio de atención a niñas, niños y adolescentes de la asociación civil, que habló de los impactos de la violencia sexual en la salud mental y emocional de las víctimas, y también de los posibles efectos de procesos judiciales revictimizantes.

En ese sentido, afirmó que “la principal razón por la cual el abuso sexual infantil es un evento traumático es porque sobrepasa las estrategias de afrontamiento que tiene esta niña o niño para enfrentar la situación de peligro” y que “produce síntomas no sólo de orden psicológico, sino también fisiológico”. La especialista explicó que es “un acontecimiento que hiere el sentido de seguridad y bienestar de quien lo vive, cubriéndolo de falsas y destructivas creencias sobre sí mismo y sobre el mundo”.

Echeverri enumeró distintos elementos que caracterizan el impacto de estas violencias específicamente en las niñeces y adolescencias, como el hecho de que se dé “en una etapa evolutiva temprana”, cuando tienen “menos instrumentos para comprender y responder”, y en el marco de un vínculo que, por lo general, es “de cuidado”. Otros factores tienen que ver con “la intensidad con la que se produzca” –“si bien es un registro subjetivo, hay acciones que pueden ser más invasivas o acompañadas incluso de dolor físico”, explicó la psicóloga– o su duración, especialmente “cuando son experiencias que se cronifican y abarcan largos períodos de tiempo”.

Asimismo, dijo que es posible que niñas, niños y adolescentes “experimenten altos niveles de estrés, ansiedad temor y hasta posible enojo” durante el tránsito por el sistema judicial, “sentimientos que no sólo se deben a la experiencia de abuso vivido, sino por las repetidas situaciones de tener que recordar, que no es sólo tocar la narrativa, también implica traer el recuerdo en todas sus formas en que fue guardado como tal”. Algunas de estas cuestiones fueron ampliadas después por Fardin y Marichal, que hablaron en primera persona de los impactos de vivir y denunciar violencia sexual.

“Lo que no nos perdonan es haber sobrevivido”

Fardin denunció a Darthés en 2018, pero el juicio comenzó recién en noviembre de 2021, atravesado por demoras y obstáculos interpuestos por la defensa. En mayo de este año, la Justicia de Brasil decidió absolverlo porque, pese a reconocer que hubo “actos libidinosos”, afirmó que no hay pruebas materiales suficientes (testigos directos, videos o ADN) que confirmen la violación. La actriz, que cuando se produjeron los hechos denunciados tenía 16 años, apeló.

“Nos dicen mentirosas a nosotras […] y, en realidad, la que miente es la Justicia, porque nos dice que tenemos determinados plazos para denunciar, pero a la hora de fallar, dice que no hay pruebas materiales”, recapituló Fardin durante su exposición, en la que ahondó sobre los obstáculos y sesgos del sistema judicial a raíz de su propio caso. “O sea, no hay semen, no hay un video y no hay testigos oculares. Un imposible. ¿Qué prueba de esa índole, después del tiempo transcurrido, puede haber? Sabiendo además que son delitos que suceden en la oscuridad, que no tienen testigos oculares”, cuestionó.

Por otro lado, dijo que muchas veces se piensa que la Justicia “parece una cuestión divina que va a bajar, que va a iluminar a esos jueces y que les va a decir ‘esta es la verdad’”, cuando, en realidad, “son personas de carne y hueso, con un sistema de creencias sobre el que tenemos que lograr operar”.

En la misma línea, llamó a no caer en “esa trampa de [pensar] que tenemos las leyes, como, por ejemplo, la ley Micaela, que establece la obligatoriedad de instruir a todos los componentes del Estado en perspectiva de género, pero después esas leyes no son aplicadas”. “Vos en ese juicio tenés que contestar todas las preguntas que quiera hacerte el juez, la defensa de tu abusador, revictimizándote, preguntándote, tenés que contestar absolutamente todo porque, si no, sos la ‘mala víctima’”, sobre todo “si sonreíste, si sacaste esta foto, si subiste este contenido, si decidiste seguir siendo feliz”. “Lo que no nos perdonan, en realidad, es haber sobrevivido”, apuntó Fardin, y consideró que “incomoda más que hablemos de esto, que nos abusen”.

La actriz, que está estudiando Derecho, dijo que lo primordial para las víctimas es que, cuando se animan a contar lo que les pasó, les crean. “Lo más importante es que nos digan: ‘Te abrazo, te creo, sé que confiaste en mí y que, en ese confiar en mí, estás sanando de algún modo’”, aseguró. A la vez, señaló la necesidad de “dejar de poner tanta responsabilidad sobre las víctimas” y “entender que la responsabilidad tiene que ser de toda la sociedad; que todas, todos y todes tenemos que estar interpelados”.

“Hasta que no le pase a nadie más”

“Para mí, el día de hoy significa un cierre de un ciclo que increíblemente empezó leyendo el libro de Thelma”, dijo Marichal al inicio de su exposición: “Fue en aquel momento y con esa lectura que yo decido hacer una denuncia social a quien me violó en la adolescencia”. Poco después arrancó el proceso judicial que, después de distintas instancias, terminó el mes pasado con una sentencia de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) que confirmó la culpabilidad de su agresor.

Antes de llegar a esa sentencia, hubo un fallo inicial de inocencia, que fue apelado por Marichal, y en diciembre de 2022 una resolución de culpabilidad, que ahora fue ratificada por la SCJ después de que la defensa la apelara. La psicóloga dijo que su caso sirve para “poner en evidencia que la sentencia de un juez para nada es prueba absoluta de que una persona no haya abusado de otra, porque, como decía Thelma, esa persona tiene su sistema de creencias, su educación, y muchos de los jueces tienen una educación patriarcal. Entonces, ¿por qué vamos a creer que si un juez determina que alguien es inocente esa es la prueba absoluta de inocencia?”, cuestionó.

Si bien no quiso detenerse en cuestiones que fueron abordadas por su colega Echeverri, Marichal quiso recordar que “una de las respuestas más características en el momento de estar viviendo el abuso o la violación es la parálisis”. Por lo tanto, “cuando hablan de que no nos estábamos defendiendo, es mentira, sí nos estábamos defendiendo: la parálisis es una manera de defendernos”, apuntó, e insistió en que hay que “reivindicarla” como “modo de defensa”, en especial “porque es información que muchas víctimas de violencia sexual desconocen y es también por lo que muchas veces nos culpamos”.

A su vez, resaltó que “una de las partes más importantes de entender el trauma sexual” es “tener en cuenta el impacto de los discursos patriarcales de nuestra sociedad, que culpabilizan y avergüenzan a las víctimas, que intentan prohibir la educación sexual integral –por lo tanto, negarnos el acceso a esta información que podría sernos de utilidad a la hora de querer denunciar lo que nos pasó–, que normalizan las conductas de abuso e hipersexualización desde la infancia, y que exponen como ‘raros’ o ‘monstruosos’ los actos más cruentos como, por ejemplo, las violaciones sexuales de forma grupal”, lo que “hace que la sociedad pueda lavarse las manos y no responsabilizarse”.

En ese sentido, dijo que “saber que estos son los discursos con más fuerza en la sociedad, que sigue dudando de las víctimas pero que jamás cuestiona a los violadores y abusadores, genera que muchas personas no se animen a hablar”. Para la psicóloga, otros factores que “siguen silenciando” a las víctimas son saber “que si denunciamos también podemos vivir consecuencias sociales” y tener claro que “para tener un poco más de posibilidades de probar lo que vivimos tenemos que ser ‘buenas víctimas’ y entrar en lo que el imaginario social entiende como víctima de violencia sexual, perdiendo así el derecho al disfrute, a la vida social, a la sexoafectividad, a la salud mental, a la academia, a absolutamente todo, porque todo puede ser usado en nuestra contra”.

Frente a eso, aseguró que las feministas “seguirán militando”, “hasta que la condena de culpabilidad para los abusadores sea la realidad de todas las víctimas que decidimos denunciar; hasta que cada víctima tenga las herramientas y recursos para recuperarse y poderse nombrar ‘sobreviviente’; hasta que no le pase a absolutamente nadie más”.