La sexualidad es una dimensión importante de la vida de las personas: forma parte integral de la salud y el bienestar, y nos acompaña desde que nacemos hasta que nos morimos. Sin embargo, Uruguay todavía no cuenta con un estudio enfocado específicamente en las experiencias y los comportamientos sexuales de la población. Esto significa, entre otras cosas, que la información de calidad que hay al respecto –y que puede servir de insumo para políticas públicas, estudios científicos y demás– es muy escasa.

La buena noticia es que este escenario está por cambiar, porque un equipo de docentes del Programa Género, Sexualidad y Salud Reproductiva del Instituto de Psicología de la Salud de la Facultad de Psicología (Universidad de la República) está trabajando para implementar la primera Encuesta Nacional de Comportamientos Sexuales y Salud (ENCSS), que apunta justamente a generar conocimiento y datos sobre el tema.

El estudio, que busca ser representativo de la población de entre 18 y 59 años, tiene tres objetivos fundamentales, explicó a la diaria Nicolás Brunet, profesor adjunto y coordinador de la ENCSS. El primero es “tener una línea de base sobre temas de comportamiento sexual y salud” a través de “una encuesta poblacional de gran alcance, que Uruguay no tenía”, señaló el docente. Por otro lado, “generar información útil para hacer estudios científicos sobre estos temas, algo fundamental, porque no hay mucha data vinculada a eso en el país”. Y, por último, “generar información que además pueda ser útil” para integrar, por ejemplo, en el sistema de estadísticas públicas de salud del Ministerio de Salud Pública (MSP) o de agencias de Naciones Unidas que están involucradas.

El proyecto empezó a gestarse en 2018 y la idea es que su implementación en todo el país se concrete en el primer semestre de 2024. Al menos eso es lo “deseable”, pero depende de si llegan a reunir los fondos que requiere un estudio de este tipo, detalló Alejandra López, docente coordinadora del Programa Género, Sexualidad y Salud Reproductiva, a la diaria.

La académica recordó que en 1998 ya hubo un intento de impulsar una encuesta de este tipo, que contaba con un diseño de implementación concreto e incluso con el financiamiento de la Agencia Nacional de Investigación para el Sida de Francia, pero fracasó porque no logró obtener el aval del MSP. La nueva iniciativa recoge esa idea y la reimpulsa, adaptada al contexto actual, y esta vez con el apoyo de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Udelar, el Fondo de Población de las Naciones Unidas, la Organización Panamericana de la Salud y ONU Sida.

En estos cinco años de trabajo, el equipo estuvo dedicado a la generación de espacios de discusión “para colocar el tema” arriba de la mesa y la confección del formulario de la encuesta, que incluyó la revisión de estudios similares realizados en otros países y el intercambio con sus respectivos equipos de investigación, así como el debate con “grupos de expertos, académicos y actores de la sociedad civil”, aseguró Brunet. El docente dijo que esa etapa implicó, por ejemplo, “hacer una fase cualitativa con grupos de discusión por cada módulo y una encuesta sobre la encuesta, donde entre 50 y 100 técnicos opinaron sobre la viabilidad, la utilidad y la pertinencia de las preguntas”.

Todo eso derivó en el diseño de una encuesta piloto, que finalmente fue aplicada en 2022 a un total de 600 casos. Como la discusión sobre la forma de recabar los datos estuvo atravesada por la llegada de la pandemia, el equipo terminó optando por una modalidad mixta, que combinó la vía telefónica en 400 casos, una muestra representativa de teléfonos celulares, con una segunda parte de la encuesta que se realizó online.

Brunet puntualizó que, en realidad, “no es un piloto cualquiera”, porque como sabían que no contaban con “recursos ilimitados y que iba a ser bastante difícil seguir generando recursos a futuro”, realizaron un piloto “con una suficiente cantidad de prueba y de pienso previo, y con una muestra lo suficientemente grande para tener cierta representatividad de la población uruguaya”, que les permitiera “no sólo presentar esto como un piloto, sino ya adelantar algunos resultados que pudieran mostrar también la utilidad de la encuesta, que era fundamental para seguir adelante con el proyecto”.

Los temas abordados

La versión final del cuestionario tiene un poco más de 300 preguntas, divididas en 12 módulos temáticos. La construcción del formulario se hizo desde una perspectiva de género y de diversidad, y tiene un “enfoque generacional”, aseguraron los investigadores.

La docena de módulos incluye uno vinculado al bienestar sexual, uno sobre orientación sexual y otro de “formación, educación y conversación sobre sexualidad”, que tiene que ver con “cuestiones sobre percepción y valoración sobre la sexualidad y la educación sexual”, explicitó Brunet. La encuesta también plantea un apartado sobre salud sexual y reproductiva, que tiene a la vez un “submódulo” dedicado al testeo y acceso a tratamientos para enfermedades de transmisión sexual (ETS), VIH y Sida. Además, indaga acerca de “prácticas sexuales a lo largo de la vida”, características de la “última experiencia sexual”, “parejas y prácticas sexuales”, “inicio de la vida sexual” y la “primera vida en pareja”.

Por otro lado, hay un módulo dedicado a experiencias vinculadas al embarazo y el aborto, y también, pese a que “ya existen encuestas específicas sobre estos temas”, hay un paquete de preguntas sobre violencia basada en género y violencia sexual, detalló el docente.

Brunet aseguró que otro módulo es el que se titula “Orientaciones normativas”, que profundiza sobre los valores y preconceptos de las personas acerca de la sexualidad, lo que “permite explorar más el universo subjetivo y de valoraciones”.

Resultados destacados del piloto

Una de las primeras conclusiones que surgieron del proyecto piloto es que las generaciones más jóvenes, de 18 a 34 años, tienen niveles mayores de educación sexual que las personas de más de 46 años. Otro dato que apareció es que casi la mitad de las personas encuestadas mayores de 46 años (47,6%) respondieron que la educación sexual que recibieron les transmitió la idea de la homosexualidad y el lesbianismo como un “trastorno, una enfermedad o una anomalía”.

Estos resultados reflejan que “hay un proceso generacional de difusión de la educación sexual en la escuela en Uruguay que empieza lentamente en los 90, que tiene que ver con los atravesamientos históricos; por eso es interesante tratar de abarcar varias generaciones”, señaló Brunet.

Por otra parte, el piloto reveló que 20% de las mujeres encuestadas que tuvieron partos o cesáreas sufrió violencia obstétrica, un dato que el investigador calificó de “no muy sorprendente pero alarmante”.

A su vez, Brunet dijo que hubo “hallazgos de prevalencias de violencia sexual bastante preocupantes en mujeres y también en varones”, y enfatizó la importancia de incluir las experiencias masculinas, “algo que no está tan preguntado”. En ese sentido, mientras 49,1% de las mujeres consultadas aseguraron haber sido “obligadas a tener sexo oral, penetración anal o vaginal” alguna vez en su vida –es decir, víctimas de violación–, el porcentaje asciende a 57,8% en el caso de los varones. En la gran mayoría del total de casos de violación (74%), la persona agresora fue alguien del círculo cercano de la víctima como una pareja, un familiar, un conviviente o un amigo de la familia.

Cerca del 20% de las y los encuestados que sufrieron violación alguna vez nunca hablaron del tema y 75% respondió que lo hizo “mucho tiempo después”. En tanto, la encuesta reveló que el nivel de denuncia judicial de estos hechos sigue siendo muy bajo, ya que sólo 5% de las personas que fueron violadas aseguró haber denunciado.

El investigador también dijo que emergieron “números preocupantes” en cuanto al testeo y acceso a tratamiento de VIH, sobre todo en los varones. En esa línea, los resultados del piloto muestran que 49,5% de los varones nunca se hizo un examen –frente a 19% de mujeres–, mientras 47,5% respondió que sí se hizo análisis alguna vez –frente a 71% de mujeres–. Según Brunet, la diferencia puede explicarse porque las mujeres “están más medicalizadas”, o porque, debido a “procesos de embarazo y de donación de sangre, por ejemplo, suelen declarar más exámenes”.

En términos de bienestar sexual, entre 25% y 30% de las personas encuestadas dijo haber tenido dificultades en el último año, como falta de interés en el sexo, falta de disfrute, ansiedad durante las relaciones sexuales, falta de excitación sexual, dolor físico o no alcanzar el orgasmo. Al mismo tiempo, 53% declararon sentirse “muy satisfechas” con su vida sexual, lo que para Brunet demuestra cierta “incongruencia” entre “lo que la gente dice y lo que la gente hace”, porque “los altos niveles de satisfacción sexual percibida por la gente a veces no se condicen necesariamente con las dificultades que aparecen en la encuesta”.

Estereotipos que persisten

Las respuestas obtenidas en el módulo sobre “orientaciones normativas” también mostraron la permanencia de algunos patrones sociales tradicionales o estereotipos de género en la sociedad uruguaya. Por ejemplo, ante la afirmación “los varones tienen un mayor deseo sexual que las mujeres”, 32% de las personas dijeron estar “bastante” o “totalmente de acuerdo”. Este sesgo sexista relativamente alto también se vio frente a la pregunta de si una mujer tiene derecho a interrumpir un embarazo si así lo desea, en la que 27% se manifestó “bastante” o “totalmente en desacuerdo”, pese a lo que “uno podría pensar después de tantos años de la legalización de la interrupción del embarazo en Uruguay”, acotó Brunet. El docente destacó que el porcentaje de personas completamente en desacuerdo se mantuvo en la misma proporción en mujeres y varones.

Por otro lado, dijo que 60% de las personas encuestadas respondió que está “totalmente en desacuerdo” con la afirmación “me preocuparía que uno de mis hijos o hijas me diga que es homosexual, lesbiana o bisexual”, aunque advirtió que todavía hay cerca de 20% que está “bastante” o “totalmente” de acuerdo.

Con todo esto sobre la mesa, una de las primeras conclusiones que se animó a esbozar Brunet es que “se podría decir que no se ha avanzado tanto en términos culturales o de penetración de la agenda en algunos sectores como uno hubiera deseado”.