En el marco de las distintas iniciativas LGBTI+ impulsadas este mes, la Secretaría de la Diversidad de la Intendencia de Montevideo (IM) presentó Envejecer con orgullo, una investigación que indaga en la realidad de las vejeces de varones homosexuales y bisexuales que viven en la capital de Uruguay. El estudio, que contó con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas, fue uno de los proyectos ganadores del Fondo Marielle 2022 y es el primer informe que realiza la comuna sobre vejez y diversidad.
El objetivo, a grandes rasgos, es reconocer y visibilizar las vejeces de estos varones para contribuir a posicionar sus problemáticas en la agenda pública. Además, el estudio –coordinado por el sociólogo Juan Martín Rosa– busca conocer sus “experiencias subjetivas del envejecimiento y la vejez”; “problematizar, generar conciencia y sensibilizar sobre la temática”; “generar un conjunto de recomendaciones de política pública local”; y “promover el compromiso político de actores claves”, según plantea el documento, al que accedió la diaria. A la vez, pretende aportar a la “ruptura de prejuicios, estigmas y estereotipos de la vejez”.
En esta primera etapa, se intentó abordar el tema a partir de las entrevistas con 13 varones gays y bisexuales de entre 58 y 78 años, para poder adentrarse en sus trayectorias y vivencias a través de sus propias palabras.
Durante la presentación del informe, Rosa dijo que una de las primeras cosas que problematiza un estudio sobre vejez y diversidad sexual es la noción de vejez, que suele estar asociada a la heterosexualidad, pero también la de sexualidad, “sacándola de los límites de una práctica sexual y mucho menos de una función reproductiva”.
Por otra parte, resaltó la importancia de que el trabajo se haya construido en clave interseccional, en el entendido de que “entre la intersección de la edad y la orientación sexual o identidad de género se produce la génesis de una nueva discriminación” y aparecen “fuertemente” los estereotipos. En ese sentido, el académico se refirió a “una tensión entre modelos identitarios de una vejez desexualizada y la construcción social de la mirada de las personas que pertenecemos al colectivo LGBTI+ como joviales e hipersexualizadas”. “Acá opera un razonamiento que es muy llano”, apuntó: “Las personas mayores no tienen relaciones sexuales y las personas gays, lesbianas y trans somos muy activas sexualmente; por lo tanto, no existen personas mayores LGBTI+”.
Para Rosa, ese “razonamiento tan simplista está operando en que estas vejeces se vean encapsuladas por esa lógica heteronormativa”. Y esta perspectiva heteronormativa, a su vez, “es la que termina invisibilizando las diversas formas de habitar la vejez”.
A la hora de caracterizar a la generación de los varones entrevistados, el investigador dijo que forman parte de “generaciones bisagras entre una época de represión, de violencia, de vidas ocultas, y una época de mayor libertad de expresión y visibilidad”. En esa línea, recordó que “fueron protagonistas de las grandes transformaciones sociales en cuanto a la relación de género y sexualidad y a la posibilidad de concreción de proyectos de vida viables”; que muchos de ellos también integraron los primeros movimientos LGBTI+ en Uruguay; y que, además, “hicieron un movimiento fundamental que fue poner en el espacio público aquellos temas que pertenecían al ámbito privado”, lo que los “dejaba expuestos a una mirada fiscalizadora, correctiva, disciplinadora de una sociedad pacata de esa época, que elaboró un efectivo dispositivo de control social que marginaba todas las diferencias y disidencias sociales”.
Al mismo tiempo, son generaciones que fueron atravesadas “por un discurso de la medicina y la psiquiatría que buscaba disciplinar estos cuerpos, y que patologizó y censuró todas aquellas prácticas sexuales e identidades sexuales disidentes”. También vivieron en carne propia la dictadura cívico-militar y la posdictadura, “en una instancia de un proyecto que buscaba restaurar los valores conservadores de una sociedad y que tendió a privatizar aún mucho más estas identidades”, puntualizó Rosa. A esto se suma el estigma que padecieron por los discursos de la época, “que los culpabilizaban del VIH/sida en el país”.
A pesar de eso, el sociólogo consideró que “son generaciones que, en los intersticios que dejaba la norma, lograron construir códigos, un relato, una narrativa; lograron construir historias de amor, desarrollar estrategias para encontrarse en esos márgenes de la sociedad, y, en definitiva, terminaron construyendo una identidad colectiva y también individual”.
Rosa aclaró que este informe es una “primera aproximación a las vejeces LGBTI+” que “no alcanza a otros modos de envejecer igualmente invisibilizados y vulnerados como los de las mujeres lesbianas y las personas trans”, que a su entender “merecen otros estudios que aborden las complejidades y las particularidades de sus procesos”.
“Lo invisible dentro de lo invisible”
La investigación revela que, en términos generales, las problemáticas a las que se enfrentan los varones gays y bisexuales durante la vejez son bastante similares a las de sus pares heterosexuales. Sin embargo, la lectura de las trayectorias de vida revela que esos mismos problemas “tienen un mayor nivel de complejidad y de vulneración” en estas poblaciones, a la vez que “los recursos con los cuales cuentan para hacerles frente no son los mismos, y menos si lo pensamos individualmente”, detalló Rosa.
En el plano de lo simbólico e identitario, de los testimonios surge que no se identifican con las representaciones sociales disponibles hoy de la vejez, “menos aún si esas representaciones hablan de una vejez heterosexual”, apuntó el investigador. Esto genera, a su vez, que exista “un vacío de referentes: al no haber visibilidad de las personas mayores LGBTI+, no hay una referencia en la cual yo pueda pararme para construir mi identidad en esta etapa de la vida”.
Otro de los desafíos que aparecen tiene que ver con la ausencia de espacios de participación y socialización donde puedan encontrarse entre pares y generar nuevas redes vinculares, algo que el sociólogo atribuyó a la propia invisibilidad de esta población. “Si fueran visibles, seguramente existirían propuestas orientadas a este público; el tema es que recién estamos tomando la posta y habilitando esta diversidad en la vejez”, remarcó.
El experto dijo que generar estos espacios de participación es “fundamental”, sobre todo si se tiene en cuenta que estos varones “fueron expulsados de sus familias de origen” y que “sus familias de elección fueron impactadas por la pandemia del VIH/sida, la pandemia de covid-19, la propia muerte –porque también es parte de la vida–, y que eso hace que sus redes se encuentren frágiles o reducidas”.
En cuanto al sistema de salud, los entrevistados consideraron que “está lejos de tener un enfoque de diversidad sexual y de género puntualmente en la vejez”, pero lo que más problematizaron es que brinda una atención que “no es integral”. Ligado a esto, hablaron de un sistema que ve al organismo “de forma fragmentada”. “Refieren a que cada especialista los ve por ‘órganos’ y no como unidad”, dice el informe. “Si tenemos en cuenta que una de las características en la vejez es la pluripatología, es decir, cuando convergen más de una enfermedad sobre la persona, y lo dificultoso que eso hace para realmente dar un diagnóstico claro de lo que le está pasando, si el sistema sigue siendo fragmentado, como ellos perciben, dar una respuesta adecuada en términos de salud es difícil”, señaló Rosa.
Los consultados también hicieron referencia a otro tema que se vuelve central durante la vejez: los cuidados. En este punto, si bien aseguraron que cuentan con redes vinculares para apoyarse, la estrategia está “principalmente privatizada, ya sea en el ámbito formal o informal de los cuidados”. Para el sociólogo, una de las preguntas que emergen ahí es “cuán capacitadas están las personas para brindar este cuidado a una vejez de la que no se habla”. De hecho, señaló que el título del capítulo sobre las vejeces de varones gays y bisexuales es “Lo invisible dentro de lo invisible”, porque “la vejez en nuestras sociedades, en general, ya está totalmente invisibilizada”.
El coordinador del estudio dijo que, entre las principales preocupaciones que nombraron los entrevistados, surgieron dos grandes aspectos. Por un lado, los temas vinculados a la salud mental, como el deterioro cognitivo, la pérdida de independencia y autonomía, y la necesidad de depender de otra persona para realizar las actividades básicas de la vida cotidiana. Por otro, la soledad, que también es un aspecto que generalmente aparece en las personas adultas mayores pero que “adquiere un peso más importante” cuando “vemos estas trayectorias y redes vinculares reducidas y frágiles”, detalló el académico. En ese sentido, dijo que en muchos casos es una soledad “asociada con esa imposibilidad que ven de construir un proyecto de pareja, algo que ya desde sus juventudes no era un proyecto de vida viable”.
En paralelo, el informe corroboró que hay un distanciamiento de estas personas con sus dos grupos de referencia: el tema de la diversidad no está en la agenda de las organizaciones de personas adultas mayores, mientras que la temática de la vejez no suele incluirse en la plataforma reivindicativa del movimiento LGBTI+.
Aportes para una política pública
El estudio incluye un apartado con algunas líneas de acción que pueden contribuir al diseño de una política pública para las vejeces de varones homosexuales y bisexuales, que están planteadas por el politólogo, consultor en temáticas LGBTI+ y excoordinador de la Secretaría de Diversidad de la IM Andrés Scagliola. Esta agenda, para empezar, tiene que ser necesariamente construida “con los viejos gays y bisexuales entendidos como sujetos de derechos y no como objeto de asistencia”, dice el especialista.
La primera recomendación que hace es incluir la diversidad sexual y de género en las políticas de cuidados. En ese sentido, propone que haya “certificación de cuidadoras y cuidadores de libre elección”, “sensibilización y certificación en residencias de larga estadía y de centros de día existentes”, y “apoyo a propuestas de vida comunitaria de personas LGBTI+”, como cooperativas, coliving o residencias. A la vez, plantea la creación de “mecanismos efectivos de denuncia y exigibilidad de derechos”.
En base a lo que surgió de la investigación, Scagliola también sugiere crear “espacios seguros de socialización” para las vejeces LGBTI+ en general, así como respaldar a los que ya existen, “promoviendo el apoyo mutuo y los tejidos comunitarios”.
Además, propone incluir la perspectiva del ciclo de vida e interseccionalidad en las sensibilizaciones y capacitaciones sobre diversidad a todo nivel, empezando por aquellas promovidas por la propia IM. La formación también tiene que abarcar a los equipos médicos “de todo tipo” y en especial a la “gerontología en diversidad sexual y de género para remover la mirada heteronormada aún predominante”.
Por otra parte, el consultor recomienda “apostar por propuestas de voluntariado intergeneracional similares a las existentes en otras ciudades” y que haya un “reconocimiento de las generaciones pasadas y de su aporte a las conquistas” de los derechos LGBTI+.
Otra de las sugerencias es promover un trabajo interseccional “permanente” desde los espacios institucionales que abordan las políticas de las personas mayores y las políticas de diversidad, promoviendo, entre otras cosas, propuestas de fondos conjuntos para la financiación de proyectos.
El actual director de la Secretaría de la Diversidad de la IM, Sergio Miranda, dijo durante la presentación que la comuna impulsó este trabajo porque contempla “temas de los que hasta ahora no se hablaba, que no estaban en agenda, que no estaban en la línea de política pública, y lo primero es tener insumos, tener información seria, profunda, que lleve un proceso de estudio, y que son estas primeras aproximaciones”. A su vez, aseguró que este es el comienzo de un proceso que continuará “a lo largo de esta gestión” y que el siguiente paso es “seguir el diálogo con la academia, la sociedad civil y desde el diseño de política pública”.