Cada jueves de mañana un grupo de mujeres trabaja la tierra de forma colectiva. Lo hacen en la huerta comunitaria La Kasita, un predio en la localidad de Estación Atlántida, Canelones, al norte de la ruta Interbalnearia. Está ubicado más precisamente sobre la calle Las Camelias, entre Las Acacias y Los Cedros, y a metros del cementerio del pueblo. Es jueves 14 de setiembre, al mediodía, el cielo está limpio y el sol arremete. Pilar Rossi, la encargada del proyecto, tiene la doble tarea de acompañar y dirigir a las mujeres en las tareas de la huerta, y de explicarle a la diaria cuál es el funcionamiento de La Kasita.
El cabello de Rossi es de rulos colorados, y un aroma a hierbas dulces siempre la acompaña. Entre canteros con lechugas y flores de caléndula, cuenta que el terreno donde funciona el proyecto lo recuperó el Municipio de Atlántida hace dos años, y junto con la Dirección de Género y Equidad de la Intendencia de Canelones (para la que Rossi trabaja) crearon La Kasita.
Este proyecto, que empezó a funcionar en febrero de 2023, tiene dos ejes: uno es el de medioambiente, sustentabilidad y soberanía alimentaria; el otro es de género y derechos humanos. Nohelia Millán, directora de Género y Equidad de la comuna canaria, explica en conversación telefónica que desde un principio La Kasita fue creada para apoyar un proceso de ciudadanía y autonomía de las mujeres de la zona. Y que hace parte del proyecto Casa de las Mujeres Canarias, que ya cuenta con otra casa que está en funcionamiento en Las Piedras.
Actualmente, las dos actividades principales que se desarrollan en La Kasita son la huerta comunitaria y el taller de cosmética natural. Rossi dice que se armó un grupo de 20 mujeres, de entre 23 y 77 años, que asisten a los talleres y que impulsan otras actividades, como un merendero para 40 niños y niñas en las pasadas vacaciones de julio.
Para el funcionamiento de la huerta, en la que participan unas diez mujeres, la Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas les provee de semillas, y el programa Sembrando Soberanía les facilita plantines, aunque Rossi resalta que el objetivo es crear su propio banco de semillas y un hibernáculo para producir sus propios plantines.
Luego de “arreglar el chipeado” –restos vegetales que favorecen el compost–, las mujeres se apiñan contra los canteros para cosechar lechuga, perejil, ciboulette, cilantro, caléndula. Separan hoja por hoja, meticulosamente, para que “siga viniendo”, dice Rossi. Ahora trabajan sobre los canteros altos porque algunas tienen dificultades de movilidad.
“El té de caléndula te limpia los pulmoncitos”, dice una de ellas. Otra aporta la mejor forma de hacer buñuelos y explica cómo el cilantro queda rico en las tortillas. Se comparten recetas, experiencias y aprendizajes. Luego, cada una llena una bolsa con lo que cosechó para preparar el almuerzo en casa.
Soberanía alimentaria, huerta comunitaria y autonomía de las mujeres
Anahí Sendra asiste a los talleres de huerta comunitaria de La Kasita desde marzo. Vive a una cuadra de allí, sobre un terreno que compró con su marido hace 13 años cuando se mudó a Estación Atlántida buscando la paz que en Montevideo no encontraba. En marzo “hubo un hecho de inseguridad en el barrio. Fui a una reunión de seguridad entre los vecinos y ahí me enteré de que estaba esta huerta”, cuenta. Ella se refiere al asesinato de una mujer con discapacidad por parte de unos vecinos del barrio que le robaron en su casa.
Si bien Sendra no tenía conocimientos de huerta, se acercó a La Kasita y le gustó. Dice que va en las mañanas a tomar mate y a hacer trabajo en la tierra. Ella, que no tiene trabajo y que es viuda desde hace dos años, dice: “La huerta me sacó de mi casa y del tema de la viudez”.
Una vez terminado el trabajo de cosecha, recolección y riego, algunas de las mujeres se sientan en la casa a tomar mate y comer bizcochuelo casero. Sendra cuenta que las mujeres que van a La Kasita son todas vecinas y que ahora se visitan, pero que antes del taller de huerta no se conocían.
Natalia Jacquez, funcionaria del Municipio de Atlántida y mano derecha de Rossi en La Kasita, explica que uno de los objetivos que se plantean con este proyecto es el de la integración de las mujeres en el territorio. “Ahora una de ellas hace cinco kilómetros para visitar a otra compañera. Esto es lo que queremos, que expandan su círculo. Porque si estás siempre en un mismo entorno no ves qué tan grave es lo tuyo o qué tan poquito. Ahora muchas se ayudan entre ellas”, dice.
Estación Atlántida hace parte de la Costa de Oro Norte, una de las zonas más empobrecidas de Canelones, según señala Millán. Allí cuentan con poca llegada de servicios públicos, la locomoción es limitada y cada vez más población se asienta de forma irregular. Por su parte, Rossi asegura que el invierno es una época del año difícil para este municipio debido a que hay escasez de trabajo. “En verano muchos pobladores trabajan en el servicio turístico o en las tiendas de supermercados y en marzo se quedan sin trabajo. Y los últimos años se ha visto más grave”, cuenta. A lo que Jacquez agrega que desde la pandemia mucha gente de la zona se quedó sin trabajo y que la mayoría son adultos mayores y madres solteras.
El aporte de Jacquez va en el mismo sentido que los datos oficiales sobre la feminización de la pobreza en Uruguay. Según las estadísticas de género de 2020 del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), ese año el porcentaje de hogares pobres con jefatura masculina fue de 6,3%, mientras que para los hogares con jefatura femenina ascendió a 10%. Además, un informe reciente de la Red de Género y Comercio asegura que, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, para 2021 Uruguay fue el país con mayor índice de feminización de pobreza en el Cono Sur.
Es en este contexto que muchas de las mujeres que se acercan a La Kasita no tienen un trabajo estable y, según Rossi, participan en las ollas solidarias o son beneficiarias de la canasta de alimentación de la Dirección General de Desarrollo Humano de la Intendencia de Canelones. “Cuando tenemos sobrantes de la huerta mandamos para la olla, y la idea es que las beneficiarias de la olla se acerquen a las actividades de La Kasita”, agrega. Todo esto en un país en el que un 15% de los hogares presenta inseguridad alimentaria moderada y grave, y un 2,6% inseguridad alimentaria grave, según el primer informe nacional de prevalencia de inseguridad alimentaria en hogares de 2022.
Así es como una de las principales necesidades que el equipo de La Kasita detecta en las mujeres es la económica. Por eso apoyar el proceso de ciudadanía y autonomía de las mujeres es una de sus líneas de trabajo más fuertes. Eso lo hace no sólo brindando herramientas y saberes en torno al trabajo de la tierra, sino también a través de la soberanía alimentaria.
“Es importante que ellas puedan elegir ser conscientes de qué es lo que comen y cómo lo comen. Es importante poder contactar con tus propios alimentos, aprender a sembrar desde la agroecología. Cuando trabajás con la planta no es sólo el aprender a plantar, ahí hay transversalmente un trabajo con los derechos humanos. Cuando voy al supermercado, cuánto estoy pagando por lo que consumo. Si comprar los alimentos es un acto político, sembrar mi propia comida también lo es”, explica Rossi.
Otra forma en la que las mujeres trabajan su autonomía es el curso de cosmética natural, también guiado por Rossi. Allí crearon la línea de productos Autóctona, que contiene crema de manos, jabones artesanales, protectores labiales, detergente biodegradable, agua florida, mascarilla facial y sahumerios. Ya presentaron los productos a la venta en una feria que hubo en el parque Roosevelt recientemente. “Queremos regularizar a las mujeres que hicieron talleres en algún formato que les permita generar ingresos propios. Para eso trabajamos con la Unidad de Cooperativismo y la Coordinación del Gabinete Productivo”, explica Millán desde la Intendencia de Canelones.
Las mingas en primavera
Millán asegura que el departamento de Canelones tiene la misma situación grave de violencia basada en género que se vive en todo Uruguay. Un país en el que, en los primeros diez meses de 2022, cada nueve días se mató o intentó matar a una mujer en casos asociados a la violencia de género. Además, cada territorio tiene sus características; según Millán, en Canelones son la locomoción limitada entre municipios, la poca llegada de servicios públicos a algunas zonas, así como la falta de alumbrado público en sectores específicos, entre otras.
Si bien Canelones cuenta con siete comisarías especializadas en violencia doméstica y de género del Ministerio de Interior, Millán dice que “hacen falta servicios de atención a mujeres en situación de violencia basada en género, hayan hecho la denuncia o no. En estas situaciones se tarda mucho en hacer una denuncia porque no siempre es la solución a la violencia de género. Hay respuesta para las situaciones más críticas, pero en los territorios nos falta sensibilizar y poder ayudar a las mujeres que identifican que están en una situación de violencia”.
Por eso la comuna canaria está próxima a instalar un servicio de atención a mujeres en situación de violencia basada en género en Las Piedras y otro en el espacio Dínamo de Atlántida (al norte de la ruta Interbalnearia, porque en el sur de Atlántida funciona uno del Instituto Nacional de las Mujeres). Rossi ve con buenos ojos esta iniciativa, ya que podrán conectar con estos espacios institucionales a las mujeres que asisten a La Kasita y padecen de violencia basada en género. Hasta ahora lo hacían con el Mides, pero, según ella, está saturado de casos. Rossi asegura que hay mucha violencia de este tipo en la zona y que se tiene que atender de forma urgente.
Frente a las situaciones adversas que viven las mujeres en Estación Atlántida, crear un grupo de sociabilización y pertenencia es fundamental. De cara a la primavera, uno de los próximos pasos que planean en La Kasita es realizar “mingas” en las casas de las mujeres. Es decir, jornadas colaborativas en las que todo el grupo va casa por casa a armar su propia huerta.