El amor es un tema de discusión, análisis y debate desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, las formas de vincularnos afectiva o sexoafectivamente nunca fueron tan cuestionadas ni estuvieron tan bajo la lupa como en los últimos años. Es el tema central de cientos de artículos, reportajes y podcasts, y el puntapié inicial para tantos libros que se han escrito al respecto –desde áreas tan diversas como la filosofía, la psicología o el periodismo, entre otras–. Este auge ha sido impulsado, en gran parte, por académicas, teóricas y activistas feministas que, en la lucha para que las mujeres y disidencias tengan vidas dignas, también plantean la necesidad de construir vínculos amorosos más libres, igualitarios y libres de violencias.
Mucho antes de este boom, en la década de los 70, una dupla uruguaya ya empezaba a analizar las dinámicas que se juegan en los vínculos de pareja, con una perspectiva que hoy llamaríamos de género o incluso feminista. Se trata del educador, pedagogo y especialista en psicología y sexología Arnaldo Gomensoro y de Elvira Lutz, partera, educadora sexual y activista feminista por los derechos sexuales y reproductivos. Los análisis sobre el tema están basados en sus estudios y en las consultas que recibieron durante muchos años, pero también en su propia experiencia de vida compartida: además de reflexionar y crear juntos, Gomensoro y Lutz mantuvieron una relación de pareja por más de 50 años, hasta que el educador falleció en 2013.
La muerte de su compañero impulsó a la histórica referente feminista a compilar los materiales que crearon en conjunto y, a partir de ahí, empezó a explorar la posibilidad de hacer con eso una publicación. “Me parecía que era importante dejarlo escrito y dejarlo como una memoria”, cuenta Lutz a la diaria. Este proceso derivó en la reciente aparición de La pareja. Una mirada desde el personalismo (2023), un libro editado por Paidós que reúne siete artículos escritos a lo largo de casi tres décadas, de 1979 a 2007.
El hilo conductor que atraviesa las 175 páginas es el vínculo amoroso entre dos personas. “Pueden ser hombre-mujer, mujer-mujer, hombre-hombre o como lo decidamos”, dice Lutz, y lo aclara porque los textos fueron conservados en sus versiones originales y parecen enfocarse exclusivamente en vínculos heterosexuales. Pero la partera recuerda que los planteos que hacían hace 30 años respecto de la pareja “rompían con la heterosexualidad y con los vínculos más convencionales”, y por eso invita a que el libro sea leído desde una mirada “de amplitud, de respetar la diversidad, de no quedarnos en la ortodoxia de los temas”.
Los capítulos desmenuzan ese hilo conductor a través del análisis de temas concretos que van desde la descripción de lo que consideran las bases fundamentales de una pareja “democrática”, los vínculos entre amor y sexo o la sexualidad de las personas adultas mayores, hasta por qué vaticinan la emergencia de formas más libres de amar ante la “obsolescencia” del matrimonio tradicional.
La lectura en 2024 sorprende por la vigencia de las reflexiones e incluso, en algunos casos, su carácter premonitorio. En una época en la que construir vínculos afectivos parece cada vez más complejo, sirve a la vez para “ayudarnos a repensar nuevas formas de vincularnos y cuáles son los caminos que queremos recorrer juntos de aquí en más”, como señala la contratapa.
Lutz reconoce que con Gomensoro fueron “pioneros” en poner arriba de la mesa muchos temas de los que no se hablaba en los años 70, pero no se anima a decir que lo suyo fueron predicciones. Considera que, en todo caso, “eso lo tienen que decir los lectores y las lectoras”.
¿Para qué le gustaría que sirviera el libro? “Para la superación de las dificultades y para que las parejas que se encuentren vivan más libres, con menos prejuicios, con más placer y con más felicidad”, responde la coautora y compiladora, “porque, a final de cuentas, se trata de eso: de vivir feliz”.
Crisis de la pareja tradicional y nuevas formas de amar
Ya en el primer capítulo del libro, que corresponde a un trabajo que Gomensoro presentó en el Congreso Mundial de Sexología de 1979, el especialista analiza la “vigencia del matrimonio” frente a la existencia de “indicadores que nos llevan a dudar de ella o, simplemente, a negarla”.
Uno de los argumentos es que el matrimonio “ya no es necesario” en tanto ahora (y también hace 44 años, según el autor) “se puede asumir la maternidad, sobrellevar un embarazo, tener un hijo y enfrentar el destino de madre sin que se haga necesario contar con el respaldo matrimonial”.
A eso se suma que el sexo “se ha convertido en una función puramente recreativa, que sólo de forma excepcional cumple fines procreativos”. En ese sentido, Gomensoro asegura que “si cabe definir al matrimonio como la ‘institucionalización social del sexo reproductivo’, no puede extrañarnos que su vigencia entre en crisis cuando el sexo deja de ser fundamentalmente reproductivo”. Y sigue: “Si ya en nuestros días el matrimonio tradicional no resulta una estructura idónea para el ejercicio de una sexualidad que se ha ido volviendo fundamentalmente recreativa, ¿qué expectativas se le abren hacia el futuro en una sociedad cada vez más erotizada?”.
En ese marco es que expone su hipótesis: que “las tendencias actuales de liberación sexual son irreversibles” y “el futuro nos deparará, con toda seguridad, formas aún más libres y permisivas de relación entre los hombres y las mujeres”. “En consecuencia” –concluye y predice–, “la obsolescencia del matrimonio tradicional no sólo sería un hecho incontrovertible para el presente, sino que se va a consolidar en el futuro”.
En un intercambio que tuvieron Lutz y Gomensoro en 2004, y que constituye el último capítulo del libro, ella afirma que estos “problemas” en las parejas empezaron a aparecer a mediados de los años 50, “con los cambios que se producen en la llamada condición de la mujer”. Lo que plantea Lutz es que, mientras eso pasaba, “la condición del hombre no experimentó ningún cambio” y, por lo tanto, sus expectativas tampoco. “El resultado es claro: las expectativas de ambos [varones y mujeres], que antes concordaban, se vuelven progresivamente discordantes”, apunta.
El debate vuelve a aparecer en otro capítulo en el que Gomensoro asegura que “sólo el cuestionamiento crítico radical” de la “ideología patriarcal y machista” podrá “propiciar un futuro de relaciones más solidarias y menos conflictivas entre los varones y las mujeres”.
En ese futuro, se imaginan lo que definen como “matrimonio abierto”, una unión “democrática” que es “resultado de una elección libre y responsable”, “se da como relación de pareja entre seres liberados” y “se mantiene o se disuelve por obra de la misma libertad que lo creó”.
Una pregunta que aparece hoy, que ya es ese futuro, es si, desde entonces, hemos avanzado efectivamente a una etapa en la que los vínculos son más libres. Para Lutz, las relaciones actuales son “un poco más libres”, aunque aclara que esa mirada es de algunos sectores determinados y no de la sociedad en general. “A nivel general, existe todavía una cuestión de no superación de las dificultades, que es la que crea los conflictos que a veces la gente tiene [...], que son el resultado de vivir en una sociedad que, por un lado, parece transgresora, y, por el otro lado, es conservadora”, apunta. Al mismo tiempo, recuerda, “el patriarcado sigue existiendo, el sexismo sigue existiendo, las mujeres seguimos con problemas, en términos generales, así que estamos muy lejos”.
Hacer el amor
“El amor no es un hecho que se da de forma espontánea, sino la obra de los enamorados. Es decir, el amor no es, sino que se hace”, dice Lutz en uno de los textos, escrito en 1983 junto con Gomensoro y el ginecólogo y educador sexual Enrique Pons. Es que el amor “se construye”, insiste la Lutz del presente.
En los cimientos de esa construcción, dice, tienen que estar “las ideas y los valores” compartidos. Es lo que Lutz y Gomensoro definen como la “armonía existencial”, uno de los tres componentes que tiene que haber en una “auténtica relación de pareja”, junto con otras dos “armonías”: la emocional y la sexual.
“La armonía existencial es la base de todo. Es un ingrediente fundamental en la relación amorosa. Es el respeto por el otro y por la otra, ser capaz de aceptar y de entender sus principios y sus valores; si no, no funciona. Si hay valores encontrados, hay discrepancia”, señala ahora la partera.
En ese texto de 1983, los autores proponen claves para distinguir si lo que estamos viviendo con otra persona “es amor, erotismo o sexualidad”. Para eso, enumeran algunos componentes del “milagro” amoroso, que van en la línea de esta “armonía existencial”: “identidad de ideales y valores”; “disponibilidad y compromiso”; “corresponsabilidad”; “entrega”; “reciprocidad y gusto por compartir”; “lealtad”; “aceptación incondicional del otro como otro”; “comunión”; “libertad (las cadenas matan al amor)”; “encuentro (y no contrato)”. Junto con la lista, hacen una aclaración: “Se puede dar todo esto y no darse el amor, estar instalados en la amistad. Sólo cuando todo esto se expresa a través del sexo y del erotismo tenemos amor”.
Gomensoro lo resume bien en el texto que cierra el libro: “Amarse no es sólo compartir de forma armoniosa emociones y erotismo, sino, además, y muy fundamentalmente, vivir la armonía existencial que supone compartir un mismo sistema de ideas y de valores, orientados ambos hacia el logro de los mismos objetivos”.
La “primavera erótica” en “pleno otoño cronológico”
Gomensoro y Lutz también fueron disruptivos al analizar cómo viven la sexualidad, el erotismo y el amor las personas adultas mayores, un tema que incluso hoy en día sigue siendo tabú. En el artículo de La pareja dedicado a este tema, que data de 2004, una de las cosas que se proponen desentrañar es “por qué los hombres y las mujeres, a medida que suman años de edad, progresivamente dejan de ejercitar sus músculos y su sexualidad”. Una primera respuesta que esbozan es que “no se debe a que biológicamente no les quede otra alternativa, sino porque los inhibe y paraliza el peso de poderosos tabúes y prejuicios tradicionales”.
En particular, hablan de que, muchas veces, ante problemas para ejercer la sexualidad, recurren a los médicos, que tienen la “inclinación compulsiva” a buscar “las causas orgánicas o somáticas de las alteraciones” y suelen prescribir pastillas para “paliar presuntas patologías”. Esto, señala Lutz, lleva a “desatender o subestimar los otros factores –psicológicos, sociales, culturales, ideológicos– que tienen gravitación decisiva en los problemas eróticos y sexuales de los hombres y las mujeres que han pasado la frontera del medio siglo de vida”.
La educadora aclara además que las limitaciones biológicas que existen en las personas adultas mayores “refieren sólo a las relaciones coitales y no al juego erótico ni a las distintas variantes del sexo no coital”. Y asegura que “para personas de cualquier edad pero, sobre todo para los adultos mayores de ambos sexos, el cultivo regular de la sexualidad lúdica y del erotismo les asegura poder vivir casi indefinidamente una perenne primavera erótica en pleno otoño cronológico”.
El artículo también resalta la importancia del autoerotismo en una etapa de la vida a la que muchas veces se llega “con diversos inconvenientes para ejercer la sexualidad interpersonal”. “La sexualidad, acompañada o sola, como sea, ni se pierde ni se olvida. Siempre existe, siempre está ahí”, sintetiza hoy Lutz.
En aquel intercambio con su compañero, la referente esgrimía otro motivo para explicar los prejuicios en torno a la sexualidad en la tercera edad: el hecho de que, en Uruguay, “la educación sexual auténticamente liberadora de prejuicios y tabúes se ha convertido en la gran asignatura pendiente de los programas educativos”.
Dos décadas después, Lutz reconoce que la situación no cambió. “Cada vez que se ha propuesto algún programa de educación sexual a nivel nacional, formal, ha sido cuestionado y no se ha desarrollado”, apunta la educadora sexual. “Es muy tremendo y hasta ridículo”, agrega, “que nos esté pasando esto en una sociedad como la nuestra, que aparentemente es avanzada”.
La pareja. Una mirada desde el personalismo, de Arnaldo Gomensoro y Elvira Lutz. 175 páginas. Paidós, 2023.